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Azerbaiján: ¿eje fundamental de Occidente?

Fuentes: Rebelión

En el denominado espacio postsoviético actualmente coexisten tres tendencias perceptibles en la proyección de la política exterior de los Estados pertenecientes a la CEI: las naciones de marcada orientación pronorteamericana (Georgia, Moldova y Ucrania), las que priorizan sus relaciones con Rusia (Belarús y Armenia) y aquellas caracterizadas por la búsqueda de un estratégico equilibrio entre […]

En el denominado espacio postsoviético actualmente coexisten tres tendencias perceptibles en la proyección de la política exterior de los Estados pertenecientes a la CEI: las naciones de marcada orientación pronorteamericana (Georgia, Moldova y Ucrania), las que priorizan sus relaciones con Rusia (Belarús y Armenia) y aquellas caracterizadas por la búsqueda de un estratégico equilibrio entre las potencias mundiales. En este último grupo mayoritario se encuentra la República de Azerbaiján, nación con cuantiosas reservas de hidrocarburos y una de las más activas en relación a la posibilidad de concretar acuerdos y concertaciones políticas con otros Estados.

Cuando en diciembre de 2005 se agudizaron los conflictos políticos entre Rusia y Ucrania no sólo por el diferendo surgido con respecto al precio del gas fijado por Moscú, sino también por la notable aproximación y sintonía de Kiev con los intereses de Estados Unidos y el resto de Occidente en la zona, la Unión Europea reconoció la vulnerabilidad de su política energética y la urgida necesidad de trazar estrategias efectivas en función de diversificar sus fuentes de suministros.

Por tal motivo, en el afán de Occidente de consolidar sus posiciones geopolíticas en esta área, se firmó un acuerdo de suministro entre las autoridades azeríes y la Comisión Europea con el propósito de garantizar un sólido y seguro abastecimiento de energéticos desde el Mar Caspio hasta el Mediterráneo rumbo a las naciones de la Unión Europea. Reafirmándose así el interés de esta organización de acceder a otras vías que no estén sujetas a las condiciones y exigencias de Rusia.

Desde los tiempos del presidente Heydar Aliyev, padre del actual mandatario llham Aliyev, esta nación con costas al Caspio y potencial ruta de acceso hacia el estratégico espacio de Asia Central, ha sido un elemento de interés para Rusia, Estados Unidos y mucho más reciente para la Unión Europea. Por ello es perceptible que la diplomacia azerí haya tomado esta peculiaridad como un aspecto a su favor para el desarrollo de sus vínculos políticos y económicos. De este modo, no resulta incompatible la permanencia histórica de Azerbaiján dentro de instrumentos geopolíticos de proyección prooccidental como la GUAM, y sus simultáneas manifestaciones de interés por potenciar los lazos con Rusia dentro de los acuerdos establecidos en la Comunidad de Estados Independientes.

Es indudable que la política exterior azeri de mantener satisfactorias relaciones tanto con Moscú, Washington y el resto de Occidente evidencia el propósito de Bakú de agenciarse positivos dividendos en la reconfiguracion de las alianzas energéticos y políticos regionales. De hecho, la presencia en su territorio de grandes trasnacionales de la energía occidental como Unocal, Exxon Mobil, British Petroleum y Devon Energy, entre las más prominentes, muestran la multiplicidad de intereses que inciden y condicionan las actitudes políticas de la elite que gobierna este Estado.

De este modo, la militancia de Azerbaiján dentro de organizaciones como la GUAM ha sido de bajo perfil, enfocándose fundamentalmente en atenuar, con su producción interna, los precios del gas y el petróleo que ha fijado Rusia para las naciones del Cáucaso Sur, y un ejemplo es el funcionamiento del oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyán. Es notable la distribución de los oleoductos y gaseoductos que existen en territorio azerí, convirtiéndose Bakú en uno de los centros por donde se comercia parte de la actual producción de hidrocarburos de Asia Central, especialmente la procedente de Kazajstán y Turkmenistán, que unidas a la de esta república exsoviética constituyen un significativo porciento de barriles diarios.

