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EE.UU aumenta sus amenazas contra Pakistán

Fuentes: WSWS/Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


El Secretario de Defensa de EE.UU., Robert Gates, advirtió a las autoridades paquistaníes que las relaciones entre EE.UU. y Pakistán serán puestas en peligro a menos que Islamabad preste atención a las admoniciones estadounidenses y reprima sangrientamente una creciente insurgencia islamacista que ha sido alimentada por la ocupación de Afganistán por EE.UU.

Hablando el jueves en Camp Lejeune en Carolina del Norte, Gates declaró: «Es importante que no sólo la reconozcan [la amenaza], sino que emprendan acciones apropiadas para encararla.» La acción contra la milicia islamista, dijo Gates, es «central para nuestra futura cooperación con el gobierno en Islamabad.»

Las observaciones de Gates forman parte de un aluvión de declaraciones de esta semana por parte de funcionarios del gobierno de Obama, generales del Pentágono, y dirigentes del Congreso de EE.UU., en las que acusan al gobierno y a los militares de Pakistán de apaciguamiento hacia los talibanes.

El disparador inmediato para el aumento de la presión sobre Islamabad fue la pérdida de control del gobierno paquistaní sobre el distrito Buner de la Provincia de la Frontera Noroeste, que está a sólo 100 kilómetros al noroeste de Islamabad, a entre cuatrocientos y quinientos insurgentes islamacistas. Pero los funcionarios estadounidenses, comenzando por el propio presidente Obama, han estado presionando durante meses a las autoridades paquistaníes para que hagan más para apoyar la pacificación de Afganistán, afirmando que las regiones fronterizas de Pakistán constituyen un «refugio» para los talibanes y que para que EE.UU. se imponga en la guerra afgana, debe ampliarla a Pakistán. Una preocupación crucial para el Pentágono es la creciente cantidad de ataques contra rutas de aprovisionamiento paquistaníes que transportan unos 80% del alimento, el combustible y el armamento consumidos por la fuerza de ocupación estadounidense en Afganistán.

El miércoles, la Secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, reprendió al gobierno de Pakistán por «abdicar ante los talibanes y los extremistas.»

«No podemos subestimar la seriedad de la amenaza existencial posada al Estado de Pakistán por los continuos avances que ahora llegan a unas horas de Islamabad, por un grupo flojamente confederado de terroristas y otros que buscan el derrocamiento del Estado paquistaní,» dijo Clinton al Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de EE.UU.

El jueves por la mañana, Obama tuvo una reunión de emergencia con la asistencia de Clinton, el vicepresidente Joe Biden, y Richard Holbrooke, enviado especial de EE.UU. a Afganistán y Pakistán, para discutir las relaciones entre EE.UU. y Pakistán y los recientes eventos en Pakistán.

Hablando con periodistas después de la reunión, el Secretario de Prensa de la Casa Blanca, Robert Gibbs, dijo que el gobierno está «extremadamente preocupado,» agregando que Pakistán «es algo que ocupa gran parte del tiempo del presidente.» «Lo que ocurre en Pakistán y Afganistán,» dijo Gibbs, «es el enfoque político central de este gobierno.»

Manteniendo una estrategia de agresión ilegal y unilateral comenzada bajo el gobierno de Bush, Washington organiza regularmente ataques con misiles de aviones sin tripulación dentro de Pakistán. A comienzos de este mes, Holbrooke y el jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., almirante Mike Mullen, presionaron sin éxito a Islamabad para que acepten operaciones conjuntas con fuerzas de EE.UU. dentro de Pakistán.

Según Holbrooke, Pakistán y no Afganistán figurarán arriba en el orden del día cuando Obama reciba una cumbre trilateral de los presidentes de EE.UU., Afganistán y Pakistán el 6 y 7 de mayo. La cumbre, dijo Holbrooke, «fue concebida en una atmósfera que ahora ha cambiado significativamente, y el enfoque es cada vez más sobre Pakistán.

En las últimas semanas, conocedores del gobierno de Obama, generales del Pentágono, y antiguos estrategas del imperialismo de EE.UU. como Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski han estado haciendo declaraciones cada vez más apocalípticas sobre el futuro de Pakistán. Se ha sugerido repetidamente que ese Estado con armas nucleares de 170 millones podría pronto despedazarse siguiendo líneas nacionales-étnicas o caería en gran parte, si no en su totalidad, bajo el control de fundamentalistas islámicos contrarios a EE.UU.

Nacido de la partición reaccionaria, instigada por los imperialistas británicos, del subcontinente indio, Pakistán es ciertamente acosado por múltiples crisis interconectadas – crisis que las rapaces políticas del imperialismo de EE.UU. exacerban enormemente.

Decidido a imponerse en la guerra afgana, para afirmar la dominación en Asia Central rica en petróleo, Washington exige que Islamabad subordine cada vez más sus intereses a los de EE.UU. Para la elite paquistaní esto representa una doble amenaza: las políticas que EE.UU. ha impuesto a Pakistán son muy impopulares, desacreditando aún más a un sistema político corrupto y fundamentalmente antidemocrático y alimentando el descontento social; también están en conflicto con importantes elementos de la estrategia de Pakistán para enfrentar a su archirrival India.

La mayoría del pueblo paquistaní se opone correctamente a la ocupación de Afganistán por ser una guerra depredadora – sólo tiene que recordar el apoyo entusiasta del gobierno de Bush para el dictador general

Prevez Musharraf. Sin embargo, Washington insiste en que los militares paquistaníes pongan las regiones fronterizas del país bajo una ocupación militar cada vez más dura. Los métodos brutales de pacificación al estilo colonial que los militares paquistaníes han empleado en repetidas ofensivas en las Áreas Tribales bajo Administración Federal (FATA, por sus siglas en inglés) sólo han enardecido a la población local, atizado el nacionalismo pastún, y causado serias divisiones dentro de las filas del ejército, muchos de cuyos soldados proceden del campesinado pastún.

