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El Foro Social Mundial está en la encrucijada

Fuentes: Alai-amlatina

La posición oficial del Foro Social Mundial (FSM) dice que busca congregar a quienes se oponen a la «globalización neo- liberal» y al «imperialismo en todas sus formas». Afirma que el Foro es un «espacio abierto» y no un movimiento. Este planteamiento muy original es bastante polémico entre los participantes del propio FSM. Históricamente, los […]

La posición oficial del Foro Social Mundial (FSM) dice que busca congregar a quienes se oponen a la «globalización neo- liberal» y al «imperialismo en todas sus formas». Afirma que el Foro es un «espacio abierto» y no un movimiento. Este planteamiento muy original es bastante polémico entre los participantes del propio FSM. Históricamente, los mayores movimientos antisistémicos de la segunda mitad del Siglo XIX y los primeros dos tercios del Siglo XX, la llamada «vieja izquierda», habían desarrollado una estrategia política que comúnmente se llama la estrategia de dos pasos: primero, alcanzar el poder del Estado, y luego transformar el mundo. Esta estrategia se desarrolló como la vía más plausible para que los movimientos populares, que inicialmente fueron débiles organizativamente, sobrevivieran y tuvieran un impacto de trascendencia en la política nacional y mundial.

Aunque estos movimientos estuvieron en un principio expuestos a la represión de autoridades hostiles, entre 1945 y 1968 se fortalecieron, y el primer paso de la estrategia de dos pasos tuvo un éxito espectacular en el mundo entero. En una mayoría de países del mundo los movimientos antisistémicos llegaron al poder del Estado. Una tercera parte del mundo estaba gobernada por partidos comunistas. Otra tercera parte, el mundo pan-europeo, vio la llegada al poder de partidos social- demócratas (o sus equivalentes). Claro, en estos Estados existía la llamada alternabilidad en el poder, pero ejercieron este poder en una situación en la cual la oposición conservadora aceptaba la idea básica de los social-demócratas, o sea el Estado de bienestar, y solo se discutía su alcance. El último tercio del mundo, el Sur, vio el ascenso al poder de los movimientos nacionales de liberación en Asia y África y de movimientos populistas en América Latina.

En suma, los movimientos antisistémicos de hecho habían conseguido el poder del Estado. El problema fue la incapacidad de estos movimientos de implementar efectivamente el segundo paso, o sea, transformar el mundo. Ésta es la explicación esencial de la revolución mundial de 1968. En cada una de las tres zonas del sistema mundial, país tras país, sucedieron levantamientos de varios tipos. Una característica común de todos los levantamientos fue la acusación de los revolucionarios contra la «vieja izquierda»: ustedes nos prometieron la transformación social cuando tomaron el poder; no han cumplido esa promesa. El mundo, según ellos, sigue siendo profundamente injusto, en el sistema-mundo y dentro de nuestros países; nuestros sistemas políticos no son verdaderamente democráticos; ahí existe una casta privilegiada (una nomenklatura) dentro de nuestros regímenes. Ha cambiado mucho menos de lo que ustedes dijeron.

Los diversos levantamientos de 1968 (de 1966-1970, en realidad) fueron reprimidos. No obstante, no se eliminó la desilusión que los había nutrido. En las tres décadas posteriores asistimos al derrumbe, uno a uno, de la mayoría de los regímenes que llegaron al poder en el auge de los movimientos antisistémicos. El colapso de la Unión Soviética en 1991 marcó simplemente la cúspide simbólica de este rechazo de los regímenes de la «vieja izquierda». Después de 1968, el problema para las fuerzas mundiales antisistémicas fue cómo encarar la reconstrucción propia, y en especial, cómo revisar su estrategia política histórica.

Hubo tres intentos principales para formular una estrategia distinta a la de la «vieja izquierda», que pasó a ser considerada, en cada una de sus variantes centrales, una estrategia fracasada o anticuada. Ellos fueron, los múltiples maoísmos, la llamada «nueva izquierda» y los movimientos de derechos humanos.(1) Cada uno, a su manera, mostró que no estaba en medida de diferenciarse de la estrategia de la vieja izquierda, como lo habían afirmado en un principio. Y ninguno logró el nivel de movilización que la vieja izquierda había alcanzado durante su apogeo después de 1945. Hacia el final del Siglo XX, había una panoplia de diferentes movimientos en el mundo, y ninguno de ellos parecía tener la capacidad de impacto que esperaba. Entre los activistas, y por todos lados, existía un ambiente generalizado de malestar. Y aquellos en el poder en el sistema-mundo parecían tener mucho éxito.

