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La tragedia del mundo árabe

El largo invierno de nuestro descontento

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

A lo largo de diez programas semanales- transmitidos por Al-Jazira desde el 7 de julio al 9 de septiembre de 2004- Mohamed Hassaneim Heykal, el más conocido analista y comentarista político del Mundo Árabe, evaluó la nueva y tumultuosa situación de los países árabes. A continuación se transcriben algunas de sus intervenciones:

La elección de AlJazira

Creo que lo mejor es empezar por dar respuesta a dos preguntas. La primera es ¿qué ha ocurrido para que hoy me encuentre aquí?; la segunda, ¿qué tengo que decir?

Hace un año, tras el último artículo de una serie sobre el imperialismo estadounidense, me despedí de mi lectores. Entonces advertí que la despedida no significaba una retirada definitiva. Más bien, quería distanciarme en todo lo posible de la actual situación…

Tras mi despedida, comencé a reflexionar sobre las muchas ofertas de colaboración que había recibido y, he de confesarlo, me llevó mucho tiempo resolver por cuál me decidía. En principio, desde luego, hubiera preferido la televisión egipcia pero, a pesar de lo mucho que la aprecio, esa televisión tiene que adaptarse a ciertos condicionamientos ya que tiene una línea política determinada. Así que quedaban las otras televisiones árabes. Y aunque no me preocupa demasiado el lugar donde voy a hablar, la pregunta permanecía sin contestar- ¿dónde?

Un día, al leer los periódicos de la mañana, me encontré con que todos en portada reproducían la alocución- o discurso- de Bush al Mundo Árabe en un intento de explicar- o cuando menos apaciguar la indignación de los árabes- las imágenes difundidas de Abu Ghraib. Entonces, tras ojear el resto de las primera páginas, encontré una noticia en la que se informaba de que Bush, de forma explícita, declaraba que su única condición había sido la de que no quería aparecer en Al-Jazira. Así que pensé que había sido Bush- y le estoy muy agradecido por ello- quien me había abierto los ojos. Cualquier lugar que Bush considere inadecuado es precisamente en el que, imagino que cualquier árabe- y yo soy sólo uno de entre millones de ellos-, pensaría de inmediato: bien, ese es el sitio en el que quiero hablar. Así que me puse en contacto con mis editores en El Cairo- Dar el-Shuruq– y les dije, vayamos a Al-Jazira.

Nos pusimos de acuerdo en que debería empezar con algunos de los asuntos actuales más candentes por diversas razones. La primera, el complejo que tenemos en el Mundo Árabe cuando tratamos con Estados Unidos; en segundo lugar, la crisis de Irak; en tercero, porque tenemos un problema insoluble en Palestina y, para finalizar, porque nos estamos enfrentando al peligro de deterioro en la periferia del Mundo Árabe tal como ponen de manifiesto los sucesos en Sudán.

La desaparición de los árabes

En el Mundo Árabe, estamos entrando en una nueva fase cuyo análisis resulta de vital importancia. A mi juicio, lo que está pasando es que los países árabes están adoptando una posición individualista y cada uno pone sus asuntos por delante. Jordania lo dice, Arabia Saudí y Egipto, Líbano, todos afirman que lo primero son ellos. Todos están desapareciendo de los escenarios regionales, echando el cerrojo de sus casas y, durante el proceso, creando un vacío. Pero cuando leo las noticias y establezco las relaciones entre ellas aparece un panorama claro: el conflicto en la región en los próximos diez años estará centrado en la carrera por la dominación de la zona. Y los países árabes se han retirado de la carrera; desde detrás de los cerrojos de sus puertas se dicen: mira, ese no es mi problema, yo estoy quieto en mi casa y no tengo nada que ver con lo que está pasando fuera. Así que, ¿qué queda de la región? Si interpreto bien las señales, y es lo que estoy decidido a hacer, en los próximos diez años veremos una lucha entre Israel y Turquía para dominarla.

Desde la época de Bandung y la constitución del Movimiento de Países No Alineados hasta la fundación de la Organización por la Unidad de África, es decir, durante la época de las independencias nacionales, los árabes tenían una voz en el mundo que hablaba con claridad y se escuchaba. Así que, ¿qué es lo qué ocurrió? ¿Por qué la India de repente, nos reprochaba, nos preguntaba qué estaba pasando? Nosotros, decían los indios, éramos los más fieles aliados; avanzábamos juntos codo con codo en la industrialización, el comercio, la investigación científica, la fabricación de armamento, la aviación, y una lista interminable de asuntos. Pero llegó un momento en que dijisteis que Oriente ya no era importante para vosotros, que lo verdaderamente importante era Occidente.

