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Una visión prorrusa del conflicto en Kazajistán

El regreso del alfabeto cirílico

Fuentes: Zavtra

Traducido para Rebelión por Juan Gabriel Caro Rivera

Recuerdo que los asesinos de la Unión Soviética, en el momento en que estaban desmembrando y haciendo pedazos el cuerpo aun vivo de esta gran nación, nos aseguraron que la disolución de la URSS sería una especie de divorcio pacífico entre esposos que ya no deseaban seguir conviviendo juntos.

Pero este supuesto divorcio “pacífico” terminó por convertirse en un océano de sangre que sigue derramándose hasta el día de hoy: hemos sido testigos de ello en Karabaj, Transnistria, por no hablar de las horribles masacres que han acontecido en Tayikistán, Kirguistán, Georgia, el Donbass, las dos guerras chechenas, el sangriento golpe de 1993, la tormenta de Bielorrusia. Y finalmente Kazajistán.

Sin lugar a dudas la injusticia es el origen de todas las revoluciones y en Kazajistán existen tres graves injusticias. La primera gran injusticia consiste en que una parte de nuestro territorio, que estaba integrado a una superpotencia desde un aspecto histórico, político, económico y militar fue violentamente arrancado, desgarrando y aplastando nuestra carne y nuestros huesos. Fue a partir de este sangrante, deshecho y magullado trozo de carne que Nazarbáyev intentó crear un Estado independiente.

La segunda gran injusticia que se ha cometido en Kazajistán es que las riquezas que el pueblo había creado con tanto esfuerzo y sufrimiento (minas, fábricas, campos, ciudades y carreteras) le fue arrebatado y entregado a un puñado de granujas y sinvergüenzas que trabajaban para el comunista Nazarbáyev, y formaron así una nueva oligarquía corrupta que ahora gobierna este Estado “independiente”.

La tercera gran injusticia se resume en que Kazajstán, que antes era conocido como Siberia del Sur, es un territorio poblado por rusos. Es decir, todo el territorio que abarcaba desde la cuenca de Karaganda, Magnitka-Timertau y Baikonur estaba lleno de ciudades industriales como Petropavlovsk, Pavlodar, Semipalatinsk y Ust-Kamenogorsk, llenas de fábricas, centros de investigación, tierras vírgenes, carreteras y campos de sovjós (1), fueron repentinamente abandonadas. El norte de Kazajistán se encontraba habitado por rusos y de repente cayó sobre ellos una terrible opresión: la mayoría de la población huyo o tuvo que someterse a las nuevas autoridades que gobernaban. El talón de hierro de Nazarbáyev aplastó a la población rusa de Kazajistán y luego los convirtió en reos. La frontera norte de Kazajistán divide un territorio que alguna vez fue uno solo.

Nazarbáyev creo un Estado oligárquico al servicio de Estados Unidos y Occidente. La decreciente influencia rusa en Kazajistán fue reemplazada por las inversiones estadounidenses, turcas, británicas y chinas. Por eso la élite kazaja decidió eliminar por completo todos los elementos rusos que aún quedaban en la conciencia y las costumbres del pueblo.

¿Qué se esconde detrás de las turbulentas manifestaciones que han ocurrido en Kazajistán? Sin duda un motín provocado por los servicios de seguridad de Kazajistán: Maximov, jefe de los servicios de seguridad y uno de los protegidos de Nazarbáyev, decidió dar un golpe de Estado para controlar el país y de ese modo proteger sus activos. El cada vez mayor poder de su departamento estatal es la antítesis total de la inestabilidad que afecta al decrepito tándem Nazarbáyev-Tokáev.

