El imperialismo nunca terminó, sólo cambió de forma

Varios autores | 

Desde hace tiempo sabemos que el ascenso industrial de los países ricos dependía de la extracción del Sur global durante la época colonial. La revolución industrial europea se basó en gran medida en el algodón y el azúcar, que se cultivaron en tierras robadas a los indígenas americanos, con el trabajo forzado de los esclavos africanos. La extracción de Asia y África se utilizó para pagar la infraestructura, los edificios públicos y los estados de bienestar en Europa, todos los indicadores del desarrollo moderno. Pero, a su vez, los costes para el Sur fueron catastróficos: genocidio, despojo, hambruna y empobrecimiento masivo.

Rolando Astarita | 

En memoria de Shireen Abu Akleh, periodista palestina-estadounidense de la cadena árabe Al-Jazeera, brutalmente asesinada por el ejército israelí

Michael Roberts | 
Desigualdad extrema

Una concentración extrema de la riqueza significa una concentración extrema de poder que permite inclinar a nuestro favor la distribución de la renta en el mercado, en los gobiernos y en los medios de comunicación

Gabe Abrahams | 

La acumulación capitalista llevada a cabo por el capital y sus holdings en la globalización del siglo XXI está vinculada al movimiento internacional de capitales.

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La OIT destaca que en muchas naciones las convenciones colectivas permitieron sostener condiciones de trabajo, de salario y de seguridad de salud durante la crisis generada por la pandemia covid-19 y pueden ser aún más útiles en el futuro.

La invasión de Ucrania puede acabar dinamitando la única válvula de escape, ante un escenario de recesión global que ya se estaba gestando en los meses previos.

Adam Tooze | 

La portada del Financial Times del pasado fin de semana rebosaba pesimismo sobre China.

Sólo el Estado puede frenar el proceso inflacionario intenso que hoy vive el país.

Las consignas de la primera revolución burguesa profunda, que fue la Revolución Francesa, no refirieron al “crecimiento para agrandar la torta”, sino a las banderas indisolubles entre sí de “libertad, igualdad y fraternidad”. El neoliberalismo y su antecesor, el liberalismo que se oponía a la idea de la voluntad general que fue la fuente filosófica de aquellos principios, han combatido a este ideario, reinterpretando el concepto de libertad, escindiéndolo del de la igualdad y la fraternidad y fusionándolo con el “valor” de la propiedad privada ilimitada.