Al presidente Vázquez no le parece bien que se despenalice el aborto, y por eso, luego de almorzar con el arzobispo de Montevideo, anunció hace tres años que en caso de que el Parlamento votara una ley que fuera en ese sentido, él la vetaría. Digo yo ¿Y quién es el presidente para vetar una […]
Al presidente Vázquez no le parece bien que se despenalice el aborto, y por eso, luego de almorzar con el arzobispo de Montevideo, anunció hace tres años que en caso de que el Parlamento votara una ley que fuera en ese sentido, él la vetaría. Digo yo ¿Y quién es el presidente para vetar una ley por razones que no son de Estado? ¿A quién le importa la opinión personal del presidente sobre estos temas? ¿Quién lo autorizó a prometerle eso al obispo?
Esto no es una monarquía absolutista sino una democracia representativa. Ni el presidente Vázquez es Luis XIV ni monseñor Cotugno es el cardenal Mazzarino para andar dictaminando lo que es bueno y lo que es malo para la gente. En todo caso para eso están los diputados y los senadores electos por el pueblo. Si al presidente Vázquez no le gusta la despenalización del aborto, pues que le diga a sus admiradores que paren de juntar firmas para su reelección y que le hagan la gauchada de juntarlas para impugnar ese artículo de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva.
Al presidente Vázquez no le gustan los abortos. A los parlamentarios que votaron su despenalización tampoco. A los únicos a los que les gustan los abortos es a los médicos que hacen abortos clandestinos… Si el aborto no hubiera estado penalizado, no existiría ese negocio millonario, pero además, si el aborto no hubiera estado penalizado no hubieran muerto todas las mujeres que han muerto como consecuencia de abortos mal realizados. Porque de lo que estamos hablando es de eso, de la despenalización del último y más traumático de los recursos a los que puede acudir una mujer que ha quedado embarazada contra su voluntad. Nadie propagandea el aborto. Nadie quiere imponérserlo a nadie. Simplemente se trata de terminar de una buena vez con los abortos clandestinos y su multimillonario negocio. Simplemente se trata de que las mujeres que desgraciadamente deben recurrir a él lo puedan hacer en las mejores condiciones aunque no sean ricas.
Cuando estaba en campaña electoral, el hoy presidente de la República reivindicaba el uso de la democracia directa. El 5 de febrero de 2004 en ocasión de los festejos del 33 aniversario del Frente Amplio, decía fuerte y claro con su particular estilo: «Trabajamos por una sociedad fuertemente democrática, fuertemente democrática, queremos profundizar, ahondar, ensanchar, alargar la democracia y es por eso que esta fuerza política está comprometida, trabaja, profundiza la democracia representativa que mucho respetamos, tenemos compañeros legisladores, Diputados, Senadores, Ediles que nos representan a los frenteamplistas y encuentristas, pero también en esa profundización de la democracia utilizamos la democracia directa, herramientas de la democracia directa y propugnamos la participación ciudadana, la descentralización política, la democratización de la información y la transferencia cada vez más importante del poder de decisión a los ciudadanos uruguayos.»
Ahora tiene la oportunidad de demostrar por primera vez que esas afirmaciones eran sinceras y no pura cháchara. Si no está de acuerdo con lo que votaron los «compañeros legisladores, Diputados, Senadores, Ediles que nos representan a los frenteamplistas», deje usted pues, ciudadano Vázquez, que sea el pueblo el que ratifique o rectifique la despenalización del aborto mediante su voto. Júntese con Cotugno y el pastor Marquez, impugne ese artículo y junte firmas para plebiscitarlo. Propugne de una vez por todas la participación ciudadana en lugar de andar decidiendo por la gente en asuntos para los que nadie le dio autoridad. Y si le toca perder, pues acepte y aguante como aceptó y aguantó la derrota del Voto Verde.
Porque ese mismo día de 2004, para explicar por qué no iba a trabajar para anular la Ley de Impunidad, usted también decía, en referencia a la derrota de 1986: «Trabajamos para conseguir las firmas y lograr que el pueblo uruguayo se expidiera, hubo que trabajar muy duro, fue muy difícil, pero las firmas se juntaron y el pueblo uruguayo se expidió en una expresión de democracia directa que nosotros defendemos como una herramienta fundamental, y en esa expresión del pueblo lamentablemente desde nuestro punto de vista no pudimos derogar esa ley de impunidad. Si defendemos la democracia directa, si defendemos la opinión que el pueblo debe dar en instancias fundamentales para el país, lo tenemos que defender en todas las instancias, cuando esa resolución nos es favorable y también cuando nos es adversa…»
Todas las encuestas (hasta la del diario «Últimas Noticias») dan cuenta de que más del 60% de los uruguayos está a favor de la despenalización del aborto, por lo que el veto presidencial a esta resolución de los representantes del pueblo sería doblemente antidemocrático. Deje pues, ciudadano Vázquez, que el pueblo se exprese en las urnas y zanje democráticamente la cuestión, porque como usted mismo ha dicho: «Si defendemos la democracia directa, si defendemos la opinión que el pueblo debe dar en instancias fundamentales para el país lo tenemos que defender en todas las instancias, cuando esa resolución nos es favorable y también cuando nos es adversa…» (o nos parece que va a ser adversa). Sea consecuente, no le tenga miedo al pueblo. Deje que la gente decida mediante «una expresión de democracia directa», demuestre que realmente piensa que esa es «una herramienta fundamental». El Estado no es Usted, ciudadano Vázquez.
*Andrés Capelán, Comcosur Al Día.