
Guambo afirma que Ojeda borró la memoria cultural que habita en su obra. Eso es lo que ahora él ve convertido en cadáver. Él lo dice de un modo más contundente: «las culturas andinas (y tantas otras voces periféricas) han sido reducidas a recursos literarios, a fragmentos exóticos con los que otros pueden construir discursos. Como si nuestra voz necesitara ser legitimada por alguien más. Como si solo tuviera valor cuando aparece blanqueada, neutralizada, dentro de un libro aprobado por los grandes circuitos editoriales».