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Apuntes para un debate sobre política y control comunitario

Educación popular, marginalidad y luchas por la educación

Fuentes: Rebelión

Situación política nacional y pertinencia del debate por la educación El gobierno de la Nueva Mayoría ha planteado al país un proyecto de reforma educacional que, desde el punto de vista de las aspiraciones generales manifestadas durante los últimos años, respondía a las interpelaciones realizadas hacia la «clase política» como responsable de los problemas estructurales […]

Situación política nacional y pertinencia del debate por la educación

El gobierno de la Nueva Mayoría ha planteado al país un proyecto de reforma educacional que, desde el punto de vista de las aspiraciones generales manifestadas durante los últimos años, respondía a las interpelaciones realizadas hacia la «clase política» como responsable de los problemas estructurales del país en esta materia. Es natural, pues, que tal reforma fuera una de las cartas fuertes para consolidar el peso electoral del nuevo referente que incluye desde el PC hasta la DC. De la misma manera, era esperable que una vez en el gobierno surgieran contradicciones derivadas de albergar políticamente a la «derecha educacional [1]«: la política de los consensos, esa que caracterizó el quehacer concertacionista por más de 20 años, se impuso nuevamente.

Paralelamente, un CONFECH fluctuante entre la negociación prematura y la instalación de una agenda estudiantil autónoma a la reforma educacional, ha estado marcado por sus diferencias internas, lo cual le ha restado incidencia política respecto a lo que se venía haciendo años antes. Es factible que, primero, las tendencias de la «derecha educacional» hegemonicen el diseño del gobierno y guarden todos los resguardos posibles por mantener las bases que les han permitido obtener beneficios a costa de un sistema educativo profundamente desigual y marginador; segundo, que los estudiantes agrupados en CONFECH y en organizaciones secundarias como ACES, no puedan sortear esta verdadera embestida política, siendo el mantenimiento de un capital político mínimo y la reconfiguración de una plataforma proyectual para pensar las luchas por la educación que vendrán los próximos años, las principales ganadas en el marco del escenario descrito.

Así mismo, en el contexto de una situación política que cruza la actividad cotidiana de todas las organizaciones de signo popular y clasista, aquellas referidas a la educación popular o de educación para la transformación social, parecieran, sin embargo, aisladas de este debate. El objetivo del presente artículo es mostrar un camino para superar la marginalidad relativa de las prácticas de educación popular y ensayar mecanismos para engarzar la construcción desde el espacio cotidiano y localizado con la vía política general y de interés nacional. Es un supuesto de este ensayo que la actividad política debe aspirar a manifestarse en el dominio de lo público (Arendt [2]) y con vocación de poder (La Savia [3]).

Procesos de educación permanente y planteamiento del problema

A estas alturas resulta repetitiva la constatación de que la educación es expresiva de disputas políticas, toda vez que es un espacio de despliegue ideológico de las diferentes clases y sectores sociales por hacer valer sus intereses. Junto con los espacios formales de educación (escuelas, liceos, universidades, centros de formación técnica y profesional, etc.), existe un cúmulo de instancias que promueven relaciones educativas (medios de comunicación, familia, iglesias y comunidades religiosas, sentidos comunes, prácticas sociales de diversa índole, etc.) que amoldan los marcos de la vida social a lo que podríamos denominar como «procesos de educación permanente«.

La educación popular o para la transformación social es parte de estos procesos, por lo que está sujeta también a las dinámicas de disputa ideológica presentes en el seno de lo social. Es por ello que la necesidad de darle una orientación a la práctica educativa es una exigencia si no se quiere cometer algunos errores que conducen al aislamiento y la marginalidad. Nuestro aporte no busca discutir con aquellos(as) compañeros(as) que no tengan pretensiones de transformar la sociedad desde una perspectiva radical, es decir, socialista, pues consideramos legítima esa posición en la misma medida que la educación popular es también un fin en sí mismo. Dirigimos estas ideas, en cambio, a aquellos(as) que comprendan que para construir otra sociedad se requiere acumular, confrontar, proponer…ser, en una palabra, alternativa de poder y transformación, y que si una de las tácticas es la educación popular, ésta debe estar situada bajo tales preceptos.

Por otra parte, existe claridad de que las tensiones que se dan a nivel de actores del conflicto por la educación son, en términos relativos, mucho más gravitantes en el corto plazo y que, por lo tanto, es perfectamente atendible que los esfuerzos políticos se centren en ello, pero no por eso, como consecuencia obligada, se deba descuidar y desatender el trabajo cotidiano y la proyección estratégica de la educación no formal. Por esta razón, a continuación argumentaremos que el control comunitario en contextos de educación no formal es posible y mostraremos por qué debe ser considerado en los diseños políticos con vocación de poder. Así mismo, entregaremos algunas reflexiones sobre cómo podría integrarse en las discusiones relativas a la realidad nacional. En definitiva en este ensayo interesa responder la siguiente interrogante: ¿por qué la educación popular puede llegar a ser una alternativa de politización y germen de un proyecto educativo emancipatorio?

