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Brujos y esposas al frente de las elecciones afganas

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

El Dr. Abdullah Abdullah, el «rostro moderno» de Afganistán, es un extraño producto final procedente de la yihad de la década de 1980: un guapo y acicalado portavoz en lengua inglesa de los muyahaidines que podría llevar evocadoramente a los salones occidentales el peligro y la emoción del Hindu Kush.

Al asesinado dirigente de la Alianza del Norte, Shah Massoud, no le hubiera gustado perderle como representante e intérprete ante los medios. Cualquiera que estreche las suaves manos de Abdullah descubrirá de inmediato que por ellas nunca ha pasado un Kalashnikov aunque hable con gran nostalgia  de la vida y los tiempos de los muyahaidines. Eso coloca a Abdullah en una posición única para reivindicar pedigrí de muyahaidin aunque evitando el calificativo de «señor de la guerra».

No podría haber en la actualidad mejor muyahaidin que él para difundir la campaña de EEUU contra el Presidente Hamid Karzai. Si Abdullah consigue triunfar, deconstruir la alianza de Karzai con los «señores de la guerra» muyahaidines y obligar al obstinado presidente a escapar, ese será seguramente su momento más dichoso.

Sin embargo, Abdullah tiene un buen combate por delante. Karzai, conocido popularmente entre los afganos como el «brujo» por sus habilidades para manipular a sus opositores, no va precisamente a abdicar. Con cifras oficiales que van desde el 35% de los recuentos de las mesas de votaciones, The Associated Press dice que Karzai cuenta con el 46,2% de los votos y Abdullah con el 31,4%. Karzai debe conseguir la mitad de los votos si quiere evitar que le echen.

Con el paso de los días, el impasse es cada vez más confuso. El desenlace -que sólo se sabrá cuando se publique el 17 de septiembre el cómputo final- va a dejar en verdad un montón de cadáveres.

«Las mujeres de Bush»

Hasta ahora, Karzai se ha reído el último. Contrariamente a los pronósticos de los expertos estadounidenses que decían que las elecciones presidenciales agudizarían la división étnica afgana y que la elección de Karzai provocaría una «violenta reacción» en las zonas de mayoría pastún, nada de eso está sucediendo. Los pastunes han rechazado a Ashraf Ghani, ex funcionario del Banco Mundial y candidato favorito de EEUU.

A pesar de ser un ahmadzai de sangre azul, una de las mayores tribus del este de Afganistán, los resultados de Nangarhar muestran que a los pastunes no les gusta Ghani, aunque es probable que allí exista un sentimiento pastún anti-Karzai en espera de poder manifestarse. Es decir, que los estadounidenses han jugado la carta de la etnia pastún y no les ha funcionado.

EEUU tendrá ahora que insertar literalmente a Ghani en la estructura del poder en un régimen encabezado por Abdullah. Pero cualquier ataque quirúrgico necesita una segunda vuelta, pero Karzai va deslizándose hacia la victoria.

Lo que ha complicado el plan estadounidense ha sido que al «brujo» le ha ido mejor de lo que Washington había valorado en las regiones no pastunes, donde se pensaba que Abdullah iba a sacar «ventaja» por ser medio tayico. Literalmente, que Karzai pilló a Washington desprevenido al hacer que Rashid Dostum regresara de Turquía justo a tiempo para recoger a favor de Karzai su 10% del banco de votos uzbecos, hecho que resultó ser decisivo. (Después, Dostum se volvió para Turquía para que EEUU no pudiera utilizar su presencia para vilipendiar a Karzai).

De nuevo, el «brujo» la clavó cuando reclutó al líder tayico Mohammed Fahim y al líder chií hazara Karim Jalili como candidatos suyos a vicepresidentes. Los resultados disponibles de las provincias del norte y del centro (Takhar, Badajshan, Kunduz, Valgan, Balj, JOwzjan, Sar-e-Pol, Bamyan, Parwan y Kabul) indican que Abdullah va a la zaga de Karzai en un 10%. Los resultados de Abdullah han sido sobresalientes sólo en su provincia nativa de Panjshir, donde se aseguró el 87% del voto, y en la cercana provincia de Parwan, donde consiguió el 63%.

Karzai necesita que su mandato aparezca como un mandato interétnico, al haber incidido demasiado Abdullah en la cuestión de la etnia al presentar a un hazara, Charagh Ali Charafgh, y a un pastún, Humayun Wasefi, como sus candidatos a la vicepresidencia. Es obvio que Fahim consiguió un apoyo inmenso tayico para Karzai, mientras que Jalili (y Mohammad Mohaqiq) le consiguió el apoyo hazara y Dostum le dio votos uzbecos. (En las elecciones de 2004, Dostum obtuvo el 11% de los votos como candidato).

