Deslizándose por el hilo de una telaraña, sobre la cartulina azul aparece… ¡Durito!Según lo que se me indicó, yo debo estar con una lupa y un focador en la mano, y pendiente de sus indicaciones.No están ustedes para saberlo ni yo para contárselos, pero todo parece indicar que el prestigiado Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica […]
Deslizándose por el hilo de una telaraña, sobre la cartulina azul aparece… ¡Durito!
Según lo que se me indicó, yo debo estar con una lupa y un focador en la mano, y pendiente de sus indicaciones.
No están ustedes para saberlo ni yo para contárselos, pero todo parece indicar que el prestigiado Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica (SZTI, por sus siglas) sufrió un golpe de Estado, de esos que tanto entusiasman a la competencia (o sea a las otras televisoras) cuando se realizan «con el amable patrocinio de nuestros patrocinadores» (me cai que así dicen los locutores).
«No seas payaso», interrumpe Durito, «en primer lugar, en dado caso, no sería un golpe de Estado, ya que para eso sería necesario que hubiera Estado. Y en segundo lugar, en lenguaje neoliberal se llamaría más bien ‘compra de la mayoría de las acciones’. En tercer lugar, en vez de estarme acusando con los respetables televidentes, deberías agradecerme que me presente en estos estudios para elevar el raquítico rating de tus programas.»
Al decir lo anterior, Durito ha asumido la pose de conocido locutor, de conocido canal de televisión, cuando instruye a los telespectadores sobre lo que es el bien y lo que es el mal (en resumen: bien lo que es bueno para su empresa, mal lo que es malo para la ídem).
Yo, aprovechando que faltan unos minutos para que comience la barra cómica, protesto: «Me perdonas, mi estimado escarabajo neo-televisivo, pero el rating del Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica está por las nubes. Además, me apena informarte que, desde tu oferta aquella de un póster tuyo con muchas X, no hemos recibido ninguna suscripción.»
Durito no se amedrenta y replica: «Debe ser porque el correo no es tan veloz como el sueño, porque estoy seguro de que mis múltiples admiradoras mueren por ese póster.»
«Pues yo creo que tus admiradoras ya murieron ya, porque nomás nada», digo yo.
«Ya, ya. Deja tus sarcasmos para la hora de las noticias. ¿Trajiste la lupa?», pregunta Durito.
«Sí», respondo mientras saco del bolsillo del pantalón una pequeña lupa, de esas que son tan útiles para leer la letra pequeña de los contratos.
Y me adelanto a la siguiente pregunta con un «y también traje el focador» (nota de la Dirección del SZTI: «focador» no es algo que tenga que ver con las focas, sino que se refiere a una lámpara de mano).
«Bien», dice Durito, «fíjate bien lo que debes hacer: cuando yo diga ‘¡luces!, ¡cámara!, ¡acción!’, tú das unos giros con el focador y aluego lo centras en mi augusta figura, y entonces, cuando yo diga «buenas las tengan todos ustedes» no me voy a referir a las hermanas de los reporteros (dixit la güera Alcaine), sino que estaré dando las buenas tardes, noches o mañanas al respetable. Entonces acercas la lupa a mi perfil en un movimiento que los enterados llaman ‘de close up’, das un giro de un cuarto y me enfocas de frente, entonces empiezo a hablar… ¡y no quiero que nadie me interrumpa!»
«¿Y los comerciales?», pregunto. «¡Pásalos a otra hora!», replica Durito con un tono que recuerda el amigable y respetuoso, para con la prensa nacional, de la coyota Fernández de Cevallos.
«Por cierto, ¿a qué hora transmite esta televisora?», pregunta Durito mientras recibe los últimos toques del maquillista (o sea yo mero).
«Transmitimos las 24 horas y llegamos a todos los hogares del universo», digo mientras el floor manager (o sea Durito) me hace señas de que nos quedan 20 segundos antes de empezar.
«¡Magnífico!», dice Durito, tratando de disimular su evidente nerviosismo al estar frente a las cámaras de la única televisora que transmite, por escrito, a todas las galaxias.
