Científicos chinos han identificado las escamas del pangolín, un mamífero único por su piel escamada, como el enlace entre murciélagos y humanos en la extensión del brote mortal de coronavirus en el país asiático. La Universidad Agrícola de China del Sur, la que ha dirigido la investigación, cree que este descubrimiento es de gran importancia […]
Científicos chinos han identificado las escamas del pangolín, un mamífero único por su piel escamada, como el enlace entre murciélagos y humanos en la extensión del brote mortal de coronavirus en el país asiático. La Universidad Agrícola de China del Sur, la que ha dirigido la investigación, cree que este descubrimiento es de gran importancia para la prevención y el control del origen de la enfermedad.
Los pangolines son muy apreciados en China tanto para la gastronomía como para la elaboración de determinados fármacos tradicionales. Pasa algo parecido con la sopa de murciélago o la cobra a la plancha o el licor de hueso de tigre. Muchos chinos creen todavía en los supuestos aportes nutritivos de estas exóticas especies, cuya venta ha sido temporalmente prohibida en el país asiático tras la crisis del coronavirus.
Millones de pangolines son «robados» de la naturaleza para su uso en la medicina tradicional en Asia y África debido a sus creencias tradicionales. Es un problema que se convierte en un riesgo para la salud humana, según ha advertido este viernes la Sociedad Mundial para la Protección de los Animales, que además estima que «más de un millón de pangolines han sido asesinados y comercializados entre el año 2000 y el 2013», fundamentalmente «a causa del comercio para la medicina tradicional asiática».
Pero cada vez son más las voces en China que piden que este veto sea definitivo. Las autoridades decretaron a finales de enero la suspensión del comercio de animales salvajes tras considerar que el origen del brote se encuentra en la mutación de un virus procedente de uno de los ejemplares -el pangolín, según los últimos estudios- que se vendían en un mercado de marisco de Wuhan, en el centro del país.
Allí, además de pescado, se traficaba de manera ilegal con carne de rata, pavos reales, liebres recién sacrificadas y hasta cocodrilos, atestiguan fotografías compartidas en las redes sociales chinas. Hasta que cese la epidemia, la directiva del Gobierno prohíbe cualquier forma de venta de animales silvestres en mercados, supermercados, restaurantes y comercios electrónicos, y ordena la puesta en cuarentena de sus criaderos.
Presión contra el comercio y consumo
Pero esto no es suficiente: científicos, medios de comunicación, asociaciones civiles y particulares chinos han alzado su voz para pedir regulaciones permanentes, específicas, así como información más transparente para los consumidores y campañas de concienciación que frenen su comercio y consumo. A sus ojos, se trata de una práctica nociva que, además de problemas sanitarios, crea un ingente mercado negro. «Según la ley china, el comercio de algunos animales salvajes está vetado desde hace décadas, pero no hay regulaciones específicas al respecto. Hay muchas lagunas legales y muchos acaban lucrándose sin haber infringido la ley», comenta a Efe Cathy Cao, investigadora de la oenegé Informe de Desarrollo de China.
Según Cao, el Gobierno chino sí ha realizado numerosos esfuerzos para abordar problemas de seguridad alimentaria, pero los resultados siguen siendo preocupantes: «No está clara cuál es la definición de animal salvaje, ni cómo rastrear o regular su compraventa de forma práctica», asegura. Muchas veces las regulaciones quedan en manos de las autoridades locales, a lo que se suma otro obstáculo: que los consumidores no disponen de información sobre lo que conlleva comprar en este tipo de mercados, denuncia la investigadora.
«Son necesarias regulaciones en las cadenas de suministro. El consumo de carne fresca forma parte de la cultura china y eso no va a cambiar. Pero la gente debería ser más escéptica y preguntarse de dónde vienen esos animales», señala Cao, que pide medidas para que su comercialización, al menos, cumpla con normas básicas de higiene e inocuidad alimentaria.
Concienciación
Muchos otros van más allá y en artículos viralizados en las redes sociales reprochan a quienes consumen estas especies: «¿Cómo puede comer murciélago? ¡Son el reflejo de la muerte! Aprecie la vida y diga no», dice el doctor Meng Fanxing en un post desde su cuenta de Wechat que acompaña de fotografías del quiróptero servido en sopa. «Sé consciente de la naturaleza o serás castigado», dicen otros usuarios, quienes sin embargo han querido dejar claro que la ya famosa sopa de murciélago no es ni mucho menos un plato popular en Wuhan.
En muchos restaurantes, especialmente en el sur del país, estos animales no aparecen en los menús, y es a través del boca a boca o mediante páginas de Internet que los interesados descubren en qué establecimientos se pueden encontrar.
Más allá de la especialidad culinaria en cuestión, los artículos critican al concepto mismo de ‘yewei’ (‘gustos salvajes’ en chino), considerado por algunos un símbolo de riqueza -son más raros y caros- y alabado por otros dado su presunto poder curativo para sanar una variedad de dolencias, como la impotencia masculina, la artritis y la gota.
«Son necesarias campañas educativas. Es de vital importancia alterar conceptos erróneos ampliamente compartidos dentro de algunas comunidades, como sus supuestos beneficios nutricionales», reclama Cao.
No es la primera vez
El debate, en realidad, no es nuevo, dado que en 2003 se desató una epidemia similar en China, el Síndrome Respiratorio Agudo Grave, conocido como SARS, que se saldó con mayores regulaciones de este tipo de mercados en ciudades como Pekín o Cantón, pero que tuvieron escaso eco en las zonas del interior del país. «China tiene que elegir entre los intereses de una minoría, la industria que se dedica a comerciar con los animales salvajes y quienes consumen estos productos, y el interés nacional de la salud pública», afirma un investigador especializado en la protección de la vida silvestre, Peter Li, citado por la cadena estatal CGTN.
Pero para lograr un sistema alimentario más seguro y aprender una lección sobre esta epidemia hacen falta esfuerzos «a largo plazo», y «eso debe implicar a todos los actores implicados: Gobierno, ciudadanos y sector privado», zanja Cao.