Analicemos también nuestras relaciones con Rusia, que fueron increíblemente especiales. El ex Primer Ministro ruso, Yevgeny Primakov, en cierta ocasión me recordaba que nuestros dos países tradicionalmente habían sido amigos y que Egipto había llevado a cabo la Guerra de Octubre equipado en su totalidad con armamento ruso. Pero, una vez finalizada la guerra, Moscú descubrió que Egipto había girado hacia Estados Unidos. Primakov me dejó bien claro que no ponía objeciones a nuestra elección, que comprendía las circunstancias de Egipto, pero lo que no podía entender era que, al optar por los estadounidenses, hubiéramos excluido a los demás. Su opinión era la de que, al igual que ocurre en las relaciones personales, los países pueden ser amigos un día, y al siguiente producirse una ruptura pero que en cualquier caso es importante mantener un nivel de credibilidad en las relaciones internacionales, incluso aunque sean antagónicas.

Algunos países árabes actuaron de manera todavía más anómala al facilitar a los estadounidenses información secreta sobre armas soviéticas. Los estadounidenses se apresuraron a hacer saber a los rusos que sus aviones habían volado a capitales de países árabes para recoger tanques rusos- como el TU-62- para llevarlos a Estados Unidos donde podían desmontarlos y examinarlos pieza a pieza. También facilitamos a los estadounidenses modelos de misiles anti-tanques y anti-aviones que habían sido tan eficaces durante la Guerra de octubre.

Al adoptar la opción estadounidense de forma tan excluyente dimos la espalda al resto del mundo. Los países africanos, por razones en las que no voy a entrar ahora, enseguida se distanciaron de nosotros. Asia, Europa, y una Rusia ya herida, también nos lo reprocharon. Pero, a pesar de ello, el mundo todavía tenía que contar con nosotros porque éramos importantes. Lo éramos históricamente debido a nuestra situación geográfica, tanto si la controlábamos como si no, y por nuestra contribución a la civilización. Éramos también importantes en términos económicos debido a las enormes reservas de petróleo de las que el mundo dependerá en los próximos 50 años, y porque habíamos hecho todo lo posible por mantener unos precios bajos y un suministro sin interrupciones. Pero existe una enorme diferencia entre tenernos en cuenta por razones históricas, estratégicas y económicas y contar con nosotros en términos políticos. Y el mundo, así de sencillo, ya no cuenta con nosotros políticamente.

Recientemente, un Alto Funcionario de Naciones Unidas dijo a un numeroso grupo de diplomáticos árabes- durante un reunión en la que yo estaba presente-, que los árabes ya no constituían un interlocutor político, ni el en plano individual ni el colectivo. Y que la razón de que ello hubiera sucedido era nuestra incapacidad para llevar a cabo reformas para ponernos a la altura del resto del mundo, y nuestro fracaso incluso para analizar nuestros defectos y tomar medidas para corregirlos.

Creo que nadie ha prestado suficiente atención a las recientes declaraciones del G-8 ni a sus diversos anexos sobre las reformas en el Mundo Árabe que afectan a los sistemas parlamentarios, legales, judiciales, educativos y de los medios de información, y a las reformas de los derechos de las mujeres y de los derechos humanos, todos los cuales necesitamos y deseamos. Pero lo que resulta significativo es el hecho de que allí se atribuye a países determinados responsabilidades concretas. Francia, por ejemplo, debe supervisar la reforma administrativa y judicial en Siria; Italia será responsable del sistema judicial en Afganistán; El Reino Unido se encargará de la reforma de los medios de información árabes mediante la colaboración de la BBC con la Liga Árabe para ofrecer cursos de formación a periodistas árabes, etc. En resumen, las reformas en el Mundo Árabe se han dividido en áreas de especialización y los miembros del G-8. se han distribuido las responsabilidades entre ellos.

Quieren también que otros países se impliquen en responsabilidades concretas, en particular aquellos países árabes que se supone capaces de asumir ciertas tareas. Egipto, por ejemplo, se prevé que asuma la responsabilidad en Gaza, pero dada la situación allí, Egipto sólo podría desarrollar tareas de seguridad. Y la pregunta obvia es, ¿qué clase de seguridad? Porque no se trata, ciertamente, de proteger al pueblo de Gaza: es demasiado tarde para ello. Sus gentes han sido bombardeadas, se han demolido sus casas, se ha diezmado a sus líderes y la idea de unas fronteras seguras es grotesca. Lo que necesita Gaza es una masiva reconstrucción y desarrollo, algo que excede las posibilidades de Egipto.

Así que, en téminos reales, no existe un papel que pueda desempeñar Egipto en Gaza. Y los árabes ya no son interlocutores válidos porque todos ellos se han retirado a sus fronteras, dejando el campo libre para la competición entre los dos miembros de la OTAN, Israel[1] y Turquía. En tales circunstancias no tengo objeción alguna a que Turquía dirija la (Organización de la ) Conferencia Islámica pero no puedo aceptar, ni me es posible imaginar tan siquiera, que la región completa, desde el Mediterráneo al Golfo, esté a merced de Israel.

Las relaciones con Estados Unidos.

