El jueves 27 de febrero, representantes del Serpaj Paraguay realizaron una visita a los 5 presos por la masacre de Curuguaty: Adalberto Castro, Felipe Balmori, Rubén Villalba, Arnaldo Quintana y Néstor Catro, recluidos en la cárcel de Tacumbú. Mantienen una huelga de hambre desde el 14 de febrero no por su liberación como objetivo final, […]
El jueves 27 de febrero, representantes del Serpaj Paraguay realizaron una visita a los 5 presos por la masacre de Curuguaty: Adalberto Castro, Felipe Balmori, Rubén Villalba, Arnaldo Quintana y Néstor Catro, recluidos en la cárcel de Tacumbú. Mantienen una huelga de hambre desde el 14 de febrero no por su liberación como objetivo final, dicen, sino por una justicia social verdadera. En este espacio, una crónica de la visita.
Caótico, absurdo, incomprensible son las tres palabras con las que el diccionario define a la palabra «demencial». Y es que en el vértigo de ingresar por los pasillos de la cárcel de Tacumbú, se arremolina todo aquello. Para llegar hasta Adalberto, Felipe, Rubén, Arnaldo y Néstor, es preciso pasar por una pequeña aventura extrema, dependiendo de que la rutina de cada visitante esté o no habituada a ese tipo de experiencias.
Al ingresar al penal, de manera diferenciada son revisadas las mujeres y los varones. Luego es ir traspasando al menos tres portones, en medio de ellos una población hacinada de extraviados, de despojos humanos que dan la impresión de haber sido arrojados allí. Algunos balbucean pedidos, alguna baratija o moneda, otros hacen de guía y se ganan los billetes que les ayuda a sobrevivir en esa decadente fortaleza de la desesperanza.
Bajando una estrecha escalera en un amplio y poco iluminado pasillo, a un costado se erige una improvisada habitación de paredes de madera terciada, al ingresar nos encontramos con los cinco. Cada uno lleva atada a la frente una cinta que expresa una palabra distinta: Tierra, libertad, perseguido, inocente, justicia. Al momento de esta visita llevan 14 días en huelga de hambre.
Luego de dar profundos abrazos, comienza el diálogo lacerante. «Nuestros contrarios son demasiado grandes, entre ellos se defienden y financian el aparato represivo», expresa Rubén con un realismo arrollador. Del mismo modo asumen que la huelga de hambre que están llevando adelante, no es solo por su libertad, ya que dicen que ellos fueron condenados antes de ser juzgados, ni solo por los compañeros caídos sino que por todas las causas y por la liberación de las tierras de Marina Kue.
Detrás de Rubén, que habla sentado en un colchón al piso, resalta un poster grande con la imagen de su compañero Vidal Vega, asesinado 6 meses después de la masacre. «Luchador por la tierra» es la frase inscripta. «Dos presidentes de la república ya dijeron públicamente que esas son tierras del Estado. Nicanor en el 2004 y el presidente golpista Federico Franco» dice convencido.
Rubén Villalba: «El sistema consigue lo que quiere, divide a las organizaciones quienes se pelean por cuestiones sin importancia y no se dan cuenta de que la única manera de hacerles frente es la unidad. Quiero hacer un llamado a todas las personas y organizaciones a mirar el caso de Curuguaty y a adherirse a la causa»
Los hermanos Castro, Néstor y Adalberto claramente se parecen a su madre, no así Adolfo, asesinado en la masacre, quien se parecía, indiscutiblemente a su padre. Basta con ver fotos. Mientras Rubén habla, Néstor prepara tereré, pues solo consumen líquidos, y luego interviene. Su mandíbula torcida en medio de una crecida barba, es un resabio visible del disparo que recibió en la masacre. Nunca fue tratado como corresponde hasta el punto de que aún padece de una prótesis mal colocada.
La huelga de hambre actual para Néstor es solo una extensión de la mala alimentación que viene llevando desde el 15 de junio de 2012 en que fue herido y ya no pudo comer con normalidad. «El contario es el poder político y los mafiosos. ¿Qué futuro les espera a nuestras familias? Nos responden con balazos y agrotóxicos, no les importa la humanidad. Rojerure la libertad ha la tierra. Solo a través de la presión esto se apura. No hay alternativa para encontrar la justicia, por eso esta medida. Esta lucha es por una justicia social real», todo esto lo expresa con una leve dificultad para articular pero con claridad y convicción.
Néstor Castro: «Ya perdí a mi familia, perdí a mi hermano, perdí a mis compañeros, ahora no tengo nada que perder, solo tengo para ganar».
Dicen sentirse con espíritu fuerte y motivado para seguir con la medida porque, además saben que afuera hay gente que cree en ellos y se preocupa por su caso. A 14 días de la huelga no han recibido la visita médica desde el penal y les preocupa en especial Felipe Balmori que con 58 años ya es la segunda huelga de hambre por la que está pasando. La primera fue de 36 días. Felipe se toca el pecho, del lado del corazón para señalar una molestia allí y menciona también que con esto va hasta el final porque no les queda de otra.
En situaciones de este tipo, así de extremas, es que el ser humano se aferra a los símbolos palpables que les ayudan a sobrellevar la carga que les toca. Oraciones, imágenes alentadoras, son útiles para levantar la moral. Las paredes de madera terciada que delimitan ese espacio dan cuenta de esto. «Si luchas, puedes perder. Si no luchas, ya está perdido» es una de las frases que se encuentran.
Afuera refesca, un fresco otoñal del que no se enteran, tal vez, Adalberto, Felipe, Rubén, Arnaldo y Néstor, atrapados dentro de ese aire caliente que arrojan dos ventiladores. Ellos son conscientes de que la justicia no es tal cosa en Paraguay y tal vez no salgan, pero tal vez sí se liberen las tierras. De ahí que Néstor diga «na ore kangymoai si por lo menos sobre mi cadáver las cosas se liberan».
Leer la Carta de declaración de huelga de hambre de los presos de Curuguaty