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Desde las calles iraníes

Fuentes: Rebelión

La mayoría de los analistas llevan tiempo haciendo predicciones en torno a las intenciones de Bush, del futuro de Irán e incluso los posibles efectos colaterales que una acción militar occidental tendría sobre el conjunto del planeta. Mientras tanto son raras las ocasiones que se nos presentan para conocer de primera mano lo que piensa […]

La mayoría de los analistas llevan tiempo haciendo predicciones en torno a las intenciones de Bush, del futuro de Irán e incluso los posibles efectos colaterales que una acción militar occidental tendría sobre el conjunto del planeta. Mientras tanto son raras las ocasiones que se nos presentan para conocer de primera mano lo que piensa la población iraní, de ahí que poder acceder sin filtros a sus opiniones nos proporciona una excelente opción para tomar el pulso a la compleja situación creada en el tablero internacional, y conocer de primera mano los verdaderos protagonistas de estas historias.

Con vergüenza ajena volvemos a ser espectadores forzados de las bravuconadas de EEUU contra otro país, Irán, en nombre de la seguridad global. La maquinaria propagandística hace meses que se ha puesto en marcha con el objetivo de demonizar al país de los ayatolás, vieja némesis de Occidente que ahora se ha constituido como nueva amenaza para la pax americana.

Es significativo y preocupante observar cómo de forma insidiosa y casi subliminal, desde los medios de comunicación de masas se nos da sistemáticamente una visión sesgada de los países considerados «conflictivos», por lo general musulmanes, lo cual socava gravemente nuestra capacidad para entender sus sociedades y neutraliza la posibilidad de empatía, de entender que, en definitiva, «son como nosotros». Está claro que viendo a los iraquíes como hordas de fanáticos barbudos en lugar de cómo a nuestros vecinos ayuda a digerir el goteo diario de muertos del que nos informan los medios.

Los iraníes son muy conscientes de que en Occidente se maneja una visión de su país y de sus gentes que es, por decir poco, lejana a la realidad. Con frecuencia han de soportar cómo se les engloba dentro del mundo «árabe», lo cual ven con sumo desagrado, o «islámico», como si el Islam fuera un solo pueblo, a lo que suele ir parejo el estereotipo de mediooriental fanático y potencialmente terrorista. A los iraníes, con fina educación y humor bastante negro, les gusta saber hasta qué punto está arraigada esa imagen en el extranjero, y repiten una y otra vez la pregunta «señor, ¿usted cree que los iraníes somos terroristas?»

Por eso, muchos iraníes asisten con cierta amargura a las declaraciones y soflamas de su presidente, Mahmoud Ahmadinejad, que hacen un flaco favor a esta reputación mancillada. «Ahmadinejad es demasiado impulsivo, demasiado desafiante. El presidente debería ser alguien que trabajara mejor la diplomacia. Con Rafsanjani no hubiéramos llegado hasta este punto», comentaba Hussein, gerente de un hotel en Isfahan. A pesar de la crítica, Hussein votó a Ahmadinejad y no al veterano Rafsanjani en las últimas elecciones. «Todos detestan a Rafsanjani. Se hizo rico a costa de la guerra. Ahmadinejad es un hombre humilde, que no mira para su bolsillo sino por su país». Sin embargo, muestra con cierto disgusto los canales de TV, controlados por el estado, que emiten constantemente imágenes del ex alcalde de la moderna Teheran, visitando las instalaciones nucleares y pasando revista a las tropas. «Mire, mire, esto sólo hace que los turistas dejen de venir.»

En efecto, fuera del gigantesco mausoleo del Imam (antes ayatollah) Ruhollah Jomeini, las sillas y parapetos para el desfile militar están preparados. Pero a pesar del fanatismo que podríamos esperar dadas las imágenes televisivas, los numerosos iraníes que pululan por la zona en su visita familiar a las instalaciones del mausoleo están más preocupadas por tender puentes que por destruirlos. No hay atisbo de odio «antioccidental» ni siquiera en el corazón del régimen.