Cómo relacionarse con Estados Unidos constituye un problema difícil, porque en él se dan las circunstancias de que Estados Unidos se encuentra en constante estado de cambio mientras el Mundo Árabe permanece inmutable. Fijémonos en esto: los actuales gobernantes de Arabia Saudí, por ejemplo, el rey Fahd y el príncipe Abdullah, llevan tratando los asuntos de su país con EE.UU. desde 1975. El fin de la Guerra Fría produjo grandes cambios en todo el mundo salvo aquí. El Mundo Árabe no ha tenido una Primavera de Praga, ni revoluciones de terciopelo como las habidas en Europa oriental. Ni se ha derrumbado ningún Muro de Berlín ni se han cambiado las fronteras. No se han producido insurrecciones violentas ni transiciones tranquilas. Todo sigue como siempre. Los regímenes árabes que trataron con Nixon y sus secretarios de Estado y Defensa, con sus consejeros de seguridad y con el director de la CIA, son los mismos que lo han hecho con los Presidentes Ford y Carter, con los dos mandatos de la Administración Reagan, con Bush padre e hijo y, entre ambos, con la Administración Clinton durante sus dos presidencias.

Todo ello está lejos de ofrecer una situación equilibrada. Los estadounidenses están en constante cambio y no son las personas en el poder quienes se alternan sino las distintas concepciones del mundo y escuelas de pensamiento. Pero nosotros, mientras tanto, seguimos inmutables. ¿Qué ocurre cuando se ponen en relación un elemento inerte y uno muy volátil? Prácticamente nada porque es difícil que se tomen la molestia de conocerse mutuamente.

Por desgracia, poco más hay que decir sobre el asunto de las relaciones con Estados Unidos. ¿Por qué? Porque esta superpotencia mundial sin precedentes es extremadamente agresiva y está aquí para quedarse por mucho tiempo. El siglo XIX fue el siglo de Europa. El XX emigró a Estados Unidos. El conflicto clave hoy es si el XIX continuará o no siendo estadounidense.

Entender el Imperio estadounidense

El tiburón es la imagen más aproximada en la que puedo pensar para describir el Imperio. En el Museo de Ciencias Naturales de Londres, la placa que describe al tiburón resume su comportamiento con cuatro palabras: busca, ataca, devora y escapa. Pero el Imperio estadounidense es de alguna forma diferente: ha crecido en el interior de un tiburón que no desea comer sólo pescado sino que quiere engullir el océano entero. Por primera vez en la Historia, nos enfrentamos a un ente que tiene los medios, la fuerza, la psicología y la experiencia necesarios para hacerlo. Esa es la razón por la que, para intentar comprender qué es lo que está ocurriendo hoy en el mundo- en Irak, en Gaza y en otros lugares-, debemos analizar con más detenimiento a esa criatura del otro lado del Atlántico.

No se puede decir que Estados Unidos atrajera a las gentes mejores: los inmigrantes eran una mezcolanza de descontentos y aventureros, de refugiados que escapaban del hambre y de la pobreza y de diversas formas de persecución religiosa sectaria o de clase. De repente, aquella amalgama de seres humanos tenía ante sí una tierra inmensamente rica, que ofrecía oportunidades infinitas, por lo que comenzaron a pensar que aquello no había sido una simple casualidad. Sin embargo, aquellos inmigrantes recién llegados al continente americano descubrieron también que otras gentes ya vivían allí: y la manera en que los trataron estableció el modelo para su posterior forma de tratar al resto del mundo. Cuando todavía eran una minoría, predicaron un mensaje evangélico y dijeron a los nativos que habían llegado para vivir a su lado y ayudarles a civilizarse. Pero cuando crecieron y tuvieron más fuerza tomaron las armas, construyeron fortalezas, ocuparon tierras y, muy de tarde en tarde, dijeron: Bueno, ahora, vamos a negociar. Ese es el modelo que la nueva diplomacia estadounidense sigue o, al menos, eso que diplomáticamente denominan guerra preventiva. Saddam puede que no tuviera armas de destrucción masiva pero tenía un programa para desarrollarlas, así que teníamos que atacarle para evitar que llevara a cabo ese programa. La excusa puede ser nueva pero el razonamiento es muy antiguo: sus raíces se encuentran profundamente arraigadas en el legado estadounidense.

Poco después de la Guerra de junio de 1967, el Rey Hussein fue a visitar al Presidente Johnson para expresarle su preocupación por la situación de Cisjordania que Israel acababa de ocupar. En aquellos momentos, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas estaba discutiendo los téminos de la Resolución 242, que prohibía la apropiación de tierras mediante la fuerza. La respuesta del Presidente Johnson fue sencilla: Majestad, dijo, sólo existen dos formas de ocupar un territorio, o por la fuerza o mediante la compra. He estado en Israel y he podido comprobar que no existe suficiente espacio entre la frontera jordana y el Mediterráneo- sólo entre 15 y 18 kms.- por lo que Israel tiene que romper su corsé. ¿Cómo se supone que va a hacerlo? Usted puede venir y repetirme todo el galimatías que están redactando los británicos sobre no ocupar territorios por la fuerza, y yo le contesto que no existen otras formas de apropiarse tierras , o por la fuerza o comprándolas.