¿Por qué control comunitario en educación no formal?

Otro supuesto de las concepciones teóricas que planteamos, tiene relación con que la educación es un proceso productivo y su fruto son los saberes. Sin embargo, esto posee una doble dimensión, pues, por una parte, el saber es siempre un producto social, toda vez que es una acumulación de otros saberes, ya que nunca se crea desde la nada; por otra parte, es una relación social, pues aquello que se valida o anula dependerá siempre de una correspondencia entre sujetos sociales. Por consiguiente, lo que produce la educación, sea ésta formal, no formal, emancipadora u opresora, etc., son relaciones sociales mediadas por saberes. Además, implica interacciones, posiciones para producir (profesor, estudiante, monitor, apoderado, etc.), que entrañan a su vez relaciones de poder. En conclusión, la educación es un recurso de reproducción social que establece relaciones de poder en torno a la producción de saberes y relaciones sociales.

Por tales motivos, el control comunitario no es otra cosa que la gestión de la comunidad por sobre el proceso de producción de saberes, un grupo humano que logra establecer relaciones de poder tales que le permiten ser parte organizadora, transformándose en una comunidad que se enseña a sí misma. Ahora bien, aquí no compete hablar de la espinosa cuestión del control comunitario en educación formal, de seguro habrán quienes estén más capacitados para ello. En cambio, nos limitaremos a esbozar algunos rasgos y orientaciones que, estimamos, pueden servir de guía para comprender-hacer el control comunitario en contextos no formales.

Un primer elemento es el territorio de y para la comunidad, el cual es aquí entendido como un espacio conformado por las relaciones de una comunidad productora de saberes para su desarrollo político transformador. Esto quiere decir que tiene que existir una intencionalidad, un actuar con la voluntad de estar educándose para crear otros lazos entre sujetos, es decir, confluir esfuerzos para cambiar la realidad con un sentido de justicia y solidaridad.

Segundo elemento, la pertinencia de contenidos respecto a necesidades de la comunidad. El control comunitario debe ajustarse, en la medida que apuesta por ser fuerza con vocación política, a volverse una práctica cotidiana que apunte a resolver necesidades, vale decir, que sea de utilidad efectiva. Así, se identifican al menos cinco grupos de factores que visibilizan carencias a las que se puede abocar el control comunitario:

a) Organizativas: el control comunitario es un tipo de organización que viene a responder a la desarticulación de lazos y redes sociales que desde la Dictadura cívico-militar se han promovido. El tejido social popular es una necesidad, pues entrega al pueblo mayores posibilidades para afrontar en conjunto los continuos abusos a los que es sometido, así como también permite encontrarse para desarrollar alternativas comunitarias para mejorar las condiciones de vida.

b) Reivindicativas: si la organización es expresión del encuentro, las reivindicaciones permiten articular fuerzas, darle motivos de lucha a la comunidad. Responder a la falta de objetivos compartidos, identificar quiénes y cómo propician las malas condiciones de vida, son posibles soluciones a la despolitización social y la pérdida de poder de las comunidades. Por ejemplo, articular petitorios, organizar asambleas, comités de lucha, movilizaciones, actividades de beneficencia, etc., son tareas que contribuyen a la carencia de reivindicaciones sociales que aglutinen y den justificación a la vida comunitaria.

Psico-sociales: un sinnúmero de enfermedades, dolencias o problemas sociales, están asociados a la carencia de espacios de interacción, goce y esparcimiento. Sin duda, desde una sociedad que busca mercantilizar todo, las instancias para compartir que se impulsan, están permeados de excesos o falsas necesidades, como los «malls», por ejemplo. De esta manera, responder a la necesidad de un desarrollo psico-social no alienante, en donde el ser humano sea protagonista, en vez de su dinero y capacidad de a) compra, es pertinente de acuerdo al estado de la sociedad en general, indesmentiblemente afectada en estos ámbitos.

b) Politización de lo social y socialización de lo político: si hay una carencia a la que hay que apuntar quienes adscribimos al principio de construcción de poder popular, es a la que tiene relación con la «expropiación» de la política por parte de las clases y sectores dominantes de la sociedad. La tarea, en este sentido, es doble: primero, se requiere dotar de un significado político la práctica que se da desde la comunidad, segundo, arrebatar el monopolio de lo político a las clases dominantes, socializando lo político, ampliando los marcos de participación e incidencia en las grandes decisiones concernientes a las mayorías. Se trata, pues, que la acción comunitaria traslade lo político a lo social (organizando, reivindicando, confrontando, etc.) y decidirse, por lo mismo, a disputar el control de la política.

c) Soberanía y autonomía respecto a centros de poder: la soberanía y la autonomía de la comunidad se expresa al momento de darse a sí misma mecanismos de poder, pero también cuando se propone la confrontación con los poderes del Estado, fuerzas del capital o cualquier otra institución que resguarde la reproducción del sistema capitalista.

