Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Desde los primeros días de la campaña electoral no existe la menor duda de en quién han tenido puesta la mira Trump y su equipo. «Irán es la mayor fuerza desestabilizadora en Oriente Próximo y sus políticas son contrarias a nuestros intereses», afirmó el Secretario de Defensa Mattis en la sesión del Senado para confirmarlo en el cargo (1), después de haber afirmado previamente que este país suponía una amenaza para la seguridad mayor incluso que el ISIS o al Qaeda.
Mike Pence calificó a Irán de «principal Estado patrocinador del terrorismo», mientras que el nuevo Asesor sobre Seguridad Nacional John Bolton ha estado pidiendo durante años que se bombardee Irán. En su propia pequeña reformulación de la frase de Pence el propio Trump ha calificado a Irán de «Estado número uno de terrorismo patrocinado», lo que se supone significa algo despectivo.
Por supuesto, en 2016 Trump acusó a China de «violar nuestro país», mientras que el asesor de la Casa Blanca Peter Navarro afirmó que este país estaba emprendiendo una «agresión económica» contra Estados Unidos. El que fuera Asesor de Seguridad Nacional estadounidense Seteve Bannon anunció esta semana que «estamos en guerra con China».
Así pues, desde el primer día Irán y China han sido los objetivos retóricos favoritos, pero este año esa retórica se ha convertido en una guerra económica total. Solo durante este mes Trump impuso aranceles a artícuos chinos por valor de 60.000 millones de dólares, amenazó con hacer lo mismo a otros artículos por valor de 500.000 millones más y anunció su intención de reducir a cero las exportaciones de petróleo iraní para el mes de noviembre. A todas luces el objetivo de estas armas de destrucción financiera es paralizar y sabotear Irán y China con el fin de frustrar su desarrollo y doblegarlos. No obstante, al mismo tiempo que ocurre esto, Trump ha seguido cortejando y elogiando al líder del principal aliado geopolítico de Irán y China, el presidente ruso Vladimir Putin. ¿Qué está pasando?
Aparentemente, el gobierno de Putin ha condenado, como era de esperar, estos actos hostiles contra dos de los aliados claves de Rusia. Antes de que Trump anunciara en mayo que tenía la intención de romper el acuerdo nuclear con Irán restableciendo las sanciones el Kremlim advirtió acerca de las «nocivas consecuencias» en caso de que lo hiciera. Y tras la reciente cumbre de Helsinki entre ambos líderes Putin siguió apoyando el acuerdo (aunque con el argumento de limitar la soberanía de Irán en vez de defenderla) al afirmar: «No ha cambiado la posición de Rusia respecto al programa nuclear iraní y creemos que el JCPOA (2) es un instrumento que permite garantizar la no proliferación de armas nucleares en general y en la zona en particular», y añadió que el acuerdo había convertido a Irán en uno de los países del mundo más controlados por la IAEA [Siglas en inglés de Organismo Internacional de la Energía Atómica]. Asimismo Rusia denunció los aranceles impuestos a China a principios de mes.
Con todo, más allá de la oposición retórica las acciones de Rusia facilitan la agresión de Trump. Tras dieciocho meses de disminuir la producción de petróleo, tal como acordaron Rusia y Arabia Saudí en 2016, lo que habían logrado subir los precios tras el bajón en el que habían caído, el mes pasado Rusia propuso un inesperado e inmediato cambio de esta política. Los bajos precios del petróleo que habían asolado los mercados del petróleo antes de que se acordara disminuir la producción en 2016 habían provocado enormes problemas a países productores como Rusia, Irán y Venezuela, lo que hizo que muchas personas creyeran que Estados Unidos había ordenado a los saudíes inundar el mercado para sabotear las economías de sus enemigos geopolíticos. Entonces las nuevas cotas de producción habían dado estos países un muy necesitado respiro; sin embargo, el pasado mes de junio Rusia hizo la propuesta a la OPEP de aumentar la producción en 1.8 millones de barriles de petróleo al día e inusitadamente propuso que este aumento empezara en unas semanas. Finalmente a finales de junio la OPEP y países no pertenecientes a ella llegaron a un pacto, encabezado por Rusia y Arabia Saudí, de aumentar la producción en un millón de barriles al día. Irán, Iraq y Venezuela se opusieron al pacto, y el ministro de Petróleo iraní Bijan Zanganeh comentó antes de la reunión que «la OPEP no es una organización que reciba órdenes del presidente Trump […] La OPEP no forma parte del Departamento de Energía de Estados Unidos».
A los pocos día de que se adoptara el aumento de producción liderado por Rusia el gobierno de Trum anunció sus planes de «reducir a cero las exportaciones de petróleo iraní» para el 4 de noviembre. Cuando se le preguntó si esta medida podría provocar trastornos ya que los países se precipitarían a sustituir los suministros, el director de políticas del Departamento de Estado Brian Hooks señaló que «estamos seguros de que hay suficiente capacidad mundial de reserva de petróleo». En efecto, la presión de Rusia para aumentar la producción había facilitado el terreno para el siguiente asalto de Trump para estrangular a Irán. Precisamente este acuerdo es lo que subyace a la descarada afirmación de Trump de que el suministro mundial de petróleo cubriría el vacío creado por la pérdida de crudo iraní; habría sido impensable sin poner fin a los límites de producción ruso-saudí. Sin embargo, tal como están las cosas, todas las piezas están colocadas para que Trump presione seriamente a todos los importadores del petróleo iraní. Aunque el acuerdo ruso-saudí ofrece fuentes alternativas de suministro, la actual guerra comercial demuestra la voluntad de Trump de utilizar los aranceles contra quienes no se dobleguen a su voluntad geopolítica. A pesar de que Trump ha amenazado abiertamente con imponer sanciones a quienes no acaten su llamamiento a dejar de negociar con Irán, es bastante posible que quienes lo acaten sean recompensados con exenciones arancelarias. Se presionará especialmente a China en particular (el mayor socio comercial de Irán y ahora amenazado con aranceles sobre los 500.000 millones de dólares en exportaciones a Estados Unidos).
