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América Latina: Hispaniland, un impulso a la dinámica contestataria del orden mundial

Fuentes: Traducido por Rocío Anguiano

El día 12 de julio tuvo lugar en Beirut un foro antiglobalización coincidiendo con el primer aniversario del ataque israelí contra Líbano, como contrapunto al encuentro interlibanés de la Celle-Saint-Cloud (Francia), bajo los auspicios de la antigua potencia colonizadora de Líbano Los dirigentes libaneses, siempre a la búsqueda de una tutela extranjera para mantener su […]

El día 12 de julio tuvo lugar en Beirut un foro antiglobalización coincidiendo con el primer aniversario del ataque israelí contra Líbano, como contrapunto al encuentro interlibanés de la Celle-Saint-Cloud (Francia), bajo los auspicios de la antigua potencia colonizadora de Líbano

Los dirigentes libaneses, siempre a la búsqueda de una tutela extranjera para mantener su poder, deberían fijarse en el ejemplo de América Latina, gran cantera de la mística revolucionaria antiglobalización.

A ellos va dedicada esta dosis de historia para uso pedagógico y terapéutico

La mayor cantera de figuras míticas de la mística revolucionaria del mundo contemporáneo

De Toro Sentado a Pancho Villa, a Emiliano Zapata, a Simón Bolívar, al comandante Ernesto Che Guevara, al subcomandante Marcos (México), al presidente Arbenz Guzmán (Guatemala), el primer presidente que fue destituido tras la Segunda Guerra Mundial por el ejército americano, en 1954, a su lejano sucesor Salvador Allende (Chile), que conocerá un final trágico veinte años más tarde, en 1973, a Fidel Castro (Cuba), Lula (Brasil), Hugo Chávez (Venezuela) y Evo Morales (Bolivia), el continente latino-americano es una de las mayores canteras de figuras míticas de la mística revolucionaria del mundo contemporáneo.

La mitología revolucionaria no es su único legado a la humanidad. Su lucha contra los «conquistadores» primero los españoles y después los «gringos», su tradicional papel de principal foco de contestación en la esfera de la civilización occidental, sitúan al hemisferio sur del continente americano en un lugar privilegiado en el imaginario colectivo de los pueblos y le confieren un papel impulsor en la dinámica contestataria del orden mundial

Además, ese papel está reforzado por una incomparable situación geoestratégica, con un bloque cimentado por una continuidad territorial y una homogeneidad cultural y lingüística de cerca de 300 millones de personas repartidas en veinte países, difícil de encontrar en otro continente, en un punto de unión de dos vías marítimas internacionales (Océano Atlántico y Océano Pacífico), así como con una lengua de comunicación planetaria, el español, que se sitúa en cuarta posición en la clasificación mundial lingüística, con 450 millones de hablantes, justo a continuación del chino, el hindi y el inglés, por encima del árabe, 280 millones (sexta posición) y lejos del francés (duodécima posición) con 170 millones de francófonos. Su proyección demográfica en Estados Unidos, o sea en el corazón del principal centro de producción de riquezas y de valores de la época contemporánea, con la presencia de una población hispanohablante de cerca de 40 millones de personas, equivalente al 12,5 % de la población de Estados Unidos, acentúa la importancia de este despliegue que va a incrementarse a lo largo del siglo XXI.

En este hemisferio sur, no se trata de guerra entre el Islam y Occidente o de «choque de civilizaciones». Los latinos están dentro de la esfera de la civilización occidental, pero, frente a sus congéneres, el 12 de octubre de 1942 no significa para ellos, o al menos para su aplastante mayoría, el descubrimiento del nuevo mundo, tan celebrado en Europa y Estados Unidos, sino el principio de cerca de seis siglos de expolio y esclavitud. La lucha también por una reapropiación de la personalidad autóctona, verdadera base de la personalidad americana.

En lo más duro de la guerra fría soviético-americana (1945-1990) mientras que Estados Unidos se servía de la religión como arma arrojadiza contra el ateismo marxista, especialmente en los países árabes y musulmanes, América Latina forjaba un concepto innovador, la «teoría de la liberación» para justificar en nombre de esa misma religión la lucha contra la hegemonía de Estados Unidos

La expresión, nada anodina, enviaba al cristianismo de las catacumbas de los primeros tiempos de la cristiandad, en la época en que los discípulos de Cristo defendían la insurrección contra la idolatría, el paganismo, la apatía y la vileza.

El hecho de que algunos curas defendieran una «Teología de la liberación» veinte siglos después del triunfo del cristianismo, en una de los territorios privilegiados de la cristiandad, América Latina, da una idea de las frustraciones acumuladas y las injusticias inflingidas a través del tiempo por los estragos de un capitalismo sin freno.

