
Con asombro y vergüenza veo, una vez más, que la jerarquía católica boliviana, ante el inicio de la investigación judicial contra los responsables del Golpe de Estado y de las masacres subsecuentes en noviembre 2019, se pronunció enérgico acusando/recriminando a los operadores de la justicia, y exigiendo la libertad de la ex gobernante de facto detenida. Aunque en el calvario de las masacres de Senkata y Huayllani no hubo obispo alguno que recriminase a los verdugos cristianos.