Los rostros en los cuales el agua atenuaba los efectos de las bombas lacrimógenas se asemejan a otros rostros muy queridos. Y quizás son esos mismos rostros que, con el inconfundible signo de la vida que comienza, hurgan en nuestro ser hasta encontrar la ternura que él esconde, mostrar que constituyen la causa para hablar […]
Los rostros en los cuales el agua atenuaba los efectos de las bombas lacrimógenas se asemejan a otros rostros muy queridos. Y quizás son esos mismos rostros que, con el inconfundible signo de la vida que comienza, hurgan en nuestro ser hasta encontrar la ternura que él esconde, mostrar que constituyen la causa para hablar de futuro, y convocar el coraje, por supuesto. ¿Cómo no condenar el abuso? ¿Cómo no gritar que es imperdonable que se use la fuerza contra niños y jóvenes y que cuando en una acción de este tipo se compromete el nombre del Estado la ofensa a la sociedad es todavía mayor?
Es preciso demandar que el presidente Leonel Fernández, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, explique por qué patrullas de la Policía penetraron el martes a un liceo en San Francisco de Macorís e hirieron a varios jóvenes, y el miércoles otras patrullas dispararon en los alrededores de la escuela Enriquillo, de Santiago.
La Policía dice que investigará si salieron de las armas de sus agentes los disparos que segaron la vida al jovencito de 14 años Alex Junior Leonardo en el sector El Ciruelito, de Santiago. Pero es cierto que las patrullas lanzaron bombas lacrimógenas y dispararon con armas cortas y armas largas en los alrededores de la escuela. Indigna que, en lugar de libros, alimento y atención en salud, estos escolares hayan recibido balas del Estado?
Son víctimas del autoritarismo. La condición se hizo visible. Igual ha ocurrido durante más de una semana con haitianos y dominicanos de origen haitiano.
El presidente Leonel Fernández justificó la abominable práctica de la deportación masiva de haitianos usando para ello la gastada frase de que es una expresión de la soberanía del país. Es el mismo presidente que recientemente regresó de Estados Unidos con el anuncio de que habrá en la Región Fronteriza mayor cantidad de equipos, de asesores y de militares yanquis. ¿De qué soberanía habla?
En los operativos, por definición abusivos, hubo atropellos, cacería realizada por civiles y hasta deportación de hombres y mujeres de piel oscura a quienes los militares y los agentes de Migración no les permitieron mostrar los documentos que los acreditan como dominicanos. Bien lo sabe el señor presidente.
Y, como de abuso y autoritarismo hablamos, hay que mencionar la intención de imponer un reglamento de Espectáculos Públicos en el cual se consignaba como legal la censura previa. Muchos sectores de la sociedad se pronunciaron y, como el gobierno lo explica todo, dijo que por el cúmulo de trabajo en la Consultoría Jurídica «se colaron los planteamientos» dirigidos a reducir a cero la dosis de libertad de expresión que existe.
Sin pretender mencionar uno por uno los episodios que retratan el autoritarismo y revelan que sigue cobrando víctimas cuya condición se evidencia cuando se torna más grosero, hay que repetir que el actual gobierno ha recogido la tradición autoritarista de sus antecesores, incluyendo la costumbre del ex presidente Hipólito Mejía de apoyar expresamente el uso de la fuerza. Leonel Fernández usa otras palabras, pero el detalle no es trascendente.
En las peores manifestaciones de la tradición balaguerista, fuimos testigos hace pocos días de hechos similares a otros cometidos durante los gobiernos de Joaquín Balaguer y los del Partido Revolucionario Dominicano, y que no estuvieron ausentes en el que encabezó Leonel Fernández entre los años 1996 y 2000.
Es preciso exigir una respuesta, y no aceptar excusas envueltas en ambigua y gastada palabrería. ¿Con qué derecho disparan contra estudiantes de una escuela de Nivel Básico y contra jóvenes que cursan el Nivel Medio? ¿Quién les otorgó el derecho de matar o mutilar a nuestros muchachos? ¿Seguirán reuniendo descaro para obviar todo esto al momento de definir la democracia, la modernidad y el progreso? Sustentadores de un orden excluyente, mentirosos y abusadores. ¡Vaya siembra la de Balaguer!