Johnson hablaba desde las profundidades psicológicas estadounidenses: sus palabras revelaban la forma de actuar y de justificar la forma de hacer de Estados Unidos.

El nuevo Imperio

Estados Unidos está tomando una dirección que no sigue sus pautas históricas, y probablemente con el futuro del Imperio estadounidense.

Si algo define el crecimiento del Imperio estadounidense ese algo es la guerra. La primera de sus guerras tuvo como objetivo la conquista y colonización del territorio. El enemigo entonces fue identificado como «los indios piel roja» y sus aliados las potencias europeas que enviaron colonos mediante diversos métodos, que iban desde los alicientes a la coerción. Existía un objetivo que alcanzar, un enemigo concreto al que enfrentarse y unos aliados con los que contar. Y, finalmente, existía un botín del que apoderarse para justificar, o al menos pasar por alto, cualesquiera mentiras esgrimidas, cualquier tipo de violación de los derechos humanos cometido, o cualesquiera de las atrocidades perpetradas en el camino.

La segunda de sus guerras fue la de la colonización y con ella se produjo el mayor crimen de la historia: la esclavitud. A lo largo de siglo y medio, Estados Unidos trasladó a más de 60 millones de esclavos desde África, la mitad de los cuales murió en el viaje. Para ser justos, la esclavitud existía en el mundo mucho antes de Estados Unidos la aprovechara. Sin embargo nunca con anterioridad la esclavitud había sido institucionalizada a semejante escala, y con tamaña crueldad.

A continuación vino la Guerra Civil. La tradicional opinión de que la guerra se entabló para liberar a los esclavos es sencillamente falsa. La declaración de emancipación de los esclavos se llevó a cabo en el tercer año de guerra, y su propósito fue el de privar al Sur de sus medios de producción. Fue el equivalente de los bombardeos actuales para la destrucción de la infraestructura económica de un país. En aquella guerra no cabe duda que se esgrimieron los principios para encubrir los verdaderos intereses aunque, también es cierto, que hubo quienes se sintieron movidos por la idea de emancipar a los esclavos y de unificar el país.

Y ahora, por primera vez en su historia, Estados Unidos se ha embarcado en la más inconcebible guerra que se pudiera imaginar, la supuesta guerra contra el terrorismo. Por vez primera, Estados Unidos se ha sumido en una confrontación con un enemigo que no puede identificar, y que no puede localizar geográficamente. En la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos sabía con precisión a quién estaba combatiendo y porqué lo combatía. Derrotar a Alemania era un objetivo legítimo y el enfrentamiento se centraba en quién heredaría el antiguo Imperio y tomaría el timón del nuevo. Pero en la guerra contra el terrorismo no se puede identificar – al menos no de una forma precisa- cuáles son las razones que motivan al enemigo, ni se puede evaluar sus fuerzas ni prever cuándo y dónde atacarle. Ni tan siquiera se puede determinar dónde se encuentra. En resumen, no se sabe cómo tratar al enemigo porque se trata de un enemigo diferente, no sólo por las razones apuntadas anteriormente sino porque está preparado para utilizar los medios más crueles posibles e inmolarse en el proceso. Así que tenemos esa máquina militar insólita, con todas sus armas y tecnología de vanguardia, dispuesta a luchar contra unos desharrapados decididos a hacer lo que sea y a sacrificar cualquier cosa. A pesar de la enorme superioridad material de la primera, en esta guerra existen diferentes criterios para medir la victoria y la derrota. La parte más pobre y más subdesarrollada tiene la posibilidad de infligir los daños mayores.

El momento imperial apropiado

Irak es básico en la zona comprendida entre el Mediterráneo oriental, las costas del Mar Negro al norte, las del Caspio al nordeste y al sur por el océano Índico con el Golfo Arábigo y el Mar Rojo. Este enorme territorio, que afecta a cuatro o cinco rutas internacionales de navegación y que se extiende desde el Cáucaso, atraviesa Irán e Irak y baja hacia Arabia Saudí y el Golfo hasta Omán, posee el 70 % del petróleo del mundo. Además, lo que es de especial importancia para Estados Unidos, se encuentra en el centro del planeta.

El momento imperial apropiado se le presentó a Estados Unidos con el desmoronamiento de la Unión Soviética y el inicio del diseño del nuevo orden mundial. La zona anteriormente descrita constituiría el marco general, e Irak el objetivo principal.

Un objetivo que parecía sencillo. Ocupar Irak no debería costar mucho ya que el país estaba agotado y materialmente exhausto después de sus aventuras militares contra Irán y Kuwait y tras el largo bloqueo internacional.

