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El presidente de EEUU en Oslo

El discurso de rechazo de Obama

Fuentes: After Downing Street

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

No fue un discurso de aceptación del premio de la paz. Fue un comercial informativo por la guerra. El presidente Obama se llevó el premio de la paz, pero dejó en Oslo su elogio a la guerra, sus justificaciones de la guerra, y su visión de un enfoque alternativo y más pacífico del mundo formado por sanciones económicas asesinas.

Algunos puntos destacados:

«Y luego hay hombres y mujeres alrededor del mundo que han sido encarcelados y golpeados en su búsqueda de la justicia; gente que trabaja en organizaciones humanitarias para aliviar el sufrimiento; millones en el anonimato cuyos silenciosos actos de valentía y compasión inspiran incluso a los cínicos más empedernidos. No puedo contradecir a quienes piensan que estos hombres y mujeres -algunos conocidos, otros desconocidos para todos excepto para quienes reciben su ayuda- merecen este honor muchísimo más que yo.»

Pero usted los contradijo. Los contradijo al aceptar el premio – y al utilizar a continuación argumentos falsos a favor de la guerra:

«La guerra, de una forma u otra, surgió con el primer hombre. En los albores de la historia, no se cuestionaba su moralidad; simplemente era un hecho, como la sequía o la enfermedad, la manera en que las tribus y luego las civilizaciones buscaban el poder y resolvían sus discrepancias.»

Esto, simplemente, no vale para todas las tribus y civilizaciones, a menos que incluyamos la realización de guerras como un criterio para ser considerado civilizado.

«Surgió el concepto de «guerra justa», que proponía que la guerra solamente se justifica cuando cumple con ciertas condiciones previas: si se libra como último recurso o en defensa propia; si la fuerza utilizada es proporcional y, en la medida posible, si no se somete a civiles a la violencia.»

¿Cómo se atreve alguien responsable por ocupaciones ilegales y ataques aéreos y el uso de drones sin tripulación a decir estas palabras? (Responsable, es decir, debido a que el Congreso y nosotros el pueblo no fuimos capaces de impedirlo.)

«Estados Unidos lideró al mundo en el desarrollo de una estructura para mantener la paz: un Plan Marshall y Naciones Unidas, mecanismos para regir la manera en la que se libran guerras, los tratados para proteger los derechos humanos, evitar el genocidio y restringir las armas más peligrosas.»

¿Cómo se atreve un presidente que se niega a apoyar un tratado sobre las minas terrestres a utilizar estos términos? ¿Se supone que no veamos las acciones y sólo escuchemos las palabras?

«Hago esta afirmación consciente de lo que Martin Luther King dijo en esta misma ceremonia hace años: ‘La violencia nunca produce paz permanente. No resuelve los problemas sociales: simplemente crea problemas nuevos y más complicados'»

Muy sabio. Muy verdadero. Y violado totalmente por las acciones de Barack Obama y la mayor parte de las palabras en este discurso. ¿Se supone que oigamos estas palabras en una parte diferente de nuestros cerebros del resto del discurso y su propugnación de la guerra?

«Un movimiento no violento no podría haber detenido los ejércitos de Hitler. La negociación no puede convencer a los líderes de Al Qaeda a deponer las armas.»

Ahora un grupo de menos de 100 individuos coléricos en Afganistán, y sus aliados en otros sitios son el equivalente aproximado de los «ejércitos de Hitler» y justifican la brutal ocupación de una nación por decenas y cientos de miles de soldados y mercenarios, tanques y aviones, y drones sin tripulación. Y negociaciones, con los talibanes y con quien sea, no son posibles porque… porque… bueno, por esa retórica sobre los ejércitos de Hitler.