Así pues y al fin y al cabo, la red de araña de alianzas de Karzai con los «señores de la guerra» de las provincias del norte, noroeste y centro no dejó espacio para Abdullah. Evidentemente, lo que hizo que se derrumbara el castillo de naipes estadounidense fue la sobreestimación de Washington de la «base pastún» de Ghani y de la «base tayika» de Abdullah. En el equipo del representante especial en AfPak, Richard Holbrooke, deberían rodar algunas cabezas.

EEUU se equivocó al asumir que Ghani, con sus antecedentes urbanos y del Banco Mundial, iba a resultar irresistible para los alienados pastunes. Por el contrario, a los pastunes les molestan mucho los afganos adinerados que se quedan en las capitales occidentales en pos de sus carreras y, en cualquier caso, rechazan a cualquiera que les intente imponer Washington.

Jeffrey Stern, cuyas crónicas desde Jalalabad aparecieron en la revista Slate, escribió:

    Su reputación [la de Ghani] como académico, tecnócrata y reformador es excelente, pero su atractivo internacional representa una narrativa que los afganos están programados para rechazar. En un país que ha sido siempre peldaño y tablero de ajedrez de los intereses foráneos, los políticos con vínculos exteriores son observados con mucho recelo. En las calles de Kabul, he oído muchas veces cómo se rechaza a Ghani etiquetándole de «no afgano», «extranjero», y de forma más caritativa de «intelectual, sí, pero no vale para presidente». Por defecto, su amplia estancia en Occidente le ha relegado al purgatorio político que los afganos describen con nombres coloristas: Zana-e-Bush, literalmente «las esposas de Bush», o sag-shuyan, «mamporrero«, en relación con las humildes carreras que las clase privilegiadas desarrollaron cuando estaban en el extranjero.

Una vez más, Abdullah capitalizó eficazmente su asociación con Massoud («el León del Panjshir»), pero esa es su mejor actuación. Abdullah no ha presentado ningún programa ni tiene historial alguno que pruebe que puede hacerlo mejor que Karzai o que es capaz del alcance político necesario para conseguir un mandato pan-afgano para dirigir su país.

Sin embargo, al contrario que Ghani, es difícil cuestionar el toque afgano de Abdullah. Y lo que es más importante, se ha demostrado el atractivo que Abdullah tiene entre los Panjshiris. Es verdad, Mohammed Atta, el gobernador-«señor de la guerra» de Balkh (que es rival de Dostum) apoya a Abdullah. Por tanto, de algún modo todos los votos «anti-Karzai» se unen alrededor de él, y no estará todo perdido si puede forzarse a Dostum a que se aleje; Abdullah puede todavía hacer sudar tinta a Karzai en la segunda vuelta.

Al menos, eso es lo que Holbrooke y su equipo piensan. Sin embargo, para que eso suceda se necesita una segunda vuelta. Según el estado actual de cosas, y en espera aún de los resultados del oeste y el sur de Afganistán, Adbullah tiene pocas opciones en esas regiones. Ismail Khan, el legendario «señor de la guerra» conocido como el «príncipe» de Afganistán occidental, apoya a Karzai de forma incondicional. En cuanto a las provincias del sur, son el terruño nativo de Karzai. Y las tribus kandaharis son notoriamente parroquianas.

«Las mujeres de Obama»

Por tanto, no es sorprendente que Washington haya llegado a la conclusión de que el único camino que queda para parar a Karzai y arrebatarle la victoria es haciendo que el proceso electoral sea controvertido. Washington ha retrocedido bruscamente desde la fase en la que el Presidente Obama hacía proclamas acerca de «esta histórica elección». El énfasis se ha ido reduciendo a medida de que el proceso electoral ha ido avanzando, con objeto de «deslegitimar» el resultado. Cada palabra que dice Abdullah sirve para acumular argumentos buscando anular el resultado de las elecciones.

EEUU está agarrándose como un clavo ardiendo a la denominada Comisión de Reclamaciones Electorales (ECC, por sus siglas en inglés), que está atiborrada de sus candidatos, para decidir «lo sustantivo que fue el fraude», por citar al New York Times. La ECC es una entidad creada por las Naciones Unidas pero es una especie de hoja de parra, es como decir que las tropas extranjeras dirigidas por EEUU en Afganistán actúan bajo mandato de Naciones Unidas. Dada la composición de la ECC, no hará caso omiso de las reclamaciones de Abdullah.

