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El oscuro caso Litvinenko

Fuentes: Rebelión

El juez de instrucción del Tribunal Superior del Reino Unido, Robert Owen, ha publicado en Londres los resultados de la «audiencia pública» por el asesinato el 23 de noviembre del 2006 de Alexander Litvinenko, exoficial del Servicio Federal de Seguridad, FSB, de Rusia y ha responsabilizado a este país de su muerte. Previamente, el 31 […]

El juez de instrucción del Tribunal Superior del Reino Unido, Robert Owen, ha publicado en Londres los resultados de la «audiencia pública» por el asesinato el 23 de noviembre del 2006 de Alexander Litvinenko, exoficial del Servicio Federal de Seguridad, FSB, de Rusia y ha responsabilizado a este país de su muerte. Previamente, el 31 de julio del 2014, el ‘despitado’ juez inglés informó que la investigación a puerta cerrada le permitiría estudiar la responsabilidad de Rusia de acuerdo al material entregado por el servicio secreto inglés, de mejor manera. De esta forma, el culpable fue señalado de antemano, luego de lo cual se hizo necesario hacer secreto el material antes mencionado. Según indica en su informe final, «Los testimonios develados sientan firmes premisas para considerar al Gobierno ruso responsable de la muerte de Litvinenko… Tomando en cuenta todos los testimonios y pruebas periciales en mi poder, encuentro que la operación del FSB para el asesinato de Litvinenko fue probablemente aprobada por el señor Pátrushev y por el Presidente Putin… Estoy seguro que Lugovoi y Kovtún añadieron polonio 210 a la tetera del Pine Bar en el hotel Millenium el 1 de noviembre de 2006; además estoy seguro de que hicieron esto con la intención de envenenar a Litvinenko». Lo que no puede explicar es cómo así hubo rastros de polonio 210 en Litvinenko y en los lugares que éste asistió antes de dicho encuentro ni cómo así Lugavoi ni sus hijos no se envenenaron, pese a que estaban en esa reunión y tomaron té de la misma tetera.

Supone el ‘despistado’ juez inglés «que en Rusia hubo algunas causas, organizaciones y personas concretas que pudieron haber deseado que Litvinenko fuera amenazado o se convirtiese en diana y fuese asesinado… Mi conclusión es que ninguna de las hipótesis o líneas de pruebas, relacionadas con el origen del Polonio 210, utilizado para asesinar a Litvinenko, es suficiente para que se concluya que el Polonio 210 podía proceder o incluso procedía de Rusia». El juez Owen destaca que la sustancia elegida para asesinar a Litvinenko apunta a la probable implicación de las autoridades rusas y no excluye que el polonio 210 en cuestión esté vinculado con la planta nuclear rusa Avangard, lo dice a pesar de que el polonio 210 puede ser adquirido en el mercado negro y puede ser conseguido en cantidades pequeñas vía internet; incluso, los agentes del FBI no han podido detener el comercio de isótopos radiactivos, porque esta actividad es absolutamente legal.

El juez Owen explica, cuando rechaza revelar en qué se basa la investigación sobre este caso, que hay documentos secretos, que no pueden ser publicados, donde se establece la responsabilidad de Rusia en la muerte de Litvinenko. «Me dieron acceso a documentos gubernamentales sensibles, que eran relevantes para el proceso que llevaba a cabo… Sin embargo, los materiales del gobierno son tan sensibles que no podían concederse a ningún tipo de audiencias públicas o privadas». Asevera además que en «estos documentos se da una razón legalmente suficiente (prima facie) para creer que Rusia es la responsable de la muerte de Litvinenko.» Llegó adonde quería ir y su conclusión se parece mucho a las que llegaron los investigadores occidentales acerca del derribo del avión malasio sobre Ucrania, cuyas pruebas son también secretas. Sospechosa coincidencia de ambos casos.