Así que lo que hace Rusia parece contraproducente a primera vista. El fin de las cuotas de producción de los dieciocho meses anteriores, que tuvieron un gran éxito, provocó inmediatamente un descenso de los precios del petróleo (el principal producto de exportación de Rusia) al tiempo que facilitaba la escalada de la guerra económica de Estados Unidos contra el aliado clave de Rusia, Irán. No obstante, hay varias razones por las que Rusia puede estar apoyando los pasos que da Trump.
La más obvia es que Irán es el principal competidor de Rusia por los mercados de exportación de petróleo, especialmente en Europa. Las esperanzas europeas de reducir la dependencia de los suministros de energía rusos se pueden ver gravemente frustradas si ya no pueden acudir a Irán como suministrador alternativo. Sencillamente, Rusia venderá más petróleo sin la competencia iraní.
Sin embargo, más que eso a Rusia le podría beneficiar incluso el uso que hace Trump de los aranceles como medio para alejar a los países de Irán. Si, efectivamente, Trump condiciona el acceso libre de aranceles al mercado estadounidense a que se corten las inversiones y el comercio con Irán, China se enfrentará a un importante dilema.
Durante varios años China no solo ha sido el principal socio comercial de Irán sino también un financiero de inversiones. En 2011 China firmó un acuerdo por valor de 20.000 millones de dólares para impulsar la cooperación bilateral en los sectores industrial y minero de Irán. Actualmente China está en disposición de hacerse con la explotación del enorme yacimiento de petróleo y gas de South Pars en caso de que se retire la empresa francesa TOTAl, tal como se espera que suceda, mientras que recientemente se firmó un contrato por valor de 3.000 millones de dólares que concedía a SINOPEC el derecho a ampliar la refinería de petróleo de Khuzestan. Entre tanto Fox News informaba de que «al tiempo que el Departamento del Tesoro estadounidense presiona a los bancos occidentales para que no establezcan acuerdos con Irán, el banco estatal chino CITIC está extendiendo líneas de crédito por valor de 10.000 millones de dólares a bancos iraníes. Estos fondos financiarán proyectos de agua, energía y transporte. Para evitar las sanciones estadounidenses las líneas de crédito utilizarán el euro y el yuan».
Pero más importante para Rusia es el acuerdo cerrado por el Banco de Exportación e Importación de China en 2017 por valor de 1.500 millones de dólares para financiar un ferrocarril de alta velocidad entre Teherán y Mashhad. Se prevé que este ferrocarril forme parte de la «Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda» de China destinada a crear un tránsito de alta velocidad entre Asia Central y Europa que ahorrará semanas respecto a los actuales tiempos de viaje.
En un claro acto de desafío a Estados Unidos el pasado mes de mayo China inauguró una nueva línea de ferrocarril entre la Región Autónoma de Mongolia Interior de China y Teherán que acorta el tiempo de viaje 20 días en comparación con el viaje en un buque de carga. Sin embargo, una vez que se complete toda una red de alta tecnología y alta velocidad china por toda Asia central es probable que la actual «Ruta norte» por Rusia resulte superflua.
Así pues, ¿podría ser que Rusia considere que beneficia a sus propios intereses facilitar el intento por parte de Trump de expulsar de Irán las inversiones chinas para preservar sus propias rutas comerciales y su acceso a los mercados europeos de petróleo?
En caso de que sea así es probable que sufra una decepción. Para Irán es fundamental no solo la «Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda» (el programa geoeconómico de China por valor de varios miles de millones de dólares y de varias décadas de duración), sino también su estrategia de defensa. Como se observaba acertadamente en un reciente artículo publicado por The Diplomat, «Irán es la verdadera prioridad [de China]. Durante décadas China ha cultivado las relaciones bilaterales con Teherán, lo que ha fomentado un resentimiento común hacia el dominio occidental. Esta alianza tienen una inmensa importancia geoestratégica para ambas naciones. Gracias a sus reservas de petroleo y gas Irán podría ayudar a Beijing resistir un ataque estadounidense contra sus líneas marítimas de comunicación (SLOC, por sus siglas en inglés).»
Por mucho que, como es natural, China intente evitar más castigos por parte de Estados Unidos, Irán es simplemente demasiado importante para China como para relegarlo. Por desgracia, al parecer Moscú no considera lo mismo.
Notas:
(1) Se refiere a una sesión del Senado estadounidense para recabar información sobre la aprobación o el rechazo de los candidatos a altos cargos federales propuestos por el presidente (N. de la t.)
(2) Siglas en inglés de Plan de Acción Conjunto y Completo, el acuerdo internacional sobre el programa nuclear de Irán establecido en Viena el 14 de julio de 2015 entre Irán, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas -China, Francia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos- sumados a Alemania) y la Unión Europea. (N. de la t.)
Fuente: http://www.counterpunch.org/2018/08/03/is-russia-facilitating-trumps-strangulation-of-iran/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.