Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti
Los poderes rusos están celebrando ruidosamente el 75 cumpleaños de Boris N. Yeltsin, expresidente de Rusia. Este festejo es un nuevo eslabón en la cadena de falsificaciones de los trágicos acontecimientos ocurridos en la historia de la URSS y de Rusia durante los años finales del siglo XX.
Los señores periodistas publican materiales que nos pintan a un Yeltsin salido del pueblo, que realiza una vertiginosa carrera, para acabar siendo el conocido presidente con maneras de oso, astucia y mundología de muzhik (N del T: campesino ruso), sencillez en el trato, etc., etc. Desgraciadamente, no todos saben como se hizo esa carrera y como se conquistó esa artificial y premeditada popularidad. Empezó con procedimientos populistas baratos: viajes en tranvía a la policlínica del barrio, bajo el lema de la lucha contra los privilegios, para terminar, en definitiva, por rodearse, él y sus allegados, de un lujo inaudito. Prometió lograr en 100 días la prosperidad general, y , sin pensárselo dos veces, entregó al saqueo todo lo que se había conseguido con el trabajo de varias generaciones del pueblo soviético. Muchos han olvidado cómo el primer presidente de la Rusia «democrática» avergonzó a todo el país, tan pronto cayéndose desde un puente, en evidente estado de embriaguez, como dirigiendo una orquesta, para mayor jolgorio de todo el planeta, mientras regalaba todo lo que se podía regalar al «amigo Helmut» (Kohl), al «amigo Ryu» (Ryutaro Hashimoto, primer ministro japonés a fines de los 90) y al «amigo Bill» (Clinton). Ahora, los medios de comunicación, dócilmente obedientes al Kremlin, recurriendo a un tono intencionadamente frívolo, se esfuerzan por encubrir los monstruosos crímenes que se cometieron con la participación directa del expresidente B. N. Yeltsin, y bajo su dirección. La celebración por el poder del cumpleaños de Yeltsin en el Kremlin no sorprende: hoy en día, a Rusia la gobierna su sucesor oficial; el régimen de Putin es carne de la carne del régimen de Yeltsin.
Los comunistas declaran resueltamente que este vergonzoso intento ya está recibiendo una respuesta tajante en la opinión pública. Yeltsin no es el «presidente del pueblo», sino un déspota trepador que llegó al poder, y que, para asegurarse el sillón presidencial, perpetró la destrucción de una gran potencia, la Unión Soviética, condenó al pueblo de Rusia a la humillación, la miseria y la extinción, y entregó las riquezas del país a extranjeros, enemigos de nuestro estado. Yeltsin no es un reformador, sino un saqueador de Rusia, responsable de la sangrienta guerra de Chechenia. Yeltsin no fundó una nueva democracia rusa, sino que liquidó los restos del poder popular, bombardeando el Soviet Supremo (Parlamento Ruso) y ahogando en sangre la rebelión popular de Moscú en octubre de 1993. (ver en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=21035 )
Las pomposas celebraciones del aniversario de Yeltsin a nivel estatal, con la participación de otros destructores de nuestro país son una vergüenza nacional y una burla al recuerdo de los caídos, de los millones de ciudadanos rusos, que han dejado prematuramente la vida como consecuencia de las «reformas» yeltsinistas. Tenemos una convicción: el castigo es inevitable, y a Yeltsin aún le espera un juicio justo (y justificado). En el libro de la historia figurará para siempre como uno de los mayores criminales, al lado de Hitler o Pinochet.
*Vladimir Ulas es primer secretario del comité local de Moscú del PCFR