Pero este mensaje de carácter revolucionario, que no está exento de ambición ni para sus autores ni para su proyecto, va a ser considerado, en el contexto exacerbado de la guerra fría soviético-americana, como un mensaje de carácter subversivo para los defensores del orden establecido, ya sea en el seno de la jerarquía eclesiástica o entre los latifundistas y sus aliados, los dirigentes de los conglomerados estadounidenses de la industria agroalimentaria (United Fruit), de la industria minera (Anaconda) o de las telecomunicaciones (ITT: Internancional Telephone and Telegraph).

El enfrentamiento durante toda la segunda mitad del siglo XX no tendrá descanso, ni tregua. Todos los grandes países serán pasto de la desestabilización. Las dictaduras militares, a menudo implantadas con el apoyo del CIA, la central americana de información, bañarán de sangre cualquier veleidad reivindicativa. De Guatemala (1954), a Nicaragua (1980), pasando por Brasil (1964), Bolivia (1967), Chile (1973), Uruguay y Argentina, todas ellas pasaran a la posteridad por su macabro balance.

El más elaborado de los planes concertados de represión colectiva, el Plan Cóndor de sinistra memoria, arroja este edificante balance: de 1975 a 1983, de la caída de Saigón, bastión de la presencia militar estadounidense en Asia, al desmantelamiento del santuario palestino en Beirut, la amplia y despiadada caza a los opositores a las dictaduras latinoamericanas instigada sobre el conjunto del cono sur por el secretario de Estado Henry Kissinger, con la colaboración de los dictadores de Paraguay, Alfredo Stroessner, y de Chile, Augusto Pinochet, causará varias decenas de miles de victimas en seis países de América Latina: Argentina (30.000), Bolivia (350), Brasil (288), Chile (3.000), Paraguay (2.000) y Uruguay (178).

El clero católico tampoco se librará de la represión: al igual que sus émulos políticos cuyas figuras emblemáticas pueblan todavía hoy el imaginario colectivo universal, América Latina también produjo figuras míticas en el ámbito religioso, verdaderos iconos modernos del continente, tales como Camilo Torres, el cura colombiano -amigo del Abate Pierre, padrino de los desheredados franceses-, el creador del Frente Unido, que solicitará su paso al estado laico en 1964 para comprometerse en la lucha armada y que morirá luchando, en 1966, a los 40 años, una edad sensiblemente cercana a la de Cristo.

Otra figura mítica del clero militante fue Helder Cámara, Arzobispo de Recife, el «obispo rojo» de las barriadas y del Banco de la Providencia, fundador del movimiento Acción Justicia y Paz y enemigo de la carrera armamentista, o también el padre Rutilo Grande, asesinado el 12 de marzo de 1977 por un misterioso escuadrón de la muerte, el año del nombramiento de su amigo Monseñor Oscar Romero, el Arzobispo de San Salvador, que también será asesinado tres años más tarde.

La caza al cura-guerrillero se mantendrá incluso diez años después del Plan Cóndor hasta tal punto la religión puede resultar corrosiva a los ojos de la población creyente. Durante el periodo 1966-1992, el martirologio cristiano es impresionante: cuatro obispos, 85 sacerdotes, 19 religiosas católicas, 10 novicias, 9 pastores y 150 laicos miembros destacados del movimiento católico y cooperantes extranjeros dentro del ámbito diocesano fueron asesinados en América Latina por razones políticas. A esta lista hay que añadir al guatemalteco Juan Gerardi, asesinado en 1998. Y este balance no incluye a los guerrilleros muertos en combate Camilo Torres (1966), Domingo Laín (1974) en Colombia y Gaspar García Laviana (1978) en Nicaragua.

Además varios teólogos de renombre fueron silenciados: Hans Küng (Suiza), Curran (Estados-Unidos), Schillebeeck (Países Bajos) y Pohier (Francia). El destino singular de uno de esos teólogos ilustra de manera trágica el drama de la iglesia latinoamericana: Leonardo Boff, el franciscano brasileño, que tenía toda una carrera por delante, profesor de universidad, alumno del Cardenal Joseph Ratzinger, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que sucederá al Papa Juan Pablo II con el nombre de Benito XVI, será condenado a un «silencio deferente» el 26 de abril de 1985, silencio de palabra y de escritura, una condena que para un teólogo equivale a la muerte civil.

Estos teólogos y guerrilleros, estoicos en la adversidad, pero coherentes con su ética vital, han demostrado que la fe no es incompatible con la justicia. Con su ejemplo, han preservado el mensaje cristiano de una «iglesia de los pobres», abriendo camino a sus sucesores laicos.

Mientras que la globalización y la privatización gangrenan las mentes con sus beneficios, la generación del relevo político, en particular el boliviano Evo Morales, procederá a su vez, veinte años más tarde a una revolución en el orden semántico, volviendo a implantar la nacionalización de las riquezas nacionales, un termino eliminado del léxico político desde el final de la guerra fría y el triunfo de la libre empresa del capitalismo financiero.