La decisión venía de lejos. Una vez victorioso de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos puso sus ambiciones en la herencia de las antiguas potencias coloniales y se puso a trabajar en ello. Tras colocar a Europa bajo las alas de la OTAN, se volvió hacia el sudeste asiático, y procuró introducirse en los estratégicos territorios de la cuenca mediterránea. Las flotas estadounidenses actuaban de enlace con las bases terrestres: la VI Flota en el Mediterráneo, la V en el Océano Índico, la primera en el Atlántico y la II en el Pacífico. En estas Flotas hay enormes portaviones, que de hecho son auténticas bases terrestres con sus ingentes arsenales trasplantados al mar, al mismo tiempo que se establecían bases terrestres en todos los rincones de la tierra. Entonces llegó el momento imperial, el momento que Estados Unidos había estado planificando.

No obstante, se le presentó un problema: Estados Unidos ahora está dirigido por la Administración más grotesca de su historia. Del Presidente abajo es incluso la más intransigente Administración que ha tenido Washington. Nunca con anterioridad la política estadounidense había tenido funcionarios cuyos intereses personales hubieran estado tan mezclados con la política. Casi todo el mundo en la Administración está relacionado con la industria petrolífera y el Presidente Bush es posiblemente la última persona en la que uno hubiera pensado como idónea para estos momentos imperiales. Sólo hay que escuchar lo que dice de sí mismo…para que uno se atreva a asegurar que la inteligencia no es uno de sus puntos fuertes.

Ya en 1992, a principios del primer mandato de Clinton, durante una sesión de Naciones Unidas en la que participó el mismo Clinton, los estadounidenses hicieron pública un declaración preparada por el Consejo de Seguridad y el Departamento de Estado. En ella, por primera vez, se mencionaron las intervenciones preventivas, en forma de ataques preventivos, como medios legítimos para mantener la paz. En ella se insistía en que la soberanía nacional era un concepto obsoleto y que aquellos países que se preocupaban por el mantenimiento de la paz tenían el derecho de evaluar si existía un peligro potencial en el interior de ciertos Estados y, si era necesario, el derecho de invadirlos para neutralizar el peligro.

La resistencia iraquí

Nadie en Irak hubiera defendido al viejo régimen, pero no fueron los iraquíes quienes derribaron la estatua de Saddam en Bagdad. Para hacerlo, un avión estadounidense trajo a 250 hombres desde una capital del Golfo. En cualquier caso, se podría haber derribado la estatua. En Europa- en Varsovia y en Francia tras la liberación de la ocupación nazi, e incluso en Alemania después de la caída del régimen nacionalsocialista-se derribaron estatuas porque eran símbolos que tenían que desaparecer. Pero en Europa lo hicieron los movimientos populares de liberación. En Irak las circunstancias han sido diferentes porque aunque la mayoría de la gente estaba descontenta con el régimen anterior no quería que fuera reemplazado por una fuerza de ocupación. Desafortunadamente para los estadounidenses, el grupo gobernante, la camarilla imperialista que dirigía la guerra, ha sido completamente insensible al hecho de que pudiera existir algo llamado patriotismo iraquí. A mí no me gustaría soportar la humillación de una ocupación extranjera y, en especial, de una impuesta tan torpemente y, en particular, cuando quienes proclaman haber venido para liberarme son la misma gente que durante diez años me ha estado privando de alimentos hasta llevarme a morir de hambre.

La respuesta inicial se materializó en varias formas espontáneas de resistencia pero se produjo también otro tipo de resistencia que parecía más organizada. Esta resistencia comenzó por seleccionar objetivos estadounidenses para preparar, a continuación, operaciones que resultaron inexplicables. Mucha gente se sintió conmocionada por la bomba en la sede de Cruz Roja: la Cruz Roja, al fin y al cabo, estaba allí para ayudar al pueblo iraquí. Pero existía una lógica tras aquellos atentados; fueron intentos de despojar a las fuerzas de ocupación de cualquier mínima legitimidad internacional. Además, al obligar a la Cruz Roja a abandonar Irak, las fuerzas estadounidenses quedaron solas y aisladas. Y los escasos aliados que le quedaban a Estados Unidos, como Francia, Alemania y Rusia, no tenían intención de quedarse atrapados en Irak.

Los estadounidense pidieron que los países árabes enviaran investigadores a Irak. Pero más curioso todavía- y es un hecho destacado por corresponsales y comentaristas- es que antes de que ellos mismos comenzaran a torturar a prisioneros iraquíes y de otras nacionalidades, quisieron enviar a los sospechosos de tener relación con Al-Qaeda o con otras redes terroristas a ciertos países árabes- y a algunos no árabes-, para su interrogatorio. Esos lugares les hubieran dado carta blanca con los métodos que utilizaban, métodos de increíble crueldad. Entre los lugares seleccionados para ello, se encontraban el Cairo, Ammán, Rabat y Damasco. Todos ellos, lugares en los que son maestros en los métodos de interrogatorio.

