Las movilizaciones de la ciudadanía en contra del Congreso y a favor de la consulta popular que pide una Asamblea Constituyente denotan hoy el desprecio hacia la partidocracia que sumergió al Ecuador en una severa crisis. Los ecuatorianos salieron por ello a las calles y protestaron en varias ciudades del país en defensa de la […]
Las movilizaciones de la ciudadanía en contra del Congreso y a favor de la consulta popular que pide una Asamblea Constituyente denotan hoy el desprecio hacia la partidocracia que sumergió al Ecuador en una severa crisis.
Los ecuatorianos salieron por ello a las calles y protestaron en varias ciudades del país en defensa de la esperanza y las promesas del presidente Rafael Correa de refundar la nación con una Constituyente que elabore una nueva Carta Magna.
Correa propugna por acabar con la formula neoliberal, impulsar el desarrollo de una economía popular y emprender profunda reformas políticas para aniquilar con la influencia de la partidocracia en las estructura de poder.
Estos ofrecimientos despertaron los ánimos de una población engañada y despreciada por la clase política oligarca, la cual votó por una reforma radical en los pasados comicios y que ayer se mostró dispuesta a luchar por su derecho a una vida mejor.
La consulta popular que llama al establecimiento de esa Asamblea Constituye es el arma principal del gobierno para, por la vía pacífica, impulsar una revolución ciudadana, que cuenta ya con el respaldo de más del 80 por ciento de los ecuatorianos.
Sin embargo, la oposición a este referendo por parte de la partidocracia, representada en el Congreso por los agrupaciones Renovadora Institucional (Prian), Social Cristiano (PSC) y Demócrata Cristianos (UDC), ahondó el desprecio de la ciudadanía.
A estas organizaciones se sumaron los diputados de Sociedad Patriótica (PSP), que reconocen la necesidad de impulsar una Constituyente, pero siempre y cuando tenga la aprobación del Parlamento.
Para los movimientos sociales, estudiantiles y formaciones políticas de izquierda, el rechazo de los legisladores al plebiscito y a una Asamblea que no responde a sus intereses, evidencia que en ese hemiciclo ocurre lo mismo de antaño.
Desde su instauración el 5 de enero pasado, el bloque mayoritario no ha hecho otra cosa que repartirse dignidades y preparar el terreno para conseguir que sus partidos tengan el control de los órganos de poder públicos.
Esas acciones, más la decisión de los parlamentarios de subirse el sueldo en mil dólares, llenó la copa de la ciudadanía que condenó la víspera a los congresistas y reclamó la consulta popular.
Correa alertó en días pasados sobre las pretensiones de esa mayoría legislativa «de negar al pueblo su derecho a cambiar la Legislación vigente, a través de la Constituyente», con lo cual -dijo- se viola la Carta Magna y «eso no es democracia».
Recordó que ellos (los diputados) rompen la Constitución, porque el Tribunal Supremo Electoral inconstitucionalmente ha mandado su pedido de consulta al hemiciclo nacional cuando solo le correspondía organizar y administrar el referendo.
Los movimientos sociales, populares y políticos amenazaron con radicalizar sus protestas si el Parlamento persiste en bloquear el plebiscito convocado para el 18 de marzo próximo.
La ciudadanía tomó ya partido con el mandatario, quien ha reiterado su promesa de impulsar las reformas siempre y cuando cuente con el apoyo de los ecuatorianos.
De este modo, la esperanza se impuso al cansancio de vivir más de una década de creciente inestabilidad, donde la corrupción y las prebendas invalidaron los espacios a la mayoría de la población.