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Consecuencia del viaje de Putin a Irán

El cese de Lariyani, el ultimo freno de una guerra anunciada

Fuentes: Rebelión

Mientras el periódico ingles The Guardian dice que el bombardeo de Irán es inminente, el ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner afirma que habría que prepararse para lo peor, y G. Bush deja sonar las malditas palabras de «Tercera Guerra Mundial», Ahamadineyad cesa a Alí Lariyani el jefe de los negociadores iraníes con el Occidente. […]

Mientras el periódico ingles The Guardian dice que el bombardeo de Irán es inminente, el ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner afirma que habría que prepararse para lo peor, y G. Bush deja sonar las malditas palabras de «Tercera Guerra Mundial», Ahamadineyad cesa a Alí Lariyani el jefe de los negociadores iraníes con el Occidente. El desencadenante, el viaje de Putin a Irán. Pues, el jefe del Estado ruso se presentó en Teherán-tras un encuentro con Olmert, Sarkozi, Merkel y Rice-, para transmitir a los lideres iraníes el ultimátum del Occidente: o suspendéis todas las actividades nucleares inmediatamente o preparaos para una agresión militar. De paso, el propio Putin había ofrecido su propuesta «secreta» -que sin haber sido revelada por las partes, se infiltró en la prensa iraní: enriquecer el uranio en el territorio ruso a través de una empresa conjunta con Irán para el uso de su combustible por los iraníes. Una oferta que al parecer aseguraba los derechos nucleares de Teherán al mismo tiempo que garantizaba el uso pacífico de la tecnología nuclear por su parte. A cambio de las gestiones de Rusia para desalentar a los occidentales a agredir el país asiático, éste debería renunciar al 89% de su derecho sobre el Mar Caspio, con sus 660 mil millones de barriles, siendo la tercera reserva del petróleo y gas del planeta.

Si bien Alí Lariyani estaba en favor de la suspensión, aunque provisional, del programa nuclear, el paquete ofrecido por Putin era tan escandaloso para la opinión publica de Irán que el mandatario ruso se marchó de la cumbre de Teherán con las manos vacías dejando atrás un país al borde de una guerra que parece inevitable por momentos.

La «Doctrina Putin»

Del mismo modo que la «Doctrina de Monroe» sirvió para la expansión de la supremacía que los Estados Unidos sobre América, el presidente Veladimir Putin mira al Caspio y Asia Central como la zona de influencia vital e irrenunciable de Rusia, y dirige sus gestiones hacia la recuperación del papel que tuvo la Unión Soviética en esta estratégica enclave del mundo.

Todo el discurso de Putin en Teherán estaba encaminado a recobrar su soberanía sobre este gran lago, aprovechando el momento de máxima debilidad y asilamiento de Irán en la escena internacional. «Hacer leña del árbol caído» es lo que deben haber pensado las autoridades iraníes ante la propuesta grosera del lider de Kremlin que además, en ningún momento garantizó la defensa de Irán ante una intervención militar de EEUU y sus aliados, ni siquiera se comprometió en terminar la construcción de la planta nuclear de Bushehr. «Sólo le hice promesas a mi madre cuando era adolescente», fue su respuesta a la pregunta de un periodista iraní que le pidió que se comprometiera en cumplir el contrato (¡la misma planta que se supone que está produciendo la bomba nuclear, resulta que ni está terminada, y por lo tanto, ni en marcha!).

La política de Putin respecto a esta central nuclear es «matar el tiempo» y esperar a ver qué pasa. Ni la termina, por las presiones del Occidente, ni abandona el proyecto, por sus suculentos beneficios económicos que le aporta.

Las duras críticas de los historiadores, lideres de la opinión publica en Irán y numerosos diputados del majles, el parlamento, al posible «pre disposición» del gobierno a aceptar la propuesta del líder de Kremlin en tales circunstancias han sido otro factor para empujar a Ahamadineyad a descartar cualquier otra posibilidad de acuerdos con el Occidente.

Mahmud Mohamamdi, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento ha lamentado que el gobierno iraní no invitara a ningún diputado para vigilar los intereses del país en aquel encuentro y advirtió de otro tratado cuya consecuencia puede perjudicar a los intereses nacionales de Irán sin conseguir nada a cambio. Mohammadi se refería al tratado de Turkmanchai (1828) firmado por Rusia e Irán tras varias guerras en el que Rusia no sólo controlaba de forma exclusiva el Caspio, sino que Irán perdía todo el Cáucaso, Azerbaiyán Chechenia, Daguestán y Armenia.

