Cuando se ponían elegantes, que no era siempre desde luego, irracionalismo, irracionalidad, anticientificismo, ignorancia científica abisal, tontura aléfica, eran los términos usados por la derecha, los poderes establecidos, las grandes corporaciones del sector y los organismos y foros nucleares, y sus subvencionados tentáculos, para desprestigiar y arremeter contra el movimiento antinuclear. El (pseudo) argumento esgrimido, […]
Cuando se ponían elegantes, que no era siempre desde luego, irracionalismo, irracionalidad, anticientificismo, ignorancia científica abisal, tontura aléfica, eran los términos usados por la derecha, los poderes establecidos, las grandes corporaciones del sector y los organismos y foros nucleares, y sus subvencionados tentáculos, para desprestigiar y arremeter contra el movimiento antinuclear. El (pseudo) argumento esgrimido, con marchamo silogístico, sonaba así: «Si alguien critica y denuncia la industria nuclear por sus riesgos inadmisibles (y por consideraciones relacionadas), la desinformación, el fanatismo o la ignorancia son entonces sus características más nítidas. Es así que el movimiento antinuclear critica tenazmente la industria nuclear. Por consiguiente los componentes de este movimiento irracionalista son estúpidos. ¡Sólo los tontos pueden formar parte de sus filas!».
Supongamos, aunque no admitamos la mayor ni la menor ni nada, este disparatado razonamiento.
Recordemos entonces la decisión de Merkel y de su gobierno que, sabido es, no tienen ninguna sensibilidad de izquierda y hace cinco meses eran pronucleares con mando en plaza y deseos de prórroga nuclear. Tampoco el gobierno japonés tenía veleidades conocidas de esta orientación antiatómica.
Pues bien, el primer ministro nipón, Naoto Kan, ha declarado el 13 de julio de 2011 que la crisis nuclear y social producida tras el accidente de Fukushima le ha convencido de que su país ¡debe abandonar la energía atómica![1]. Como lo leen: ABANDONAR, esta es la palabra elegida, salirse de la era atómica. Con sus palabras traducidas: «Dados los enormes riesgos asociados a la generación de energía nuclear, me he dado cuenta de que esta tecnología no puede ser manejada con los medios convencionales de seguridad». Añadió Kan: «Creo que deberíamos aspirar a una sociedad que no dependa de la energía atómica». Finalmente, el primer ministro nipón abonó por un proceso gradual de transición a otras formas energéticas y por el abandono definitivo de la nuclear.
No cabe duda de que las reflexiones de Kan, menudo el primer ministro, cuelgan de la caída en picado de su popularidad. Si el accidente no se hubiera producido, también para él seguramente la energía nuclear seguiría siendo limpia, barata, pacífica, no militarizada y segura al cien por el cien. Lo más de lo mejor. La realidad, la dura y trágica realidad, y la pujanza, trabajo y tenacidad de los argumentos antinucleares han alterado radicalmente su posicionamiento. Le han obligado o empujado a ello. ¡Bienvenido sea, junto con Angela Merkel y sus colegas de gobierno, al club de los antinucleares!
¿Quiénes son entonces los irracionalistas? ¿Frau Merkel y Naoto Kan también entran también en el saco de los ocultistas? ¡Cosas veredes, amigo Sancho…! ¿Algún signo de autocrítica de los ex nucleares?
Nota:
[1] Público, 14 de julio de 2011, p. 29.
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