En los próximos quince días, podría surgir un elemento incendiario cuando la Comisión por unas Elecciones Independientes (IEC, por sus siglas en inglés), una entidad afgana, declare a Karzai como indiscutible ganador y la ECC, que está dominada por EEUU, anule el resultado a partir de las alegaciones de Abdullah. La intención de EEUU es suplantar a la IEC y dirigir la segunda vuelta bajo la supervisión de la «comunidad internacional» y las Naciones Unidas, es decir, vuelta al procedimiento de 2004 para declarar de nuevo que la «democracia» ha ganado en Afganistán mientras va haciendo los amaños necesarios para asegurar que el tandem Abdullah-Ghani llega al poder.

Eso es pensar de forma inteligente. El resultado final es que la administración Obama no puede aceptar una victoria de Karzai. Es irrelevante si Karzai regañó o no a Holbrooke y éste se marchó de la comida presidencial de la última semana en Kabul. Cuando de las dos partes fluyen versiones diferentes -con fuentes de Kabul manteniendo que Karzai puso firmes a Holbrooke y Washington aclarando que «nadie gritó ni nadie se fue»-, lo que sugiere es que el coqueteo Obama-Karzai es un asunto finiquitado.

Helene Cooper, del New York Times, escribió: «Cualquiera que fuera la cuestión [la del almuerzo], puede que ahora la atmósfera esté ya tan envenenada entre EEUU y el Sr. Karzai que la administración Obama va a tener dificultades cualquiera que sea el curso de los acontecimientos». El Sunday Times comentó que el encuentro del «encendido» almuerzo «parece haber sumido las relaciones afgano-estadounidenses en el punto más bajo de la época post-talibán». El periódico informó que Holbrooke iba a reunirse en París el miércoles [2 de septiembre] con sus homólogos británico, francés y alemán y, según un funcionario francés no identificado, «Holbrook quería una segunda vuelta para escarmentar a Karzai y mostrarle que su poder era limitado».

Pero el tiempo se agota. Se espera que el alto comandante estadounidense en Afganistán, el General Stanley McChrystal, presente a Obama su valoración de la situación afgana en algún momento de esta semana. McChrystal está preparando el terreno para pedir más tropas estadounidenses. Mientras tanto, el continuado punto muerto político en Kabul significa que el gobierno afgano no ha subido a bordo para una fase tan crucial de la guerra.

Irónicamente, se dejó que Lord «Paddy» Ashdown, quien casi asumió el puesto de Holbrooke como persona responsable para la alianza occidental en Kabul, indicara el viernes en una entrevista con la BBC que cualquier esfuerzo estadounidense para «deslegitimizar» las elecciones afganas reducirá la «capacidad de nuestro esfuerzo para rescatar a las tribus pastunes de la influencia talibán. Y, probablemente, quienes más se beneficien de ello serán los mismos talibanes». Ashdown añadió:

    El resultado final es nuestro fracaso en Afganistán, y debemos estar ya preparados para mirar cara a cara al fracaso y no buscar disculpas con las insuficiencias de Karzai. Se debe a nuestra total incapacidad para conseguir que la comunidad internacional actúe conjuntamente y hable con una sola voz; hay que tener un plan claro… y hay que tener claras una serie de prioridades. Si queremos señalar al responsable del fracaso en Afganistán, entonces tenemos que señalar hacia nosotros mismos más que hacia el Presidente Karzai.

Karzai insiste en que él es el justo ganador de las elecciones presidenciales afganas y no está dispuesto a enfrentarse a una segunda vuelta para satisfacer las demandas estadounidenses. Y los «señores de la guerra» muyahaidines están apoyando a Karzai. En una situación como esa, si la administración Obama fuerza la máquina, el gran peligro es que surja una nueva dinámica política que agrave el desafío que existe ya de una insurgencia atacando a gran escala.

Y más aún, un tandem Abdullah-Ghani no puede mantener unificado Afganistán. Puede que los dos «tecnócratas» sean buenos en sus campos respectivos de experiencia: administración de los medios y economía del desarrollo. Pero no son los hombres más adecuados para ponerse a dirigir desde las barricadas cuando el enemigo se encuentra a las puertas. La administración Obama debe mostrar sagacidad y cooperar con la estrategia de Karzai involucrando a los grupos convencionales de poder, ya que nadie más tiene poder hoy en día para controlar el sistema afgano, presidir la fragmentada organización política y al mismo tiempo continuar la lucha contra al Qaida y los talibanes.

Nos esperan tiempos difíciles. La administración Obama debería saber que no merece la pena seguir adelante con la idea de Holbrook para enmendarle la plana a Karzai. Los afganos llamarán a Abdullah y a Ghani Zana-e-Obama –«las mujeres de Obama»-, y ¿cómo puede ayudar eso a la estrategia bélica de McChrystal?

M K Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanza, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía.

Enlace con texto original:

http://atimes.com/atimes/South_Asia/KI01Df02.html