La prevista victoria electoral del Partido Demócrata Japonés (PDJ) se produjo con una contundencia también anunciada por los sondeos. Así, de forma casi humillante, el Partido Liberal Demócrata (PLD) abandonará el Gobierno tras haber permanecido en él durante 54 años casi ininterrumpidamente. Los electores acudieron a las urnas en número superior al de hace cuatro […]
La prevista victoria electoral del Partido Demócrata Japonés (PDJ) se produjo con una contundencia también anunciada por los sondeos. Así, de forma casi humillante, el Partido Liberal Demócrata (PLD) abandonará el Gobierno tras haber permanecido en él durante 54 años casi ininterrumpidamente. Los electores acudieron a las urnas en número superior al de hace cuatro años y votaron al «cambio histórico» prometido por el candidato del PDJ y ya futuro primer ministro, Yukio Hatoyama, aunque parece más claro que el objetivo de su voto era desalojar del poder al partido hasta ahora hegemónico.
Si bien la victoria de 2007 del PDJ en los comicios al Senado suponía un anticipo de la lograda ayer, entre los factores que han propiciado el cambio del voto tradicional destaca la situación provocada por la crisis económica o, más concretamente, la ineficaz gestión de la misma realizada por el saliente primer ministro, Taro Aso, el cuarto de la legislatura. A pesar de que parece haber llegado el fin de la recesión que se prolongó durante un año, las endebles muestras de recuperación de la economía nipona no son una realidad tan tangible para los ciudadanos como la tasa de paro, que en julio se elevó a un también histórico 5,7%. Hatoyama, quien ha incluido la palabra «pueblo» en cada una de sus frases durante la campaña electoral, promete en su programa una respuesta eficaz a la crisis y un giro significativo en el plano socioeconómico: mayor inversión en sanidad, ayudas a los trabajadores y reducción de la burocracia, así como en política exterior, concretado en una menor dependencia de EEUU.
El candidato vencedor afirmó que su victoria «es la victoria del pueblo». Ahora bien, quizá resulte excesivo hablar de un giro a la izquierda mientras persista una estructura sociopolítica como la japonesa, no cuestionada en lo fundamental por el partido que próximamente gobernará, un partido cuyos principales miembros pertenecen a la «élite política» y con una notable dependencia de las donaciones de empresarios y financieros. Los electores han votado por el cambio histórico; sin embargo, con tan escaso margen para una transformación de calado, es posible que el cambio no vaya mucho más allá del constatado ayer en el sentido del voto de la ciudadanía.