En artículos anteriores hemos señalado la favorable coyuntura que vive Latinoamérica y los países del llamado Tercer Mundo, caracterizada por un enorme excedente monetario, una liquidez excepcional que se articula con un momento de fuerte renovación tecnológica y una rebaja dramática de los precios de los productos manufacturados, incluso de las máquinas y equipos, de […]
En artículos anteriores hemos señalado la favorable coyuntura que vive Latinoamérica y los países del llamado Tercer Mundo, caracterizada por un enorme excedente monetario, una liquidez excepcional que se articula con un momento de fuerte renovación tecnológica y una rebaja dramática de los precios de los productos manufacturados, incluso de las máquinas y equipos, de las materias primas industrializadas y otros insumos de la producción.
En este contexto, se abren excelentes oportunidades para el crecimiento y el desarrollo económico, sobre todo si estos países hacen fuertes inversiones en ciencia y tecnología para abrir nuevos campos del conocimiento y de la producción y asignan fuertes recursos a la educación, desde una perspectiva revolucionaria, audaz y consecuente que reafirme las identidades culturales de los pueblos que los conforman.
Como lo hemos sugerido en varias oportunidades, hay una expansión impresionante de la subjetividad de los pueblos de la región que alcanza incluso a los sectores de muy baja renta, hay una nueva conciencia que afirma identidades hasta ahora bloqueadas por fuertes esquemas represivos, como el caso de los pueblos indígenas y, al mismo tiempo, amplía el alcance de estas identidades creando lazos continentales y universales.
Otra vez podemos usar el ejemplo de los pueblos indígenas que recogen una identidad nacional y regional hace mucho reprimida en su experiencia diaria para producir agendas nacionales, regionales, continentales y universales (como la convocatoria universal de los zapatistas en contra de la globalización) o inclusive una propuesta de un nuevo paradigma cultural a partir de la relación de los pueblos indígenas con la naturaleza.
Lo importante no es tanto la verdad histórica y científica de estas pretensiones sino la audacia, la voluntad política y la energía vital que ellas expresan en un momento en que la ideología socialista del proletariado industrial se muestra debilitada y se coloca a la defensiva junto a la disminución del rol de la industria en la dinámica económica mundial.
Por esto no es bueno subestimar la profundidad de los movimientos actuales por la integración latinoamericana. No se trata de un movimiento puramente mercantil, a pesar de que el intercambio de bienes está ligado a fuertes realidades culturales. Se trata de una voluntad creciente que expresa deseos contenidos por siglos de fracaso regional. La expansión norteamericana en América Latina tiene dos lados contradictorios: El reconocimiento de la eficacia de la economía capitalista moderna, sobretodo de la producción manufacturera, asalariada y mercantil, de un lado, y, de otro, el rechazo a la imposición de la sumisión de la región, en la medida en que Estados Unidos se unía a los latifundistas locales o internacionales para reducirnos a la condición de un capitalismo dependiente y subordinado al servicio de su demanda de materias primas y productos agrícolas.
América Latina se unió en torno de la idea del desarrollo regional, se identificó culturalmente en la perspectiva de una lucha común en contra del imperialismo estadounidense, lucha en la cual encontró incluso importantes aliados dentro de Estados Unidos donde un fuerte movimiento antiimperialista siempre apoyó esta perspectiva de los pueblos del sur.
En el contexto actual, en el cual se presentan posibilidades concretas de avanzar en el desarrollo regional, donde nuevas formas de cooperación ganan fuerza cada día en la región, se levantan, una vez más, los intereses de los aliados del subdesarrollo y de la dependencia. Ellos se alimentan de las relaciones económicas desiguales y temen el desarrollo de una conciencia colectiva regional y de las acciones a favor del fortalecimiento de una política regional común y unificada.
Esta reacción tiene dos instrumentos: de un lado, las constantes búsquedas de situaciones contrarias a la integración regional y de razones para su fracaso. De otro lado, la intervención o incitación la división entre los países de la región. En el momento actual esta intervención busca dividir las corrientes políticas progresistas de la región, como el intento de división entre los gobiernos de Brasil y de Venezuela por el liderazgo de la región. En el pasado lanzaron siempre a los argentinos contra los brasileños con resultados favorables para sus objetivos. Además de varios otros conflictos regionales que alentaron y apoyaron.
En el momento actual, ven sobre todo una brecha en las relaciones entre Bolivia y Brasil. Aprovechando las ventajas inmorales que empresas brasileñas adquirieron en Bolivia durante el imperio de los negociantes corruptos, bajo la inspiración de la ideología neoliberal, quieren ahora defenderlas bajo banderas «nacionalistas» con el objetivo de estimular el confronto entre el gobierno brasileño y el boliviano. Más aún, frente a las dificultades para convencer a la nación a apoyar sus ambiciones, quieren ahora aprovecharse de las pretensiones sediciosas de las provincias bolivianas que crecieron en los últimos años a partir de las inversiones agro industriales, muchas veces ligadas a los mercados y capitales brasileños.
La prensa brasileña, particularmente el periódico O Globo, abre titulares de primera página para anunciar una guerra civil en Bolivia, a partir de los cuatro departamentos de Santa Cruz, Pando, Bení y Tarija, la «media luna» «moderna» y sin importante presencia indígena. Ahí, cerca de 12 mil hombres estarían siendo entrenados secretamente para levantarse en contra del gobierno central. En vez de protestar contra el peligro que representa para América del Sur y para Brasil un conflicto como este, se regocijan y usan el testimonio de «diplomáticos» y «científicos políticos» que saludan esta situación como favorable a Brasil para obligar a los bolivianos, a Evo Morales más claramente, a disminuir su presión sobre Brasil para que éste pague un precio más razonable por su gas.
A este grado han llegado los delirios derechistas en nuestro continente y su horror a la justicia social y a la defensa de los derechos de los pueblos. Más grave aún es su provocación a los militares de la región y de Brasil, en particular, al plantear la hipótesis de una intervención militar de la Venezuela de Hugo Chávez a favor de Bolivia.
Estos señores están profundamente equivocados. Los militares latinoamericanos y brasileños, en particular, no se dejarán llevar por conspiraciones de este tipo. Todos sabemos los orígenes de estas informaciones confidenciales. Son las mismas que demostraban la existencia de armas de destrucción masiva terribles en el Irak de Saddan Hussein. Los militares se han dejado llevar muchas veces por este tipo de informaciones falsas y ha asumido compromisos de gobierno y represión que los apartaron de nuestros pueblos y del fortalecimiento de nuestras naciones. Hoy día es muy difícil que se dejen atrapar otra vez por estas conspiraciones.
Carlos Andrés Pérez lo intentó en Venezuela en la década del 90 con resultados contrarios a sus pretensiones. Solo fortaleció a un militar que él odia: Hugo Chávez. Estos señores se están moviendo en aguas turbias. Pero pueden estar convencidos que los militares bolivianos defenderán la unidad nacional del pueblo boliviano y la integración latinoamericana. Y pueden estar convencidos también que los militares brasileños no irán a Bolivia a servir sus intereses económicos y geopolíticos contrarios a la voluntad de nuestros pueblos.
– Theotonio dos Santos es Director Presidente de REGGEN (www.reggen.org.br) y profesor visitante de la Universidad Estadual de Paraíba (UEPB) Brasil.