«Hay quienes observan la realidad tal cual es y se preguntan por qué, y hay quienes imaginan la realidad como jamás ha sido y se preguntan por qué no» George Bernard Shaw Se encienden los rojos faroles México calienta motores para otro evento electoral. Fox aparecía en los diarios como triste marioneta de su mujer, […]
«Hay quienes observan la realidad tal cual es y se preguntan por qué, y hay quienes imaginan la realidad como jamás ha sido y se preguntan por qué no»
George Bernard Shaw
Se encienden los rojos faroles
México calienta motores para otro evento electoral. Fox aparecía en los diarios como triste marioneta de su mujer, Marta de Sahagún. La tibia izquierda encarnada en el PRD levantaba copas antes del partido, vociferando a López Obrador («AMLO») como el inevitable futuro Primer Mandatario. Y así, entre pactos secretos y semi-secretos, entre transas y falsas polémicas de papel couché, irrumpe nuevamente a voz del Subcomandante Marcos.
En un silenciamiento férreo, se ha ocultado el nuevo proceso en marcha en tierras chiapanecas. El territorio rebelde ha finalizado la construcción de su propia organización. Hace dos años comienza un trabajo de consolidación para la autonomía. Si bien pocos días después del alzamiento del 1 de enero, en 1994, los zapatistas procuraron principalmente la defensa militar ante la brutalidad del Ejército Federal. Pero en el horizonte siempre estuvo presente el autogobierno, como proceso constituyente de un nuevo poder, el de los pueblos. Los Municipios Autónomos Zapatistas fueron el resultado de una necesidad organizativa ante la urgencia de paliar la precariedad de la vida (o sobrevida) de las comunidades mayas. Pero de trasfondo estaba la propuesta política del zapatismo, la alternativa al «mal gobierno» del Estado segregador.
Con esta orientación, el EZLN entregó a los pueblos, mediante la democracia directa, la gestión de los servicios básicos, la economía y las instancias de justicia. El poder popular autónomo se hacía carne en las Juntas de Buen Gobierno, organismos que reemplazaban la legalidad existente hasta el alzamiento en 1994. Junto con ello, y con el fin de facilitar la inmensa ola de solidaridad y apoyo mutuo de la sociedad civil internacional, se dio forma a los «caracoles», espacios de intercambio, coordinación y diálogo.
Este proceso de autogestión ya no bastaba. La indiferencia de tres gobiernos sucesivos (Salinas de Gortari, Zedillo y Fox), no podía ya pasar impune. La Marcha del EZLN a Ciudad de México en el 2001, buscaba instalar en el tapete público la urgencia de reformas legales que ampararan los derechos indígenas a la tierra, al autogobierno y a la identidad. Ese esfuerzo no era ya suficiente. Pasados 21 años de lucha en las montañas y once años de visibilidad, el reloj zapatista marcaba la hora sexta, esa del amanecer. Por eso, el 19 de junio se decreta la alerta roja y comienza la consulta interna que traerá la nueva etapa.
El siguiente paso: la sociedad civil al poder
El año 2002 comienza una reorganización interna de la estructura político-militar del EZLN. Este proceso, sumamente democrático, fue acompañado de medidas concretas como las ya comentadas (Juntas de Buen Gobierno, Caracoles), además de una integral relevación de roles, procurando la inserción de nuevas generaciones de zapatistas a las labores de coordinación y dirección de la lucha. En ese sentido, la Declaración del 20 de junio afirma: «los escalones de mando y la sucesión de responsabilidades han quedado claramente establecidos».
¿Paranoia? ¿Temor a una ofensiva del Ejército Federal? ¿Preparación de la extensión guerrillera hacia las comunidades del sur, en Guatemala? Nada de eso, simplemente el cumplimiento del propósito que el propio EZLN se formulara en 1994. En una carta de 1997, Marcos explica que tomaron las armas para abrir paso a un mundo «en el que ya no sean necesarios los ejércitos». El EZLN estuvo siempre condenado a desaparecer, no a manos de los paramilitares, sino por propia decisión soberana.
Alejado del vanguardismo de los setenta, nunca el EZLN puso la bota encima a las decisiones de la comunidad. Fue ésta última la que resolvió el alzamiento de 1994 y es ella la que optó por dar este nuevo paso. La intelectualidad de la izquierda clásica siempre juzgó la forma y el objetivo del EZLN como limitados y sectoriales. Pero los zapatistas siempre tuvieron plena conciencia de su limitación. Es más, desde ella, desde la inmanencia de una lucha que no pretendía adjudicarse el derecho de autor de las revoluciones del siglo XXI, fueron elaborando visiones y herramientas teóricas novedosas y tremendamente realistas.
El nuevo paso que nos proponen es coherente con el mensaje y la acción del zapatismo. Desde el día del alzamiento, el EZLN ha incitado a la toma del poder por parte de la «sociedad civil». Es esta última la que asumirá la reconstrucción del tejido social devastado por la «bomba neoliberal». Este proceso necesitará, evidentemente, de la integración y coordinación de las diversas luchas que atacan las causas y los efectos neoliberales, sea el ámbito que sea. Sin pretender hegemonizar estas luchas, el EZLN las ha convocado en numerosas ocasiones a dialogar e intercambiar experiencias y saberes. De fondo, siempre ha estado presente la construcción de un contrapoder social a la concentración de la riqueza y las decisiones por parte de las elites.
En el contexto de un Estado-Nación que se derrumba, se alzan voces apocalípticas que postulan una guerra de todos contra todos, ad hoc a la dinámica neoliberal. A estas voces se oponen los zapatistas, quienes si bien no han propuesto ninguna forma específica de socialismo, sí han fijado un horizonte convergente de libertad, democracia y justicia. ¿Ambigüedad? Según los moldes marxistas, sí. Según las reflexiones de las nuevas luchas sociales, no. Las distintas iniciativas de resistencia al modelo encajan en esta nueva concepción de lucha y movimiento social.
La Sexta Declaración de la Selva Lacandona hace un llamado muy claro a la unión «con otros sectores sociales que tienen las mismas carencias», teniendo en cuenta que sólo así es «posible conseguir lo que necesitamos y merecemos». Este referente de nuevo tipo, una articulación político-social, ya existe en otros países latinoamericanos. El caso chileno de «Juntos Podemos» es simbólico: más de 60 organizaciones y partidos de diverso origen y propósito, convergen en un proyecto transformador. Pero esta vez se va más allá. Cuando Marcos llama a la coordinación entre el indígena y los «obreros, campesinos, estudiantes, maestros, empleados… o sea los trabajadores de la ciudad y el campo», lo que hace no es muy distinto de lo avanzado en otros países. Pero esto parece ir más allá, parece buscar el quiebre de las barreras nacionales para las luchas y avanzar a una especie de Internacional de la Resistencia. Eso sólo lo sabremos en estos días, tras entregas de más datos por parte de la Comandancia zapatista. Pero lo que sí sabemos, es que ya se atisba el horizonte. Falta lo que falta..