El pueblo kazajo, agotado de las constantes extorsiones a las que los ha sido sometido por Nazarbáyev, se ha convertido en la herramienta ideal de los servicios de inteligencia y rápidamente se pasó de unas manifestaciones pacíficas contra la subida de los precios de la gasolina a una sangrienta orgía llena de pogromos e incendios. Es más, los servicios de inteligencia consiguieron que ciertas unidades del ejército y la policía se pusieran del lado de los manifestantes, lo que puso contra las cuerdas al tándem Nazarbáyev-Tokáev y por esa razón Nazarbáyev terminó por dimitir y retirarse de la escena pública por ahora. Tokáev, temiendo perder el poco poder que le quedaba, decidió pedir ayuda a la OTSC, que rápidamente envió aviones con paracaidistas a los aeródromos de las ciudades de Astana y Almaty. Los militares insurgentes se retiraron y las turbas de vándalos y saqueadores quedaron a su suerte. El jefe de los servicios de seguridad de Kazajistán fue detenido y comenzó una purga interna de las fuerzas de seguridad del Estado. Ahora que Nazarbáyev y Tokáev han recuperado el control, intentan pacificar los ánimos por todos los medios posibles.

Por otro lado, el peligro de una yihad es real y es probable que los islamistas radicales comiencen a enviar a sus acólitos a Kazajistán.

Así que ha llegado la hora de recuperar el favor de la población tras producirse el colapso del orden público.

Sin embargo, los servicios de inteligencia de muchas potencias han penetrado en Kazajistán: Estados Unidos tiene varias fichas entre los seguidores de Nazarbáyev, mientras que Gran Bretaña ha penetrado el Asia Central por medio de Pakistán y China lo ha hecho a través de sus propios agentes especiales.

Podemos decir que Kazajistán está a salvo por ahora y se han disipado las posibilidades de que Rusia pierda toda su influencia sobre Asia Central, lo cual sin duda hubiera sido una continuación de la catástrofe geoestratégica de la que ha hablado el presidente Putin. El humo que levantó el motín de Maximov se está disipando y los sistemas políticos y de seguridad kazajos han empezado a reestructurarse gracias al anuncio de elecciones anticipadas para elegir un nuevo primer ministro.

Esto significa que la primera fase de la pacificación del país ha concluido. La segunda fase, que será mucho más ardua, implica la eliminación de todos los agentes al servicio de Nazerbáyev dentro de las estructuras estatales.

La tercera fase (que apenas se vislumbra en el horizonte, pero que es muy importante) implica la creación de una red que influya sobre la opinión pública de Kazajistán y cree una imagen positiva de Rusia.

Haber evitado la desintegración del Asia Central y haber preservado los intereses nacionales de Rusia es un gran logro si tenemos en cuenta todo lo que aconteció con el colapso de la URSS.

¿Acaso será posible crear un Estado confederado ruso-kazajo? ¿Y acaso será posible que a este Estado se sume Bielorrusia? ¿Es factible crear una entidad que vuelva a unificar a Rusia, Kazajistán y Bielorrusia? ¿Y que además permita crear una autonomía rusa en el Norte de Kazajistán?

Todo esto me hace recordar el día en que plante un árbol bajo el cielo de color rojo desértico de la ciudad de Shevchenko, a orillas del Caspio azul, junto con mis amigos. Pusimos algunos explosivos debajo de una roca e hicimos un agujero. Luego vertimos tierra negra que habíamos traído de Rusia y plantamos el retoño de un árbol: cavamos un agujero con nuestras manos y cubrimos las raíces del árbol con la tierra que habíamos traído. Después, derramamos agua fresca en el lugar y vimos como esta empapaba la tierra, llenamos un cuenco de varios colores con esta agua y bebimos pasándonoslo entre nosotros. Bebimos de este cuenco un ruso, un kazajo, un ucraniano, un tártaro y un árbol. ¿Qué habrá pasado con aquel árbol? ¿Lo habrá cortado una motosierra? ¿O seguirá floreciendo durante la primavera y dando frutos de color dorado durante el otoño? ¿Llegará el día en que todos aquellos que plantamos aquel árbol podamos reunirnos nuevamente bajo su sombra?

Alguien preguntó a los paracaidistas que recorrían las calles de Alma-Ata en una enorme furgoneta lo siguiente: “¿Qué llevan?”. “El cirílico”, dijeron.

Nota del traductor:

1. Sovjós es el acrónimo ruso de “soviétskoie jozyáistvo”, que se traduce al español como Granja Estatal y eran explotaciones agrícolas que existían en la Unión Soviética y que no tenían un carácter cooperativo (koljós), sino que dependían directamente del Estado.

Fuente: https://zavtra.ru/blogs/kirillitca_vozvrashaetsya