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Negociaciones del TLC de los países andinos con Estados Unidos

El cronograma de la ruina

Fuentes: La Tarde

Como uno de los resultados relevantes de la reunión de Atlanta, en la ronda de negociaciones del TLC de los países andinos con Estados Unidos, está el establecimiento por parte de cada país de las «canastas» de productos que se someterán a las distintas fases de desgravación arancelaria. Allí se acordó que todos los bienes […]

Como uno de los resultados relevantes de la reunión de Atlanta, en la ronda de negociaciones del TLC de los países andinos con Estados Unidos, está el establecimiento por parte de cada país de las «canastas» de productos que se someterán a las distintas fases de desgravación arancelaria. Allí se acordó que todos los bienes se incluirán o en la eliminación inmediata del arancel para ingresar libremente al respectivo país o en los distintos plazos que se han fijado para que, al final, todos lleguen a un nivel de cero arancel. Así, se consagra un hecho que el gobierno y sus ministros siempre habían negado: que, tarde o temprano, toda nuestra producción tendría la de la competencia gringa sin protección alguna. No importa que sea ya, a cinco, a diez o a más de diez años; como no hay plazo que no se cumpla, puede decirse sin ambages que «todo está consumado».

Las cuentas para el sector agropecuario ya se han hecho. Se sabe, por ejemplo, que para la rama avícola el margen de ganancia, según estudio de FENAVI y el DANE, para el grupo de empresas más tecnificadas, es inferior al 20%. No se requerirá entonces, en el caso de los trozos de pollo, que el arancel llegue a cero. Los derechos aduaneros para estos artículos que hoy casi superan 100%, sólo requieren ubicarse por debajo del 80% para que «comience Cristo a padecer».

Para la industria automotriz disminuir el 35%, que es el impuesto que la salvaguarda, hará realidad la famosa frase de JHB (léase Jorge Humberto Botero): «en Colombia será una insensatez producir automóviles». Para la industria petroquímica, rebajar el 15%, que tiene como defensa frente a los productos de afuera de la zona andina, al decir de los empresarios de esa rama industrial, la «haría inviable». Lo anterior cobijará también la fabricación nacional de plásticos y elementos afines.

Las catilinarias neoliberales sobre «la comida barata», la variedad de bienes de gran calidad que podrán importarse y demás bagatelas teóricas con las cuales se justifica repetir el despropósito aperturista, volverán a generar una nueva oleada de ruina, pobreza y miseria, tan dantescas como la que ha llevado a regiones como la Costa Atlántica a vivir escalas de pobreza, miseria y ruina, combinada con encontradas contradicciones sociales y políticas que hacen preguntar hasta dónde será posible sostener tal statu quo.

Un estudio del profesor de la Universidad Javeriana, Jaime Forero, sobre la economía campesina de Colombia afirma que el 63% de la producción agrícola nacional y el 67% de superficie cosechada es predominantemente campesina, de lo cual se deduce que no serán los terratenientes, convertidos en los «molinos de viento» de quijotes como mister Hommes en su cruzada neoliberal, sino los campesinos productores de arroz, maíz y panela sobre los que caerá todo el peso de la invasión de productos subsidiados en beneficio del oligopolio comercializador internacional.

Recorrer zonas como Ovejas en Sucre, San Juan Nepomuceno en Bolívar y regiones aledañas, con sus miles de ranchos, con pisos de tierra, sin energía eléctrica y «cambuches» que sirven de hospedaje a los desplazados es un ejercicio que permite advertir lo que la nación padecerá cuando se consuma por completo la obra destructora del TLC.

29 de junio de 2004