Washington también apoya plenamente las medidas dictadas por el FMI para «estabilizar» la economía paquistaní, incluida la eliminación de los subsidios a la energía, los recortes a los gastos sociales, y la privatización, lo que sólo aumentará los sufrimientos de los trabajadores del país.

Los medios de EE.UU. se ven obligados a aceptar que Washington es vituperado por el pueblo paquistaní, pero por cierto no pueden y no quieren explicar el por qué: el patrocinio por EE.UU. de una sucesión de dictaduras militares de derecha; su uso de Pakistán como un peón en su estrategia geopolítica, que proviene de los primeros días de la Guerra Fría; su manipulación cínica de los dólares de ayuda, matonaje y amenazas; y su implacable presión para una guerra generalizada de contrainsurgencia en amplias áreas de Pakistán.

Hillary Clinton, en su testimonio en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara del miércoles pasado, hizo una referencia indirecta al orden social brutalmente desigual que EE.UU. ha ayudado a mantener en Pakistán y que ayuda a alimentar la insurgencia anti-EE.UU. y contra el gobierno en la región fronteriza empobrecida vecina a Afganistán. «El gobierno de Pakistán,» dijo Clinton, «… debe comenzar a cumplir con los servicios gubernamentales, de otra manera van a perder ante los que se presentan y afirman que pueden resolver los problemas de la gente…»

Las autoridades paquistaníes minimizaron inicialmente la «talibanización» de Buner. Recién la semana pasada, la Asamblea Nacional de Pakistán votó unánimemente a favor de un «acuerdo de paz» con la milicia islamacista, que durante dos años había luchado intermitentemente contra las fuerzas de seguridad paquistaníes en el adyacente Valle Swat. Según este acuerdo, en seis distritos de la División Malkand de la Provincia de la Frontera Noroeste, incluido Buner, regirá una forma islámica estricta de la ley sharia. El acuerdo incluye que los milicianos islamacistas en el Valle Swat entreguen sus armas a las autoridades. En lugar de hacerlo, muchos de ellos se fueron a Buner este miércoles, obligaron a los policías locales a refugiarse en estaciones de policía, y tomaron el control de un importante lugar sagrado.

Como reacción, el gobierno paquistaní envió a menos de 150 Policías Fronterizos. El primer contingente fue obligado a retirarse después de ser atacado en una emboscada en la que murieron dos policías.

Pero el jueves, como reacción a la presión de EE.UU., el gobierno y los militares prometieron que no permitirían que se cuestionara el orden jurídico del gobierno paquistaní. El primer ministro Yousaf Raza Gilani dijo que se revisaría el acuerdo del Valle Swat si continuaban los desafíos a la autoridad gubernamental. «Nos reservamos el derecho de decidirnos por otras opciones si la talibanización continúa,» dijo Gilani.

El jefe del ejército, general Ashfaq Kiyani prometió que los militares «no permitirán que los militantes dicten condiciones al gobierno o impongan su modo de vida a la sociedad civil de Pakistán» y dijo que la pausa en las operaciones del ejército contra la milicia islamacista estaba orientada a dar «a las fuerzas reconciliadoras una oportunidad [y] no debe ser considerada como una concesión a los milicianos.»

Al mismo tiempo, Kiyani denunció los «pronunciamientos de potencias extranjeras que expresan dudas sobre [el] futuro de Pakistán.»

Los talibanes paquistaníes dijeron el viernes que se retiraban de Buner, y la televisión paquistaní transmitió un vídeo sobre su retirada.

Hay informes de que pronto se ordenará a los militares paquistaníes, a pesar de ello, que desarmen a la milicia pro-talibán o la expulsen del Valle Swat.

A pesar de todo, las tensiones entre EE.UU. y la elite paquistaní seguirán siendo muy elevadas. La ‘oleada afgana’ del gobierno de Obama – la casi duplicación a 65.000 del personal militar en Afganistán – resultará en una masiva escalada del derramamiento de sangre en Afganistán que inevitable se rebalsará hacia Pakistán e incitará a más oposición por parte del pueblo paquistaní.

La elite paquistaní, mientras tanto, está amargamente resentida por la floreciente cooperación estratégica entre EE.UU. e India. Esa cooperación ha significado un aumento de las ventas de equipamiento militar avanzado a India y que Washington haya levantado un embargo del comercio nuclear civil internacional con India, lo que permitirá a India la concentración de los recursos de su programa nuclear indígena en el desarrollo de armas.

Funcionarios del gobierno de Obama han exigido repetidamente que Islamabad trasfiera tropas de su frontera oriental con India a las regiones fronterizas con Afganistán, mientras repudian públicamente sugerencias anteriores de que podrían presionar a India para que haga concesiones a Pakistán respecto a Cachemira.

Para disgusto de Islamabad, India, con pleno apoyo de Washington, ha emergido como un proveedor crucial de ayuda económica y entrenamiento militar al gobierno afgano impuesto por EE.UU. En una declaración que sólo puede haber enfurecido a la elite paquistaní, Clinton afirmó el miércoles que India juega un papel esencial en la ayuda a EE.UU. en Afganistán y Pakistán. «EE.UU.,» dijo al Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara, «progresa en su relación con India como parte de una amplia agenda diplomática para enfrentar los sobrecogedores desafíos coronados por la situación en Pakistán y Afganistán.»

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Keith Jones es un colaborador frecuente de Global Research.

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=13345