«Estados Unidos de Norteamérica ha ayudado a garantizar la seguridad mundial durante más de seis décadas con la sangre de nuestros ciudadanos y el poderío de nuestras armas. El servicio y sacrificio de nuestros hombres y mujeres de uniforme han promovido la paz y prosperidad desde Alemania hasta Corea, y permitido que la democracia eche raíces en lugares como los países balcánicos. Hemos sobrellevado esta carga no porque queremos imponer nuestra voluntad. Lo hemos hecho por un interés propio y bien informado:…»

Un estudio del Servicio de Investigación del Congreso (CRS) de 1993 de los registros del Centro Histórico Naval de la Armada de EE.UU. identificó «234 casos en los que EE.UU. ha utilizado sus fuerzas armadas en el extranjero en situaciones de conflicto o de conflicto potencial o para otros propósitos que no son normales en tiempos de paz» entre 1798 y 1993. Esta lista no incluye acciones clandestinas o acuerdos de fuerzas de ocupación y de bases posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En una reseña de 2006 de este estudio y dos otros, Gar Smith estableció que «en los 230 años de existencia de nuestro país, ha habido 31 años en los que tropas de EE.UU. no estuvieron activamente involucradas en importantes aventuras armadas en costas extranjeras.» En otras palabras, menos de un 14% de los días de EE.UU. han sido pacíficos. En 2006 había 192 Estados miembro de Naciones Unidas. Durante los últimos dos siglos, EE.UU. ha atacado, invadido, patrullado, derrocado u ocupado a 62 de ellos. (Lea más, en inglés)

 «…considero que todos los países, tanto fuertes como débiles, deben cumplir con estándares que rigen el uso de fuerza. Yo, como cualquier jefe de Estado, me reservo el derecho de actuar unilateralmente si es necesario para defender a mi país.»

La Carta de Naciones Unidas, de la cual es parte EE.UU., y que es por lo tanto la ley suprema de EE.UU. bajo el Artículo VI de la Constitución no es aparentemente un estándar que gobierne el uso de la fuerza, ya que el presidente Obama acaba de descartarla en una declaración de la Doctrina Obama que parece indistinguible de la así llamada doctrina Bush. Obama luego redobla con una doctrina de guerra humanitaria de Bush I/Clinton:

«Creo que se puede justificar la fuerza por motivos humanitarios, como fue el caso en los países balcánicos o en otros lugares afectados por la guerra. La inacción carcome nuestra conciencia y puede resultar en una intervención posterior más costosa. Es por eso que todos los países responsables deben aceptar la noción de que las fuerzas armadas con un mandato claro pueden ejercer una función en el mantenimiento de la paz.»

Obama equipara la acción no militar, la acción no hostil, con la inacción pura y simple. ¿Dónde está la ayuda? ¿Dónde está la diplomacia? ¿Dónde está la cooperación? ¿Por qué todas esas actitudes no hostiles ante otras naciones no aparecen en el texto de un discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz a sólo 25 años de 1984?

«La paz requiere responsabilidad. La paz conlleva sacrificio. Es por eso que la OTAN continúa siendo indispensable.»

¿Qué se puede decir para hacer que esa declaración sea menos persuasiva de lo que ya es? Tal vez esto:

«Es por eso que prohibí la tortura. Es por eso que ordené que se clausure la prisión en la Bahía de Guantánamo. Y es por eso que he reiterado el compromiso de Estados Unidos de cumplir con el Tratado de Ginebra.»

La tortura era ilegal internacionalmente y en el código legal de EE.UU. antes que Obama llegara a ser presidente. Instruyó públicamente al Fiscal General de EE.UU. para que no impusiera esas leyes. Reivindicó el poder de «entregar» gente a otras naciones donde podrían ser torturadas. Su director de la CIA y un alto asesor presidencial han afirmado que el presidente tiene el poder de torturar si decide hacerlo. Y el presidente Obama afirma aquí que tiene el poder para prohibir o no prohibir la tortura, escupiendo a la cara de la idea misma del vigor de la ley. La prisión de Guantánamo no ha sido cerrada, y el transporte de esos prisioneros a Illinois o Bagram o a cualquier otra prisión de EE.UU. no regida por la ley no hará que EE.UU. cumpla con las Convenciones de Ginebra.

«He hablado extensamente sobre asuntos que debemos sopesar con la razón y el corazón cuando optamos por librar guerra. Pero permítanme pasar ahora a nuestro esfuerzo por evitar opciones tan trágicas y hablar sobre tres maneras en que podemos promover una paz justa y duradera.»