El juez Owen esboza como posibles razones para el asesinato de Alexandr Litvinenko la supuesta posibilidad de que pudiera convertirse en director del FSB, ¡sueños de perro!; sus amistad con Borís Berezovski, un oligarca ruso que se dedicaba al tráfico ilegal de polonio 210 desde Rusia y del que Litvinenko era el encargado; el haber trabajado para el Servicio Secreto Británico, MI6; la hipotética información secreta que poseía, y que ya había revelado, por lo que ya era pública y no secreta; y un argumento por demás ridículo, «el antagonismo personal entre Litvinenko y Putin». Los pájaros disparándole a las escopetas. El juez Robert Owen rechaza la hipótesis sobre la participación de grupos criminales en este asesinato. «Ninguna prueba demuestra que Andréi Lugovoi y Dmitri Kovtún fueran contratados para el asesinato de Litvinenko por miembros de bandas criminales». Concluye que el gobierno ruso ordenó eliminarlo. Aunque Moscú no hubiera negado categóricamente esta acusación, el Presidente Putin sería el menos interesado en su muerte, pues Litvinenko ya le había causado todo el daño que pudo causarle y su eliminación sólo daría credibilidad a sus acusaciones inverosímiles; por otra parte, es absurdo pensar que el FSB actuara por cuenta propia.

Los acusados directos, Lugovoi y Kovtún, rechazaron por tener motivaciones políticas estas acusaciones y declararon que «Tal y como lo esperábamos, no hubo sorpresa. Los resultados de la investigación publicados hoy muestran otra vez más la postura anti rusa de Londres y la falta de deseo de los británicos de determinar la verdadera causa de la muerte de Litvinenko… Todo el proceso se ha convertido en una farsa con entreactos prolongados»; lamentaron que todos sus intentos de prestar declaraciones exhaustivas hubieran sido rechazadas por la parte británica, pese a que siempre estuvieron dispuestos a darlas, por lo que, finalmente, no participaron en el proceso. Indicaron que previamente un equipo de expertos les realizó la prueba del polígrafo con la conclusión de que no estaban implicados en el caso. Andréi Lugovói, acusado por Londres de estar implicado en el caso, sostuvo que «el escándalo del polonio llegó a ser un modo cómodo para lograr sus intereses políticos, lo que estuvo claro para mí desde el mismo inicio».

Por su parte, la Cancillería rusa sostuvo que el informe sobre el caso Litvinenko es «tendencioso» y «poco transparente». La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, María Zajárova, cree que el juicio por la muerte de Alexander Litvinenko está extremadamente politizado. «En este sentido, no había ninguna razón para esperar que el informe final de un proceso políticamente tendencioso, llevado a cabo de antemano con el fin de obtener un resultado predeterminado y ‘correcto’, resultara objetivo e imparcial… Queremos subrayar que la postura rusa sobre este caso no cambia y es bien conocida. Lamentamos que este suceso puramente criminal esté politizado y, de esta manera, haya estropeado las relaciones bilaterales entre Moscú y Londres». La portavoz de la Cancillería rusa recordó también la misteriosa muerte del oligarca ruso Borís Berezovski y del empresario británico Dave West, principales testigos del caso. «Los dos testigos fueron asesinados. Ni Agatha Christie pudo imaginarlo». Incógnitas que el ‘despistado’ juez inglés no considera para nada.

María Zajárova se refiere a que en el club Abracadabra, perteneciente a lord Dave West, y al que dos días antes del encuentro de Lugovoi y Kovtúncon Litvinenko había asistido el occiso, aparecieron rastros de polonio 210, gran misterio sobre el cual el ‘despistado’ juez inglés guarda silencio. Cabe añadir que el asesinato de Berezovski se sucedió luego de que éste pidiera al Presidente Putin ser indultado y la autorización para retornar a Rusia; se sobreentiende que Berezovski tenía bastante información no sólo sobre la muerte del exagente ruso sino sobre el teje y maneje de las mafias rusas en el Reino Unido.

A mediados de los años noventa, las mafias, fruto de la decadencia moral del aparato comunista, que degeneró en oligarquías sin escrúpulos, comenzaron a controlar los principales recursos de Rusia, especialmente petróleo y gas, al mismo tiempo que se hacían fabulosamente ricas. Litvinenko sostuvo que los procedimientos del FSB en contra de la oligarquía sionista, con los que estaba en desacuerdo, lo obligaron a exiliarse en Londres.