Este es el trasfondo de lo que luego la prensa mundial llamaría el «movimiento anti-globalización» y que últimamente se conoce (en idiomas aparte del inglés), como un movimiento altermundialista. ¿Cuándo se inició? Es difícil de señalar. De este movimiento hay tres momentos simbólicos y todos ocurrieron en las Américas: la revuelta de los zapatistas (EZLN) en Chiapas en 1994, las protestas de activistas contra el encuentro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle en 1999, y el primer Foro Social Mundial en Porto Alegre en 2001.

La revolución zapatista comenzó deliberadamente en el primer día de vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (el NAFTA o TLCAN), el primero de enero del 1994. Los zapatistas surgieron como el brazo militar y organizado de los pueblos indígenas de Chiapas, dando continuidad a la lucha de 500 años por tierra y autonomía. Hay tres características importantes de la lucha zapatista: 1) La demanda de derechos para los pueblos indígenas, sin ánimo de obtener el poder en México. 2) La ubicación de estas demandas en el arco general de la lucha mundial, incluyendo, por supuesto, la lucha contra la globalización neo-liberal (de ahí su elección simbólica de sublevarse contra las autoridades mexicanas en el mismo día del lanzamiento del TLCAN). 3) La visión de obtener, y lo lograron, un amplio apoyo internacional a sus luchas, lo cual convirtió al movimiento en un modelo para movimientos en otras partes del mundo.

La protesta en Seattle ocurrió cinco años después, durante lo que se consideraba debía ser una reunión decisiva para la OMC. Ella tuvo cinco características destacadas. 1) La manifestación se presentó como un enfrentamiento directo contra la globalización neo-liberal y las instituciones encargadas de la implementación de lo que se llama (desde hace al menos una década) el Consenso de Washington. 2) Consistió en acciones directas y disruptivas. 3) Fue el fruto de una alianza insólita entre los movimientos de la vieja izquierda (por ejemplo la federación de sindicatos estadounidenses, la AFL-CIO), los movimientos de la nueva izquierda (por ejemplo los ambientalistas), y grupos anarquistas. 4) Los manifestantes fueron mayoritariamente estadounidenses. Y aunque pueda señalarse que se debió al lugar de los eventos, o sea los Estados Unidos, empero este detalle demuestra que el altermundialismo puede tener una base popular en los Estados Unidos, y que se trataba de algo más que un movimiento arraigado, exclusiva o principalmente, en el Sur. Además, 5) la protesta cumplió su objetivo central, a pesar de tenerlo todo en contra. Perturbó eficazmente la reunión de la OMC y esta no pudo cumplir con sus objetivos.

Similares actividades disruptivas, durante reuniones mundiales en otras partes del mundo, siguieron al evento de Seattle. Fue en ese momento que los altermundialistas cambiaron sus prioridades y establecieron el Foro Social Mundial como una respuesta al Foro Económico Mundial de Davos. La primera reunión del FSM tuvo lugar en la ciudad brasileña de Porto Alegre, en 2001. Eligieron Porto Alegre por dos razones importantes: una atmósfera favorable proporcionada por las autoridades locales, y por el hecho de que se trataba de una ciudad del Sur, que garantizaba un rol importante del Sur en las deliberaciones. El FSM se reunió dos veces más en Porto Alegre (en 2002 y 2003) y en Mumbai (India) en 2004. La próxima reunión será en Porto Alegre y se ha anunciado que se reunirán en algún lugar de África en 2007. El número de participantes ha aumentado considerablemente. Aunque es difícil precisar, parece que la participación creció de alrededor de 10.000 en 2001 a tal vez 100.000 en 2004.

Cuando comenzó, el FSM adoptó el principio de «espacio abierto». Al centro de este concepto se encuentra la idea de que no predomine ninguna postura política en el FSM, salvo el compromiso mínimo de oposición a la globalización neo-liberal y el imperialismo en todas sus formas. Así, el FSM no adopta resoluciones ni coordina actividades políticas. El FSM no es un movimiento. Ni siquiera es un movimiento de movimientos. Se define como una familia de movimientos, y esta familia se empeña en ser global. Aunque permanecen distorsiones respecto a la participación de las diferentes partes del mundo, el FSM probablemente es ya más global que cualquier otra confluencia histórica anterior de movimientos antisistémicos. En particular, el Norte ya no tiene ese abrumante rol en su funcionamiento que tenía en estructuras antisistémicas previas. Además una prioridad organizacional importante del FSM es extender una invitación a todos los grupos no representados, sobre todo a los del Sur.

