Una de las más difíciles, pero urgentes, tareas de nuestros días es lograr pensar más allá del sistema. Como dice Zizek[1]: «Es más fácil imaginar el final de la vida sobre la Tierra que algo más modesto como sería un cambio radical en el capitalismo». Sería, claro está, buena idea intentar ir hacia la segunda opción. En este sentido, el Decrecimiento[2] arroja fértiles luces, y hay que apuntar que este movimiento académico/ activista no podría ser lo que es sin los aportes de la investigación feminista. Si la meta es un cambio radical, un difícil re-imaginarnos, es primordial profundizar en lo que somos para evitar reproducir lógicas naturalizadas que ya no vemos. La visión desde afuera, como la que proviene del feminismo, o también de la decolonialidad, es fundamental.
Desde sectores del feminismo y desde el Decrecimiento se converge[3] en señalar que nuestro presente sistema económico, con su crecimiento sin límites y su inherente acumulación de capital, solo puede desarrollarse a espaldas de otros (para una idea más general de las propuestas del Decrecimiento ver por ejemplo el artículo «El Futuro es Decrecimiento» en esta misma revista). Desde esta comprensión, y la profunda mirada que proporciona, podemos repensar nuestras narrativas económicas, comenzando por acercamientos feministas al trabajo de cuidados[4], y ampliando nuestra mirada a todos los trabajos reproductivos menospreciados. Resulta crucial revaluar estos tipos de trabajo, reconociéndolos como fundamentales, para ayudarnos a sanar las profundas fallas del sistema presente.
Mi primer contacto con un análisis feminista de la economía de cuidados o reproductiva, que se dio de la mano de Amaia Pérez Orozco, fue acompañado de una gran emoción, esa que da al ver abrirse ante una un universo nuevo de comprensión. Esta corriente de pensamiento e investigación nos lleva a repensar la carrera de las mujeres por alcanzar los mismos derechos, salario, etc. que los hombres en el mundo laboral remunerado. Vemos pasar las décadas, y vemos que no se llega a esa igualdad pretendida. La narrativa convencional expresa y cuantifica el cómo aún no llegamos a esto o aquello, situando una y otra vez a la igualdad en una condición de futura promesa. «Hemos avanzado aquí y allí, vamos en camino», nos decimos. Estamos, como en tantos aspectos de nuestra sociedad, montados en el carrito del supuesto progreso perpetuo. Pero algo no cuadra.
Economistas feministas plantean que no hay posibilidad real de llegar a la buscada igualdad dentro de este presente sistema económico pues son los posicionamientos desiguales en sí los que mantienen al sistema funcionando. Es sencillo: el capitalismo funciona gracias a un gran punto ciego en su estructura (uno de muchos): los trabajos de cuidados se invisibilizan y/o se hacen gratis, se abaratan, sosteniendo el resto del edificio. Se trata —no es ningún secreto— de trabajos hechos en su mayoría por mujeres. El trabajo de los cuidados ha sido históricamente invisibilizado, y así despreciado (para un análisis histórico se puede leer el imprescindible libro Calibán y la bruja de Silvia Federici, 2004).
Las aportaciones sobre este tema, y tantas otras que se dan desde la investigación feminista[5], se pueden entender como pilares del Decrecimiento, pues para este último es fundamental re-conceptualizar y re-incorporar los cuidados, en aras de la creación de mayor bienestar, en lo que en un futuro lleguemos a entender como economía. El trabajo reproductivo de la vida en otros tiempos —y también hoy en otras sociedades— ha constituido el núcleo de las economías. No hay que olvidar que los raros somos nosotros, colocando la reproducción del capital y el crecimiento del PIB en el centro de las actividades humanas.
Ya desde los años 80, diferentes autoras desarrollan los nexos entre el patriarcado, el capitalismo y la degradación ecológica. Partiendo de esta tradición y en más recientes años, investigadoras cercanas al feminismo y también al Decrecimiento, como Corinna Dengler (2021) señalan que el pensamiento feminista inevitablemente ha de ser un fundamento de las propuestas del Decrecimiento. Por su parte, el Decrecimiento, que sostiene que no se puede buscar la sostenibilidad siguiendo el camino del crecimiento económico como lo entendemos hoy, parte de dos pilares desde los cuales se podrían reconstruir nuestras economías desbocadas: lo común y, el tema que nos concierne, los cuidados (Demaria et al., 2015).
