Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Creo que esta vez el New York Times tiene razón. «Durante más de seis meses, EE.UU. ha estado tratando de orquestar una transición política en Pakistán que de alguna manera logre mantener en el poder al general Pervez Musharraf sin convertir en una burla la promoción de la democracia en el mundo musulmán del presidente Bush. El sábado, esos planes cuidadosamente preparados se desmoronaron espectacularmente.»
Desde la dramática victoria de Hamas en las elecciones palestinas no había quedado tan brutalmente al desnudo la desconexión entre la retórica democrática de Bush y la realidad de la política de EE.UU. En el primer caso, Washington reaccionó ante la democracia mediante el rechazo, y el apoyo al golpe de Fatah. ¿Cómo reaccionará ante el ataque de Musharraf contra la fachada tambaleante de la incipiente democracia paquistaní?
Hay que recordar que Musharraf derrocó al presidente democráticamente elegido de Pakistán, Nawaz Sharif, en 1999. Pakistán había realizado un año antes ensayos de armas nucleares, y había sido castigado con sanciones de EE.UU. Las relaciones con la dictadura militar se mantuvieron frías hasta el 11-S; cuando Musharraf se convirtió en un aliado clave de EE.UU. en la «guerra contra el terror» y en beneficiario de masiva ayuda de EE.UU.
El Secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell, a través de su lugarteniente Richard Armitage, dijo a Musharraf: «Prepárese para ser bombardeado. Prepárese para volver a la Edad de Piedra,» si no estaba dispuesto a cooperar en la destrucción del régimen talibán en Afganistán. Ese régimen fue en gran parte una creación de la inteligencia militar paquistaní, y Pakistán y Arabia Saudí, sus principales patrocinadores. Pero Musharraf aceptó romper relaciones, albergar a fuerzas de EE.UU., e incluso reprimir toda manifestación (democrática) contra EE.UU. en su país.
Utilizando bases militares en Pakistán como parte de su campaña, EE.UU. derrocó rápidamente el primitivo aparato talibán, expulsó a al Qaeda y a algunos de los talibanes a través de la frontera hacia Pakistán, permitió el resurgimiento del régimen de señores de la guerra de la Alianza del Norte con un mascarón de proa pashtun como hoja de parra, proclamó una gran victoria y sin perder un instante desvió su atención hacia el objetivo totalmente inconexo de Iraq.
En el área fronteriza, descrita a menudo como «donde no vale la ley» y que nunca fue totalmente controlada por el gobierno central de Pakistán, los líderes tribales recibieron con hospitalidad a los afganos derrotados, así como a los árabes de al Qaeda. Mientras tanto, estos últimos no sólo han sobrevivido, se han reagrupado, y han facilitado la oposición militar al régimen de Karzai en Kabul, sino que han adquirido seguidores dentro de Pakistán. Ahora existe un movimiento talibán paquistaní que en coalición con otros movimientos islamistas contrarios al gobierno en el país (junto a movimientos democráticos «moderados») representan un serio desafío al régimen de Musharraf. En julio, en un esfuerzo por aplastar a las fuerzas islamistas, el gobierno tomó por asalto la Mezquita Roja en Islamabad, matando a 183 según la BBC. Las tensiones entre los islamistas (que están bien representados en las fuerzas armadas) y Musharraf están que arden, obligándole recientemente a extender la mano a su rival político, la antigua primera ministro Banazir Bhutto.
EE.UU. colocó a Musharraf en una posición muy difícil. «Usted debe aceptar,» le dijo en 2001, «que nos ayudará a derrocar a la propia creación de Pakistán, los talibán.» Después de haberlo hecho, le dijeron: «Usted debe enviar sus soldados a sitios en su país en los que nunca han sido posicionados antes, para aplastar a los afganos y terroristas de al Qaeda en fuga. O lo haremos nosotros en su lugar.» La región donde se han refugiado esas fuerzas está, como escribió recientemente Eric Margolis en un excelente artículo: «bajo expresa garantía constitucional de total autonomía y una prohibición total de que soldados paquistaníes ingresen allí.» Los esfuerzos del ejército paquistaní por aplastarlos han dado resultados deprimentes, obligando efectivamente a Islamabad a buscar la paz hace un año.
En septiembre de 2006 el gobierno firmó un pacto con grupos tribales, incluyendo el «Emirato Islámico de Waziristán» por el cual este último impediría el movimiento a través de la frontera de militantes hacia y afuera de Afganistán a cambio del cese de ataques aéreos y terrestres contra militantes en Waziristán. Esto provocó una cierta preocupación en Washington y la Voz de América anunció que el pacto contaba con la aprobación del mullah Omar. Pero el portavoz de Bush de la época, Tony Snow, dijo que el acuerdo apuntaba a combatir el terrorismo y que Islamabad había asegurado a EE.UU. que el acuerdo no afectaría la caza de Osama bin Laden. En todo caso, el ataque contra la Mezquita Roja llevó a represalias contra fuerzas gubernamentales en Waziristán y al colapso del Acuerdo de Waziristán.