Es entonces cuando se escucha, todavía fuera del «aire»: «5… 4… 3… 2… 1… ¡luces!, ¡cámara!, ¡acción!»
Durito a cuadro:
«Buenas las tengan todos y todas ustedes.»
(Gracioso giro del focador, el haz de luz se detiene en Durito, la lupa lo enfoca, primero de perfil, luego de frente. Sigue lo que sigue.)
«Estimado público, por causas ajenas al Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica, en la ocasión anterior, nuestra señal se mezcló, inexplicablemente, con la de la clase política. Como recordarán ustedes, una de las partes de nuestro programa científico, La Velocidad del Sueño, apareció junto a un foro o algo así en el que la clase política le regateaba, a los medios electrónicos, los precios para publicidad en las campañas electorales.»
Como es evidente para el televidente (la cacofonía es un humilde homenaje a los «cultos» locutores de la competencia), la clase política mexicana critica a los medios de comunicación porque la exhiben.
Nosotros criticamos a los medios porque sólo exhiben a la clase política, y no aportan elementos para analizarla. No es lo mismo.
La clase política le reprocha a los medios de comunicación que no aprecien que de la nota roja han pasado ya a la comedia cómica, y que, en lugar de cobrarle por los spots publicitarios de las campañas electorales, deberían pagarle por lo que dice y hace (la clase política, se entiende).
«La Casa de la Risa» en la que se ha convertido el quehacer de la clase política en México es ubicua. A veces tiene sus locaciones en las cámaras de Diputados y Senadores, a veces en la Suprema Corte de Justicia, a veces en las direcciones de los partidos políticos, a veces en las casas de gobierno en los estados, a veces en Los Pinos, y, last but not least, también en Bucareli.
O sea que cada declaración o acción de la clase política es como «La Hora Pico»… pero sin Sabrina.
Ahí tiene usted, por ejemplo, a Arturo Montiel (nota: es gobernador del estado de México cuando no está despachando en un centro comercial), desempeñando con singular entusiasmo su papel de «cerillo» en el Wall-Mart sucursal Teotihuacan.
El verdadero candidato sustituto de Doña Marta (o sea que es el «bueno» para Fox, sorry Charrito), el señor Montiel, demuestra que 500 años no pasan en vano: si antes se erigían iglesias sobre los templos indígenas, hoy se levantan centros comerciales.
Reafirmando su convicción de parecerse al PRI en todo lo que se pueda, el PRD (nota: es un partido de izquierda que se disfraza como de derecha… ¿o es al revés?) no quiere quedarse atrás: según reportaje del periódico mexicano La Jornada (8-oct-04), el alcalde perredista de Teotihuacan, Guillermo Rodríguez Céspedes, apoyó la instalación del Wall-Mart, y convenció de lo mismo al ayuntamiento, aun antes de que la trasnacional solicitara el permiso.
En el entretanto, Santiago Creel (nota: es secretario de Gobernación cuando sus múltiples ocupaciones se lo permiten), le lanza, con obscena coquetería, un pañuelo de encaje a la jerarquía católica, invitándola a que ayude a volver atrás la historia. Los mandamases eclesiásticos, como luego se dice, «se calientan» y, abandonando todo recato, gritan «¡tubo!, ¡tubo!», mientras en Bucareli se sonrojan y suspiran halagados.
También tratando de robar cámara, y buscando que el PRD (que, dicho sea de paso, pepena lo que sea) lo adopte como candidato para «la grande», Juan Ramón de la Fuente (nota: entre los muchos méritos que ostenta, está el de haber trasladado la rectoría de la UNAM a un palco en el estadio México 68, en Ciudad Universitaria) se autoproclama «vocero» de los pueblos indios del continente americano, pretendiendo que olvidemos su complicidad criminal con la matanza de Acteal (diciembre de 1997).