Por otra parte, la cooperación y buenas relaciones mantenidas con Moscú le han permitido a esta nación establecer un clima de estabilidad, aunque precario, en el enclave de Nagorno-Karabag. Es evidente que la presencia de las tropas rusas en el área, desde los inicios de estos conflictos ayudó a propiciar un diálogo entre los gobiernos de Azerbaiján y Armenia, alcanzándose acuerdos y el cese de hostilidades entre ambos países.

Es plausible que una contienda bélica cercana a los puertos y oleoductos no favorecería a la economía Azeri, llevándola incluso a incumplir los múltiples contratos que posee con diversos actores políticos.

Sin embargo, resultaría probable que un incremento del protagonismo de Bakú en lo referente a sus relaciones energéticas, y los crecientes acuerdos con los Estados del Cáucaso Sur y la Unión Europea, incidieran en un enfriamiento de los vínculos bilaterales con Rusia, teniendo en cuenta que para Moscú el tema del gas y el petróleo se ha convertido en un elemento de poder con respecto a Occidente, influyendo incluso en una postura conciliadora de la UE en temas referentes a los derechos Humanos y las libertades políticas en Rusia.

Si bien continuamente el presidente azerí, llham Aliyev, ha planteado la necesidad de cooperar en los aspectos militares y económicos con el Kremlin, lo cierto es que dicha ayuda es mucho menos comprometida que la ofrecida por Armenia, país en el que Rusia posee bases militares de notable importancia. En este sentido, Azerbaiján ha mantenido su acercamiento a los centros de poder occidental, aunque sin llegar a las posturas de Georgia y Ucrania, Estados que aspiran a ingresar en la UE y, con diferencias de matices, en la OTAN. Demostrándose así la tesis de que Bakú no pretende un alineamiento perceptible con un polo u otro, sino por un clima de estabilidad regional en el que coexistan diferentes posiciones e intereses.

Esta política ha influido directamente en el activismo diplomático de Azerbaiján dentro del espacio postsoviético, aunque ello podría provocar las dificultades lógicas de construir un multilateralismo dentro de la actual estructura de relaciones internacionales, diseñadas para la dominación unilateral por parte de las potencias mundiales.

Por otro lado, las propias complejidades de las relaciones sociopolíticas del sistema político azerí, semejante culturalmente al de las repúblicas de Asia Central en donde predominan los vínculos de poder emparentados por lazos religiosos, familiares y comunales, podrían condicionar un escenario en el cual la perdida de legitimidad política de la facción progubernamental motivarían un mayor acercamiento al entorno de Occidente o al de Rusia, considerando las alianzas y coaliciones de fuerzas y partidos potencialmente posibles.

En este sentido, la principal fuerza política del país continúa siendo el partido ENI Azerbaiján, el cual gobierna sobre la base de disponer de 56 de los 125 escaños del parlamento, caracterizándose por una orientación hacia un nacionalismo moderado, pese a lo cual ha tenido que realizar concesiones a los sectores de su militancia que apoyan un mayor acercamiento hacia Rusia, sin que ello determine la proyección de la política exterior del gobierno.

Sin embargo, el actual dominio del partido gubernamental no ha disminuido el avance de otras fuerzas de oposición como el Mussavat, el Frente Nacional (ambos de tendencia nacionalista) y el Partido Democrático-Social, orientado este último hacia la derecha y el prooccidentalismo, aunque muy fragmentado internamente. Estas tres organizaciones conformaron el denominado Bloque de oposición Azadlyg (Libertad), obteniendo el 8% de representación parlamentaria. Por tal motivo, parece que el ENI mantendrá el poder, el cual podría consolidarse con la unificación con los pequeños partidos independientes que disponen en conjunto de 38 asientos parlamentarios.

Estos elementos demuestran que si bien en esta nación coexisten distintas tendencias políticas, estas aún no significan actores que atenten contra la gobernabilidad de la fuerza progubernamental, y menos parece que determinen en una nueva reconfiguracion de la estrategia de la política exterior desarrollada hasta la actualidad.

Ello expresa que la concreción de contratos comerciales y políticos entre Azerbaiján y Occidente evidencia, por sobre otros factores, el lógico pragmatismo desempeñado por algunas naciones exsocialistas que, conocedoras de las problemáticas y complejidades regionales, tratan de mantener sus status quo y reacomodarse según las condiciones y exigencias de los intereses actuantes en el denominado espacio postsoviético.