Así, por un lado se puede decir que el FSM ha sido un éxito. En unos pocos años la participación activa ha crecido enormemente, tanto numérica como geográficamente. Ha logrado la atención de la prensa mundial y sirve como un enfrentamiento al Foro Económico Mundial, que es mucho más antiguo y mejor financiado. Ha conseguido convertirse en el espacio central de encuentro de las acciones antisistémicas en el sistema-mundo. No obstante, hay una sensación omnipresente de incertidumbre sobre su futuro entre los partidarios más ardientes.

El FSM encara tres tipos principales de crítica. La primera, proviene de las fuerzas centristas mundiales, algunos de los cuales han asistido a las reuniones del FSM, aunque tienen poco peso en esta instancia. Este grupo opina que el FSM no es ni práctico, ni concreto en su orientación. Este grupo considera que el FSM debe intentar un diálogo con el Foro Económico Mundial (FEM) y con varias otras instituciones internacionales (FMI, Banco Mundial, OMC) sobre programas específicos que alivien, de alguna manera, el sufrimiento (del SIDA, por ejemplo), que mejoren las perspectivas del supuesto desarrollo sostenible y eliminen la pobreza. Este grupo considera que el FSM está demasiado inmerso en la publicación de lemas y en ofrecer una plataforma pública a grupos irracionales, incluso algunos peligrosos.

Es cierto que el FSM ha resistido a todas las sugerencias que le proponían seguir el camino de negociar acuerdos (tras bastidores) con quienes se ven representados en Davos. De hecho, después de un debate inicial y poco satisfactorio, el FSM no se anima a entrar en más discusiones con el FEM (como se lo ha sugerido varias veces). El FSM considera que tales discusiones tienen poca importancia, y entrar en ellas solo atenuaría la fuerza y el impacto del FSM como una estructura mundial. El FSM es un espacio abierto, pero lo es solamente para los que se oponen específicamente a la globalización neoliberal y al imperialismo en todas sus formas. Es muy dudoso que uno pueda encontrar algún participante en Davos que estaría dispuesto a actuar a partir de esta premisa.

Una crítica más significativa al FSM proviene de varios grupos que son herederos de la «vieja izquierda». Por ejemplo, en Mumbai, un grupo de organizaciones, sobre todo de la India pero también de otros lugares, organizó una especie de contra- foro, bajo la premisa de que el FSM ha estado básicamente subordinado a las ONGs occidentales y que era una estructura «objetivamente» contra-revolucionaria. Este grupo se rehusó a participar en el FSM. Sin embargo, hay algunos, inclusive dentro del FSM, que comparten este punto de vista, aunque de una forma más tenue.

Las críticas de este grupo son múltiples: el FSM dice que otro mundo es posible; debería decir que el socialismo es el objetivo. El FSM es un foro abierto; por lo tanto, no es sino pura cháchara. No se involucra con la acción; por lo tanto es inherentemente ineficaz. Acepta dinero de fundaciones y organizaciones no gubernamentales; por lo tanto, se vendió. No permite participar a los partidos políticos; por lo que excluye a grupos claves. No permite la participación de grupos involucrados en la violencia; pero la violencia es legítima para los grupos oprimidos que no tienen otra alternativa.

Todas las afirmaciones iniciales sobre el FSM son exactas. Pero las inferencias, presentadas luego del punto y coma, son rechazadas por el FSM. También hay una variante crítica de algunos activistas de base y de personas inspiradas por la tradición anarquista. Es casi lo contrario a la crítica de la «vieja izquierda». Manifiesta que el FSM es de hecho una nueva internacional con una jerarquía escondida que toma las decisiones importantes. Pero al final, esta variante dice lo mismo que la variante de la «vieja izquierda». Los líderes del FSM están usando su autoridad para traicionar a los militantes.

El último grupo de críticas proviene desde dentro del mismo FSM. De alguna manera, las críticas internas son versiones diluidas de las críticas externas de las fuerzas centristas mundiales, la «vieja izquierda» hostil y los grupos anarquistas. Además, hay dos críticas adicionales sustanciales provenientes desde dentro del FSM.

