Un grupo armado atacó en la madrugada de ayer una comisaría de la Policía en la ciudad uzbeka de Andijan. Tras hacerse con el armamento policial, liberó a cientos de presos de una cárcel de alta seguridad y poco después los rebeldes se hicieron con la sede del Gobierno local. En la calle, miles de […]
Un grupo armado atacó en la madrugada de ayer una comisaría de la Policía en la ciudad uzbeka de Andijan. Tras hacerse con el armamento policial, liberó a cientos de presos de una cárcel de alta seguridad y poco después los rebeldes se hicieron con la sede del Gobierno local. En la calle, miles de manifestantes apoyaban a los insurrectos. Finalmente, la revuelta fue aplastada a sangre y fuego por el Ejército, que no dudó en disparar a los manifestantes. La jornada dejó un número indeterminado de muertos (12 según el Ejecutivo y más de 50 para los opositores). Rusia condenó la insurrección y la Casa Blanca optó por pedir «calma» a las partes.
ANDIJAN Durante los enfrentamientos de la mañana murieron nueve manifestantes y, aunque las autoridades aseguraron que la situación estaba más calmada y que había comenzado un proceso negociador, las manifestaciones continuaron y por la tarde el Ejército uzbeko abrió fuego contra los manifestantes matando a al menos tres de ellos, según informaron testigos presenciales. Horas después, las tropas gubernamentales asaltaron el edificio donde se habían concentrado los sublevados, que según la versión oficial se habían llevado con ellos a varios rehenes. «Unidades militares lanzaron un asalto y atacaron tanto a las personas armadas como a las desarmadas. Dispararon contra mujeres y niños que fueron usados como escudos humanos por los sublevados», dijo un testigo por teléfono a la agencia rusa Interfax. «Como resultado, varios rehenes, entre los que estaban los jefes de varias agencias regionales como la Fiscalía, la Inspección Fiscal y el Servicio de Seguridad Nacional, murieron», añadió. El asalto sucedió a toda una jornada de disturbios en la que los manifestantes tomaron la sede del Gobierno en la ciudad, quemaron coches, un cine y un teatro. La crisis obligó a desplazarse al presidente, Islam Karimov, pero al final de la jornada éste regresó a Tashkent, la capital del país. Según otra agencia rusa, Itar-Tass, columnas de tropas y vehículos blindados fueron enviadas a Andijan desde localidades vecinas. El levantamiento comenzó de madrugada. Según Radio Free Europe, un grupo armado atacó una comisaría de Policía y unos barracones militares justo después de la madrugada. Los asaltantes se hicieron con armamento y liberaron a los reclusos de una prisión de alta seguridad. Diversas fuentes cifraban ayer los presos liberados entre 1.000 y 4.000, y entre ellos habría varios presos políticos, incluidos islamistas. Los sublevados, al parecer, pretendían la liberación de 23 empresarios acusados de ser «extremistas islámicos» pertenecientes a la organi- zación Akramiya, y cuyo caso ha movilizado excepcionalmente a la opinión pública de un país mayoritariamente musulmán de unos 26 millones de habitantes. Entre los reclusos liberados ayer estaría su fundador, Akram Yuldoshev, que fundó el grupo a partir de una escisión de la formación islámica Hizbi Tahrir. Ambas organizaciones están prohibidas. Un líder de los amotinados, Kabuljon Parpiyev, aseguró a la agencia Associated Press que al menos cincuenta personas perdieron la vida ayer. Dos de los muertos serían niños, según Sharif Shakirov, hermano de uno de los 23 presos islámicos liberados por los amotinados de la cárcel municipal. Hablaron de negociar Sin embargo, el líder de la revuelta, Kabuljon Parpiyev, dijo haber hablado de negociaciones por la mañana con el titular de Interior, Zakir Almatov, pero que después éste se negó a negociar. «Dijo ‘no nos importa si mueren 300 ó 400 personas, tenemos fuerza y os sacaremos de ahí de cualquier modo'», fueron sus palabras, según Parpiyev. Un portavoz de la Comisión Europea se alineó ayer con los insurrectos y responsabilizó de la crisis al Gobierno. Las leyes de la física se cumplen. Es imposible mantener una situación insostenible, explosiva, mirando hacia otro lado. Uzbekistán ha sido la república ex soviética de Asia Central con mayor presión endógena. Al margen de los lógicos conflictos nacionales y sociales de carácter ex soviético, Uzbekistán lucha contra el tiempo. Es imposible mantener un orden mínimo con 10.000 presos políticos «estimados» sobre 24 millones de habitantes. Algo no cuadra. Quizá sea que la Asia Central ex soviética sea esa pequeña gran olla a presión a punto de reventar. Miseria, autoritarismo, racismo, expolio occidental… el islamismo político tiene su caldo de cultivo perfecto. Además, lo que para los occidentales son «mongoles», es en realidad una sociedad de alto nivel cultural, como la mayoría de las ex soviéticas, que sobrevive a la transición postsoviética con la dignidad de no desbarrar, como otras experiencias ex soviéticas, más occidentalizadas, desde una perspectiva cultural propia bien asentada. En 1999 explotaron una serie de bombas en el centro de Tashkent causando 15 víctimas mortales. Fuentes oficiales informaron de que el atentado se había producido con la intención de asesinar al presidente Karimov y desestabilizar el país. Es complejo. Toda oposición es ilegal. La realidad es que desde entonces hay casi 10.000 presos políticos islamistas y opositores varios bajo un régimen de apoyo incondicional norteamericano. La revuelta habida en el Andizhan, ciudad de 300.000 habitantes, junto a la frontera kirguiz, cerca del corazón del reciente alzamiento «de los pobres» de Osh, en Kirguistán, no es baladí. Si es cierto que han sido liberados varios miles de prisioneros, al margen de la mezcla de comunes y políticos, el acontecimento no sólo puede afectar a Uzbekistán, sino a todo el Asia Central ex soviética. La apuesta occidental por los regímenes «clásicos» obedientes y por épocas «antirrusos» puede ser una apuesta perdida. Es imposible poner muros al mar, como lo es reprimir al islamismo político con regímenes corruptos de cuño pseudolaico. Va contra toda lógica política zonal. Karimov lleva años siendo denunciado por su autoritarismo. El hecho de que sea un paraíso para bases norteamericanas no significa que Uzbekistán sea una balsa de aceite. Uzbekistán lucha desde 1999 contra la influencia del islamismo político. Ha desarrollado operaciones militares, con apoyo occidental, en Tayikistán y Kirguizia. Y hoy es un eje clave para el control occidental de Asia Central. Minusvalorar y simplificar las resistencias trae estos lodos. El MIU, movimiento nacional islamista, siempre ha sido poco valorado, sus líderes ridiculizados. Una noticia tan lejana puede ser algo efímero o más trascendental de lo que pensamos. Todas las hipótesis están abiertas. –
Rusia condena la insurrección y EEUU pide por su parte calma
El portavoz ruso de Exteriores, Alexander Yakovenko, condenó «el ataque de extremistas» y mostró su apoyo «en este difícil momento a la dirección uzbeka amiga». Todo ello en medio de denuncias rusas de injerencia occidental. El portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, instó a la calma. «El pueblo de Uzbekistán quiere un Gobierno más representativo y democrático, pero eso debería tener lugar con medios pacíficos, no con la violencia», indicó. –
Estaba cantado
Gabirel EZKURDIA ANALISTA INTERNACIONAL