Pasado un tiempo, cuando el número de bajas estadounidenses en Irak iba aumnetando, el ejército comenzó a encomendar el trabajo a compañías de seguridad con el fin de reducir en lo posible la lista de pérdidas estadounidense. Según el presidente de un país cercano al escenario de la guerra, la relación oficial de víctimas facilitada por el Mando de Estados Unidos no está obligada, por ejemplo, a hacer pública la muerte de los voluntarios poseedores de tarjeta de residentes, que han ido a Irak con el fin de conseguir la nacionalización. Muchos han muerto en Irak o se han escapado a Jordania. De acuerdo con los datos jordanos unos 760 estadounidenses han desertado sólo a través de Jordania.

Palestina: el tema del siglo XXI.

Palestina, a mi juicio, no sólo es sólo un asunto del pasado. Es, quizás más significativamente, una cuestión del futuro. Palestina será un asunto fundamental en el siglo XXI, o cuando menos en sus primeras décadas.

En estos momentos, parece que la causa palestina se encuentra dando sus últimas boqueadas y que Sharon ha conseguido su objetivos. Cuando Sharon llegó al poder, su objetivo era eliminar cualquier vestigio del conflicto palestino y erradicar lo que quedaba de resistencia árabe. Para ello combinó los ataques militares con varias formas de presión y, en la actualidad, hemos quedado reducidos a unos pocos focos de resistencia. Cualquier Primer Ministro israelí puede llevar a cabo sus propósitos si está seguro de contar con cuatro factores: disponer de la fuerza militar para llevar cabo el proyecto israelí, contar con el apoyo de una opinión pública dócil, sentirse apoyado por el estamento militar y, lo más importante, tener el soporte de los Estados Unidos. Cualquier Primer Ministro de Israel que tenga a su favor esos cuatros factores- y Sharon los tiene- está en condiciones de hacer lo que desee, salvo que nosotros permanezcamos firmes y resistamos, y aquí no me refiero al proceso de paz ni a «salvar lo que pueda salvarse».

La creación de Israel y las necesidades de seguridad de los países árabes.

Israel se estableció entre nosotros por una razón. Una razón que ya se hizo evidente con la expedición de Napoleón a Egipto, momento en el que presentó un proyecto de asentar judíos en Palestina. Napoleón era consciente de que para controlar el Mediterráneo oriental era vital abrir una brecha entre Egipto y Oriente Próximo, y que la cuña debería situarse en Palestina. Napoleón fue así el primer europeo que apeló a los judíos para su asentamiento en Palestina como parte de su estrategia para bloquear la ruta británica hacia la India.

La idea de promover la colonización judía en la región para servir a los fines estratégicos de las potencias coloniales no se extinguió con el final de la expedición francesa. Gran Bretaña tomó el relevo durante sus incursiones en el Imperio Otomano. Por aquellas fechas, surge un grupo judío- que más tarde sería conocido como movimiento sionista- decidido a capitalizar las potenciales relaciones de cooperación. Sabían que ninguna reivindicación meramente humanitaria de obtener un refugio para los judíos en esta parte del mundo llegaría muy lejos, por lo que decidieron desarrollar el proyecto despiadadamente, y de forma muy explícita, poniendo el énfasis en que ellos podrían ayudar a asegurar la región para los británicos.

Tras la derrota de las fuerzas de Mohamed Ali en Oriente Próximo en 1840, Lord Rosthschild en correspondencia mantenida con el Primer Ministro británico Lord Parlmenston , argumentaba que si Gran Bretaña aspiraba a asegurar sus posiciones en Oriente y establecer una cuña en el Imperio Otomano, debería prestar atención a los judíos porque constituían el único grupo que podría desempeñar un papel estratégico en la zona y enfrentarse a Egipto. En efecto, había sido Mohamed Ali- y no Napoleón- quien había subrayado el hecho de que el control sobre esos dos puntos neurálgicos del Mediterráneo oriental- Egipto y el Próximo Oriente-era imprescindible para cualquier proyecto nacional árabe. Así que Rothschild escribió a Palmerston: ayúdenos a establecer colonias en la zona y a promover un movimiento colonizador para construir una barrera física que impida cualquier tipo de intentos futuros de Mohamed Ali para extender el control de Egipto sobre Oriente Próximo.

Así que el movimiento de colonización judía se basó en dos razones. Una, la de resolver el problema judío en Europa; la otra, el impedir que el Mundo Árabe uniera sus fuerzas, lo que implicaba mantener el norte y el sur del Mediterráneo oriental separados.

Con el resurgimiento del nacionalismo árabe en los años 50 afloraba de nuevo un intento de unidad árabe. En medio de este intento de unidad se encontraba el recientemente creado Estado de Israel provocando una alarma que trascendía a Palestina. Los gobiernos árabes, y mucha gente, pensaron que habíamos ido a pelear a Palestina con el fin de ayudar a nuestros hermanos palestinos que pasaban por momentos de necesidad. Lo que es cierto en parte, pero en sentido más amplio, existía un profundo sentimiento en el Mundo Árabe de que un grave peligro le amenazaba. El Mundo Árabe buscaba alguna forma de unidad, de establecer compromisos que se pudieran promover nuestros interesas comunes y nuestra seguridad colectiva. Pero justo allí, en el medio, estaba Israel como una formidable barrera que separaba Oriente Próximo del resto del Mundo Árabe hacia oriente, y del Valle del Nilo y el Norte de África por occidente. Además, el peligro crecía ya que Israel ambicionaba hacerse con la totalidad de Palestina.

