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Geopolítica, desinformación y las campañas humanitarias

Disciplinada rebeldía

Fuentes: Rebelión

¿Por qué de repente la llamada «opinión pública» se moviliza por la situación de los derechos humanos o la democracia en ciertos países en determinados momentos? ¿Por qué a inicio del 2011 nos preocupamos por la democracia en Libia y no antes ni después? ¿Por qué no hay campañas contra los estados donde la homosexualidad […]

¿Por qué de repente la llamada «opinión pública» se moviliza por la situación de los derechos humanos o la democracia en ciertos países en determinados momentos? ¿Por qué a inicio del 2011 nos preocupamos por la democracia en Libia y no antes ni después? ¿Por qué no hay campañas contra los estados donde la homosexualidad está castigada con la pena de muerte y sí contra la homofobia en Rusia? ¿Por que salimos a la calle contra la guerra de Iraq cuando Sadam Husein era un dictador infinitamente más criminal que Al Assad? 

No son pocos los militantes que, considerándose de izquierdas o revolucionarios, no han dudado en asumir como propio el discurso que justifica las intervenciones de la OTAN. De hecho apenas hay diferencias entre los textos que se pueden leer en la prensa más reaccionaria y algunos que se publican en los medios alternativos. No es casualidad que sólo se hayan firmado manifiestos en favor de la democracia en Libia o Siria cuando así lo decidieron los grandes medios de comunicación y los gobiernos de USA y UE. Nadie protestó contra la eurocopa de fútbol que se celebró en la muy homófoba y conservadora Polonia. Nadie pidió boicot al mundial de fútbol en Sudáfrica donde su presidente, Jacob Zuma, declaró que «el matrimonio homosexual es una desgracia para la nación y para Dios» y en donde   se violan a mujeres lesbianas para corregirlas. Ni por supuesto, nadie convocó al boicot a la olimpiada de la muy homófoba Georgia, donde hay leyes que penan con cárcel la sodomía. Por cierto, sólo derogadas en EEUU tras una sentencia del Tribunal Supremo en 2003.

Por supuesto que hay que mostrar solidaridad con los homosexuales maltratados en Rusia o en cualquier parte del mundo, con las víctimas de violaciones de los derechos humanos en Siria o Libia. Pero el lugar, tiempo y forma debemos decidirlo nosotros y no cuando nos lo dicten desde Washington. Ese gobierno es el principal violador de derechos humanos y tiene sometido bajo una tiranía imperial al resto del globo mediante coacción militar, algo que por evidente suele olvidarse.

Política y propaganda siempre han caminado de la mano, ahora también. Sin embargo, parece que amplios sectores de la población europea son más permeables que nunca a la propaganda oficialista y del capital. Posiblemente podamos acercarnos al problema haciendo un breve repaso a los hechos acontecidos desde el derrumbe soviético.

El gran imperio y sus contrapoderes

El imperio usamericano es el más grande y poderoso que haya conocido la historia de la humanidad. La propia dinámica imperial le obliga a ampliar los territorios sujetos a su dominación. En la actualidad sólo hay un imperio, Estados Unidos, si bien permite a algunos aliados suyos (Reino Unido y Francia) ejercer como pequeños matones en las zonas de su influencia.

No hay contrapoder actual al poderío militar y económico de Estados Unidos. Hace mucho que China llegó a un pacto de no-agresión con USA y se repartieron los papeles en el ámbito económico mundial, China se convirtió en la gran manufacturera del mundo y las multinacionales pueden aprovecharse de una mano de obra formada y barata en un país con estabilidad social.

Cierto que China ha ido extendiendo su influencia internacional pero lo ha sido mediante la economía. Territorialmente, el estado chino sufre ciertas tensiones separatistas en el Tibet y en la región autónoma Uigur de Xinjiang, de mayoría musulmana. La India, Arabia Saudita y, por supuesto, EEUU fomentan esos separatismos. El gobierno de Pekín no tiene planes expansionistas territoriales, al contrario, se encuentra a la defensiva.