Pero Litvinenko no era de los que camina derecho, como Dios manda. Durante el servicio militar en Chechenia tuvo contactos con la mafia lugareña, una de las más peligrosas cofradías del pujante capitalismo ruso de entonces. La espina es puntiaguda desde tierna y la víbora nace ponzoñosa. Fue en esa época cuando lo reclutó el KGB.

Litvinenko no era propiamente un agente sino miembro de un escuadrón especial del FSB, heredero del KGB, responsable de combatir la corrupción de estos ‘hombres de negocios’ y otras figuras públicas vinculadas al poder de los oligarcas.

Según afirmaba Litvinenko, algo cambió en él cuando le ordenaron reprimir a Borís Berezoveski, esa fue la línea roja que no pudo traspasar. A la pregunta de por qué desobedeció esa orden, mantuvo silencio, pero está claro que no fueron los derechos humanos o el altruismo las razones por las que incumplió la orden. Advertido por Litvinenko, Berezovski se exilió en Londres. Toda esta historia debe ser creída a medias, pues Litvinenko pertenecía al mundo del espionaje inglés, donde la mentira y la fantasía se entremezclan como en ninguna otra parte sin que sea posible discernir en qué punto comienza la una y termina la otra.

Cuando iba a ser encarcelado, Berezovski lo ayudó a escapar de Rusia. Viajó a Londres junto con su mujer e hijo, donde, después de denunciar a los servicios secretos de Rusia, le concedieron asilo político. Como se ve, apenas salido del huevo y ya comienza a sentir asco del cascarón. Pese a que Litvinenko era responsable de la muerte de muchos combatientes chechenos, Berezovskile compró una casa frente a la de un refugiado checheno reclamado por Rusia, que lo acusa de ser terrorista. Ambos se amamantaron de la misma teta, y el que se crea sabio que ilumine este misterio.

Y como la que ha sido puta de joven se convierte en santurrona de vieja, en Londres se consagró a combatir la corrupción de Rusia y publicó un libro donde afirmaba que los atentados a los bloques de vivienda fueron operaciones diseñadas por Putin. También sostenía que comandos del FSB llevaron a cabo tres atentados exitosos y uno fallido, que volaron varios edificios y provocaron la muerte de trescientas personas, lo que facilitó el acceso de Putin al poder al crear un ambiente nacionalista, que legitimó ante la opinión pública el avance de los tanques rusos sobre Chechenia, a cuyos separatistas rebeldes se atribuyeron estos atentados. También afirmó que Al Zawahiri, el número dos de Al Qaeda, fue entrenado por la seguridad rusa; que Romano Prodi, Primer Ministro de Italia, había trabajado para el KGB; y que los servicios secretos soviéticos había participado en los atentados contra Kennedy y Juan Pablo II. Por lo visto, mientras más ignoraba sobre un tema, más hablaba sobre el mismo.

Con su vida desgraciada se comprueba que el que busca la muerte la encuentra cuando menos la espera, y ésta lo sorprendió cuando apañaba alimento para su prole. Y como Litvinenko era capaz de fregar la paciencia de cualquiera, sin jabonarla, ya con la mitad del cuerpo en la sepultura continuó acusando a Putin de ser su victimario. Qué ojeriza le tendría que sostuvo que el Estado Ruso se había convertido en un asesino en serie. Tu enemigo será tu amigo sólo cuando se hunda la balsa y rebalse el plomo. Su tragedia lo volvió célebre y una empresa de Hollywood pagó a su mujer una suma bastante alta por los derechos de llevar al cine su versión sobre estos hechos. Por lo visto, la plata tarda en llegar, pero en ocasiones llega.

Los eventos de este crimen se dieron de la manera siguiente: Un académico italiano, Mario Scaramella, educado en Moscú y que supuestamente trabajó para el KGB después de la Segunda Guerra Mundial, muy agitado lo llamó un día para advertirle que estaba en la mira de hipotéticos asesinos, sin que hasta ahora se sepa de dónde procedía la amenaza y quién estaba interesado en eliminarlo. ¿El Kremlin, para silenciarlo? ¿Los enemigos del Kremlin, para enlodar la imagen del Presidente Putin? ¿La CIA, porque más le servía muerto que vivo? Un buen cúmulo de preguntas. La respuesta, según el ‘despistado’ juez Owen, fue el Presidente de Rusia, el que elimina a sus enemigos con una taza de té endulzada con material radioactivo, aunque en su interior sepa que Putin es lo suficientemente inteligente como para cometer tamaña estupidez.