Tras la creación del Estado de Israel establecimos lo que se ha denominado «el cordón» de países hostiles que lo rodeaban: Líbano, Siria, Jordania, Arabia Saudí y Egipto. Israel habría podido abrirse camino a través de ese cordón pero si lo hubiera hecho se habría arriesgado a una guerra regional. Con el cordón de seguridad, intentábamos evitar que Israel tratara de entrar en Turquía, Irán, India y Etiopía.

Alguien podría pensar que le atribuyo a Israel más fuerza de la que realmente tenía, y estoy de acuerdo en que no hubiera podido hacer nada en solitario, pero cuando se tiene tras ella al Imperio Estadounidense su proyecto resulta viable. Apenas acababa de finalizar la Guerra Fría y ya estaba Israel impaciente para entrar en el Cáucaso, en Irak e Irán, y en la India, ofreciendo sus servicios a Washington como brazo armado, como agente de reconocimiento, como lo que fuera con tal de llegar allí. El proyecto israelí del siglo XXI no se limita a Palestina. Ese es el peligro. Si dejamos que Israel siga su camino, una vez que entierre la causa palestina, se moverá hacia el Este más allá del Jordán, hacia Irak, Irán, el Golfo, el Cáucaso y hasta las fronteras de la India. De esta forma, al desplegarse en abanico, Israel evitará Egipto en su totalidad- Egipto, lamentablemente, se espera que se reoriente hacia África- y esquivará a Siria, que constituye una cuña entre Israel y Turquía, y por ello no se encuentra en condiciones de obstruir el paseo militar israelí hacia el Este.

El movimiento colonial israelí

La columna vertebral del proyecto sionista es la colonización, que constituye su forma de anexión de tierras y de apropiación de los recursos naturales. En 1967, Israel ocupó Cisjordania y Gaza, pero no debemos olvidar que en 1948 Israel había ocupado ya el 78 % de Palestina, por lo que los territorios ocupados en 1967 sólo representan el 22 % restante. No obstante, al contrario que en 1948 cuando Israel cogió por sorpresa a los árabes, ahora permanecen vigilantes, intentando distintas formas de resistencia para impedir que Israel se engulla ese último 22 %.

Es importantes analizar el proceso de establecimiento de colonias en los territorios ocupados en 1967. En diciembre de 1967, Tel Aviv aprobó una ley relativa a la administración de Jerusalén pero el asentamiento de colonos no comenzó hasta febrero de 1974, una vez que los Estados árabes habían anunciado que la Guerra de octubre de 1973 sería la última entre árabes e israelíes. Hay que reflexionar sobre ello. Los primeros planes de asentamientos se iniciaron en un clima diferente por completo. Era un momento en que abrían perspectivas de paz, un tiempo que el que mucha gente, como el Presidente Sadat, creía realmente que se podía conseguir la paz. Habíamos olvidado que el proyecto israelí era mucho más ambicioso que el de apoderarse de un trozo de tierra en Palestina. Israel estaba allí para servir de instrumento, como un socio menor, en una empresa mucho más vasta. El segundo plan de asentamientos se puso en marcha en 1977, el año de la visita de Sadat a Jerusalén. El tercero, inmediatamente tras la estela de Oslo. ¿Son sólo unas pocas coincidencias?

Cuanto más demuestran los árabes su disposición para firmar la paz, cuanto más se alejan de lo que consideraban principios inamovibles, más insolente se vuelve Israel. Entre 1967 y 1973 los ejércitos árabes, a pesar de lo magullados que se encontraban, estaban decididos a seguir adelante y plantar cara, y continuaron tomando impulso hasta que finalmente en 1973 pudieron dar el golpe maestro de octubre de 1973. Durante aquel intervalo, en Israel tuvieron lugar conversaciones esporádicas sobre el Plan Elon para crear unas seis o siete colonias pero nadie se atrevió a poner un solo ladrillo. Sin embargo, a partir de 1974, a cada paso que daban los árabes hacia la paz, Israel incrementaba el número de colonias.

La Fase que se avecina

Ahora, en Israel, tenemos a un hombre, Sharon, que es como un bulldozer que destruye y mata cuanto se encuentra en su camino. ¿Qué se supone que deberíamos hacer? Se nos dice que Gaza va a ser tenida en cuenta en la hoja de ruta pero ¿a quién piensan que van a engañar? El conflicto en marcha no se limita a Gaza, que sólo es el fleco de un asunto que Israel quiere liquidar de una vez por todas para pasar a la fase siguiente.