Muy parecida es la situación de Rusia, la guerra fría acabó con la rendición de la URSS. Su oponente y vencedor, Estados Unidos, garantizó que, a cambio de la renuncia al comunismo, se le respetaría su espacio de influencia económica y de defensa. Craso error, Estados Unidos paulatinamente ha ido sustrayendo estados del espacio ex-sovíetico a la influencia rusa. Ejemplo de ellos son Georgia o Uzbequistán.

Hartos de esa situación, el segundo mandato de Putin ha venido marcado por una vuelta a la defensa más firme de los intereses nacionales rusos. Este cambio de política exterior, encabezada por el canciller Lavrov, se ha reflejado en el Consejo de Seguridad de la ONU vetando cualquier iniciativa para dar el placet legal a una intervención de la OTAN contra Siria o Irán. Además, ha concedido asilo político al disidente norteamericano Snowden, ha estrechado los lazos políticos y económicos con los gobiernos revolucionarios de Latinoamérica, como Cuba y Venezuela. Y, por último, ha maniobrado rápidamente para abortar el pacto de libre comercio entre la UE y Ucrania.

Esto no ha gustado en Washington ni a sus socios de la UE, que han reeditado la guerra fría, por ahora solamente propagandística. Cualquier ciudadano puede constatar que los medios de comunicación occidentales vuelven a tratar a Rusia con la misma subjetividad e inquina que cuando se informaba de la Unión Soviética. Acabado el argumento de «régimen totalitario comunista», se está explotando informativamente el insuficiente respeto de los derechos humanos en Rusia. El pensamiento único y oficial de occidente respecto a los derechos humanos por parte del gobierno ruso carece de credibilidad, en cuanto se les exige unos parámetros de cumplimiento de los derechos fundamentales y libertades públicas a los que tampoco alcanzan los estados y empresas denunciantes. Por ejemplo, la acción que ha provocado la prisión de Pussy Riot está penalizada igualmente en España o Estados Unidos. De hecho, no hay antecedentes de una performance de ese tipo por ningún grupo punk en ningún país occidental pues saben que les espera la cárcel.

La homofobia en la sociedad rusa ha sido la principal arma informativa para atacar al gigante oriental. No hay ninguna duda que dos leyes deben recibir tal calificativo: una de ellas prohíbe la propaganda de la homosexualidad entre menores de edad [1] y otra más reciente que impide la adopción internacional de menores rusos a parejas homosexuales.

Normas del mismo calado homófobo rigen en Polonia en el ámbito europeo. Por otra parte, en todo el mundo, son 70 países en los que la homosexualidad es un delito, en siete de ellos se castiga con pena de muerte. Tras la caída del comunismo en Rusia, han surgido grupos neonazis que persiguen a gays e inmigrantes. Estos delincuentes son perseguidos por la justicia  y la policía rusa, quizás no con el celo que se merecen, situación de hecho al que la policía española o griega no son ajenas. Parece por tanto que la campaña contra Rusia por la homofobia se debe más a su política exterior que a criterios objetivos.

Es común, entre los que justifican que Estados Unidos ejerza el papel de policía mundial, alegar que Rusia y China también son imperios. La realidad nos dice que desde hace muchas décadas que sus tropas no cruzan sus fronteras para invadir otros países. Estados Unidos lo hace cada pocos meses.

El imperio aprende de sus errores

La invasión de Iraq fue un auténtico desastre para su promotor Bush y para sus cómplices Aznar y Blair. El imperio aprendió la lección y comprobó cómo en otras situaciones similares en las que tenían interés en derribar a un gobierno incómodo, resultaba mucho más eficaz apoyarse en la disidencia interna. Son las llamadas revoluciones naranjas o golpes blandos que tan buen resultado dieron en Ucrania y Serbia.

Los gobiernos de Libia, Siria, Ucrania o Venezuela, entre otros, no eran o son del agrado de la Casa Blanca. En lugar de una intervención bélica cara, larga, impopular y con un coste de vidas estadounidenses, el imperio ha sabido esperar a que se dieran las condiciones subjetivas y objetivas adecuadas para derribar, o al menos intentarlo, a esos gobiernos.