En aquellos días, el entonces secretario de Estado (y psiquiatra de la entonces señora de Zedillo) corrió, junto con cámaras y micrófonos de los «principales» medios de comunicación, a Chiapas para posar junto a una niña, Zenaida, que había sido herida en el ataque. Entonces De la Fuente declaró que se apoyaría en todo a los agredidos y bla, bla, bla.
Eso fue hace siete años, y sigue sin haber justicia para esos 45 indígenas, hombres, niños y mujeres, que fueron masacrados con la complicidad del ahora rector, precandidato y pretenso «vocero de los pueblos indios» de Latinoamérica.
Siguiendo con la comicidad a costa de los pueblos indios de México, los principales beneficiarios del indigenismo profesional (y de la chequera) que encabeza Xóchitl Gálvez, se lamentan de que el autodenominado «decenio de los pueblos indios» no les haya proporcionado más viajes al extranjero. Sí, aquellos que, como los dirigentes de la ANIPA, no han dudado en ser parte de la nómina oficial (a cambio del agotador trabajo de darle un toque de «folclor» al régimen foxista), ahora se desgarran las vestiduras… y esperan un nuevo viaje all included.
Para no quedarse atrás, y abusando del buen humor (y supuesta desmemoria) del respetable, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano declaró en Canadá (con el mismo cinismo con el que ahora construye su candidatura a la Presidencia) su exigencia de «que se dé cumplimiento a los acuerdos de San Andrés» (La Jornada, 1-oct-04), olvidando que nosotros no olvidamos su actuación y la de su hijo, el hoy gobernador de Michoacán, cuando, en la Cámara de Senadores, se votó la contrarreforma indígena que traiciona los acuerdos de San Andrés.
Podíamos seguir con más botones de la interminable muestra de la comicidad (¿involuntaria?) de la clase política, pero, honor a quien honor merece, este mes de octubre algunos medios de comunicación electrónica (radio y tv) y de prensa escrita, demostraron que no están dispuestos a quedarse atrás.
La reforma constitucional al artículo 122, llevada adelante por ese matrimonio incestuoso de PRI y PAN, y un nuevo video de la (aparentemente) interminable colección de Carlos Ahumada, convocaron una competencia rabiosa entre la clase política y algunos medios de comunicación electrónica por ver quién hacía el ridículo más escandaloso.
En resumen, la reforma al 122 no es otra cosa que un despojo elevado a rango constitucional. Millones de mexicanos, habitantes de la ciudad de México y mayoritariamente pobres, habrán de pagar las consecuencias de una jugarreta que no tiene más objetivo que desgastar al jefe de Gobierno del Distrito Federal.
En su gran mayoría, medios de comunicación, políticos y empresarios, iniciaron entonces una campaña de «antichilanguismo» para justificar el robo. En un claro autogol (que deja atrás aquel memorable del «supermán» Miguel Marín, portero entonces del Cruz Azul), abrieron la caja de Pandora: «el DF es mantenido por la provincia», dijeron; «ya es hora de que los chilangos se rasquen con sus uñas» (textual de un locutor… chilango); «ya estuvo bueno de cargar con los del centro» (textual de un locutor… del centro), etcétera.
Reviviendo aquella campaña de «haga Patria, mate un chilango», políticos y medios de comunicación parecieron olvidar que es en la ciudad de México donde, en su gran mayoría, ellos están, donde tienen sus empresas, sus grandes casas, sus autos de lujo, donde viven sus hijos, donde tienen sus oficinas.
Nunca se detuvieron a reflexionar en qué sería de ellos, los poderosos, sin la ciudad de México y, sobre todo, en qué sería de este país sin los habitantes del Distrito Federal que, como recordó algún columnista, en su mayoría provienen de provincia.
Pero lo que siguió no tiene desperdicio:
De alentar el odio a los «chilangos», políticos y medios pasaron a alentar el odio a los «nacos» y «feos» (de esos sí habemos en todo el país y, es oficial amables televidentes, somos la mayoría).