Ciertos Gobiernos árabes están siendo utilizados para dar rienda suelta a Israel, para que pueda llevar adelante su plan de romper el cordón de seguridad en el marco de un proyecto imperialista que se extiende del Cáucaso al Océano Índico. Tal como revela el mapa, esa zona está asentada sobre un mar de petróleo, y pone de manifiesto también que Jordania e Irak serán las plataformas para el lanzamiento imperial hacia el Este. Por suerte, todavía existe allí un obstáculo importante, el régimen islámico, por lo que para mí resulta incomprensible que se mantenga el prácticamente total boicot de Irán.

Recientemente, cuando Peres vino a Egipto dedicó la mitad de sus reuniones con los funcionarios egipcios para intentar provocar el antagonismo hacia Irán. Resulta curioso lo sumamente amistoso con Irán que se mostraba el Mundo Árabe en tiempos del Shah- que era amigo de Israel- y lo hostil que se ha mostrado hacia la revolución islámica, a pesar de declararse enemiga de Israel. La última vez que vi a Jomeini, se preguntaba qué más podían exigir los árabes de él, que había expulsado a la misión diplomática israelí reconocida por el Shah y había dado su sede a la OLP; que había establecido el árabe como segunda lengua oficial del país. ¿Qué más le podíamos exigir? Cuando pensamos en Irán, deberíamos tener presente el cordón de seguridad alrededor de Israel, con el que se intentaba limitar que Israel extendiera su dominio.

Algunos países árabes creen que Israel abandonará Gaza, alcanzará un acuerdo sobre Cisjordania y establecerá colonias allí. Pero Israel tiene un plan diferente, un proyecto que está en condiciones de proseguir porque forma parte de otro mucho más amplio. Mientras tanto, nosotros escondemos la cabeza en la arena y parece que hemos olvidado que existía una lógica más allá de la seguridad de los países árabes. De acuerdo, el antiguo modelo de seguridad para los árabes puede que ya no sirva pero habría que poner en marcha otro nuevo. ¿Existe algo que pueda denominarse seguridad de los países árabes? Y si no, díganme con exactitud dónde termina la seguridad nacional de Egipto o de Siria.

Población y recursos de Egipto

Egipto está pasando por una crisis de desarrollo, una crisis que se agudiza. Hubo un momento en que Egipto fue considerado el tigre del Nilo pero, de repente, nos despertamos del sueño y empezamos a darnos cuenta de que la realidad no era tan de color de rosa como daba a entender el nombre.

Ahora se nos dice que tenemos dos problemas principales: somos demasiada gente y tenemos pocos recursos. Pero no es cierto que tengamos que enfrentarnos a una explosión demográfica en Egipto. Según el último informe del Instituto Egipcio de Demografía y Planificación, el crecimiento demográfico ha descendido desde el 2,2 % al 1,8 %. Cualquier Gobierno tiene que justificar su existencia sobre la base de su capacidad para resolver los problemas de su pueblo. Y aquí no se ha producido nada nuevo en relación con el crecimiento de la población. Existe una gran diferencia entre buscar las causas y buscar las excusas para justificar los fracasos. Usted ejerce el poder porque se supone que conoce los problemas y es capaz de solucionarlos. Si Usted se lava las manos y dice que ni los entiende ni es capaz de resolverlos, entonces ¿ por qué demonios sigue en el poder?

En relación con los recursos es un asunto que exige una investigación oficial. En los últimos 30 años, Egipto ha sido el país que ha recibido más ayuda al desarrollo: entre préstamos no reembolsables, donaciones y otras ayudas financieras ha recibido unos 150.000 millones de dólares.

A veces, nos olvidamos que Egipto todavía vive de los ingresos de la Gran Presa y del Canal de Suez. En resumen, ¿qué hemos hecho con esos 150.000 millones de dólares? Después de la guerra de 1973 y de los cambios básicos de política, el mundo estaba decidido a apoyar el resurgimiento egipcio. El Mundo Árabe, asimismo, estaba deseoso de expresar su agradecimiento a Egipto y Siria por su coraje en la guerra. Entre 1974 y la visita de Sadat a Jerusalén, Egipto recibió unos 22.000 millones de dólares de ayuda árabe. Esta ayuda quedó congelada tras Camp David- al menos de forma oficial aunque en gran medida continuó bajo cuerda, hasta que volvió a hacerse pública. Sé que hemos gastado considerables sumas de dinero en proyectos de desarrollo- se estima que 12.000 millones se invirtieron en infraestructuras urbanas y sólo el metro ha costado 6.000. Puede que en el futuro, una institución independiente lleve a cabo una auditoría que nos revele a dónde ha ido a parar toda la ayuda recibida, cómo se ha gastado o si se ha evadido a algún sitio. Pero lo que quiero dejar claro aquí es que no podemos achacar nuestra falta de progreso y subdesarrollo al crecimiento demográfico o a la falta de recursos.

(Traducido del árabe por Peter Daniel).



[1] N.T.: Israel no es miembro de la OTAN. El autor puede referirse simbólicamente a Israel como brazo armado de Estados Unidos que sí lo es.