El Ejército paquistaní aseguró haber acabado con la resistencia en la Mezquita Roja tras más de 25 horas de enfrentamientos y con un balance provisional de muertos que se acerca a los 300. Las tropas rastreaban estancia por estancia la escuela coránica femenina en busca de minas y bombas sin estallar. Fuentes del Gobierno admitieron […]
El Ejército paquistaní aseguró haber acabado con la resistencia en la Mezquita Roja tras más de 25 horas de enfrentamientos y con un balance provisional de muertos que se acerca a los 300. Las tropas rastreaban estancia por estancia la escuela coránica femenina en busca de minas y bombas sin estallar. Fuentes del Gobierno admitieron que no había información sobre la presencia de extranjeros entre los rebeldes.
Aunque la cifra oficial de muertos del asalto al complejo religioso que alberga la Mezquita Roja en Islamabad es de al menos 79 rebeldes islamistas y una docena de soldados, una fuente de los servicios secretos paquistaníes que pidió no ser identificada aseguró a primera hora de la tarde a Efe que calculaba que las bajas superaban los 200 y que entre ellas había, además, unos 125 estudiantes entre las víctimas mortales.
La cifra se quedó corta a medida que pasaban las horas y se procedía a la retirada de los cadáveres del recinto, ya que una fuente de los servicios de inteligencia paquistaníes aseguró a la misma agencia que al menos 286 cadáveres fueron sacados de allí y trasladados a unos almacenes con depósitos frigoríficos para proceder a su entierro durante la noche. Además, durante los ocho días de enfrentamientos se produjeron varias decenas de muertos más, con lo que el número final superará de largo los trescientos muertos.
Cientos de trabajadores se afanaban por excavar una fosa común en un cementerio de Islamabad para enterrarlos.
«Peinado y limpieza»
El portavoz del Ejército de Pakistán, Waheed Arshad, dio ayer por concluida la operación contra los rebeldes atrincherados en el recinto religioso, después de más de 25 horas de enfrentamientos tras el asalto iniciado en la madrugada del martes y dijo que no podría dar una cifra oficial del número de bajas hasta que se completara la fase de «peinado y limpieza» del complejo, que estaba aún en marcha. Según informó, efectivos del Ejército registraron el lugar, habitación por habitación, en busca de minas, explosivos y otro tipo de armamento. Además, señaló que tras la limpieza del recinto, se permitiría la visita -prevista en un principio para ayer- de los periodistas.
Uno de los fallecidos durante el operativo militar es el clérigo y líder de los resistentes, Abdul Rashid Ghazi, cuyo cuerpo fue trasladado hasta su localidad natal, Rojhan Abdullah, para su entierro, al que también será llevado su hermano, Abdul Aziz, detenido el pasado miércoles cuando trataba de abandonar la mezquita ataviado con un burka. Su familia rechazó el traslado de Ghazi al asegurar que el fallecido quería ser enterrado en Islamabad junto a su padre, opción que descartó el Gobierno por temor a que su tumba se convirtiera en lugar de culto.
Según la versión oficial, Ghazi murió el martes en la escuela coránica Jamia Hafsa, adyacente a la mezquita, durante el fuego cruzado entre las tropas paquistaníes y los atrincherados, que querían impedir la rendición del clérigo, y que también murieron. Sin embargo, varios responsable de seguridad indicaron que el cuerpo de Ghazi fue encontrado en la planta baja de la escuela femenina con dos heridas de bala y que no respondió cuando se le instó a rendirse, por lo que «los soldados volvieron a disparar y, a continuación, le encontraron muerto».
Antes del asalto, el Gobierno dijo que en la mezquita resistían unas decenas de islamistas armados que mantenían como rehenes a entre 300 y 500 mujeres y niños, pero después sólo informó de la salida del recinto de unos 80 de ellos.
Fuentes del Gobierno manifestaron al canal GEO TV que «hasta el momento» no había información sobre la presencia de extranjeros entre los radicales, pese a que sus servicios de inteligencia había apuntado a la presencia de militantes uzbecos, chechenos y árabes, además de docenas de «yihadistas» vinculados a Al Qaeda.
El primer minitro, Shaukat Aziz, advirtió de que el Ejecutivo no tolerará más el uso de madrassas para promover «ideas extremistas», aunque afirmó que seguirá apoyando la enseñanza religiosa.
El presidente golpista Musharraf espera una contundente reacción de los islamistas.
Las principales ciudades del país han sido escenario de manifestaciones de protesta durante los nueve días que duró el asedio a la Mezquita Roja. Al grito de «Musharraf es un perro», miles de personas salieron ayer a las calles de Peshawar, cerca de la frontera con Afganistán.
El lunes pasado, decenas de miles de miembros de tribus armadas en la zona fronteriza juraron vengar a los «mártires». El Ejército ha enviado tropas suplementarias a esta región. Ello no impidió un atentado ayer mismo, que se saldó con al menos cinco soldados heridos.
«La resistencia que han opuesto hasta hora los islamistas a los comandos del Ejército podría no ser más que un aperitivo que muestra de lo que son capaces», alerta Fateh Mohamad Burfat, responsable del departamento de criminología de la Universidad de Karachi (sur).
Las advertencias son crecientes. «Si Musharraf puede demoler las mezquitas y las madrassas para satisfacer a los infieles americanos, todos los alumnos de las madrasas, los religiosos e incluso los musulmanes moderados deberían salir a la calle a acabar con la dictadura», sentenció Qari Sher Afzal, alto responsable de la principal de las formaciones islamistas, Muttahida Majlis-e-Amal.
Los observadores aseguran que los islamistas se enfrentarán a cualquier tentativa de Musharraf de utilizar la crisis para acabar con el islamismo en todo el país, en particular en las zonas tribales pastunes fronterizas con Afganistán.
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