Por fin, a mitad del discurso, se nos presenta una gota de esa sustancia tóxica con marca de fábrica: la esperanza. Basta con tragarse una buchada de esto:

«En primer lugar, al tratar con aquellos países que trasgreden normas y leyes, creo que debemos desarrollar alternativas a la violencia que son suficientemente firmes como para cambiar la conducta, pues si queremos una paz duradera, entonces las palabras de la comunidad internacional deben tener peso. Se debe hacer que aquellos regímenes que van en contra de las normas rindan cuentas por sus actos. Las sanciones deben conllevar un escarmiento real. La intransigencia debe combatirse con mayor presión, y esa presión existe sólo cuando el mundo actúa al unísono.»

Dejemos a un lado la hipocresía del habla del globalismo y del vigor de la ley de parte de un comandante en jefe que escala las guerras y ocupa 177 naciones en todo el mundo. El mensaje es que una alternativa decente a la guerra son sanciones agobiantes que «conlleven un escarmiento real». La sabiduría de una visión no violenta creativa no ha sido interiorizada. Y el presidente no desarrolla mucho más la idea, volviéndose en su lugar a las armas nucleares:

«…y quienes tienen armas nucleares deben procurar el desarme. Me he comprometido a plasmar este tratado. Es el eje de mi política exterior. Y estoy trabajando con el Presidente Medvedev para reducir las reservas de armas nucleares de Estados Unidos y Rusia. Pero también nos incumbe a todos insistir en que países como Irán y Corea del Norte no jueguen con el sistema. Quienes afirman respetar las leyes internacionales no deben hacer caso omiso de cuando se incumplen dichas leyes.»

EE.UU. no procura seriamente el desarme, desarrolla nuevas armas nucleares, viola claramente el Tratado de No Proliferación Nuclear. E Irán no lo viola.

«Estados Unidos nunca ha librado una guerra contra una democracia, y nuestros amigos más cercanos son los gobiernos que protegen los derechos de sus ciudadanos.»

El presidente Obama, en su famoso discurso de Oriente Próximo hace algunos meses reconoció admirablemente el derrocamiento por EE.UU. de un presidente democráticamente elegido en Irán, y la instalación de un dictador – quien, como muchos dictadores entonces y ahora, fue uno de nuestros amigos más cercanos. El gran éxito en el derecho internacional en los últimos años ha sido el precedente establecido por fiscales que trataban de hacer rendir cuentas a Augusto Pinochet. ¿Alguien recuerda cómo llegó al poder?

«Entonces, incluso mientras respetamos las culturas y tradiciones particulares de diferentes países, Estados Unidos siempre será una voz para las aspiraciones universales.»

Por cierto.

«Permítanme decir esto también: la promoción de los derechos humanos no puede limitarse a la exhortación. A veces, debe ir acompañada de laboriosa diplomacia. Sé que el trato con regímenes represivos carece de la grata pureza de la indignación. Pero también sé que las sanciones sin esfuerzos de alcance -y la condena sin discusión- pueden mantener un status quo agobiante. Ningún régimen represivo puede ir por un nuevo sendero a no ser que tenga la opción de una puerta abierta.»

Y ahí, cuando este discurso reprensible se acerca a su fin, están las palabras con las que debiera haber empezado, las palabras desmentidas por el ímpetu de todo lo demás y por las acciones del hombre que las estaba pronunciando. Y luego hubo un poco más:

«…una paz justa incluye no sólo derechos civiles y políticos, sino que debe abarcar la seguridad económica y las oportunidades, pues la paz verdadera no es solamente la falta de temor, sino también la falta de privaciones.»

Una declaración amarga si es escuchada por el pueblo de Afganistán o el de EE.UU. de boca de un presidente que ha actuado para desviar nuestros recursos hacia arriba para Wall Street y hacia abajo para bombas y bases. Pero, a pesar de ello, es verídica y vale la pena repetirla.

No imaginemos, sin embargo, que George W. Bush no habría dicho lo mismo. Simplemente lo hubiera dicho con un presupuesto militar más pequeño, un presupuesto de guerra más pequeño, menos soldados en el terreno, menos mercenarios en el terreno, bases en menos países, y una gramática peor.

David Swanson es autor del nuevo libro «Daybreak: Undoing the Imperial Presidency and Forming a More Perfect Union» de Seven Stories Press. http://davidswanson.org/book.

Fuente: http://www.afterdowningstreet.org/node/48291