El 6 de Julio, más de 300 efectivos de la ONU llevaron a cabo un ataque de mayor escala en un aglomerado sector de Puerto Príncipe. Múltiples fuentes confirman que los «pacificadores» asesinaron al menos a 23 personas. Testigos informaron que las tropas ONU utilizaron helicópteros, tanques, ametralladoras y gas lacrimógeno en la operación. El […]
El 6 de Julio, más de 300 efectivos de la ONU llevaron a cabo un ataque de mayor escala en un aglomerado sector de Puerto Príncipe.
Múltiples fuentes confirman que los «pacificadores» asesinaron al menos a 23 personas.
Testigos informaron que las tropas ONU utilizaron helicópteros, tanques, ametralladoras y gas lacrimógeno en la operación.
El Teniente General Augusto Heleno, el comandante brasileño de las tropas de la ONU en Haití, vindicó la operación como un «éxito». Entre los asesinados hubo niños, mujeres y hombres, camino al trabajo. El referido Teniente General dijo, justificando la operación: «En el fondo…
la comunidad de Puerto Príncipe es en sí una ‘comunidad bandida'».
Palabras de hoy, cargadas con ese eco de desprecio racista que viene desde todos los siglos contaminando el pasado y el presente de violencia, odio y espíritu de venganza. Como si los espíritus de los cadáveres insepultos, se mantuviesen permanentemente en pie de guerra.
Haití fue muy importante para Europa y para el proceso de acumulación originaria de capital, durante los siglos XVII, XVIII y XIX. Fue el despliegue del llamado Comercio Triangular, tres continentes (Europa, América y África) y tres productos (caña de azúcar, productos industriales y esclavos), a través del cual los conquistadores europeos y luego estadounidenses, montaron el más feroz y criminal intercambio desigual, que echó las bases de la Revolución Industrial y del gran despliegue del Sistema Capitalista Mundial.
En ese tiempo como ahora, se necesitaban intelectuales que justificaran estos dramáticos acontecimientos. Tal como señaló Clausewitz, la guerra es un asunto muy serio para dejarlo solo en manos de los militares. Entonces el Sr. Montesquieu señaló:
«El azúcar sería demasiado cara si no trabajaran los esclavos en su producción.
Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro».
Por supuesto, «una comunidad bandida».
Desafortunadamente, Haití siguió siendo importante para la acumulación de capital a escala mundial y aun cuando en 1803 se convirtió en la primera república negra independiente, en 1915 EEUU invadió el territorio haitiano y por la misma época ocupó Nicaragua y República Dominicana. Una vez más el Secretario de EEUU de ese tiempo buscó las palabras justificatorias de siempre:
«la raza negra es tan incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización». Naturalmente, «una comunidad bandida». Esta fue la época cuando el guerrillero haitiano Carlomagno Peralta organizó la resistencia y fue derrotando batalla tras batalla a las fuerzas estadounidenses hasta que éstas, financiando la traición, lo asesinaron.
En lo que va del siglo XXI, las fuerzas de ocupación, encabezadas ahora por la ONU, continúan la matanza. Hace más o menos dos años, EEUU volvió a ocupar militarmente a Haití, secuestró al Presidente Aristide y lo envió por avión a una república africana, violando una vez más el derecho internacional y rompiendo las normas de la convivencia pacífica. Luego, con la lamentable participación de soldados de Brasil, Argentina y Chile, se ha organizado una fuerza multinacional comandada por el General Heleno, de nacionalidad brasileña y como bien se sabe, los asesinatos, las torturas y la violencia generalizada continúan. Hoy la situación es más grave, pues la invasión, como suele ocurrir, complica más las cosas. En Internet está un artículo del cual tomé el siguiente párrafo:
Hoy es Haití uno de los países más pobres del mundo. El 65% de los habitantes de Haití viven por debajo de la línea de la pobreza, el 30% de la población no tiene acceso a ningún servicio social básico.
Según las Naciones Unidas, 4 millones de personas (la mitad de la población) necesita ayuda humanitaria para sobrevivir.
La deforestación, una de las más rápidas del mundo está quemando los últimos recursos del país. Haití es un país afectado por diversas epidemias, como la tifoidea, la tuberculosis y en particular el sida. En Haití se concentra el 60% de todos los casos de sida registrados por la Organización Mundial de la Salud en el Caribe, entre 1980 y el 2001 más de 300.000 haitianos murieron víctimas de esa enfermedad, situación sólo comparable a lasmás empobrecidas naciones africanas.
Como se ve, es una población sometida a un estado de terror. Siendo así, los sectores políticos del mundo y de América Latina en particular, ¿van a esperar que finalmente se organicen grupos terroristas? ¿Se fortalecerá entonces esa lógica en donde el terrorismo de Estado fomenta el terrorismo de los ultrarradicales para justificar y practicar un terrorismo de Estado cada vez más agresivo? Diabólicas fuerzas humanas han conducido al mundo hacia una devastadora conflagración permanente. Por tanto, el compromiso por la paz debe ser firme.
La violencia debe ser retirada de la palabra, del pensamiento y de las intenciones.
No hay nada que la justifique. La Ley del Talión debe ser derogada definitivamente.
Es mentira que la paz se logre preparándose para la guerra. Es también mentira que la violencia sea un atajo para lograr la paz. En verdad no se lucha por la paz. Se lucha por la victoria, pero la victoria no es más que una nueva antesala para las nuevas guerras. El verdadero muro de contención para la guerra es un camino pacífico sin ambigüedades.