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¿Por qué a Condoleezza Rice no le gustan ni Bielorrusia ni su presidente?

El fenómeno bielorruso

Fuentes: Sovietskaya Rossia

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín y Andrés Urruti

Situación de Bielorrusia en Europa


La crítica occidental a Bielorrusia

Como es sabido, los políticos occidentales y la prensa occidental no escatiman en medios para desacreditar y criticar la situación actual de Bielorrusia. Durante su encuentro en Vilnius (Lituania) con un grupo de activistas de la oposición bielorrusa, Condoleezza Rice prácticamente instó abiertamente a derrocar a Alexander Lukashenko, «último dictador en Europa». Ya en su toma de posesión como Secretaria de Estado de los EE.UU., declaró que consideraba a Bielorrusia como «baluarte de la tiranía en Europa». El periodista estadounidense, Peter Savodnik describía Bielorrusia como un «régimen surrealista de corte estalinista, que se sustenta únicamente en el miedo, el hambre y el culto a la personalidad. Lukashenko ya ha destruido todo el sector privado de la economía. El pueblo vegeta en medio de la pobreza y la falta de dinero, pues hasta el cobro de los míseros sueldos y pensiones, depende de la voluntad del presidente.» La única oportunidad de lograr la democracia en Bielorrusia -según Savodnik- pasa por el derrocamiento de Lukashenko. «Para lograrlo hay que recurrir a todo: ayudar económicamente a la oposición, dificultar las inversiones en el país, hacer todo lo necesario, sin tener que recurrir a suministrar armas a la resistencia. Europa Occidental considera que no puede empujar a los bielorrusos a la fuerza hacia la democracia. Pero si realmente quiere ayudar a la revolución bielorrusa a lograr lo que ya hicieron en Serbia, Georgia y Ucrania, la Unión Europea debe empezar por quitarse los guantes de piel de cabritilla» (Wall Street Journal. 11/02/2005. «Slate». EE.UU. 16/02/2005).

Los políticos europeos y especialmente los economistas y los hombres de negocios europeos son más prudentes en sus valoraciones sobre la República Belarus, un estado pacífico y tranquilo en el corazón de Europa, que arroja buenos dividendos en el intercambio comercial con Europa Occidental. Solo en el pasado 2005, Holanda incrementó la compra de artículos de fabricación bielorrusa en 3’3 veces y Francia en 3’8. Incluso los Estados Unidos incrementaron las importaciones de Bielorrusia en un 50% («Moskovskie Novosti» 25/11 – 1/12/2005).

El Fondo Monetario Internacional, en la comparativa de sus tablas de indicadores de desarrollo, constató con cierta sorpresa, que ya en el 2003 el volumen del PIB per cápita de Bielorrusia, prácticamente duplicaba al ucraniano y superaba en un 15-20% al de Kazajstán o Rusia. El FMI sabía perfectamente que las inversiones extranjeras y los créditos de los centros financieros internacionales no están al alcance de Bielorrusia. ¿Cómo son posibles entonces esos ritmos de crecimiento que parecen contradecir todas las leyes de la economía?

En el verano de 2005 el FMI publicó un informe especial:»El crecimiento económico bielorruso, ¿milagro o no?». La investigación mostraba como la economía bielorrusa viene desarrollándose con bastante éxito durante los últimos 10 años y según numerosos indicadores supera los niveles no solo de los países de la CEI, sino también de Polonia, Lituania, Hungría, Bulgaria, Rumania y otros países de Europa Oriental. Sin embargo los expertos del FMI no pudieron terminar de explicar los motivos de este rápido crecimiento. No podían mencionar factores como la firme, estable y competente dirección del «último dictador en Europa» o como la recuperación en Bielorrusia de los principios soviéticos de economía planificada.

Durante muchos años, tanto los medios occidentales como los rusos, han intentado imponer la imagen de Bielorrusia como la de un país atrasado, indigente, mísero, con un pueblo olvidado y pasivo.

Pero veamos las impresiones sobre Minsk del periodista ruso Andrei Bogdanovich, quien en el pasado había escrito de forma poco halagadora sobre la situación en Bielorrusia. A los viajeros de Moscú les recibe el nuevo edificio de la estación, de cristal y metal, con resplandecientes escaleras mecánicas y ascensores. La ciudad sorprende por su limpieza. Las amplias calles están perfectamente limpias, no hay vallas publicitarias ni letreros de neón que las afeen. Minsk produce la impresión de una ciudad soviética modélica, con amplias avenidas, donde apenas hay atascos, con predominio del transporte público, con un asfalto excelente, con las líneas como recién pintadas y con los edificios de viviendas muy cuidados, como si los acabasen de remozar. Conforme nos acercamos a las afueras vemos más bloques de viviendas de varios pisos, de nueva planta. En ocasiones encontramos barrios enteros, donde hace cinco años solo había campos y predios vacíos. En la ciudad el metro sigue ampliando sus líneas a gran velocidad, y se construyen nuevos equipamientos sociales. Después del Palacio de Hielo, se ha construido un nuevo centro deportivo, y ahora están terminando la construcción de la nueva Biblioteca Nacional. En general, las sensaciones que deja Minsk son muy agradables. Lo mismo podemos decir del conjunto del país. Poca gente lo sabe fuera de las fronteras del país pero Bielorrusia tiene una de las economías que más está creciendo en Europa. En 2004 el PIB creció en un 11%. En 2005 se espera que sea del 8’5% y para 2006, los pronósticos hablan del 8%.

Bogdanovich finaliza diciendo: «si, la economía bielorrusa crece a todo ritmo, a pesar de la activa intromisión del estado. No hay ningún milagro. El crecimiento del papel del capital privado en la vida económica del país es inevitable». («Expert», 12-18/12/2005).

Esta conclusión no acaba de tener lógica, pues la economía bielorrusa crece 10 años consecutivamente, y la razonable intromisión del estado representa uno de los importantes factores del éxito. No en vano Vladimir Putin felicitó en enero de este año al presidente Alexander Lukashenko por los éxitos económicos bielorrusos.

Bielorrusia avanza

Como integrante de la Unión Soviética, Bielorrusia se consideraba una de las repúblicas más desarrolladas en lo económico, ocupando el segundo lugar tras la Federación Rusa en cuanto a nivel de PIB per cápita y a los indicadores de nivel de vida. El tercer lugar lo ocupaba Ucrania, que seguía de cerca a Rusia y Bielorrusia. Kazajstán se incluía en las repúblicas que recibían subsidios y solía ocupar el sexto o séptimo puesto en las tablas, que reflejaban el nivel de desarrollo de la economía. («Cuestiones de economía» nº4-6, 1992). Está correlación había variado ya para el 2000 y continuó haciéndolo en años siguientes. En cinco años (2001-2005) el producto interior bruto de Bielorrusia aumentó en un 42%. En los últimos 10 años el PIB de Bielorrusia se ha duplicado. («República». Minsk. 24/12/2005)
Por sus niveles de PIB per cápita, Bielorrusia ocupa el primer lugar en la CEI, algo que han tenido que reconocer los expertos del FMI.

Según datos de los centros de análisis del FMI y teniendo en cuenta la paridad de la capacidad de compra de las divisas nacionales en 2001, el PIB per cápita creció en 2000-2003:

En Ucrania……… de 4’75 a 5’85 mil dólares;
En Rusia…………. de 6’75 a 7’75 mil dólares;
En Kazajstán…. de 6 a 7’8 mil dólares;
En Bielorrusia…. De 7’25 a 8’7 mil dólares.
(«Economía mundial y relaciones internacionales». Nº2, 2004)

En los dos años siguientes Rusia incrementó su PIB en un 13’8%, Ucrania en un 14’3%, Kazajstán en un 19’2%, Bielorrusia en un 20’2% («Principales indicadores macroeconómicos de los países de la Comunidad de Estados Independientes», M.,2005)
Bielorrusia lidera la CEI en lo referente al peso de la producción tecnológica en el conjunto de la economía, en primer lugar de la automoción y fabricación de maquinaria. Bielorrusia también lidera las estadísticas per cápita en cuanto a fabricación de televisores, frigoríficos, tela y calzado. Supera en 3 veces a Rusia y Ucrania en producción de carne y en 7 veces a Kazajstán. En productos lácteos, mantequilla y leche, Bielorrusia supera en 2-3 veces a Ucrania y Rusia, y ocupa el primer lugar en producción per cápita de azúcar, patatas, frutas y huevos. Solo se ve superada por Kazajstán en producción de grano, y por Ucrania, Rusia y Kazajstán en producción de aceite vegetal. Bielorrusia construye 2’5-3 veces más metros cuadrados de vivienda cada 10 mil habitantes , que Ucrania o Kazajstán y 15-20% más que Rusia. («Comunidad de Estados Independientes». M,.2004).

Podríamos continuar con estas comparativas con multitud de otros indicadores de producción industrial y agraria.
Bielorrusia encabeza la CEI por tiempos de crecimiento del comercio exterior. La balanza comercial en 2005 se acercaba a los 30 mil millones de dólares, con un balance positivo de 700 millones. Para un país de 10 millones de habitantes, energéticamente dependiente, es un resultado muy bueno.

Bielorrusia lucha por abrirse un hueco en los mercados. Mantiene relaciones comerciales con casi 70 países y constantemente mejora el nivel y la calidad de sus productos. La estructura de su comercio exterior se corresponde con la de un país europeo industrialmente desarrollado: su producción es la de la industria transformadora, no la productora de materias primas. Bielorrusia es uno de los líderes mundiales en producción de tractores y camiones volquete. Del total de exportaciones de Bielorrusia, el 36% tenían a Rusia como receptor, el 85 a los países restantes de la CEI y el 44% a países de la Unión Europea (» Sovietskaya Bielorrusia «, 1/11/2005). También han crecido mucho las exportaciones a China. Menos de un tercio de las exportaciones representan los abonos minerales y los derivados del petróleo. En ambos casos, son productos elaborados, y no materias primas en bruto.

La oposición a Lukashenko habla y escribe mucho del bajo nivel de vida en Bielorrusia. Para la comparativa no se escoge Ucrania o Rusia, ni siquiera las vecinas Polonia, Lituania o Letonia, sino Alemania. Esas comparaciones no se sustentan. Debemos comparar Bielorrusia del 2005 con la de 1990, o con las actuales Ucrania o Rusia. Así por ejemplo, la pensión media en Bielorrusia asciende a 104 dólares, la más alta en la CEI si calculamos en dólares y más aún si tenemos en cuenta la capacidad adquisitiva por los precios más que asequibles para la gente mayor de los productos de primera necesidad.

En Bielorrusia a día de hoy tenemos la mejor estructura alimentaria de la CEI y la «cesta de la compra» más barata, tanto para la infancia como para la tercera edad. Tiene además el mejor acceso a la vivienda de la CEI. Sin embargo la esperanza de vida de los bielorrusos ha descendido de los 71 años en 1990 a los 69 en 2005. En Rusia encontramos la esperanza más baja de vida al nacer, con 65 años. El salario medio en Bielorrusia es de 250 dólares mensuales, lo que representa 80 dólares más que Ucrania y 30 menos que Rusia. El presupuesto ruso no sufre hoy la falta de ingresos. En Bielorrusia , por el contrario, no se dan las diferencias en salario medio e ingresos, que tenemos en Rusia, tanto entre regiones, como entre esferas de la producción. El salario medio en la esfera estatal es de 225 dólares al mes («República». Minsk.24/12/2005)
Por supuesto estas cifras son muy modestas en comparación con Alemania o Francia. Sin embargo aquí es muy importante la dinámica de crecimiento. Al duplicar en 10 años (1996-2005) su PIB, Bielorrusia se fija como meta el triplicarlo para 2010. No hay una dinámica parecida ni en Europa ni en la CEI.

Lógicamente la oposición bielorrusa conoce todas estas cifras, aunque las explica a su manera. Uno de los líderes de la oposición, Alexander Lebedko escribía recientemente en el principal diario opositor de la república. «¿Dónde está el sentido de la vida? En la verdad. Y la verdad es esta. En sus 11 años de gobierno, Lukashenko ha creado un sistema basado en el engaño y el miedo. No es efectivo. Solo funciona con el látigo de un arriero. No depende de la gente que vive en las regiones. Esto es algo que el dirigente bielorruso y sus seguidores se han visto obligados a reconocer públicamente» («Narodnaya volia» nº226, 24/10/2005).

Es difícil comentar declaraciones de este tipo. Lukashenko ciertamente ha creado un efectivo sistema de dirección económica, que él mismo denomina en ocasiones como «socialismo de mercado». Veamos cuales son las principales particularidades de este sistema.

El modelo bielorruso

En los años 1992-1993 en Bielorrusia no se produjo ninguna «terapia de choque». El poder político era débil y estaba dividido, pero la dirección de la economía no la manejaba un equipo de consejeros extranjeros, sino el último gobierno soviético, encabezado por el primer ministro Viacheslav Kebich. Este gobierno intentó llevar a cabo algunas reformas cautelosas. A finales de 1993 se privatizaron en el país algunos cientos de pequeñas y medianas empresas. Sin embargo hasta el verano de 1994 apenas un 3% de los activos soviéticos estaban en manos privadas.

La ley permitió la libertad total de comercio a precios de mercado, aunque leyes como esta no provocaron el entusiasmo entre la población, ya que a finales de 1992 los precios de los principales artículos de consumo habían subido 11 veces. Mientras, la producción se había reducido en 1992 en un 26 % y en el 93 en un 11% más. (P.G. Chigrinov. «Historia de Belarus», Minsk. 2004) Esto demostraba la drástica caída del poder adquisitivo y del nivel de vida de la población. Cientos de miles de personas de la hasta entonces próspera Bielorrusia pasaron a engrosar las listas de parados.

El descontrol y la crisis reinaban en el campo. A principios de 1994 aparecieron 2500 granjas privadas. Pero su peso específico en el total de la producción del sector agrario apenas representaba un 1%. La oposición liberal exigía la liquidación de todos los koljoses y sovjoses, aunque en el campo bielorruso pocos eran los que apoyaban esas exigencias. Tampoco había en Bielorrusia propuestas serias de privatización de las grandes empresas industriales. Como es sabido, en una Bielorrusia relativamente pobre en recursos naturales, en los años soviéticos se desarrollaron con gran éxito muchos sectores de la industria transformadora, en primer lugar la construcción de maquinaria. Muchos economistas denominaban a Bielorrusia como «el taller de ensamblaje de la URSS». Decenas de sus empresas de maquinaria, así como de producción de televisores, neveras, electrodomésticos, equipamiento médico, completaban el ciclo tecnológico que se iniciaba en Rusia o Ucrania. La economía bielorrusa en un 80% estaba formada por empresas de último ciclo, dependientes en materiales y salida a mercados del mercado general de la Unión («La economía mundial y las relaciones internacionales»). Esto presuponía la existencia de un gran porcentaje de trabajo altamente cualificado y bien retribuido y una parte importante del valor del producto creado. La mayoría de estas empresas se encontraba en dependencia de la Unión, y no se podían privatizar sin alterar el desarrollo normal de la producción. Evidentemente, la desaparición de la URSS destruyó el funcionamiento normal de la industria bielorrusa.

Muchas fábricas no solo tuvieron que recortar la producción. Tuvieron que detenerla. Los almacenes estaban llenos, pero no había pedidos nuevos, ni suministro de piezas, de materia prima ni de energía. En Bielorrusia no era tan fuerte el deseo de independizarse de Rusia como lo podía ser en las repúblicas bálticas, dispuestas a cualquier sacrificio por la independencia. Además los nacionalistas radicales bielorrusos tenían poca influencia, no tenían programa económico. Sus preocupaciones principales giraban en torno a los problemas de la lengua. Despreciaban a la mayor parte de su pueblo, que según ellos había olvidado su idioma y los símbolos de sus antepasados.

En esta coyuntura, la victoria de Lukashenko en las primeras elecciones presidenciales fue algo lógico. Enseguida se reactivó la nueva política económica, asentada en el pragmatismo, el realismo, el sentido común y la recuperación de los lazos económicos y la cooperación con Rusia. En Bielorrusia se reinstauró la economía planificada de tipo soviético, con tareas prefijadas a un año y a cinco años vista.

El primer plan quinquenal desarrollado bajo la dirección de Lukashenko, «Principales directrices del desarrollo socio-económico de la República Belarus para los años 1996-2000», fue aprobado en Minsk por la Asamblea Popular Bielorrusa y se convirtió en ley.

A finales del año 2005 más del 80% de los activos, en la ciudad y en el campo de Bielorrusia, correspondían a la propiedad estatal y cooperativa. No existen oligarcas, y no hay grandes corporaciones privadas. Pero las empresas bielorrusas, los koljoses y sovjoses, funcionan, por lo general, mejor que en la época soviética, puesto que ahora tienen que competir en los mercados ruso y mundial. En la economía bielorrusa se mantienen, fundamentalmente, las formas de organización económica (de dirección administrativa) soviéticas, y el estado apoya incluso a muchas empresas deficitarias. Pero en Bielorrusia no hay un partido único dirigente, sino un grupo de partidos que apoya al presidente, y otro grupo de partidos que forman la oposición. Bielorrusia no persigue el estatus de país con economía de mercado, sino que construye una sociedad de justicia social, empleando relaciones de mercado, que se corrigen según las necesidades. Así, por ejemplo, en Bielorrusia se apoya, mediante subsidios, el mantenimiento de precios bajos para los productos de primera necesidad, los servicios de viviendas sociales y los transportes públicos. Aleksandr Lukashenko ha dado en muchas ocasiones una clara definición de lo que es el modelo bielorruso: «La esencia del modelo socioeconómico de desarrollo de nuestro estado», dijo Lukashenko, en una conferencia de prensa, el 23 de noviembre del 2005, «consiste en crear un estado para el pueblo. Construimos un estado orientado a lo social. No hemos ido por el camino de la destrucción, e incluso renunciamos a la palabra «reforma», que atemorizaba a nuestras gentes, en Rusia como en Bielorrusia. Nosotros no hablamos de reforma, sino de perfeccionamiento. No tomamos el camino de destrucción de lo anterior. Partimos de lo que teníamos, le dimos a todo la vuelta, y pusimos en pie lo que merecía la pena, y comenzamos a perfeccionar todo esto. Y básicamente, nos apoyamos en ese fundamento, que fue creado en la Unión Soviética, aquí, en esta tierra, y levantamos un edificio económico normal, que hoy nos aporta el resultado definido. Construimos un modelo que tiene en cuenta, ante todo, al ser humano. Y únicamente en esto se encuentra la base de la fuerza del presidente y de nuestro estado, que nunca sacaremos del campo de visión de los intereses del ciudadano» («República», 25/11/2005).

La oposición a A. Lukashenko critica resueltamente ese rumbo de construcción del socialismo de mercado sobre fundamentos soviéticos («Narodnaya volia», 5/01/2005). Sin embargo, ninguno de los líderes de la oposición ha sido capaz, hasta el momento, de proponer ninguna otra estrategia económica o concepción sociopolítica distinta.

Bielorrusia y Rusia

La república de Bielorrusia es el socio y amigo más importante de la Federación Rusa en la CEI y en Europa. En las fronteras entre Rusia y Bielorrusia no hay puestos ni postes fronterizos. Los ciudadanos de Rusia pueden llegar y trabajar en Rusia sin visado ni permiso, y los ciudadanos de Bielorrusia pueden hacer otro tanto en Rusia. En nuestros países hay un único espacio de defensa con respecto al oeste, que mantiene y desarrolla la infraestructura militar soviética. Nuestros países tienen un sistema común de organización y distribución del área de defensa y de producción de tecnología militar. La lengua rusa es, junto al bielorruso, idioma oficial en Bielorrusia. Bielorrusia nunca ha sido colonia de Rusia, y el pueblo de Bielorrusia carece de complejos antirrusos, que han intentado inspirarle los nacionalistas radicales, declarando «decadente» a su propio pueblo. Más cercano a la realidad estuvo A. Lukashenko, cuando dijo, medio en broma, que «los bielorrusos son rusos, pero con label de calidad». Entre Rusia y Bielorrusia nunca ha habido, a lo largo de la historia, enemistad o conflictos, y, precisamente eso, ha determinado la opción final de la élite bielorrusa en su orientación hacia Rusia después de la disolución de la URSS. Como escribió hace poco A. Lukashenko, «el pueblo bielorruso analizó serenamente la situación e hizo su elección, en el sentido de demostrar su incorruptible lealtad a la hermandad eslava. El adoptar una orientación hacia Rusia, abierta y conscientemente, fue un paso muy responsable. Esa era mi posición de principio, porque yo creía firmemente en la fuerza creadora de la unidad de nuestros pueblos» («Nash sovremennik», Nº 12, 20005).
En Rusia y Bielorrusia hay un modesto, pero común, Estado federado, con parlamento conjunto, consejo de ministros, Consejo superior de estado y presupuesto, que en el 2006 contaba con 3000 millones de rublos (N del T.:cerca de 100 millones de euros). Más de un millar de funcionarios, dirigidos por Pavel Borodin, trabajan en Minsk en el Secretariado ejecutivo de este Estado federado, que pronto deberá establecer su Acta constitutiva. Prosiguen los preparativos para la introducción de una divisa común para los dos países, sobre la base del rublo ruso. Naturalmente, también hay problemas. Es fácil cerciorarse de que casi todas las principales iniciativas de integración en los últimos 10 años han partido no de Rusia, sino de Bielorrusia. Muchas de las iniciativas económicas y políticas de Bielorrusia son silenciadas y tergiversadas, no solo en una parte significativa de la prensa rusa, sino en las informaciones que llegan al presidente de Rusia. Resultó extraño escuchar las palabras de V. V. Putin acerca de que toda la economía de Bielorrusia supone un 3% de la de Rusia, así como algunas conclusiones de esas equivocadas comparaciones.

La población de Bielorrusia correspondería a un 7% de la población de Rusia, pero la economía de Bielorrusia corresponde a un 8% de la economía de Rusia. En el conjunto de la economía de la CEI, en el 2003, Rusia aportaba el 61’5% del total del Producto Interior Bruto (PIB) de la Comunidad, y Bielorrusia, un 4’8%. En el mundo existen ya muchos esquemas de integración, pero Rusia y Bielorrusia deben encontrar su propia variante de Unión, que tenga en cuenta nuestra historia y nuestras realidades. Bielorrusia debe llevar a cabo la integración, conservando su soberanía nacional y estatal, y esta es una postura comprensible y razonable. Nuestras economías son totalmente compatibles, pero la economía de Rusia, a día de hoy, incluye demasiados elementos irracionales, que justifican la cautela de Bielorrusia.

Los problemas de la democracia en Bielorrusia

Los problemas de la democracia en Bielorrusia pueden examinarse desde distintos ángulos, y por tanto, describir cuadros muy diferentes, en su mayor parte, muy subjetivos. Pero lo mismo podría decirse de cualquier país occidental, con «ejemplares», en opinión de muchos, regímenes democráticos. Mejor sería hablar de las instituciones reales de poder y de los hechos. Es absolutamente evidente que el presidente de Bielorrusia posee, de acuerdo con la Constitución del país, enormes poderes, mucho mayores que los presidentes de Francia, EE.UU. o Rusia. El presidente bielorruso coordina y dirige la actividad de todas los poderes del estado, ejecutivo, legislativo y judicial. Los decretos del presidente de Bielorrusia se consideran leyes provisionales. El parlamento bicameral bielorruso es, en gran medida, un órgano representativo y técnico, más que político. No es una tribuna para declaraciones políticas y lucha de partidos, de los cuales hay muchos en Bielorrusia, pero que no son grandes, en cuanto a influencia, y no son capaces de constituirse en alternativa de poder.
Claro está que, en comparación con el orden soviético en Bielorrusia, no sólo en tiempos de Brezhnev, sino también en los de Gorbachov, la Bielorrusia actual es un régimen democrático mucho más avanzado. Aquí se limita, pero no se prohíbe a la prensa opositora, ni se silencian las emisoras de radio occidentales. Se puede profesar cualquier religión o adherirse a cualquier filosofía.

Aleksandr Lukashenko llegó al poder en 1994, como resultado de unas elecciones plenamente democráticas. Sin apoyarse en ningún partido, y sin tener ningún apoyo financiero sólido, ganó las elecciones, en primer lugar, gracias a su excepcional talento oratorio, inteligencia natural, fuerte voluntad y honradez, cualidades de las que todos pudieron entonces convencerse. En aquellas condiciones de desgobierno y desbarajuste, sin contar con un fuerte equipo profesional, venció a competidores mucho más potentes que él en varios parámetros, logrando el 81% de los votos en la segunda vuelta. Su programa principal se condensaba en una sola frase: «No estoy ni con los de derechas, ni con los de izquierdas; estoy con el pueblo». Este lema se mantiene como lo principal en su programa electoral del año 2006.

Sería extraño y absurdo culpar de la debilidad de la sociedad civil en Bielorrusia a Aleksandr Lukashenko, y no a la oposición bielorrusa. Al igual que en el año 1991, hoy en día, demasiados líderes ambiciosos y grupos políticos de la oposición se dan empujones, estorbándose unos a otros en un escenario político muy pequeño. En Rusia, Vladimir Zhirinovsky y Aman Tuleyev se presentaron a las elecciones presidenciales contra Yeltsin, ya en 1991, y Guennadi Ziuganov, desde 1996. En Bielorrusia no hay figuras semejantes. Aquí, a la oposición de «primera línea», la sustituyó, a mediados de los años 90, la oposición de «segunda línea», y, hacia el año 2001, la de «tercera línea». Semejante rápida sucesión de personas y grupos confundió incluso a los patrocinadores y asesores occidentales, que exigieron, aunque solo fuera para el momento de las elecciones de 2006, la unión de todos los movimientos opositores, «desde los anarquistas a los monárquicos», y la presentación, frente a Lukashenko, de algún candidato único. A esta propuesta también se sumaron los liberal-demócratas, los nacionalistas y los comunistas del Partido de los Comunistas de Bielorrusia. Los más «ortodoxos» comunistas del Partido Comunista de Bielorrusia, en cambio, apoyaban al presidente.