La primera es que, mientras la idea del espacio abierto es meritoria, después de cierto tiempo se vuelve aburrida. Año tras año, se expresan las mismas ideas. Inevitablemente, las personas se cansarán del proceso y las estructuras se desvanecerán. La segunda es que, mientras la idea de una estructura horizontal y no-jerárquica puede ser meritoria, de alguna manera se termina tomando decisiones importantes. ¿Quién toma las decisiones y cómo? Las críticas dicen que no hay suficiente transparencia en el proceso de toma de decisiones, y por lo tanto cae en lo antidemocrático.

Finalmente, hay un fenómeno interno más por observar. Debido a que hay mucho espacio para la articulación espontánea, algunas organizaciones se han reunido dentro del marco de las conferencias mundiales. Y estos grupos han adoptado resoluciones, por su cuenta, y planeado actividades políticas específicas. Pero los medios de comunicación mundiales han encontrado difícil de distinguir estas reuniones de las reuniones del FSM. Por lo que estas reuniones tienden a menoscabar el concepto de que el FSM como tal no toma posiciones o acciones políticas. He aquí una tensión no resuelta.

Las críticas internas han generado un debate intenso dentro del FSM. Como resultado, recientemente la Secretaría Internacional envió una carta a través de la red de organizaciones participantes en el FSM, en la que expresa que el FSM está planteando hacer cambios importantes en el formato del quinto FSM en 2005. La carta esboza un proceso de aglutinación «voluntaria y auto-organizada» de eventos de tal manera que los «ejes temáticos» de las reuniones «emergerán de la consulta… y no estarán basados en ninguna decisión del Consejo Internacional o de la Secretaría». Se presenta este cambio como un avance importante en el concepto de espacio abierto. Este nuevo proceso está dirigido a contrarrestar la crítica de la insuficiente democracia interna en los procesos del FSM, así como la idea de que han sido escasas las oportunidades para el intercambio entre personas de ideas similares, debido a la naturaleza históricamente dispersa de las reuniones.

Sin embargo, un factor que es, tal vez, al menos tan importante como la reestructuración interna, para el futuro del FSM, es el contexto dentro del cual opera el FSM. Para formarse un juicio sobre esto, tenemos que evaluar las tendencias dentro de la estructura geopolítica mundial. Hoy en día existen tres rupturas mayores, dos antiguas y una básicamente nueva: conflictos entre las grandes potencias, el conflicto entre el Norte y el Sur, y la lucha por la naturaleza del futuro sistema-mundo que emergerá de la crisis estructural de la economía-mundo capitalista. Cada una de ellas tiene su propia dinámica, pero su trayectoria está íntimamente relacionada con la de las otras dos.(2)

La primera ruptura es la que hay entre los tres principales centros de acumulación de capital, la llamada Triada: Estados Unidos, Europa Occidental y Japón. Ellos están en una competencia aguda, competencia que está creciendo día a día. La segunda es la ruptura entre el Norte y el Sur. En esta división, los tres miembros de la Triada constituyen el Norte. Finalmente, hay una ruptura entre los partidarios del espíritu de Davos y los partidarios del espíritu de Porto Alegre. Esta última división no es geográfica sino ideológica y alimentada por los intereses de clase. Esta es la más importante de las rupturas, y sin embargo, la que recibe menos atención de los medios. El problema para los partidarios del espíritu de Porto Alegre es el grado en que puedan evitar ser barridos por las prioridades de las otras dos rupturas, y si pueden o no, gracias a su acción colectiva, moldear los resultados de las otras dos rupturas antes de ser moldeados por ellas.

El conflicto Davos-Porto Alegre no se centra en las virtudes y los defectos de la globalización neoliberal, aunque así es como muchas veces es proyectado, inclusive por los participantes de ambos grupos. Tampoco gira en torno al capitalismo como un sistema-mundo, ya que el capitalismo como sistema-mundo está en una crisis estructural y desaparecerá en los próximos 20 o 50 años.(3) El conflicto tiene que ver con lo que reemplazará a la economía-mundo capitalista como un sistema histórico. Es sobre si debemos transitar hacia un sistema diferente que mantiene una característica crucial del capitalismo -su naturaleza jerárquica, inequitativa, polarizante- o si debemos ir en dirección de un nuevo sistema- mundo que sea relativamente democrático e igualitario.