Al querer generar cambios profundos, si no tenemos en cuenta el análisis feminista, corremos peligro de adoptar políticas que no toquen la estructura (patriarcal) subyacente. A modo de ejemplo: en la discusión sobre reducir las horas de trabajo (tema fundamental en el Decrecimiento) como ha defendido un partido progresista en España, una reducción a cuatro días (en lugar de menos horas cada día) no sería acorde a las necesidades que se dan en el ámbito de los cuidados, que es un trabajo diario y sin aplazamientos.
Yendo más allá del tema de los cuidados, podemos entender el capitalismo como dependiente en su fundamento de la apropiación de muchos otros aspectos no monetizados de nuestras sociedades. Dengler y Strunk (2018) han conceptualizado una frontera entre lo monetizado (que entra a formar parte de PIB) y la base que lo mantiene, donde tiene lugar el aprovisionamiento social y ecológico. Como defienden las autoras, ir más allá de esta frontera no será posible dentro del paradigma del crecimiento.
Maria Mies —quien tristemente falleció el pasado 15 de mayo— señalaba, basada en R. Luxemburg y la teoría marxista, que todo lo que no está subsumido en el ámbito capitalista necesariamente entra a ser territorio a merced de la «acumulación primitiva», justamente, para poder mantener el crecimiento económico. No solo las mujeres hacen un necesario trabajo de cuidados, en y fuera del hogar[6], también está el trabajo de las (ex)colonias y sus emigrantes, de la economía de subsistencia, la economía informal y por último, los bienes aparentemente gratis que proporciona la naturaleza (Mies en Gregoratti et al., 2019, p.88-89). Todo esto se puede ver gráficamente en el iceberg desarrollado por estas autoras. Otro modo de visualizar la enormidad de trabajos despreciados, de reproducción del ser humano y su entorno, nos lo ofrece Salleh (2009), entendiéndolos como una deuda contraída:
«La completa maquinaria del capital global descansa en las transacciones materiales de esta fuerza laboral reproductiva. El Norte Global adquiere una deuda incorporada cuando deniega formas de valor generadas por esta fuerza laboral racializada y generizada» (trad. de la autora)[7]
Mies confronta así también el sentido común desarrollista[8], convergiendo con una visión decolonial[9]: señala que el llamado progreso o desarrollo, entendido como movimiento hacia arriba, podríamos re-imaginarlo como un proceso polarizante, que mantiene y agrava las desigualdades. Si el trabajo reproductivo de las mujeres se invisibilizó —históricamente se convirtió en parte de la naturaleza femenina— sucedió lo mismo con el trabajo del sujeto colonial, libre de agarrar, de la misma manera que el agua y la tierra, también apropiadas (Mies en Oksala, 2018, p. 222).
Con esto llegamos a una muy interesante propuesta avanzada por Mies y Benholdt-Thomsen (99), la Perspectiva de Subsistencia (o Bielefeld Approach), que nos puede ayudar a imaginar otro modo de sociedad, de economía (Mies, 2005). La producción de subsistencia, por naturaleza, tiene como finalidad la satisfacción de necesidades, no la acumulación de capital. Esta perspectiva nos permite revalorizar lo que ya está ahí, conviviendo con el capitalismo. Nos aleja de entender este sector de la economía como precario, algo para dejar atrás según imaginario desarrollista, revaluándolo como «creación colectiva y el mantenimiento de la vida» (Mies en Gregoratti et al., 2019, p. 89). Percibimos aquí un terreno fértil para ir más allá de las invisibilizaciones históricas que hemos mencionado aquí.
El feminismo nos ofrece conceptos y herramientas para «extrañarnos» de nuestro imaginario (Lizcano, 2008)[10], ayudándonos a salir del corsé cultural occidental que el concepto naturalizado de la economía representa. Esto es, nos guía para que el cambio que buscamos sea radical y profundo, algo necesario dada la gravedad de las crisis que enfrentamos. Y necesario para los planteos que se dan desde el Decrecimiento. Si la meta es deconstruir la centralidad del crecimiento económico en nuestra sociedades, al tiempo que logramos un bienestar social y de convivencia con el resto de la vida en el planeta, una visión crítica del trabajo de cuidados es primordial. Hemos comentado también cómo diversas autoras nos ofrecen una revaluación de múltiples áreas del trabajo de reproducción que han sido invisibilizadas, proporcionando un natural acercamiento a visiones decoloniales. Reconsiderar la importancia de estos trabajos ayuda a vislumbrar salidas a las gravísimas crisis socio-ambientales globales de hoy.