Con la llegada de Lenin al poder empieza una nueva era en las relaciones de ambos países, y el gobierno bolchevique firma el acuerdo del 1921 con Irán, por el que éste país consigue el derecho al 50% del superficie, subsuelo y el especio aéreo de mar caspio. Con la desintegración de la URSS y la formación de nuevos Estados los 6500 kilómetros de las costas del Caspio, se han repartido de siguiente manera: Turkmenistán 1768 km, Rusia 1355, Azerbaiyán 820, Kazakistan 190 e Irán 657 km, o sea Irán se quedaría con menos costas, con el agravante de que éstas son las menos profundas del mar, lo que aumentaría de forma considerable los costos de la extracción de su petróleo y gas . Motivo por los que hasta el momento las compañías petroleras no han demostrado interés en participar en los proyectos de la explotación de hidrocarburos de esta zona.

En 1991 la Comunidad de Estados Independientes acuerdan respetar los compromisos entre la URSS e Irán en el Mar Caspio, lo que significaba mantener los 50 por ciento de la parte iraní.

Sin embargo, poco a poco, aquellos países cambiaron de rumbo y en la reunión de los primeros ministros de los países ribereños en 1996 en Azerbaiyán quedan cuestionados los derechos de Irán.

Rusia pretende que Irán se quede con el 11% de este gran lago. Humillante para un gobierno que reclama ser reconocido como la potencia regional.

Además, la propuesta de enriquecer el uranio en el suelo ruso es la misma que Moscú lanzó hace dos años y ni el Occidente ni Irán la aceptaron. A Rusia éste conflicto de «baja tensión» contra Irán -siempre que no vaya a más- le va bien por varios motivos: la salida de Iran del mercado de gas y de petróleo le abre la posibilidad de ocupar el vacío que deja en el mercado; empuja la subida de los precios de hidrocarburos; rearma a Irán mientras los occidentales hacen lo mismo con los países árabes e Israel, y de paso resta fuerzas a la República Islámica ante la posibilidad de las injerencias de éste país en las republicas musulmanas ex soviéticas, en las que Moscú ya está recuperando sus posiciones.

La hora de Ahamadineyad

Al jefe del ejecutivo iraní le resulta casi imposible dar marcha atrás en el programa nuclear. Pues, ha unido su suerte a sus dos consignas electorales: el de llevar a la mesa de los desheredados los beneficios del petróleo, y el defender los derechos de la nación iraní ante las grandes potencias mundiales a diversificar sus fuentes de energía. En cuanto a la primera, ve que la situación económica, a pesar de la imparable subida del precio del petróleo, es más parecido a una aguda crisis estructural, con una inflación galopante y millones de jóvenes en paro. Por lo que decidió la semana pasada sacrificar a dos ministros claves de su gabinete: el de la industria y el del petróleo, responsabilizándoles del descontento popular y el retraso en el pago de los sueldos de decenas de miles de trabajadores de las fábricas del sector público. Ahora le queda la segunda, en la que cuenta con el patriotismo y el nacionalismo profundamente arraigados en los ciudadanos iraníes, quienes viven en los recuerdos de cuando su país era el primer imperio del mundo.

Aunque el precio sea una guerra de consecuencia imprevisibles, Ahamadineyad tiene otro problema: se acercan las elecciones presidenciales y ve cómo sus dos enemigos, el neo conservador Hashemi Rafsenyani y el reformista Mohammad Jatami se han unido en una gran alianza para desbancarle del poder.

Ahamadineyad, un ex militar de profundas convicciones religiosas apocalípticas, sabe que aunque renuncie al programa nuclear, le quedan otras bazas a quienes ya han tomado la decisión de agredir a su país: acabar con un gobierno terrorista y responsable de la muerte de los soldados de EEUU en Irak, liberar al pueblo de una dictadura religiosa, defender los derechos de los homosexuales y salvar a las mujeres del chador.

Una batalla perdida, piensan, en la que ni Rusia ni China podrán hacer algo. Pues, si bien es cierto que Irán se ha convertido, desde el enero del 2007, en el primer proveedor de petróleo a Pekín, vendiendo unas 2.908.000 toneladas de petróleo, su prioridad se centra en Tibet, Taiwan, Corea y Japón. A ojos de China, un Oriente Medio estable, vital para su crecimiento económico, se consigue con la firma de un acuerdo de paz duradero entre los árabes e israelíes, por lo que un apoyo unilateral a Irán no le interesa.

Hoy Irán está más solo que Irak en el 2003.