Esta es una pregunta compleja. Y en ninguno de los dos lados se han desarrollado con claridad los parámetros organizacionales y estructurales del nuevo orden social. Por el momento, la división es más bien emotiva y no de paradigmas alternativos. Pero en esta lucha, no hay duda de que la única expresión seria de las fuerzas que constituyen el espíritu de Porto Alegre es el propio FSM. Como tampoco hay duda de que no hay una alternativa plausible al factor organizacional clave de esta estructura: el foro como un espacio abierto.

Sin embargo, lo que determinará la capacidad del espacio abierto para servir el objetivo de transformar el mundo en un sentido más democrático e igualitario, es la manera en la que el FSM pueda desarrollar mecanismos para conciliar un espacio abierto y una actividad política real y concreta. Esto no será fácil, y las reformas prometidas por el FSM en 2005 son apenas el comienzo. Personalmente creo que la clave para una solución está en promover y crear un espacio institucional para múltiples alianzas y actividades políticas en el FSM, sin hacer de ninguna de ellas una actividad propia del FSM. El espacio abierto debería servir no solo para el intercambio de puntos de vista y análisis de los participantes, sino para el intercambio concerniente a la efectividad de los resultados de los modos alternativos de acción política en el sistema-mundo.

Un espacio abierto no es, y nunca tuvo la intención de ser, un paraguas para todo. El FSM reúne solo a los que están en contra de la globalización neoliberal y el imperialismo en todas sus formas. Este es un paraguas grande pero está muy lejos de ser infinito. Hay márgenes exteriores para la inclusión. El FSM debería ser un espacio abierto no meramente para discutir temas y formas de acción alternativa, sino para estimular que estas formas alternativas serán experimentadas por quienes quieran probarlas. Estas formas de acción pueden no ser solo formas diferentes sino involucrar a espacios diferentes. Algunos pueden ser a nivel mundial, regional, otros transversales y algunos más bien locales. Ya estamos haciendo esto, por supuesto. Pero el FSM debe integrar conscientemente dentro de su estructura organizacional interacciones entre estas diferentes actividades. Mientras el debate permanezca entre compañeros y no entre defensores de la fe pura, esta interacción solo puede fortalecer el rol central del FSM en la transformación mundial.

El segundo elemento clave del espacio abierto es que sea verdaderamente abierto, es decir totalmente transparente. Ha habido más oscuridad en el funcionamiento del FSM de lo deseable. La mayor parte del proceso de toma de decisiones debería darse en un vaso de cristal, visible para todos. Esto servirá para restringir a aquellos que pudieran pretender «tomarse» el FSM y cambiar su carácter básico. Esto debe servir para confortar a quienes participan, que estamos avanzando en la construcción de un sistema-mundo más democrático con un foro más democrático. Una simple idea podría ser grabar en video todas las reuniones del Consejo Internacional y colocarlas en la red. Se corre el riesgo de que esto genere extensos discursos para las cámaras, pero tiene la virtud de permitir a todos conocer los temas de los debates, e impulsar la contribución de las personas.

En suma, sí al espacio abierto; a condición que se asegure, a la vez, que el FSM se transforme en un espacio institucional de encuentro de alianzas múltiples entre distintas actividades políticas y también que haya un incremento grande de transparencia en los trabajos del mismo FSM.

¿Será esto suficiente para asegurar la supervivencia del FSM y su rol central en la lucha mundial para la transformación? Nadie puede estar seguro. Este es un punto de partida que necesitaría ser reevaluado en unos cinco años. Es muy posible que en los próximos cinco años, ya sea por conflictos inmediatos en el sistema-mundo o por divisiones internas dentro del FSM, éste se derrumbe. No creo que esto suceda, pero es ciertamente posible. De lo que sí estoy seguro es que en este punto no existe ninguna alternativa plausible al FSM como actor mundial en representación de los que luchan por el espíritu de Porto Alegre o que de alguna manera están comprometidos con la creación de un sistema-mundo democrático e igualitario. O hacemos que el FSM funcione o nos hundimos junto con él.

Notas

1) «Las nuevas rebeliones antisistémicas: ¿un movimiento dos movimientos?» Contrahistorias, No. 1, 2003, sept. 2003-feb. 2005, 77-86

2) Utopística, o opciones históricos del siglo XXI. México: Siglo XXI de México, 1998.

3) «Bienvenidos a la anarquía global,» New Left Review, No. 22, sept.-oct. 2003, 5-12

* Immanuel Wallerstein es profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Universidad de Yale, New Haven, Estados Unidos.
Publicado en América Latina en Movimiento, No. 385-386, edición espacial, Foro Social de las Américas, ALAI, 20 julio 2004