Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Tres o cuatro declaraciones aparentemente inconexas a lo largo de la pasada semana han bastado para que la «guerra contra el terror» en Afganistán adquiera nuevos matices y significados. El miércoles 16 de abril, el Presidente Mahmud Ahmadineyad declaró, durante una visita a la ciudad santa de Qum, que los Estados Unidos invadieron Afganistán e Iraq «sirviéndose del pretexto del ataque terrorista del 11 de Septiembre».
Un día antes, el Ministro turco de Asuntos Exteriores, Ali Babacan, que se había desplazado a Londres, expresó públicamente su escepticismo por la actuación de la Organización del Tratado de la Alianza del Norte (OTAN) en la guerra afgana. Y advirtió que la OTAN «se la estaba jugando». El lunes, dirigiéndose a una audiencia de estudiantes en la Universidad Tsinghua en Pekín, el Presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, instó a China y Rusia para que ayudaran a estabilizar Afganistán. No obstante, en un análisis final, es la sensacional revelación de antiguos dirigentes de la Alianza del Norte sobre sus actuales contactos con los talibanes, lo que hace que las directrices de combate utilizadas en la guerra afgana no tengan sentido alguno.
El monopolio de los Estados Unidos sobre la guerra afgana está empezando a ser objeto de serio desafío público. La «inútil» administración de George W Bush en Washington se enfrenta a una ardua tarea si es que quiere conseguir dominar las ecuaciones que a múltiples niveles están surgiendo.
Mientras tanto, se plantean toda una serie de preguntas. ¿Son esas declaraciones y posiciones públicas en esencia más prudentes y profilácticas que provocativas? ¿Hay una auténtica preocupación en la región de que EEUU sea sencillamente incapaz de seguir adelante con la guerra? ¿O significa que hay indicios de un desafío concertado regional ante la misión estadounidense?
La declaración de Ahmadineyad representa la primera vez que Teherán ha cuestionado abiertamente, ante los dirigentes del más alto nivel, la razón de ser de la intervención estadounidense en Afganistán. Sugiere que el terrorismo es el pretexto más que la razón de la intervención estadounidense. El dirigente iraní sostiene que la intervención estadounidense estuvo basada en la geopolítica. Considerando que Irán (bajo el anterior presidente Mohammed Jatami) facilitó en 2001 apoyo logístico a la intervención estadounidense en Afganistán, la declaración del miércoles significa una reconsideración importante de los hechos por parte de Teherán. Admadineyad ha absuelto implícitamente al régimen talibán de cualquier papel en los ataques del 11-S contra Washington y Nueva York.
Las afirmaciones de Babacan, comparadas con la matizada declaración iraní, implican que se ha posicionado desde la perspectiva turca de ser una de las principales potencias de la OTAN. Babacan dijo en una entrevista con el periódico Telegraph de Londres, que la OTAN se está exponiendo al desastre al confiar demasiado en la fuerza para derrotar a los talibanes. Distanció a Ankara de la estrategia de la contrainsurgencia estadounidense subrayando que el cambio hacia un «enfoque mucho más militarista iba a ser contraproducente y que, en última instancia, iba a servir para socavar al gobierno afgano».
Babacan rechazó enérgicamente las críticas estadounidenses de que Turquía se había negado a desplegar tropas en las agitadas regiones del sur y este de Afganistán. Insistió en la continuada lógica de la política turca hacia Afganistán, centrada en actividades de reconstrucción que tienen como objetivo «ganar sus corazones y mentes [de los afganos]». De manera significativa, advirtió que los afganos podrían «empezar a percibir a las fuerzas de seguridad de la OTAN como ocupantes» y que la situación sería «muy complicada». Pero él, también, evitó hacer críticas a los talibanes.
Es interesante ver que Babacan hizo esas matizaciones en una entrevista en la que subrayó la creciente alienación de Turquía respecto a Europa. También, el lunes, se celebró en Ankara otra ronda de consultas turco-iraníes sobre cooperación bilateral en seguridad regional, lo cual es bastante significativo.