Ninguna de estas preocupaciones puede quedar despreocupada por el diseño de control comunitario. Ahora bien, la problemática se inicia al momento de unir las preocupaciones sociales y políticas con las prácticas educativas mismas, ya que no siempre se puede abordar en ellas estas necesidades. Ante tal dilema, lo más adecuado es concebir la construcción en perspectiva, esto es, incorporando gradualmente respuestas a las necesidades aquí esbozadas, pero siempre entendiendo el ritmo del proceso. Lo importante de constatar, es, en primer lugar, no perder de vista la orientación estratégica de la educación popular y, en segundo lugar, que aquellas relaciones y saberes que produzca la educación popular deberán ajustarse a tales necesidades, para contribuir a entregársele utilidad y pertinencia, por lo mismo, una dirección con vocación política que aspire a no ser marginal.

Como tercer elemento, es el fortalecimiento de la conciencia de clase, toda vez que la organización de una comunidad que comprende que su condición es resultado de una situación social histórica, que hay clases sociales cuyos intereses se contraponen y enfrentan tanto en lo cotidiano-privado como en lo público, o que constatan que la educación posee una dimensión ideológica y que por lo mismo hay grupos que buscan hegemonizar y conducir los procesos de educación, etc., es porque se asume la pertenencia a un clase, la cual da sentido a la acción y el reforzamiento de los lazos comunitarios para hacer frente a las circunstancias que como clase viven. De la misma manera, el poder de gestionar y decidir es expresión de una conciencia clasista embrionaria pero que, al fin y al cabo, es parte de los pasos iniciales necesarios para desencadenar los cimientos de otra sociedad.

De la necesidad de alianzas en el ámbito de la lucha por la educación  

Hemos dicho que la mantención de espacios-isla en cuanto a la educación popular es estéril cuando lo que se propone una organización es desencadenar un proceso de transformación profundo. Es deseable, pues, que para ello se adquieran una serie de tareas de politización, en las que el control comunitario de la producción de saberes y relaciones cobre un papel central. Para ello, el diagnóstico de necesidades comunitarias y el anhelo de resolverlas, se convierte en motor y hoja de ruta. También, el desarrollo de esta actividad desde una perspectiva de clase, asumiendo a su vez lógicas de construcción territorial, forman parte de los elementos constitutivos del control comunitario en contextos de educación no formal.

Ahora bien, otro método de superar paulatinamente las prácticas marginales de educación popular, ligado con dotarla de una proyección estratégica con vocación de poder, es el vincular intencionada y sistemáticamente su quehacer con la realidad nacional. Así, al norte de una política de signo anticapitalista debe añadirse el criterio de unidad de quienes luchan. Distintos conflictos se viven simultáneamente a nivel nacional y es posible y deseable que en algún momento los esfuerzos converjan, por lo que el incremento y acumulación de fuerza social es de vital importancia en ese trance. De esta manera, la necesidad de buscar y resaltar los puntos en común con otras luchas, es la condición necesaria para el fortalecimiento de alianzas que ayuden a superar la práctica aislada de la educación popular.

Del mismo modo, la disputa que a nivel nacional se ha desenvuelto en torno a la educación, su financiamiento, administración, carácter, etc., ha estado marcado por un tono cuantitativo, y es conveniente que así sea cuando el mercado es el eje regulador, pero no podemos desatender el potencial de aporte cualitativo que la educación en contextos no formales puede entregar a futuro. El problema está en que no existe una práctica sistemática y permanente en ese sentido, por lo cual no se puede hablar de que es en este minuto una alternativa efectiva. Por lo tanto, otra de las tareas consiste en otorgar coherencia, permanencia, sistematicidad y proyección estratégica a la educación popular, para poder interactuar con los problemas y ocupaciones de interés nacional. En nuestra argumentación, estimamos que ahondar en las posibilidades del control comunitario es una apuesta posible de mejorar de cara a la intención de incidir en los debates nacionales, sobre todo por su potencial movilizador y politizador que pone en cuestión, a través de prácticas concretas, la hegemonía ideológico-educativa que las clases dominantes ejercen sobre el conjunto de la sociedad.

Notas:

[1] Ver profundización de este concepto en Opech. (Agosto del 2012). El proyecto educativo del complejo religioso empresarial (…). Diatriba. Revista de Pedagogía Militante, Nº2, 34-43.

[2] Arendt, Hannah. (2007). La Condición Humana. Barcelona: Paidós.

[3] La Savia. (2014). Principios Políticos. 2014, de la Savia Sitio web: http://es.scribd.com/doc/224843425/Principios-Politicos-La-Savia

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