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México postelectoral

Crónica ciudadana de un país que quiere libertad y democracia

Fuentes: Rebelión

A Toño, incansable luchar social Caminar sobre las calles de la ciudad de México. Caminar en un día de sol, a veces ríspido, a veces tenue. Hacerlo con los pies descalzos, cargando la historia sobre la espalda y trayendo a cada instante el recuerdo de los años de varias generaciones que han entregado su vida […]

A Toño, incansable luchar social

Caminar sobre las calles de la ciudad de México. Caminar en un día de sol, a veces ríspido, a veces tenue. Hacerlo con los pies descalzos, cargando la historia sobre la espalda y trayendo a cada instante el recuerdo de los años de varias generaciones que han entregado su vida al cambio democrático de un país que aun no lo logra a cabalidad.

Caminar con esperanza es la convicción de Camila, mujer de origen oaxaqueño que atendió al llamado de la tercera asamblea informativa de la Coalición por el Bien de Todos que rema a contracorriente para evitar el fraude electoral.

Desde el histórico Bosque de Chapultepec, símbolo contradictorio del poder y de la resistencia de un pueblo, hasta la plaza mayor, el Zócalo capitalino, centro político y escenario de gloriosas batallas por la libertad, la pequeña mujer de piel morena viene a los tumbos con su bolsa de mandado «con tortillitas y chile», su ropa y dispuesta a quedarse en la ciudad a vivir las jornadas que conmueven a nuestra historia.

Levanta una pancarta que con amor trajo desde su pueblo de la zona mixteca, hecha con crayones, manchada de tizne, pero con implacable mensaje: «Ganaremos esta lucha, cueste lo que cueste».

Como ella, millones de personas tomaron este domingo la capital de México que desde temprano fueron sumándose en cantidad de participantes para duplicar la asistencia de la pasada concentración. Se calculan 3 millones de seres anónimos que toman su propio destino. «Es ahora o nunca», dicen los mensajes escritos que se convierten en deseo y voluntad colectiva, en verdad, en materialización de la perseverancia, del nunca claudicar, del luchar, del recuerdo incesante en la memoria que nos reclama impulso y terquedad de cambiar las cosas, de seguir adelante.

Camila, en sus reiteradas pisadas por la calles de Reforma, la Alameda Central y Francisco I. Madero, recuerda cuando llegó por primera vez al Distrito Federal, con su hijo Antonio, huyendo de la pobreza rural y enfrentándose a la pobreza urbana, con la esperanza a cuestas. Ha pasado ya mucho tiempo y en varios escenarios de lucha, en los cuales ha participado, ha vivido la victoria y la derrota, se ha sabido templar en ellas y hacer el mejor honor a su pasado y su presente, a su pueblo y así regresar sacudida a la ciudad que le vio llorar en sus laberínticas calles oscuras del olvido y que hoy son deslumbradas por millones de ojos que con otras lágrimas construyen una lámpara perenne colectiva. Luminosa. Activa. Ya no de amargura, sino de felicidad porque ahora sí todo va a cambiar…

Llegado el momento de los discursos, en medio del clamor popular que levanta sus manos al tiempo que mujeres valientes toman la palabra para reiterar su lucha contra el fraude y exigir el conteo del «voto por voto, casilla por casilla», una mancha multicolor se mueve en el corazón político del país, no cabe físicamente hablando ya nadie, aunque los deseos sean crecer más. Se trata de la incubación de otro México, de la pequeña vida que crecerá dentro del vientre materno de la patria de Camila y se hará, nacerá y vivirá en medio de un contexto de adversidades pero con la certeza de enfrentarlas sin miedo, sin temor, pero sí con la pequeña palabra que hace grande al ser humano: amor.

Allí estuvieron también Rosario Ibarra de Piedra y Elena Poniatowska, cada una expresando sus deseos de continuar en la lucha y definir tareas. «Es el momento de la resistencia, imposible vivir la humillación de 1988… Aunque hayamos que caminar todo el país, en las montañas a donde hayamos que dormir… La resistencia avanza todos los días», decían estas dos madres, una de ellas quien ve a su hijo vivir en cada joven que lucha pues fue desaparecido por el régimen del PRI en los años 70 por la misma causa: luchar por la democracia; y, la otra mujer, con la esperanza puesta en tres generaciones que vio nacer, para que multipliquen sus esfuerzos ahora.

Llegó el turno de Andrés Manuel López Obrador, quien tras reiterar la demanda de abrir los paquetes electorales y contar voto por voto y casilla por casilla, retó al derechista del PAN, Calderón Hinojosa, a no temer a que se cuente de nuevo la elección para «despejar dudas» y de que si el candidato de la derecha está seguro de su triunfo pues el que «nada debe, nada teme», dijo al momento que sentenció «ningún demócrata se puede negar a la transparencia».

El momento cumbre llegó. Ante la expectativa de conocer la propuesta del plan de acción, López Obrador sostuvo haber rebasado las cifras esperadas de la movilización y pidió a los participantes meditar la siguiente propuesta: declararse en Asamblea Permanente hasta la resolución del tribunal electoral y mantener un plantón en la ciudad de México que abarque las calles del centro histórico y la avenida Reforma, una de las arterías más importantes del D.F. con el fin de seguir movilizados.

Propuso quedarse él mismo en el campamento e instalar la resistencia civil para evitar la consumación del fraude y acotó «tomar el centro político del país».

Así en esta madrugada la ciudad de México, sus hijos, celebran la fiesta de la lucha por la democracia. Ya se miran miles de personas alegres pues tienen la razón de su lado y cada una, como Camila, van escribiendo su diario de lucha. El personaje del tiempo actual es el pueblo.

A ella le tocó irse a quedar con el contingente de los oaxaqueños, quienes se han movilizado en las últimas jornadas en un proceso de insubordinación estatal, para contar la historia y de allí aportar al nuevo parto de la patria con justicia, libertad y democracia.

Camila ya dejó su huella, otros más la estamos caminando. Caminando en las calles de nuestro país que ya se respira otro.