Laconversación entre Litvinenko y académico italiano se efectúo en un bar donde había bastante ajetreo como para disuadir a cualquiera de atentar contra sus vidas; el ruso tomó sopa y comió sushi y el italiano sólo bebió una botella de agua. Sin embargo, pese a nunca conoció ni a Lugovoi ni a Kovtún, porque estos aparecieron en la escena posteriormente para supuestamente envenenar a Litvinenko con polonio 210, Scaramella también se envenenó con esta substancia radiactiva, algo que descubrió al arribar a Italia poco después. Esta incógnita, el ‘despistado’ juez Owen tampoco toma en cuenta.

Después del encuentro con Scaramella, Litvinenko se vio en otro lugar con conocidos suyos, algunos de ellos ex oficiales del KGB. Posiblemente fue envenenado en esta reunión por estar en Babia. La policía británica reconstruyó su recorrido, encontró restos de polonio 210 por todas partes y pudo comprobar que su muerte no fue ni un suicidio ni un accidente. Aquí surgen dos hipótesis: o sus asesinos desperdigaron el polonio por estar seguros de que les seguirían las pistas o el mismo Litvinenko se encargó de esta tarea sin darse cuenta, ya que habría sellado mal una de las probetas que contenían ese gas. Después fue al despacho de Berezovski donde también se encontraron restos de polonio. Lo cierto del caso es que las parcas terminaron con su desdichada existencia, y partió de este mundo sin justificar su paso por él.

Pero como los mitos jamás pasan de moda ─así sucede con el de la crueldad rusa, existente desde Iván el Terrible─, fácilmente se acepta que detrás de este crimen estaban sus antiguos compañeros, que lo consideraban traidor, aunque se tratara de un asesinato muy sofisticado; por algo, los expertos afirman que el autor debe poseer considerables conocimientos sobre el manejo del polonio 210. ¿Pero por qué los acusados por el juez Owen iban a utilizar un método tan lento, que le diera tanto tiempo para hablar contra el Presidente Putin antes de morir? Ni que fueran novatos.

Vaya usted a saber qué razón tendrían sus reales asesinos; tal vez, por tratarse de un veneno muy fiable,calcularon que no moriría en silencio y esperaban que su muerte levantara bastante polvareda, como ahora pasa. El verdadero criminal es el que le saca mayor provecho del crimen, esa es la ley de Sherlock Holmes, y es el imperialismo mundial globalizado el que se aprovecha de la alharaca que se hace de la muerte de Litvinenko, en su intento de desprestigiar a Moscú y sus dirigentes políticos; por eso están pidiendo nuevas y absurdas sanciones contra Rusia.

Esa misma noche, Litvinenko tuvo fuertes vómitos y dolor de estómago, pero nadie creyó en la seriedad de su caso hasta cuando lo llevaron a un hospital, donde al tercer día comenzó a agonizar. Ya con el alma en las puertas del otro mundo, fue transferido al Hospital General de Londres; al cuarto día murió. Según el padre de Litvinenko, media hora después de que falleciera se supo que en su cuerpo había una sustancia radioactiva.

Sea lo que fuere, el que no pudo estar detrás de su muerte es el Presidente Putin, pues además de no ser criminal, como lo pinta la gran prensa, no podía correr el riesgo de ser descubierto, ya que ese hecho acarrearía tales consecuencias que mejor no lo intentaba, a menos que fuera estúpido, y no lo es. Incluso el padre de Litvinenko asegura que en Inglaterra le ofrecieron el oro y el moro para que declarara que Putin estaba detrás del asesinato de su hijo. Por algo nada seráfico será que le pedían mentir.

