Desde hace tiempo sabemos que el ascenso industrial de los países ricos dependía de la extracción del Sur global durante la época colonial. La revolución industrial europea se basó en gran medida en el algodón y el azúcar, que se cultivaron en tierras robadas a los indígenas americanos, con el trabajo forzado de los esclavos africanos. La extracción de Asia y África se utilizó para pagar la infraestructura, los edificios públicos y los estados de bienestar en Europa, todos los indicadores del desarrollo moderno. Pero, a su vez, los costes para el Sur fueron catastróficos: genocidio, despojo, hambruna y empobrecimiento masivo.