La llamada primavera árabe surge como un movimiento popular en Túnez ante la desesperación de una población sin derechos y sin libertades y posteriormente se extiende por diferentes países árabes. En algunos territorios las protestas se aplastaron rápidamente ante la indiferencia de los medios: Sahara Occidental, Bahreín o Yemen. En Arabia Saudita, el régimen más represor de todo el planeta, ni se intentó. En Egipto, diferentes fuerzas populares convergieron en el derribo de la dictadura, la falta de cohesión entre laicos liberales, Hermanos Musulmanes e izquierda ha derivado en la actual situación de retorno al autoritarismo.

Libia de estar mal a al mucho peor

Gadafi era un dictador, lo que no era obstáculo para que en Libia conviviese el autoritarismo en materia de libertades con un amplio reconocimiento en derechos sociales y tolerancia religiosa. Era el país de África con mayor nivel de vida y en el que las mujeres tenían una situación mucho más favorable respecto a los países de su entorno. El gobierno de Gadafi sufrió una evolución, desde la vanguardia antiimperialista de sus inicios, al pactismo con la Unión Europea, tras sufrir el bombardeo de la OTAN que asesinó a una de sus hijas. En cualquier caso era un gobierno incómodo, imprevisible, al que no se le podía manejar fácilmente.

Gadafi no sólo tenía enemigos externos, también internos. En los años ochenta, la CIA incita a Awatha al-Zuwawi, segundo de Al Qaeda, a crear en Libia, una oficina destinada al reclutamiento de mercenarios para su posterior envío a Afganistán, donde participarán en la guerra contra el gobierno comunista. A partir de 1994, Osama bin Laden ordena a los terroristas libios el regreso a su país con la misión de asesinar a Muammar el Gadafi y derrocar la Yamahiria Popular y Socialista. El 18 de octubre de 1995, el grupo enviado a Libia se estructura bajo el nombre de Grupo Islámico Combatiente en Libia (GICL). Durante los tres años posteriores, el GICL realiza cuatro intentos de asesinato contra Muammar el Kadhafi y trata de crear un movimiento armado en las montañas del sur de Libia [2].

La mecha encendida en Túnez no tardó mucho en prender en Libia, pero con la diferencia de que la rebelión que se inició en Trípoli fue protagonizado por los seguidores de Al Qaeda. Gadafi no bombardeó las manifestaciones de sus ciudadanos, no hay ninguna prueba de ello. Sin embargo los llamados «rebeldes libios» en un primer momento tomaron la decisión de aniquilar físicamente a quienes ellos consideran su enemigo [3], en los primeros días de la revuelta en la ciudad de Trípoli tras tomar un cuartel militar, los alzados decapitaron a los prisioneros que se habían rendido.

Los medios de comunicación actuaron como el aparato de propaganda que preparase a una población europea y que asignaba a la OTAN el papel salvador de la población libia. Tal fue el éxito de la propaganda belicista que, por primera vez, desde los medios alternativos de internet se publicaban textos plagados de opiniones que intentaban justificar la intervención de la OTAN, eso sí «sólo un poco». Textos que, aunque bien intencionados, eran funcionalmente imperialistas. El resultado está a la vista de todos. Hoy nadie promueve manifiestos o comunicados, nadie escribe sobre la democracia, las libertades o los derechos humanos en Libia. No hay necesidad de intervención, no hay que informar ni opinar.

Curiosamente fueron Francia y Reino Unido quienes encabezaron la invasión de Libia, la excusa fue «el respeto de los derechos humanos y la democracia». El 21 de marzo de 2012 un grupo de militares derrocó al presidente de Malí, Amadou Toumani Touré, en un sangriento golpe de estado. Los militares golpistas lo hicieron con el patrocinio de Francia, para impedir un diálogo de paz con los guerrilleros separatistas de etnia tuareg del norte del país. En diciembre de ese mismo año, el gobierno golpista solicitó la ayuda militar por parte del gobierno francés. En este caso, se vendió a la opinión pública que se luchaba contra el fundamentalismo islamista. Paradójicamente las tropas francesas se han tenido que enfrentar militarmente en el norte de Mali a quienes pocos meses antes eran sus aliados en Libia, grupos terroristas de AlQaeda.

Francia sigue con sus intervenciones en su área de influencia, ahora en la República Centroafricana bajo la excusa de hacer respetar los derechos humanos, si bien parece que simplemente han acudido en apoyo de uno de los bandos en lucha en ese paupérrimo país.  