El así llamado Cálculo de Inteligencia Nacional de Amenaza Terrorista contra el Territorio de Estados Unidos (National Intelligence Estimate o NIE), producto colectivo de 16 agencias de inteligencia de EE.UU. sobre temas de seguridad nacional, fue publicado en julio pasado precisamente cuando fracasó el acuerdo. El NIE declaró que al Qaeda había recuperado la misma fuerza que tenía desde los ataques del 11-S debido a (1) el «refugio» del que había disfrutado en partes de Pakistán y (2) su asociación con «al Qaeda en Iraq,» que le ha permitido «revitalizar la amplia comunidad extremista suní, obtener recursos, y reclutar y adoctrinar agentes…» Eso llevó a que los neoconservadores cotorrearan sobre un ataque de EE.UU. contra Pakistán.
«Pienso que el presidente va a tener que emprender una acción militar allí durante las próximas semanas o meses,» dijo Bill Kristol en Fox News. «Bush tiene que desbaratar ese santuario. Creo, francamente, que ni siquiera informaremos a Musharraf. Haremos lo que tenemos que hacer en Pakistán Occidental y Musharraf podrá decir. ‘Eh, no me lo dijeron.'» Hizo que la Casa Blanca hablara sin rodeos. Al responder a preguntas de periodistas Tony Snow se negó a excluir ataques contra objetivos dentro de Pakistán. Cuando le preguntaron si EE.UU. solicitaría permiso de Pakistán antes de un ataque, dijo: «Nunca excluimos ninguna opción, incluyendo el ataque contra objetivos punibles… Son cosas que más vale no discutir en público.» Declaró que Musharraf va a tener que ser más agresivo» en la persecución de al Qaeda en Pakistán.
De hecho, EE.UU. ya había realizado ataques. Uno en enero de 2006: un ataque aéreo militar contra la aldea de Damadola en el área tribal Bajaur del noroeste de Pakistán mató a por lo menos18 personas, incluyendo a mujeres y niños. Aparentemente tenía como objetivo al líder de al Qaeda Ayman al-Zawahiri. El gobierno de EE.UU. negó su responsabilidad, lo que sugiere que fue una operación de la CIA. Durante el mismo mes, un ataque con misiles mató a ocho personas en una aldea en Waziristán del Norte, provocando protestas en todo el país y dos cartas oficiales de protestas entregadas por mano por el Ministerio de Exteriores a funcionarios de la embajada de EE.UU. El desprecio de sus aliados estadounidenses por la soberanía paquistaní se estaba convirtiendo en un intenso embarazo para Musharraf.
Recién el 20 de julio la portavoz del Ministerio de Exteriores de Pakistán, Tasneem Aslam calificó los comentarios de responsables de EE.UU. sobre el ataque de objetivos a lo largo de la frontera entre Pakistán y Afganistán de «irresponsables y peligrosos,» agregando: «No podemos, ni debería esperarse de nosotros que lo hagamos, emprender una acción indiscriminada sobre un amplio territorio sin ninguna información precisa sobre algún escondite de al Qaeda o de terroristas.» Pero el día siguiente Bush declaró en su alocución semanal por radio que le preocupaba el informe de que al Qaeda está ganando fuerzas en la región tribal de Pakistán. Luego, Frances Fragos Townsend, el consejero de seguridad interior de Bush, dijo a CNN que si EE.UU. tiene «objetivos punibles, en cualquier parte del mundo, incluyendo a Pakistán, reaccionaremos a esos objetivos… No hay opciones que no estén sobre la mesa.» Esto produjo una inmediata respuesta airada del Ministro de Exteriores de Pakistán, Khurshid Mahmud Kasuri, quien dijo a CNN: «Alguna gente habla irresponsablemente de ataques en las áreas tribales por parte de EE.UU. La gente en Pakistán se indigna mucho cuando, a pesar de todos los sacrificios que Pakistán ha venido haciendo, llega el tipo de preguntas que a veces formulan los medios estadounidenses… [Pero] ataques indiscriminados sólo podrían debilitar los esfuerzos por conquistar corazones y mentes.»
El 25 de julio, el Secretario Adjunto de Defensa Interino para Seguridad Internacional, Peter Verga, dijo a una sesión conjunta poco usual del Comité de Servicios Armados de la Cámara y del Comité Selecto Permanente sobre Inteligencia: «Si hubiera información u oportunidad de asestar un golpe» en territorio paquistaní «para proteger al pueblo estadounidense» las fuerzas de EE.UU. actuarían de inmediato. Ese mismo día, en una audiencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el Subsecretario para Asuntos Políticos del Departamento de Estado, R. Nicholas Burns, declaró: «Considerando la primacía de la lucha contra al Qaeda y Osama bin Laden, si tenemos en el futuro la certeza de la información, entonces ciertamente EE.UU. siempre tendría la opción de actuar por su propia cuenta.»