Tras las elecciones que han tenido lugar a comienzos del siglo XXI, América Latina ofrece ahora una alternativa democrática al orden americano en sus dos vertientes:

– la vertiente reformista representada en Brasil por Lula, apoyado por una superviviente del régimen dictatorial de Pinochet, la chilena Michèle Bachelet, la hija de uno de los principales colaboradores de Salvador Allende.

– la vertiente radical, impulsada por los presuntos herederos del patriarca cubano Fidel Castro, Hugo Chávez (Venezuela) y Evo Morales (Bolivia).

La rivalidad entre los dos sectores de la renovación es fuerte:

– Brasil, el país más grande de América Latina con una población de casi 250 millones de habitantes, lo mismo que todos los países árabes juntos, pretende ser el motor de la renovación humanista y democrática del subcontinente. Además de acoger el Foro Social de Porto Alegre, lugar de concertación anual del movimiento antiglobalización que se organiza de forma paralela a la reunión de Davos -que reunió en febrero en Suiza a los grandes líderes de las grandes empresas occidentales- Brasil quiere levantar, con la ayuda de la India y de Sudáfrica (IBSA), una estructura paralela al foro de potencias industriales del mundo occidental (G7) que pueda influir en la escena internacional en nombre del tercer mundo.

– Venezuela, por su parte, pretende formar un núcleo militante dentro de la OPEP, la organización de países exportadores de petróleo, mediante una alianza estratégica con Irán. Teherán y Caracas cerraron ya en junio de 2006 una decena de acuerdos de colaboración que alcanzan un valor de nueve mil millones de dólares para financiar 125 proyectos y Washington sospecha que Irán quiere hacer de Venezuela su cabeza de puente en Sudamérica. Venezuela debía ocupar en octubre de 2006 el puesto rotatorio correspondiente a América Latina en el Consejo de Seguridad, un periodo marcado por las elecciones a mitad de mandato en Estados Unidos y los plazos diplomáticos relacionados con el tema nuclear en Corea del Norte e Irán. Para esquivar el veto americano, Hugo Chávez se ha preocupado en los últimos tiempos de mimar al gigante brasileño. Así acaba de unirse a MERCOSUR, demarcándose de forma espectacular de su aliado boliviano Evo Morales.

El mercado común de América del Sur, el MERCOSUR, reúne a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. La adhesión de Venezuela, octavo país productor y quinto exportador mundial de petróleo, hace de MERCOSUR un bloque comercial que representa el 75 % del producto interior bruto de Sudamérica y 250 millones de personas.

Hugo Chávez, la bestia negra de Estados Unidos, cuyo proyecto de crear una zona de libre comercio a escala continental quiere neutralizar, intenta «politizar» ese reagrupamiento económico. Por eso, se ha salido de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), bloque comercial que reúne a Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. El presidente Chávez reprochaba a Bogotá y a Lima haber llegado a un acuerdo de libre comercio con Washington. Su ingreso en MERCOSUR debilita a su aliado ideológico Evo Morales, al que deja aislado frente a los gobiernos de derechas de Perú y Colombia.

Por encima de las rivalidades, de las maniobras diplomáticas y de las luchas por el liderazgo regional, es preciso señalar que América Latina en sus dos vertientes, reformista y radical, es parte plenamente implicada en el debate por la reestructuración geoeconómica del planeta bajo la sombra de la globalización promovida por la potencia estadounidense.

Cuba, gracias al giro a la izquierda de América Latina, empieza a salir de su aislamiento, a pesar de los cincuenta años de bloqueo estadounidense, el más largo de la época moderna, y la presencia militar de Estados Unidos en suelo de la isla en la base de Guantánamo, de reputación siniestra.

A no ser que se produjera un accidente que interrumpiera de forma brusca su mandato, la prensa estadounidense habla de un cáncer en fase terminal, el Líder Máximo, con 80 años, la misma edad que la reina de Inglaterra pero con una trayectoria claramente distinta, uno de los políticos más célebres de la historia contemporánea, podría plantearse con serenidad ceder el poder en 2009 con ocasión del cincuentenario de la revolución cubana.

Con su espectacular restablecimiento, el decano absoluto de los contestatarios del orden estadounidense puede estar seguro de haber marcado la historia de su país por una capacidad de supervivencia política sin igual, a pesar de las operaciones de desestabilización de su poderoso vecino. La llegada al poder de la generación de relevo político aparece así como la última afrenta inflingida a la hegemonía estadounidense por el antiguo barbudo de Sierra Maestra, a pesar de los errores y excesos de su régimen. Es la revancha de todos los mártires de la represión de Estados Unidos, desde Che Guevara a Salvador Allende y Camilo Torres.

Fuente: http://renenaba.blog.fr/2007/07/07/p2590429#more2590429

Rocío Anguiano pertenece a los equipos de traductores de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala.