Durante la época de la creación y formación del FSLN, luego en el período de su organización en la clandestinidad, lucha armada en la montaña, preinsurreccional e insurreccional y más tarde apoyando o participando en el gobierno revolucionario de la década de los ochenta, todos los sandinistas adquirimos un fierro político, un sello. Ese fierro […]
Durante la época de la creación y formación del FSLN, luego en el período de su organización en la clandestinidad, lucha armada en la montaña, preinsurreccional e insurreccional y más tarde apoyando o participando en el gobierno revolucionario de la década de los ochenta, todos los sandinistas adquirimos un fierro político, un sello. Ese fierro político acarrea consigo, desde la perspectiva de los no sandinistas y aun de muchos sandinistas y de la propia izquierda latinoamericana, una gran cantidad de calificativos, estigmas y percepciones, que pueden ser, falsas o verdaderas, imaginadas o reales, subjetivas u objetivas. En otras palabras una visión imprecisa y por lo tanto distorsionada de lo que es ser sandinista y su actuar político desde el poder.
Esa compleja y borrosa percepción parte, no sólo de una aun deficiente claridad de nuestra propia definición de sandinistas, sino también de una masiva y permanente difusión manipulada de lo que es ser sandinista llevada a cabo por los medios de comunicación nacionales y extranjeros. Esta distorsión no está construida, a propósito, sobre la base de una identidad real, sino sobre el uso de adjetivos cargados, peyorativos, deshonrosos o de condena; sobre el énfasis de errores, inventados o verdaderos, sobre la demonización de su contenido ideológico; sobre el desprestigio y descalificación de las acciones de algunos individuos sandinistas y sobre todo en la repetición permanente de señalamientos y acusaciones sin ningún sustento.
Ni la inicial ni la actual dirigencia del FSLN parecen haber deseado, intentado y mucho menos logrado, una clarificación de esas percepciones y distorsiones. A lo mejor ésta es una tarea de la historia. Historia, la cual muchos piensan, es ella misma una distorsión o simplemente una percepción.
En lo que va de su corta carrera política, el FSLN ha sufrido fraccionamientos y disidencia. Sin embargo, esos disidentes llevan su fierro político y por mucho que estos lo intenten borrar, y aunque ellos mismos lo crean borrado, todos los demás se lo notan con claridad y no importa cuánto lo oculten, ningún otro partido político nicaragüense los tolera, acepta o perdona y así parece que funciona la misma izquierda internacional. Ante la derecha criolla y la global y aun de la izquierda internacional súper-revolucionaria, ese sandinismo es un estigma, esto llevado al extremo los pretende convertir en excluidos políticos o a lo mínimo arrimados. Hay algunos sandinistas que han intentado e intentan el antisandinismo que nadie les cree. Mientras las élites socio económicas nicaragüenses no acepten plenamente, con realismo histórico genuino al sandinismo, como una fuerza política permanente e inextricable dentro de la sociedad plural nicaragüense, será casi imposible una convivencia armónica y pacífica, una legítima reconciliación, dentro de nuestro inescapable espacio geográfico. Crisis políticas parecidas a las que se presentaron en abril 2018, mediáticamente distorsionadas y falsas, pueden mantener el maldito «espíritu faccioso» que ha sido una constante histórica en Nicaragua.
Siempre he pensado que existen sandinistas antisandinistas, antisandinistas sandinistas y antisandinistas. Todo depende de lo que se entiende por sandinista.
Además de no poseer investidura oficial para dar una definición de lo que es ser sandinista, que no puede dejar de ser dialéctico, no lo voy a hacer aquí, lo que no quiere decir que no se deba hacer o que yo mismo lo intente en algún momento. Pienso que es necesario aclarar las actuales percepciones ya que estas, falsas o verdaderas, no tardan en convertirse en la realidad. Desde mi propia perspectiva, y así lo pienso de otros, incluyendo al ejercito y la policía, haber adquirido el fierro sandinista es un privilegio, es haber recuperado de nuestra historia lo mejor que tenemos, es la afirmación de lo más noble de nuestra nacionalidad, es haber excluido, como principio, el cinismo de la política y el que hayamos sido partícipes de una revolución, que además de darnos universalidad, nos coloca entre los pocos pueblos que pueden congratularse de esa máxima expresión histórica de la sensibilidad social, del avance en el desarrollo de la consciencia y del salto cualitativo político, que es precisamente la esencia de la Revolución.
Nada del futuro político de Nicaragua estará libre de lo mejor del sandinismo. Es cierto que hoy hay muchos que no lo entienden así pero inexorablemente la historia, sea esta cual sea, lo afirmará así. La Revolución Sandinista confirmó la universalidad que nos dio Rubén Dario y Augusto Sandino.
En términos políticos prácticos en Nicaragua, el siglo pasado ha sido signado, y este también lo será, por el sello del sandinismo. Es lo mejor que le ha sucedido políticamente a este país y es desde aquí que hay que construir el futuro.
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