Frente a la reforma del 122 y en la «contraofensiva», el PRD mandó por delante al Dueto Pimpinella (Padierna-Bejarano) y «tomó» la tribuna de la cámara. El impoluto Beltrones (implicado en el asesinato de Luis Donaldo Colosio en marzo de 1994) se escandalizó, y lo mismo hizo el Periquín II (y compañero-cómplice de De La Fuente en la matanza de Acteal), Emilio Chuayffet.
El inefable little brother Kahwagi (nota: diputado por el Verde Ecologista y el político que mejor ha entendido el papel de los medios electrónicos en la política actual) se robó la agitada sesión al declarar, sin rubor alguno, que «es una vergüenza que los diputados estén dando ese espectáculo» (nota: se refería a los diputados perredistas, y no a su participación en el reality show de Televisa: «Big Brother Vip no-sé-qué-versión»).
Algunos medios se fueron con todo lo que tenían (que tampoco es mucho, pero ni cuenta se dan). Ahí el primer lugar se lo llevó Tv Azteca que, escandalizado por el «gangsterismo» de los perredistas, tuvo mucho cuidado en no hacer el símil con la ocasión en que, con guaruras armados, tomó las instalaciones de CNI-Canal 40.
Pero resulta que los «asaltantes» eran, además de nacos y nacas, feos y feas (o sea que ni comparación con Ninel Conde, Niurka y la Campuzano), así que el respetable no se entusiasmó mucho.
Vino entonces al rescate «el charrito montaperros» y ofreció al gordo y al no tan flaco… ¡unas grabaciones!
Al grito de «¡atásquense que hay lodo!», algunos medios descubrieron que… ¡había un complot! Sin embargo, ¡oh desilusión!, López Obrador ya tiene la patente de ese numerito, así que el respetable bostezó ostensiblemente.
El barullo de las grabaciones telefónicas no alcanzó a opacar las fotos del festejo: la risa de Francisco Barrio Terrazas (PAN) y el aplauso de Germán Martínez (PAN), el abrazo del primero con Juan de Dios Castro (nota: panista que descubrió el cuarto color en la bandera nacional), las sonrisas de Chuayffet (PRI) y Beltrones (PRI).
Nadie dice nada, pero todos recordamos la memorable «Roque Señal» (ese movimiento tan varonil que tanto agrada a la coyota Fernández de Cevallos que, ya lo ha aclarado, no se anda con «mariconadas») cuando, tiempo atrás, el PRI votó el aumento al impuesto al valor agregado (IVA).
Unos años después el PRI perdía, primero la ciudad de México, después la Presidencia de la República.
Después vino el video que provocó el azote del charrito (con todo y su machete de utilería), la gloria momentánea (ni modos, así es la telera) del Dueto Pimpinella, la «comparecencia» de Rosario Robles ante una «comprensiva» Televisa, la zarandeada a Fox en Chihuahua…
Y ya le apagué, porque en lugar de risa me estaba dando coraje, y, además, yo veo la televisión como debe de ser, es decir, leyendo libros, periódicos y revistas.
Por lo demás, no se angustien. Verán cómo habrá más escándalos (esperan su turno los videos de Alejandro y de Lázaro, por lo menos). Y verá usted que los escandalizados de hoy serán los escándalos de mañana y viceversa.
Y es que en la agenda nacional que arriba se mueve, la sentencia que predomina es «a falta de ideas y argumentos, videos y grabaciones».
Tan, tan.
La imagen de Durito se desvanece (bueno, en realidad se trepa por la telaraña y se va, pero se entiende que sigo con lo televisivo). En su lugar, aparece una nueva cartulina que dice:
«Aquí termina nuestro programa cómico. Siga con nosotros. Tendremos un programa e-x-c-e-l-e-n-t-e en nuestro canal ‘recovery channel’ (ojo: no es ‘discovery’ sino ‘recovery’, gracias), una serie policiaca y ¡muchas sorpresas más! No deje de sintonizar el Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica. La única televisión que se lee (bueno, cuando se lee). No le cambie, volveremos…»
Vale. Salud y fade out momentáneo (espero).
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, octubre del 2004, 20 y 10
P.D. Gracias Capitana.