Musharraf ha ido un paso más allá. Expresó que confiaba en que la Organización para la Cooperación de Sanghai (SCO, en sus siglas en inglés) pudiera jugar algún papel en la estabilización de Afganistán. Añadió: «Si la SCO puede también jugar su baza, necesitaríamos entonces asegurar que no se va a producir una confrontación con la OTAN». La SCO está integrada por China, Rusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán como miembros de pleno derecho, e Irán y Pakistán como «observadores».
Musharraf es famoso por sus comentarios espontáneos, pero el hecho de que hiciera esa declaración en Pekín merece que se le preste atención. Pakistán ha intentado convertirse en miembro de pleno derecho de la SCO. Los indicios señalan que Pekín está, en principio, apoyando la demanda pakistaní. Hay informaciones recién aparecidas de que Washington está presionando para tener un papel más intrusivo en el control de la seguridad del arsenal nuclear de Pakistán.
Musharraf ha endosado virtualmente un llamamiento del Presidente de Uzbekistán Islam Karimov en la reciente cumbre de la OTAN de Bucarest (2-4 abril), con objeto de que el formato «Seis más Dos» del período de 1997-2001 (en el que los «»seis» eran los países que bordeaban Afganistán y los «dos» eran Rusia y EEUU), que había intentado conseguir la reconciliación inter-afgana entre los talibanes y sus oponentes, se ampliara a un nuevo formato de «Seis más Tres», que incluiría ahora a la OTAN, junto con China, Kirguizistán, Tayikistán, Uzbekistán, Irán, Pakistán, Rusia y EEUU.
Moscú y Tashkent tienen una posición coordinada a este respeto. Y Washington se encuentra en un dilema a la hora de responder a la oferta uzbeca de cooperación con la OTAN, que implicaría el abandono virtual de los planes de la Alianza de ampliarse a las antiguas repúblicas soviéticas de Ucrania y Georgia.
Sin embargo, el pasado lunes, en un rotundo discurso en la base de las fuerzas aéreas de Maxwell-Gunter en Montgomery, Alabama, totalmente dedicado a la estrategia estadounidense en Afganistán, la Secretaria de Estado estadounidense Condoleeza Rice invocó exactamente a los grandes iconos de la Guerra Fría: George Marshall, Harry S Truman, George Frost Kennan y Dean Acheson. Envió un contundente mensaje a Moscú de que la victoria de la OTAN en Afganistán «no es sólo esencial, sino alcanzable».
Rice puntualizó: «Los sucesos en Afganistán harán avanzar nuestros intereses regionales más amplios en aras a combatir el terrorismo violento, resistiendo la actuación desestabilizadora de Irán y afianzando la libertad política y económica en el Sureste y Centro de Asia. Y el éxito en Afganistán es una prueba importante para la credibilidad de la OTAN».
Rice ignoró fríamente la oferta ruso-uzbeca de cooperación. Merece que se examine con toda atención la declaración de esta semana en Kabul de los altos dirigentes de la antigua Alianza del Norte (AN) en contra de anteriores actuaciones.
Los dirigentes de la AN disfrutan del apoyo de Rusia, de los estados de Asia Central, de Irán y, por extensión, de Turquía. Sayyed Agha Hussein Fazel Sancharaki, portavoz de esos grupos, que ahora están bajo el paraguas del Frente Nacional Unido (FNU), reveló a Associated Press que el anterior presidente afgano Burhanuddin Rabbani y el alto comandante de la AN de Panjshir, Mohammed Qasim Fahim (que desempeña también actualmente el puesto de asesor de seguridad del Presidente Hamid Karzai) se han estado reuniendo con los talibanes y otros grupos de la oposición (al parecer, el Hezb-i-Islami dirigido por Gulbuddin Hekmatyar) durante los últimos meses en un intento de lograr la reconciliación nacional. Afirmó que en esos encuentros han participado «personas importantes» de los talibanes.