El Congreso unificado de fuerzas democráticas se constituyó en Minsk, el 2 de octubre de 2005, en el Palacio de la Cultura de la fábrica de automóviles de Minsk. Se reunieron más de 800 delegados de 8 ó 9 partidos. Entre los 70 invitados extranjeros se encontraban los expresidentes de Polonia, Lech Walesa, y de la República Checa, Vaclav Havel. De los demócratas rusos, llegaron a Minsk, I. Hakamada, B. Nemtsov y N. Bielyj. Se realizaron 2 vueltas de votaciones. En la segunda vuelta venció Aleksandr Milinkievich, profesor de 58 años, físico de profesión, de la ciudad de Grodno. El hasta entonces poco conocido político de provincias, había sido, en el pasado, activista del Frente Popular de Bielorrusia, pero no de los más radicales. (N. del T.: los «Frentes Populares» fueron movimientos políticos, generalmente con tendencias de reivindicación nacionalista, que surgieron en cada república de la URSS en la época de Gorbachov, las primeras organizaciones políticas legales al margen, pronto en contra, del PCUS). En febrero del 2006 realizó una activa campaña preelectoral, dentro y fuera de los límites de Bielorrusia. Los resultados de esta campaña política los conoceremos el próximo 19 de marzo. Las elecciones presidenciales en Bielorrusia se celebrarán una semana antes que las elecciones a la Rada Suprema (parlamento nacional) de Ucrania. Serán dos acontecimientos muy importantes, no sólo para estos dos países, sino para toda Europa.

Particularidades del panorama electoral bielorruso

A los líderes de la oposición bielorrusa les va a resultar difícil llevar la lucha con Lukashenko en cualquier dirección y en cualquier «campo de batalla» electoral, y ya están diciendo que su meta principal es, como en los Juegos Olímpicos, no ganar, sino participar. Ninguno de los líderes opositores prepara tiendas de campaña o infiernillos para un «maidan» bielorruso (N del T.: Maidan, nombre de la plaza donde se concentraron y acamparon los partidarios del actual presidente de Ucrania, Yushenko, durante la famosa «Revolución Naranja» de Kiev, en 2004). Hasta los periódicos opositores y los grupos de investigación sociológica, desplegados desde la vecina Lituania, advierten: «Lukashenko recibirá en las elecciones del 55 al 60% de los votos, pero nos declararán una cifra del 75-80%». Exactamente lo que dijo en una entrevista para la televisión rusa el mismo Aleksandr Milinkievich.

¿Sobre que tesis construir la campaña? A cuenta de esto, hasta los observadores occidentales encuentran dificultades con sus consejos. En Ucrania, en el otoño del 2004, el principal tema para Yushenko y Timoshenko (N del T.: los cabecillas de la «revolución naranja»)era la corrupción. Pero el régimen bielorruso no está corrompido, y la población del país lo sabe. Aquí no hay ni un poder débil, ni ricos oligarcas. Es difícil acusar a Lukashenko de sumisión a Moscú o de renuncia a la soberanía bielorrusa. Más bien, es a los políticos rusos a los que algunos de sus colegas bielorrusos intentan atemorizar con la supuesta excesiva influencia que Lukashenko y el KGB bielorruso estarían adquiriendo en Moscú y en Rusia.