Bibliografía
Demaria, F. & D’Alisa, G. & Kallis, G. (2015), Degrowth: A Vocabulary for a New Era (e-book).
Dengler, C., (2021), «Degrowth», cap. 38 en Berik, G. and Kongar, E. (eds.), The Routledge Handbook of Feminist Economics, pp. 369-377, Londres/Nueva York: Routlege.
Dengler C. & Strunk, B. (2018), «The Monetized Economy Versus Care and the Environment: Degrowth Perspectives On Reconciling an Antagonism», Feminist Economics, 24:3, 160-183.
Gregoratti, C. & Raphael, R. (2019), «The Historical Roots of a Feminist ‘Degrowth’: Maria Mies’s and Marilyn Waring’s Critiques of Growth», cap. 5 en Chertkovskaya, E., Paulsson, A. & Barca, S. (eds.), Towards a Political Economy of Degrowth, pp. 1-40, Londres/Nueva York: Rowman & Littlefield.
Mies, Maria (2005), La Perspectiva de Subsistencia. Transcripción de video: O. Ressler, Colonia, Alemania, 26 min. URL: https://transversal.at/transversal/0805/mies/es
Oksala, J. (2018), «Feminism, Capitalism, and Ecology», Hypatia 33(2), pp. 216-234.
Power, M. (2004), «Social Provisioning as a Starting Point for Feminist Economics», Feminist Economics, 10(3), pp. 3-19. URL: https://genderandsecurity.org/projects-resources/research/social-provisioning-starting-point-feminist-economics
Salleh A. (2009), «Ecological Debt: Embodied Debt», cap. 1 en Salleh, A. (ed.) Eco-Sufficiency and Global Justice: Women Write Political Economy, pp. 1-40, Londres/Melbourne: Pluto Press & Spinifex Press.
Notas:
[1] En Beaumont, Matthew (2014), «Imagining the end times: Ideology, the contemporary disaster movie, contagion», en Matthew Flisfeder, Louis-Paul Willis (eds.), Žižek and Media Studies. A Reader, Palgrave Macmillan US.
[2] Uso Decrecimiento en mayúscula para diferenciar el movimiento concreto del uso cotidiano de la palabra.
[3] La convergencia de los dos movimientos se concreta en una red: Feminisms and Degrowth Alliance (FaDA).
[4] Se hace aquí necesario apuntar que la denominación misma de los trabajos de cuidados, no está exenta de controversias. Una crítica proviene entre otras de Nancy Fraser, quien apunta que esta denominación podría apuntalar la posible comodificación —o sea absorción en el capitalismo— de los cuidados. Ella sugiere los términos reproducción social o el dar cuidados (care giving) en su libro Fortunes of Feminism. Sin embargo muchas economistas feministas, como las que citamos en el presente artículo, deciden usar la palabra trabajo para revaluar estas tareas, igualándolas al trabajo asalariado. La controversia se torna más compleja al buscar la denominación adecuada en castellano. Para no ir más lejos, Manuel Casal Lodeiro (La izquierda ante el colapso de la civilización industrial, 2016) señala que contamos en esta lengua con la palabra labor que, justamente, apunta a un «trabajo no remunerado que se hace para cubrir las propias necesidades, o aquellas de la familia».
[5] Ver por ejemplo cómo las subsume Power (2004) bajo el concepto de «aprovisionamiento social».
[6] Waring indica que la naturaleza de género del trabajo va mas allá de la invisibilación de los cuidados, pues incluye toda el área de trabajos, también el pagado, formal e informal e incluso el ilegal (Gregoratti et al., 2019, p. 92).
[7] «the entire machinery of global capital rests on the material transactions of this reproductive labour force. Embodied debt is accrued by the global North when it denies forms of value generated by this gendered and racialised labour.» (p. 9 de 38)
[8] En Gregoratti et al. (2019), p. 88.
[9] Castro-Gómez & Grosfoguel, en El giro decolonial (2007): en la colonialidad se niega la «simultaneidad epistémica del mundo», o sea la desigualdad como sucediendo en «horizontal», como parte del mismo sistema.
[10] Lizcano, E. (2008), «Hablar por metáfora: La mentira verdadera (o la verdad mentirosa) de los imaginarios sociales», Miradas, 1(6). https://doi.org/10.22517/25393812.14961
Gisela Ruiseco Galvis. Psicóloga con estudios de doctorado en Psicología Social en la Universidad Autónoma de Barcelona.