Si el presidente estadounidense Barack Obama quiere ubicarse «en el lado correcto de la historia» durante la actual Primavera Árabe, su reacción ante la situación en Bahrein no es la más adecuada para lograrlo, coinciden analistas y comentadores en Washington. Su administración ha condenado abiertamente la represión en Siria y en Yemen -sin mencionar a […]
Si el presidente estadounidense Barack Obama quiere ubicarse «en el lado correcto de la historia» durante la actual Primavera Árabe, su reacción ante la situación en Bahrein no es la más adecuada para lograrlo, coinciden analistas y comentadores en Washington.
Su administración ha condenado abiertamente la represión en Siria y en Yemen -sin mencionar a Libia, donde Obama directamente pidió un cambio de régimen-, pero permanece llamativamente reservada en el caso de las duras medidas aplicadas por la monarquía sunita de Bahrein contra la mayoría chiita y prominentes figuras pro-democráticas.
Las únicas críticas llegaron luego de varias semanas en boca de la secretaria de Estado (canciller), Hillary Rodham Clinton, quien el martes llamó a un «proceso político» que defendiera «los derechos y las aspiraciones de todos los ciudadanos de Bahrein». También señaló que «la seguridad por sí sola no podía resolver los desafíos» que afrontaba la monarquía.
Más de una veintena de personas han muerto en Bahrein a manos de las fuerzas de seguridad desde que el gobierno declaró la ley marcial el 15 de marzo, mientras que otras 400 han sido arrestadas o están desaparecidas, según grupos internacionales de derechos humanos. Tres detenidos murieron bajo custodia, al menos uno aparentemente por «horrendos abusos», señaló el martes Human Rights Watch (HRW).
El fin de semana pasado, HRW acusó al régimen de crear un «clima de temor», particularmente en barrios y aldeas chiitas donde se realizan redadas nocturnas, al parecer destinadas a infundir miedo entre los residentes, en su mayoría pobres.
Médicos, abogados y activistas por los derechos humanos no se han librado de la represión. La prensa crítica al gobierno ha sido silenciada, administradores de blogs detenidos, periodistas locales llevados a juicio y reporteros extranjeros desterrados.
Incluso estrellas de fútbol han sido expulsadas del equipo nacional y arrestadas por haber participado de las protestas pacíficas.
«Las cosas empeoran, tanto en cantidad como en calidad», según Toby Jones, experto en países del Golfo para la estadounidense Universidad Rutgers. «Parece que a todos los niveles -desde denuncias de torturas hasta informes de arrestos masivos-el régimen no sólo ha continuado con la represión, sino que la ha intensificado».
«Aunque la justifica señalando que restaura la ley y el orden, lo que parece hacer es una venganza. Esa es la única forma de explicar la gravedad de la situación», añadió.
Sin embargo, en la Casa Blanca prevalece el silencio, lo que para muchos observadores sugiere que Obama consiente, si no respalda, lo que está ocurriendo.
Esta impresión se fortaleció cuando el secretario de Defensa, Robert Gates, visitó Arabia Saudita la semana pasada en un aparente esfuerzo por reparar los lazos diplomáticos, afectados por el apoyo de Washington a la expulsión del presidente egipcio Hosni Mubarak en febrero y su oposición inicial al despliegue el 14 de marzo de unos 1.500 soldados sauditas y emiratíes en Bahrein con la intención de apoyar al régimen del rey Hamad bin Isa Al-Khalifa.
Tras una reunión con el rey Abdalá de Arabia Saudita, Gates señaló por primera vez tener «evidencia de que los iraníes intentaban explotar la situación en Bahrein».
Esta declaración contrastó abiertamente con su rechazo durante su última visita al Golfo (tres días antes de que se adoptara la ley marcial en Bahrein) a las acusaciones de Riyadh y Manama de que Teherán estaba detrás de las protestas chiitas.
Además, cuando se le preguntó si había hablado con el rey Abdalá sobre la presencia de tropas sauditas en territorio bahreiní, Gates respondió con un seco: «No». El jefe del Pentágono también aseguró que Washington no tenía intenciones de mudar su base naval de Bahrein, sede de la Quinta Flota.
El silencio de Washington sobre la represión en Bahrein parece motivado por dos consideraciones estratégicas: mantener su base y otras instalaciones militares en el pequeño reino y preservar las buenas relaciones con Arabia Saudita, que claramente ve a las protestas pro-democráticas allí como parte de una lucha con Irán por la hegemonía regional.
«Bahrein es como Cuba para ustedes», dijo el miembro de una delegación del Majlis al-Shura, el consejo asesor del rey saudita, que se reunió con funcionarios y expertos de Estados Unidos en Washington la semana pasada para explicar la postura de Riyadh en la situación regional.
«Irán está usando a los chiitas como una herramienta de política persa», dijo otro. «Las más importantes instalaciones petroleras y petroquímicas en Arabia Saudita están a 60 millas de Bahrein. No tenemos opción», añadió.
Pero el silencio de Obama podría terminar siendo un disparo por la culata en varios niveles, según analistas en Washington, que expresaron su esperanza de que el viaje que hará esta semana su consejero de seguridad nacional, Tom Donilon, a Arabia Saudita y a Emiratos Árabes Unidos envíe un mensaje muy diferente al de los comentarios de Gates de la semana pasada.
Si la represión se intensifica bloqueando toda posibilidad de una significativa reforma política que le dé una parte del poder a la población chiita –que representa entre 60 y 70 por ciento de los habitantes de Bahrein– las protestas se radicalizarán, alertó Jones.
«No creo que hayamos pasado aún el punto de no retorno, donde la radicalización de los chiitas pase a ser permanente, pero no estamos lejos», dijo a IPS. «El viaje de Donilon podría ser el momento oportuno para que la Casa Blanca sea más insistente, pero el mensaje debe ser enviado en forma más urgente que ahora».
El blog de Jim Lobe sobre política exterior puede ser leído en http://www.lobelog.com.