
La gran complejidad de la vida en esta etapa del capitalismo en declive se combina con una tendencia a la simplificación por parte de los medios a la hora de abordar los problemas. Todo se reduce a un esquema binario dónde se establecen relatos que fijan quiénes son los buenos y quiénes son los malos, y donde hay una exigencia no explícita de que cada uno debe dar una respuesta unívoca colocándose a un lado u otro de una grieta que siempre tiende a convertirse en un precipicio infranqueable.