Brian Berman, un alumno del último curso en la Universidad de Stevenson, no quiere unirse al ejército, no quiere llamadas de los reclutadores, no los quiere en su puerta. Por ello su familia ha firmado un formulario que insta al colegio a que no informe de sus datos a los reclutadores. Una disposición de la […]
Brian Berman, un alumno del último curso en la Universidad de Stevenson, no quiere unirse al ejército, no quiere llamadas de los reclutadores, no los quiere en su puerta. Por ello su familia ha firmado un formulario que insta al colegio a que no informe de sus datos a los reclutadores. Una disposición de la ley de No Child Left Behind (No Dejemos Atrás a Ningún Niño), obliga a las universidades a compartir los nombres, números de teléfono y direcciones de estudiantes con los reclutadores militares, al menos que l@s estudiantes o sus familias elijan la opción out (fuera).
«Los reclutadores vienen además a la Universidad», dice, e «intentan hacerlo amigablemente». Berman , de 18 años, no compra sus campañas sobre carreras y oportunidades educativas. «Es ridículo», dice, «Intentan sobornarte para alistarte».
Oficiales del Pentágono dicen que los reclutadores sólo piden la misma información que llega a colegios y compañías para hacer campañas de carreras a l@s estudiantes.
Si la familia de Berman no hubiera firmado el formulario, la universidad podría ser obligada a compartir su información de contacto con los reclutadores militares bajo la ley de 2001. Más de la mitad de los cerca de 4500 estudiantes de Stevenson en este barrio del norte de Chicago han presentado los formularios. Las universidades que no obedecen corren el riesgo de perder las subvenciones federales. Ninguna ha llegado tan lejos.
El Pentágono y el Departamento de Educación no rastrean cuantos estudiantes piden no tener contacto con los reclutadores. L@s oponentes a esta práctica han difundido la idea de que las familias tienen que actuar si objetan: Una conferencia titulada «¡Educación, No Militarización!» tendrá lugar el Sábado en Los Ángeles.
Arlene Inouye, una profesora de universidad y fundadora de la Coalición Contra la Militarización en Nuestras Universidades, dice que el grupo tiene miembros en 50 Universidades quienes velan para que familias y alumnado conozcan sus derechos. Lupe Lujan de San Gabriel, California, se involucró en el grupo cuando su hijo Samuel, que entonces tenía 17 años, se presentó en casa hace dos años con un reclutador para pedirle la tarjeta de la Seguridad Social de Samuel, ya que la necesitaba para hacerle un examen de aptitud militar. «Me sentí muy feliz de poder decirle al reclutador, No te vas a llevar a mi hijo», dice Lujan.
El gobernador de California Arnold Schwarzenegger vetó este otoño un proyecto de ley que podría haber obligado a las universidades a incluir un cajetín de opt-out (opción fuera) para comprobar las tarjetas de contactos de emergencia de l@s estudiantes. Algunas universidades envían por correo anuncios sobre las opciones fuera a las familias, otras se las envían a casa con l@s estudiantes. Familias y activistas pacifistas de Montgomery County, Md., distribuyeron este otoño formularios de opt-out a familias a la salida de las universidades nocturnas.
En Duluth, Minnesota la Asociación Municipal de Familias, Profesorado y Alumnado.(algo así como nuestro Consejo Escolar) convenció a las universidades de que retrasaran la fecha límite de entrega de los formularios desde el 1 de Octubre al 1 de Noviembre y se han esforzado en concienciar a las familias.
El PTA Nacional (Consejo Escolar Estatal) apoya un cambio en la ley federal para que los reclutadores no puedan contactar con el alumnado sin la «option in» de sus familias y su petición expresa de este contacto.
Marine Maj. Stewart Upton, un portavoz del Pentágono, dice que la ley no aventaja al ejercito sobre otras instituciones interesadas en dar al alumnado opciones de carreras. Obliga a las universidades a «dar a los reclutadores el mismo acceso que tienen colegios y otros empleadores» dice.
Douglas Smith, un portavoz del Comando de Reclutamiento del Ejército del Fuerte Knox en Kentucky, dice que los reclutadores quieren trabajar con las universidades. «La idea es crear una estrecha relación muy personal y profesional con vuestras universidades», dice.
El alumnado que suscribe los formularios, dice Smith, no está necesariamente excluyendo todo contacto. «Significa que la universidad no va a darnos información de sus datos personales» dice. «No significa que el reclutador no pueda contactar con el alumnado por cualquier otro medio».
Los reclutadores pueden obtener los nombres del alumnado por otras fuentes durante sus días de carrera en la universidad. Si un estudiante llama al número gratuito de la línea del ejército, responde a una carta o pide información por ordenador, los reclutadores pueden contactarle, dice Smith.
Estudiantes del tercer y el último curso son el objetivo de los reclutadores de todas las ramas. En Stevenson, los reclutadores organizan competiciones de ejercicios y dan premios tales como llaveros y camisetas.
Esto no molesta a Kris Ozga, de 17 años, en el último curso. Su familia no firmó el formulario de opt-out, y recibe llamadas de los reclutadores, incluso en su móvil. «Son como, ¿has pensado alguna vez en alistarte?», dice, No pensó en ello, pero quiere apuntarse a un colegio de baloncesto. No le gustan algunos modos de reclutamiento. «Algunas veces no te dejan», dice.
Kareem Miller, de 17 años, no firmó la opt out y a veces tiene tres o cuatro llamas al mes. «Realmente no molesta a nadie» dice. «Podría preocupar a algunas personas si hubiera una conscripción» El reclutamiento en las universidades no es nuevo. Pam Polakow, cuyo hijo cursaba en Stevenson antes de que la ley tuviera efecto en 2002, dice que los reclutadores eran «extremadamente persistentes» cuando iba a la universidad, llamándo al menos una vez por semana. «Me sentía muy incómoda» dice.
Daniel Mater, de17 años, en el último curso en Stevenson, dice que su familia firmó el formulario.» Ellos tomaron la decisión, pero yo nunca tuve ningún interés en el ejército», dice. «Ello me hizo ahorrar tiempo».
El alumno de último curso Gino Ciarroni, de 18 años, ha estado charlando con los reclutadores sobre el ejército, los marines y la marina. «Estoy interesado en servir a mi país» dice, «y obtener ayuda para el colegio» Tuvo problemas sin embargo para obtener respuestas sobre para que trabajo militar estaba cualificado y cuanto dinero obtendría para el colegio.
Los reclutadores tomaron el número de su móvil y le dieron a entender que le ayudarían, dice. Está considerando unirse a los Cuerpos de Entrenamiento de Oficiales de Reserva.
Al alumno del último curso Robert Warren, de 17 años no le importan las llamadas. «Son muy respetuosos», dice, «Cuando les dije que no estaba interesado, dejaron de llamar».
Por Judy Keen , traducido por Pedro Enrique Polo Soltero.