Siria, la siguiente etapa

El pueblo de Siria, históricamente, ha sufrido de primera mano la agresión sionista, parte de su territorio está ocupado por el régimen de Israel. Bajo el mandato del imperio francés, otra parte de su territorio, el Líbano, le fue arrebatado para «proteger a los cristianos». El gobierno de Hafez al-Asad era dictatorial, más que el actual de su hijo y hoy presidente Bashar al-Asad. El gobierno del Baaz, partido político nacionalista árabe, laico y radical socialista, no puede considerarse más autoritario que los de los países de su entorno, por ejemplo, el Iraq de Sadam Husein o la monarquía jordana. A pesar de ello, Siria era un país donde convivían pacíficamente gentes de diferentes credos y cuya gestión económica tenía un sesgo socialista.

La mayoría sunita, tras el estallido de las revueltas árabes comenzó a manifestarse -sin duda con motivos- en las poblaciones donde era mayoritaria. Ciertamente la situación degeneró rápidamente en una guerra civil. No se puede culpar exclusivamente a la represión gubernamental de la escalada violenta, desde las primeras protestas hubo grupos armados infiltrados que no dudaron en disparar contra policías, militares y manifestantes pro-gubernamentales.

A diferencia de Gadafi, el gobierno sirio no ha caído porque ha cuidado sus buenas relaciones con los gobiernos ruso, iraní, líbano y con la guerrilla de Hezbolá. El gobierno de Damasco, tras el desarrollo de la contienda y en especial por la brutalidad de los grupos armados que allí operan, ha recibido el apoyo, además, de todas las minorías religiosas y étnicas, incluso de aquellas que en un inicio se encontraban en la oposición (kurdos, drusos) y que han pasado de oponerse a Al Assad a luchar junto a las tropas del gobierno de Damasco.

Como el conflicto persiste, también persiste la propaganda. Los grandes medios y los intelectuales que apoyan la coalición formada por la OTAN-Israel-AlQaeda, recuerdan las víctimas ocasionadas por las bombas del ejército y ocultan continuamente las atrocidades diarias de los mal llamados rebeldes. El Frente Al Nursa y el Estado Islámico de Irak y el Levante están cometiendo un genocidio contra todos aquellos que no profesen su sectarismo, él que es de tal extremo, que ha llegado al punto de iniciar una confrontación armada entre ellos mismos. Son continuas las ejecuciones contra civiles, niños y mujeres por el sólo hecho de ser chií, kurdo o cristiano. Aun cuando esta última población es una de las víctimas de los terroristas que operan en Siria, la UE y EEUU siguen dando apoyo de todo tipo a estos criminales: sus campamentos en donde ondea la bandera de AlQaeda se encuentran en Turquía, un país de la OTAN que les da protección; se les arma, se les financia y se les da cobertura informativa. Así bajo la excusa del uso de armas químicas por parte del gobierno sirio, se estuvieron a punto de poner en marcha los bombardeos de la OTAN sobre los ciudadanos sirios. Posteriormente conocimos que todos los    informes oficiales confirman que los principales sospechosos de la utilización de estas armas han sido los llamados rebeldes, incluso once de sus miembros fueron detenidos en Turquía en posesión del gas sarín. 

Suma y sigue: Ucrania, Venezuela…

Esta estrategia diseñada desde la sede de la CIA sigue aplicándose contra gobiernos incómodos. La minoría pro-alemana de Ucrania está intentado derribar mediante la violencia a un gobierno totalmente democrático con el apoyo occidental. El intervencionismo de la UE y de EEUU sobre la política interior ucraniana, ha llegado hasta el punto de que la OTAN amenazó al gobierno ucraniano con una intervención militar en el caso de que la policía ucraniana disolviese las violentas manifestaciones. Los manifestantes opositores se han dedicado a ocupar edificios públicos y colgar retratos de líderes nazis y a asesinar a jueces que acordaron el arresto domiciliario de detenidos por cometer daños y atentados contra la autoridad.

El éxito informativo de la revuelta reaccionaria en Ucrania ha animado a la burguesía venezolana. Poco hay que decir ante la insistencia de la derecha venezolana para derrocar a un gobierno democrático y legítimo. Para ello cuentan con el apoyo del imperio, de las multinacionales, de la Unión Europea y de los medios de comunicación.