También es muy difícil criticar la política socioeconómica de Lukashenko, pues sus éxitos son evidentes. Las proclamas de que el actual régimen bielorruso no construye nada y «vive de las rentas soviéticas» y de la riqueza acumulada en la época de la URSS, son demasiado poco convincentes. Bielorrusia ha construido mucho por sí misma en los últimos 5 años, ha renovado sus instalaciones y su tecnología. El conocido científico y figura pública bielorrusa, Guennadi Grushevoy, uno de los organizadores de la acción por los «Niños de Chernobyl», simpatiza totalmente con la oposición, pero les previene de que no se hagan ilusiones: «El electorado» -dice- «vota, no por el sistema político que creó A. Lukashenko, no por el modelo económico, vota por su política social. Si nosotros le decimos que ahora hay que destrozar todo este sistema social (demostrado que esto es un soborno primitivo al pueblo), no encontraremos apoyos. No recibiremos nada, excepto desprecio, del electorado» (A. Feduta. «Lukashenko. Biografía política», M. 2005).

Pero, ¿cómo demostrar que la política social del régimen de Lukashenko es un soborno al pueblo, y no un sincero deseo de ayudar a la gente y preocuparse de la mejora de sus vidas? De hecho, la política social de Lukashenko surge de modo natural de su ideología, que es hoy la ideología del estado bielorruso. La ideología estatal bielorrusa no se basa en los dogmas del marxismo-leninismo, pero tampoco rechaza las ideas y principios del socialismo, como una sociedad de justicia social. En todas las estructuras de poder de Bielorrusia hay secciones de trabajo ideológico, y en la administración del presidente hay una dirección de ideología. A. Lukashenko expuso su esencia de la forma más concisa en su mensaje a los ciudadanos con ocasión de la fiesta de Octubre. «La historia lo atestigua de modo convincente: la Gran Revolución Socialista de Octubre, cuyo principal objetivo era la construcción de una sociedad de justicia social, libre de desigualdad y opresión, estaba dotada de una enorme fuerza creadora. La energía de Octubre inspiró la victoria en la Gran Guerra Patria, la conquista del cosmos, los logros laborales del pueblo soviético, hechos reconocidos en todo el mundo. La revolución de Octubre cambió el destino de Bielorrusia, dio un potente impulso al renacimiento social y espiritual de nuestro pueblo. Los bielorrusos consiguieron su propio estado, crearon una industria de alta tecnología, una agricultura moderna, una cultura y ciencia de vanguardia. La república de Bielorrusia es un estado soberano, que goza de estima y prestigio en la comunidad internacional. Los rasgos distintivos de la Bielorrusia moderna son la estabilidad política y económica, el acuerdo ciudadano y la preocupación por la gente. Nuestro país marcha decididamente por el camino de desarrollo elegido por el pueblo, en la base del cual se encuentran los ideales legados por Octubre de paz, libertad, igualdad y justicia» («Sovietskaya Bielorrusia», 6/11/2005).

Las elecciones en Bielorrusia se observarán con la mayor atención, no en Occidente, ni en Rusia, sino en la vecina Ucrania. Comparando los precios de los productos alimenticios en las ciudades de Ucrania y Bielorrusia, donde son dos veces más baratos, y además, los sueldos y pensiones son más altos, uno de los publicistas ucranianos exclamó: «¡Ojalá tuviéramos nosotros esos precios! No, ¡sería necesario pedir a Aleksandr Lukashenko, después del fin de su mandato presidencial, trabajar un par de años entre nosotros para beneficio de los pensionistas! De paso nos libramos de nuestro propio gabinete de ministros. ¿Con qué nos puede consolar el poder? ¿Acaso sólo con palabras vacías sobre que en Ucrania hay democracia y en Bielorrusia no? ¿Y cómo palpar o sopesar esta nuestra democracia o la «opción europea»? ¿Qué es más importante para una persona sencilla: una familia bien alimentada o la satisfacción de los «guardianes de la democracia» de Washington y la UE? ¿Y, en general, quién es patriota de su país? ¿El que pone orden, da trabajo y pan a sus ciudadanos, o el que habla de «honor y nación», sin darse cuenta de cómo saquean el país los oligarcas y sus «compañeros de lucha»? Mira por donde, los bielorrusos no tuvieron nuestra «suerte». No tienen oligarcas. Ni siquiera millonarios. A cambio tienen qué y con qué comprar» («2000», Kiev, 16/12/2005). Este artículo, escrito desde la ciudad ucraniana de Zhitomir se publicó en uno de los mejores semanarios ucranianos «2000», en la sección «Libertad de expresión».

Desde luego, la democracia es algo muy valioso, y hay que luchar por ella, pero no como lo entienden muchos políticos en Kiev o en Tbilisi (capital de Georgia). En la segunda mitad de marzo de 2006 sabremos que piensan acerca de esto los pueblos ucraniano y bielorruso.