Si bien la mayoría de iraníes a quienes se pregunta defienden con naturalidad su derecho a desarrollar tecnología nuclear, les parece que gran parte del «conflicto» se debe a las posturas de Teherán y Washington, que han magnificado el problema. «Nos gustaría no tener que salir en las noticias cada día», declara Mohammed, un estudiante de ingeniería eléctrica de Teherán. Los argumentos que esgrime no tienen réplica posible: «No entiendo porque no podemos tener nosotros tecnología nuclear, o armas nucleares, y los pakistaníes e Israel sí. No entiendo porqué en Europa tienen que hacer lo que les dicta EEUU», comenta atónito, recordando además que los iraníes tienen motivos de sobra para estar armados. Irán está rodeado de países que albergan tropas de EEUU, varios de ellos con armamento nuclear: Turquía, Irak, Pakistán, Kuwait, Arabia Saudí y, tan lejos, tan cerca, Israel.

A pesar de la heterogeneidad de la sociedad iraní, la historia ha demostrado que son capaces de unirse ante una amenaza exterior, lo cual es explotado por la propaganda del régimen, no sólo en el ámbito mediático. Ante la reciente permisividad respecto a que las mujeres fumen Kelyan en un restaurante de Shiraz, el profesor Alí Akbar me comenta «Nos están preparando para un eventual conflicto armado… y ya sabe ud., tienen que soltar el lazo un poco».

La carretera que une Natanz con Kashan pasa por las famosa central susceptible de ser bombardeada por EEUU. Ahora numerosas baterías antiaéreas protegen las instalaciones. La reciente visita Al Baradei a Irán no ha dado frutos, e Irán ha seguido con sus investigaciones, logrando producir por vez primera uranio enriquecido. A pesar de las grandilocuentes declaraciones del presidente, hubo algún problema relativo al almacenaje, a lo que un quiosquero comentaba de forma jocosa a sus clientes «ve? esto son las prisas del gobierno. Ahora tenemos uranio pero no tenemos donde ponerlo».

Pero los adalides de la democracia siguen con su propaganda. Un reciente artículo aparecido en The Sunday Times, que encontró amplio eco en la prensa mundial, alertaba de un batallón especial de los Pasdaran formado por 40.000 suicidas preparados para atacar objetivos israelíes y estadounidenses en caso de ataque. Uno de los numerosos think tanks de Washington especializados en Oriente Medio, dedicado a «traducir» información del árabe, ponía en circulación la noticia de otra horda de suicidas pertenecientes a una misteriosa organización denominada «Organización Mundial Islámica para Recordar a los Mártires». Aparentemente, esta organización no gubernamental era capaz de entrenar en tácticas de espionaje y guerrilla, lenguas extranjeras y otras especialidades en «unos pocos días» a los voluntarios y voluntarias.

Dejando de lado la respetable concepción del martirio que los chiítas tienen en asuntos militares, concepción también incomprendida y sesgada en Occidente, la imagen que se quiere dar de Irán en los medios roza a veces el ridículo. «Deben ser los 40.000 habitantes de Natanz, que serían los primeros en recibir las bombas», declaraba un vendedor de dulces a las puertas del mausoleo de Fátima en Qom, la ciudad conservadora por antonomasia.

Un mullah iraquí de visita me comenta que EEUU quiere presionar a Irán para que colabore en Irak, y remata «saben que estamos todos unidos, que somos hermanos, y que no van a poder con nosotros, gracias a Dios. Ustedes vienen con la democracia y la democracia es lo que ha traído a la república islámica en Irán y a Hamas en Palestina.»

Desde Washington se ponen sobre la mesa un gran número de argumentos para justificar el acoso y el cambio de régimen en Irán, pero lo que no cuentan son los oscuros intereses económicos y militares que son el motor de esa política de agresiones. Algunos informes han señalado que detrás de esta campaña, más que el acceso iraní a la energía nuclear, se encontraría la planificación de Teherán de cara a poner en marcha una bolsa propia para realizar el comercio de crudo, sin tener que pasar por las hoy existentes, en manos de las potencias occidentales. Así que cuando Bush habla, sube el petróleo.

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Ah, y ya saben… empiecen a rascarse los bolsillos cuando vayan a la gasolinera.

RICARD BOSCAR y TXENTE REKONDO.- Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)