En la lista a derrocar del Pentágono también se encuentran otros estados tan diversos como Irán, Cuba, Ecuador y Bolivia, que tienen en común sus políticas anti-imperialistas. 

Indignarse

Hay un pensamiento infantil que se lanza a apoyar cualquier movimiento popular que se enfrente a un gobierno o estado. Bajo estas buenas intenciones se apoyó la revuelta en Libia o ahora las manifestaciones en Ucrania. Evidentemente los que pensaban que tras la guerra civil en Libia llegaría un sistema más democrático o más justo se equivocaron totalmente. Probablemente, la situación de Libia mejorará a medio-largo plazo, lo que seguramente también habría ocurrido si se hubiese dejado agotar el gobierno de Gadafi. Para esto no hacía falta una sangrienta guerra que se llevó la vida de miles de civiles y ha destrozado, literalmente, un país próspero.

Al voluntarismo izquierdista, se suma el desconocimiento de las condiciones objetivas y, además, un retroceso ideológico que consiste en poner en un segundo plano la lucha de clases y se priorizar la llamada «lucha de los pueblos», concepto hegeliano más cercano a la ideología reaccionaria que del marxismo.

No hay ningún estado en este mundo sobre el que no pueda montarse una campaña de presión, sea por la falta de democracia interna, por el insuficiente respeto de los derechos humanos, por cuestiones medioambientales o por insolidaridad económica con el tercer mundo. Por ello, cuando desde las televisiones se nos denuncia una de las anteriores situaciones hay que tener en cuenta en primer lugar quien son los dueños de esos medios de comunicación, cuales son sus intereses, por qué se denuncia a ese gobierno y no a otros con más razones y las consecuencias de nuestras acciones.

Además, se alega que es una cuestión de justicia hacer este tipo de denuncias. No es así, en primer lugar, la justicia la deben impartir los tribunales de justicia. En el ámbito internacional, EEUU es el primer estado que se ha opuesto a este tipo de justicia si no para dar un barniz de legitimidad a los castigos contra sus oponentes. Tanto es así que no ha firmado ningún tratado por el que cualquiera de sus gobernantes o soldados puedan estar sometidos a un tribunal internacional. Todo lo contrario, sus crímenes gozan de total impunidad. Tampoco parece una situación muy justa que el salvamento de los pueblos de Kósovo, Iraq o Libia sea lanzar bombas contra esas mismas personas.

En segundo lugar, uno de los más importantes fundamentos de la justicia es tratar igual situaciones similares. La justicia que se pretende imponer con doble rasero nunca puede ser justicia. Evidentemente no se ha tratado por igual a Libia que a Arabía Saudita, a Venezuela que a Colombia, a Rusia que a Polonia…

El imperio nunca ataca, invade o bombardea o otros países con la justificación del respeto a los derechos humanos o la democracia, sus motivaciones son siempre otras. No nos dejemos arrastrar por tales campañas aunque en ellas haya algo de verdad. Debemos tener nuestra propia agenda y en ella en primer lugar debemos denunciar las situaciones más graves, que afectan a más personas y que sean las más desvalidas. De esta forma, aunque nos pueda indignar alguna de las informaciones que nos lleguen de los países incluidos de la lista negra del Washington, eso no nos debe hacer olvidar que 842 millones de personas no tienen lo suficiente para comer, que casi todas ellas viven en los países del sur, que el 60% de esa cifra son mujeres, y que la desnutrición contribuye con la muerte de 2,6 millones de niños menores de 5 años. Y ninguna de esas cifras mueve a Estados Unidos ni a Europa a «bombardear» esos lugares con alimentos que seguro salvaran vidas.

No se trata de defender el antiimperialismo desde una lógica geopolítica, sino de exigir más que ellos el respeto de los derechos humanos, y en especial no ser asesinado por una bomba del imperio en nombre de la democracia y la defensa de los derechos humanos, riesgo del que nadie está ajeno.

Notas

[1] En el Reino de España está castigada la difusión de la pornografía entre menores de edad y discapacitados.

[2] http   ://www.voltairenet.org/article171347.html

[3] http ://uruknet.de/?p=m76906

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.