Efectivamente, Fahim (que fue jefe de inteligencia con el difunto Ahmad Shah Massoud) y Rabbani (que perteneció a la original los «Siete de Peshawar», dirigentes muyahaidines que tuvieron su campo de acción en Pakistán en la década de 1980) tendrían viejos vínculos con Hekmatyar y altos dirigentes talibanes como Jalaluddin Haqqani. Rabbani dijo a Associated Press que la guerra, que ya duraba seis años, debería resolverse mediante negociaciones.
«Estamos en el Frente Nacional y yo mismo creo, mediante negociaciones, se llegará a la solución para el proceso político en Afganistán «, dijo. Rabbani añadió que los líderes de la oposición discutirían pronto y designarían probablemente un equipo formal de negociaciones para que iniciara conversaciones con los talibanes. Criticó a Karzai por no intentar entablar el diálogo con los talibanes. «Le dije a Karzai que cuando una persona empieza algo, tiene que acabarlo. En la cuestión de las negociaciones, no se debe dar un paso adelante y otro paso atrás. Esta labor debe proseguirse de forma organizada».
Es lógico que las potencias regionales -especialmente Rusia, Uzbekistán e Irán- observen cuidadosamente el diálogo inter-afgano entre el Frente Nacional Unido y los talibanes. Al parecer, lo que impulsa ese diálogo es que la cumbre de la OTAN de Bucarest acabó decidiendo el envío de sólo pequeños incrementos de tropas, lo que pone interrogantes acerca de la viabilidad y perspectivas de las operaciones de la OTAN. Pero, ¿es eso todo?
Puede esperarse que todas esas diversas tendencias continúen, durante un cierto período, evolucionando a la vez hasta que algunas empiecen a aventajar a las otras. Parece que las geopolíticas de la energía están tomando la delantera con prontitud. El pasado viernes, Musharraf hizo alardes con el Presidente chino Hu Yintao del tópico de un gasoducto que conectará Irán y China a través del territorio pakistaní; Irán está presionando para entrar en la Organización para la Cooperación de Shanghai; está a punto de formarse un cartel del gas en la séptima reunión ministerial de países exportadores de gas que tendrá lugar en el mes de junio en Moscú.
La National Offshore Oil Corporation de China ha confirmado que están progresando las conversaciones para llegar a un acuerdo sobre el gas por valor de 16.000 millones de $USA en relación al campo de gas de Pars, al norte de Irán, que le pisará los talones al acuerdo por 2.000 millones de $USA firmado en marzo entre la China Petroleum and Chemical Corporation e Irán, a fin de desarrollar el campo petrolífero iraní de Yadavaran.
Un famoso experto, Igor Tomberg, del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias Rusa, escribió recientemente: «Probablemente, Irán y Rusia no competirán la una contra la otra sino que más bien unirán sus esfuerzos en el mercado del gas. El presidente iraní ha sugerido más de una vez a su colega ruso que sus países deben coordinar sus políticas sobre el gas y posiblemente dividirse los mercados del gas. Además, podrían llegar a un acuerdo por el cual Rusia continuará suministrando gas a Europa, mientras que Irán exportará su gas a Oriente. Esto socavaría los planes para diversificar los suministros hacia Europa, que dependen en grado sumo de los Estados Unidos».
Afganistán es un centro vital de los ricos recursos de Asia Central y Oriente Medio. Por utilizar las palabras del discurso de Rice Montgomery: «Que nadie lo olvide, Afganistán es una misión prioritaria para los Estados Unidos, no una opción a elegir».
M K Bhadrahumar ha servido como diplomático de carrera en el Servicio Exterior de la India durante 29 años, durante los cuales, entre otros, desempeñó los cargos de embajador en Uzbekistán (1995-1998) y Turquía (1998-2001).
Enlace con texto original en inglés:
http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/JD19Df02.html