Pero si se quiere explorar dentro de los intereses que subyacen debajo de la maraña de su asesinato, habría explicaciones que proyectan este caso de un vulgar crimen político a la lucha por el poder entre las grandes potencias. Sí, así es, pues no hay que olvidar que existen otros actores ocultos que operan con métodos propios y persiguen, como objetivo, desestabilizar el mundo para crear espacios de poder en medio del vacío generado, ya que pescar en río revuelto les da pingues beneficios.

La verdad relevante para el Estado, o sea las ambiciones de quienes están en el poder en cualquier época o lugar, se podrá conocer sólo cuando a nadie le interese conocerla; cinismo o no, esta es una práctica bien añeja utilizada siempre por todo sistema político. Las autoridades de turno, guardianes más celosos de la mentira que las Euménides del derecho consanguíneo, se negarán a examinar cualquier nueva evidencia en espera de que el tiempo, que pasa y vuela, la desvanezca en el olvido. Eso ha pasado hasta ahora con el magnicidio del Presidente Jonh F. Kennedy y su hermano.

Pero regresando a este caso y respetando la vida humana, sagrada sea cual fuere su manera de pensar, lo que le pasó a Litvinenko no da para tanto, ya que su importancia de agente feneció el mismo momento en que abandonó su país, pues lejos de su terruño le era imposible obtener información de relevancia alguna.

Se podría barajar la siguiente hipótesis: ¿Por qué no aceptar que algún grupo de terroristas está interesado en la fabricación de una bomba sucia, para lo cual es fundamental el polonio 210, con el que contrabandeaba Litvinenko y del cual dotaba a los terroristas? Es posible que el blanco de esa bomba pudo ser el túnel de la Mancha, al que tal vez por ese motivo cerraron ese mismo fin de año. Es posible que el atentado fuera frustrado por el escándalo de Litvinenko.

Aunque no hay que creer en correos de brujas, con la pachorra de este mundo, todo es posible. ¿Tal vez por eso, los investigadores de Scotland Yard usaron el tema de su muerte como una cortina de humo mientras realizan una indagación prolija? Se trataría así de despistar a los terroristas haciéndoles creer que no son sospechosos, para vigilarlos de cerca y evitar el manjar sazonado con lúgubres designios, que preparan para el mundo entero. Tampoco es descabellada una explicación mucho más simple: La probeta con polonio 210 estaba mal sellada o fue mal maniobrada por Litvinenko, lo que dio lugar a que escaparan sus venosos efluvios.

Agentes de Scotland Yard informaron en ese entonces que los resultados preliminares de la autopsia indicaban que a Litvinenko le administraron más de diez veces la dosis mortal de polonio 210, pero no se podían explicar cómo sus asesinos obtuvieron tal cantidad, pues es imposible conseguirla sin que se produzca la correspondiente alarma. Tampoco se explicaban por qué sus asesinos gastaron más de diez millones de dólares en la dosis con que lo envenenaron, si bastaba la milésima parte para obtener el mismo efecto, ni por qué se expusieron innecesariamente al contrabandear tres veces el polonio 210. Esto último hace sospechar que hay otros motivos protervos detrás del crimen. De lo factible de imaginar es que en el asesinato de Litvinenko está involucrado el terrorismo mundial, al que él estaba vinculado, y que su muerte pudo ser accidental, mejor dicho, la forma en que lo mataron, porque los terroristas sí lo querían eliminar por bocón, y así borrar todas las huellas del contrabando de material radiactivo; el escándalo puso en guardia a Scotland Yard. Amedrantados por esta situación, los terroristas decidieron trasladar la operación a un país menos vigilado y para un momento más propicio.

Sin lugar a duda, en la corta existencia de Alexandr Litvinenko se aglutinan siglos de sufrimiento de todos los pueblos del mundo: dinastías despóticas, guerras mundiales, revoluciones, guerras civiles, asesinatos colectivos, persecuciones políticas, purgas inmisericordes y millones de tragedias más, casi todos los males de la especie humana concentrados en una sola vida. Ese es el meollo del mal de la especie, que una muerte más, por cruel y desconcertante que fuera, se diluya entre las miles de situaciones semejantes que han deshumanizado la consciencia social del planeta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.