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Apellidos

Fuentes: Rebelión

Mi segundo apellido, Ombrelli, se traduce como Paraguas. Será por eso que mi relación con los «paraguas» guaraníes, que fueron casi exterminados durante la Guerra de la Triple Alianza y debieron soportar, además de hambrunas, humillaciones y marginaciones, la tiranía de Stroessner durante largos años, fue siempre estrecha. «Paraguas» eran aquellos villeros con los que […]

Mi segundo apellido, Ombrelli, se traduce como Paraguas. Será por eso que mi relación con los «paraguas» guaraníes, que fueron casi exterminados durante la Guerra de la Triple Alianza y debieron soportar, además de hambrunas, humillaciones y marginaciones, la tiranía de Stroessner durante largos años, fue siempre estrecha. «Paraguas» eran aquellos villeros con los que comencé a militar en Villa Amelia y Villa Constitución, de Lomas de Zamora, a fines de los años 60 e inicios de los 70. «Paraguas» a los que convocaba casa por casa en mi incipiente y mal guaraní: «angayme una asamblea oi jógabe Cabrera a las cinco y media caarú, peyó coape», agitaba en media lengua. » Compañeros, habrá una asamblea en la casa de Cabrera a las 5 y media de la tarde, no falten», traducía , y mis palabras eran festejadas por los vecinos con medias risas y ademanes de que sí, de que vendrían, porque estaba en marcha una erradicación de villas de emergencia que Onganía y su coorte de fascistas ya estaba implementando. Estos «paraguas» me homologaban con mis «Ombrelli» originarios, oriundos de Venecia y Ponte del Piave, pobres como lauchas, yendo de Venecia a París con mis tios y mi vieja a cuestas, a quien, siendo todavía una niña de 10 años, mi Nona María le cortó el cabello para que pareciera varón y así pudiera trabajar de acompañante de carrero en la periferia parisina. Mi relación con esos «paraguas» guaraníes se mantuvo a lo largo de años. Ellos me ayudaron a cruzar la frontera desde Brasil a Argentina en el momento que fenecía la dictadura militar de Videla y sus genocidas sucesores; en un diario «paragua», ‘Noticias del Paraguay’, trabajé en Argentina durante un año como corresponsal; una «paragua» me amó alguna vez… en fin. Si como dicen, la sangre tira, los apellidos determinan. Siguiendo este razonamiento tan poco científico, si se quiere, pero intuitivo al mango, nos encontramos hoy con que la Iglesia y el gobierno fascista de España, desadministrado por un Rajoy que, vaya coincidencia, raja la estructura social del país en grado superlativo y que en cuanto estalle la bronca en serio será el primero en rajar, son los adelantados en cuanto a reconocer al golpista desparaguayado Franco. Claro, este no es Francisco, aquel asesino de horca y cuchillo que, defendiendo los intereses materiales de la institución presuntamente celestial y de los parásitos de aquel entones, masacró al pueblo español. Es Federico, y todavía no masacró a nadie … o, por lo menos, no lo hizo en persona, pero si sus mandados uniformados, que asesinaron hace unas semanas a campesinos sin tierra, cargando el saliente y tibio presidente Lugo con los muertos, literalmente hablando. F. Franco de hoy y sus reconocedores internacionales se parecen mucho a aquel F. Franco de ayer, que contó con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista, liquidadora de «paraguas» como los míos.

Si toda esta jerigonza de homologaciones y transfiguraciones carece para alguien de sentido, nada de esto ha escrito quien se adjudica la paternidad de esta nota. Pero eso sí. Los Ombrelli, paraguas populares, han nacido, al igual que millones, para parar la lluvia ácida que los poderosos y sus esbirros descargan sobre sus hermanos. Como estos «paraguas» que hoy sufren nuevamente los embates de las democraduras y sus auspiciantes y financistas imperiales.

Nacidos para proteger y protegerse, los paraguados del mundo se aúnan en cuanto al combate y la derrota de los mal paridos.

Aquella asamblea de Villa Amelia se hizo hoy Indoaméricalatina, se hace mundo. La casa, jogabe, de Cabrera, se recrea en la resistencia a los opresores. Venecia, Ponte del Piave, Asunción, Encarnación y tutti quanti, presentes…

Va fangulo, abatá eique leriquá, añamembuy, a todos los destructores de paraguas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.