Las principales religiones del mundo pueden discrepar sobre teología y asuntos como los alimentos que debemos comer o los días en que debemos descansar. Pero cuando se trata de luchar contra el hambre, el consenso no tarda en llegar. Los libros sagrados dicen que hay que ayudar a quien no tiene suficiente para comer. Para […]
Las principales religiones del mundo pueden discrepar sobre teología y asuntos como los alimentos que debemos comer o los días en que debemos descansar. Pero cuando se trata de luchar contra el hambre, el consenso no tarda en llegar.
Los libros sagrados dicen que hay que ayudar a quien no tiene suficiente para comer. Para los creyentes, esto convierte a la inseguridad alimentaria en un asunto espiritual, y no sólo político o económico.
«En todas las religiones que conozco, el primer o segundo tema del que se habla más es la cantidad de versículos que tratan sobre los pobres, los enfermos y los hambrientos», dijo a IPS Tony P. Hall, director de la Alliance to End Hunger (alianza para poner fin al hambre) y ex embajador de Estados Unidos en la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con sede en Roma.
«Unos 2.500 versículos cristianos abordan este tema. El hambre es un asunto que atañe a las personas de fe. Dios es muy claro en esto: debemos actuar», agregó.
Los musulmanes coinciden. «¿Cómo puede uno sentirse espiritualmente reconfortado cuando quienes lo rodean padecen necesidades? Ser un buen musulmán no es simplemente encerrarse en una mezquita a rezar», dijo a IPS Mostafa Mahboob, del capítulo estadounidense de Islamic Relief.
«Como miembro de una comunidad, uno también tiene responsabilidades hacia los demás. Definitivamente hay una conexión entre espiritualidad y hambre. Al trabajar en el combate al hambre, se ponen en práctica las enseñanzas religiosas y espirituales», sostuvo.
Actualmente hay 1.020 millones de personas desnutridas en el mundo, según la FAO.
Las organizaciones religiosas están en la primera línea de la lucha contra el hambre. La católica Caritas Internationalis es una de las mayores agencias de asistencia del planeta. Protestantes, judíos, budistas, hindúes y sijs tienen organizaciones tan importantes como Caritas e Islamic Relief.
No obstante, algunos analistas han llegado a la conclusión de que, si el flagelo del hambre ahora afecta a casi uno de cada seis habitantes de un mundo con adecuados suministros alimentarios, debe haber millones de personas de fe desatendiendo los principios religiosos a los que dicen adherir.
«¿Qué hará que el pueblo de Dios despierte de su estado comatoso?», pregunta Craig L Nessan en su libro «Give Us This Day, A Lutheran Proposal For Ending World Hunger» («Danos este día: Una propuesta luterana para poner fin al hambre en el mundo»).
El profesor Shannon Jung, de la Escuela de Teología de Saint Paul, en la central ciudad estadounidense de Kansas, coincidió en que, con frecuencia, muchos creyentes ignoran un asunto que debería resultarles prioritario.
«Las personas de fe estamos particularmente dispuestas a responder a crisis como la que está atravesando Haití en este momento, pero tendemos a perder la gran oportunidad de abordar cuestiones sistémicas» de la cadena alimentaria, dijo Jung a IPS.
«Compartir es un obsequio que podemos hacerle a otro, pero que también recibimos nosotros. Dios creó a los seres humanos para compartir, y tenemos una real necesidad de hacerlo. Si no lo hacemos nos atrofiamos espiritualmente», agregó.
Jung cree que algunos líderes religiosos tienen parte de la culpa, porque le prestan menos atención al hambre que a otros temas, como el aborto o la homosexualidad.
«El hambre es un asunto más inmediato, obvio y demandante que el aborto o la homosexualidad. El hambre penetra cada uno de los otros temas e impacta en la familia humana mucho más» que los otros dos, opinó.
«A veces pienso que las iglesias de las naciones ricas se ocupan del aborto y la homosexualidad como un modo de evitar el tema más serio y desafiante de su complicidad en el hambre y la pobreza, una complicidad en la que participamos todos los ricos», dijo.
De modo similar, Richard H. Schwartz, profesor emérito de matemáticas en el neoyorquino College of Staten Island y analista en temas de judaísmo y cuestiones sociales, cree que muchos de sus correligionarios ignoran la voluntad de Dios al no hacer más por combatir el hambre.
«Los judíos condenan con razón el silencio del mundo ante el asesinato a manos de los nazis de seis millones de judíos y millones de otras personas. ¿Podemos permanecer en silencio cuando millones agonizan por falta de alimentos? ¿Podemos consentir la apatía del mundo hacia el destino de las personas que mueren de hambre?», planteó en un ensayo sobre judaísmo y hambre.
Los distintos actores religiosos también coinciden en cuanto a cómo los fieles deberían luchar contra el hambre, y promueven tres modalidades principales de respuesta.
La primera es el apoyo financiero a y el involucramiento personal en agencias y campañas que buscan aliviar el hambre.
«Pienso que los judíos deberían apoyar una especie de Plan Marshall (dedicado a reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial) global para aliviar el hambre, la pobreza, el analfabetismo, las enfermedades, la contaminación y otros males sociales, usando para esta iniciativa parte del dinero que ahora se destina a fines militares», dijo Schwartz a IPS.
En su libro «Ending Hunger Now» («Poner fin al hambre ahora»), George McGovern propuso que «cada miembro de una iglesia o de una sinagoga, cada musulmán, cada budista, deba asegurarse de que su iglesia tenga una rama interna y una en el exterior que llegue a los hambrientos» donde sea que estén.
McGovern escribió ese libro junto con el teólogo metodista Donald Messer y con el ex senador estadounidense Bob Dole.
La segunda manera sugerida para responder al hambre es un activismo que intente presionar a los políticos para hacer más por promover la seguridad alimentaria.
«El hambre es un asunto de derechos humanos y cualquier medio pacífico para promover (la lucha contra él) es bueno, así que deberíamos aprovechar los canales políticos o del activismo», dijo Mahboob.
«Es razonable decir que una mayor presión del electorado podría ayudar a remediar la falta de (voluntad) política para abordar este tema», agregó.
Por último, la tercera forma de respuesta al hambre es que los creyentes opten por estilos de vida más simples, con menos consumismo y derroche.
«Una de las cosas que nos enseña el Islam es a poner en nuestro plato solamente aquello que podemos terminar. No es bueno desperdiciar comida. Es una falta de respeto a Dios», aseguró Mahboob.
«Deberíamos respetar lo que tenemos y estar agradecidos. Siempre estamos intentando tener lo que tiene nuestro vecino (…). Pero el Islam dice que no deberíamos ser desmesurados en nuestras vidas cotidianas y que deberíamos compartir con nuestros vecinos, con los demás seres humanos… Si reducimos el despilfarro, gastaremos menos y tendremos más para dedicar a quienes lo necesitan», añadió.
Schwartz, por su parte, incluso alienta a los fieles a volverse vegetarianos, argumentando que esto liberará recursos agrícolas para alimentar a los hambrientos, porque considera que criar animales es una manera ineficiente de producir alimentos.
«Dios nos llama a responder al clamor por los alimentos. Y nosotros lo oímos no solamente como un pedido de asistencia, sino también de justicia», declaró.