Por cierto, esta forma de hablar no fue bien vista en Pakistán y tenía que preocupar al general. Su objetivo era sobrevivir a los intentos de asesinato y permanecer un tercer período como presidente. Para hacerlo, tenía que lograr que el parlamento modificara la constitución, e impedir que la Corte Suprema declarara que una acción semejante es ilegal. Por lo tanto suspendió al presidente de la Corte Suprema en marzo. Pero el juez, Iftikhar Chaudhry, fue reinstalado por la Corte en julio, causando un revés para Musharraf precisamente cuando EE.UU. estaba aumentado su presión. Luego, Condi Rice ha estado torciendo el brazo al general para que acepte un arreglo mediante el cual Bhutto, de vuelta en Pakistán, pueda organizar su Partido del Pueblo de Pakistán para trabajar con él para apoyar la «guerra contra el terror.» El acuerdo requiere que abandone su puesto en el Ejército.
El mes pasado, Musharraf ganó la votación parlamentaria para presidente, pero la Corte Suprema aún tiene que decidir si puede ocupar legítimamente ese puesto sin renunciar al ejército. Tal vez ha declarado ahora un estado de emergencia, porque anticipa una decisión negativa y está ocupado encerrando a oponentes políticos y clausurando la prensa independiente. Tal vez ha determinado que si hiciera otra cosa podría (1) caer ante un movimiento del tipo de «Poder Popular» que se una alrededor de Bhutto (que no es demócrata pero tiene un cierto atractivo populista), o (2) caer ante las fuerzas islamistas, incluyendo a algunas en las fuerzas armadas. También podría sentir que el primero de estos resultados podría llevar peligrosamente al segundo, embrollando a Pakistán en un conflicto con EE.UU.
Washington impuso a Musharraf en su actual posición. Es el líder de una nación en la cual crece la presencia y la popularidad de los talibanes. Esto no es por su propia culpa sino el resultado del ejercicio de «cambio de régimen» en Afganistán hace seis años y de su incapacidad de destruir al talibán o a al Qaeda. Es el líder de una nación en la cual la popularidad de Osama bin Laden es de lejos mayor que la suya propia. Es el líder de una nación horrorizada (como la mayoría de las naciones) ante la carnicería en Iraq, resultante de una invasión basada en mentiras. Es el líder de una nación musulmana con una inmensa minoría chií (la segunda población chií del mundo por su tamaño, después de Irán) cuyos adherentes reaccionarán con indignación – con posible apoyo suní – ante un ataque contra el vecino país hermano, Irán. Ha sido puesto en terribles apuros por las acciones salvajes de los neoconservadores hacia la creación de un Raj [Imperio] estadounidense en el Sudoeste de Asia. Quiere cooperar, pero tal vez haya llegado al punto en el que piensa que decir una vez más «Sí, señora» a Condi no significará sólo su propia caída política sino el ascenso de otros a los que EE.UU. atacará con fuerza letal.
«Prepárese para ser bombardeado. Prepárese para volver a la Edad de Piedra.» Es lo que Musharraf declaró a «60 Minutes» de CBS que le dijo el adjunto de Colin Powell en 2001. Seguramente esas palabras lo persiguen, y jugaron un rol en su decisión de declarar el estado de emergencia, «convirtiendo,» como dice el New York Times «en una burla la promoción de la democracia en el mundo musulmán del presidente Bush.»
El Departamento de Estado de EE.UU. que, según se informa, disuadió en el pasado a Musharraf de declarar la ley marcial, se declara «profundamente preocupado» por las «acciones extra-constitucionales» que ha adoptado. Posiblemente es sólo un gimoteo hipócrita más proveniente de la nariz cada ver más larga de Pinocho. Tal vez la acción recibió la autorización previa de los patrones de Musharraf en Washington. Es muy posible que la oficina del vicepresidente tenga una reacción diferente a la del Departamento de Estado (es a menudo el caso) y sienta que un Musharraf más fuerte, más dictatorial, sea un aliado más útil cuando los misiles caigan sobre Irán. Seguramente veremos pronto hasta qué punto son realmente sinceras esas expresiones de apoyo de EE.UU. para la constitución y la «democracia» paquistaníes.
Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufts, y profesor adjunto de Religión Comparativa. Es autor de «Servants, Shophands and Laborers in the Cities of Tokugawa Japan«; «Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan«; e «Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900.» También colaboró con la despiadada crónica de CounterPunch sobre las guerras en Iraq, Afganistán y Yugoslavia: «Imperial Crusades.» Para contactos escriba a: [email protected]