«De momento, quisiera tan sólo entender cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el que se quiera soportar y que no podría hacer daño […]
«De momento, quisiera tan sólo entender cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el que se quiera soportar y que no podría hacer daño alguno de no ser que se prefiera sufrir a contradecirlo». Étienne de La Boétie (1530-1563) se plantea esta pregunta en un escueto ensayo de 40 páginas escrito a mediados del siglo XVI, «Discurso de la servidumbre voluntaria», también llamado el «Contra uno». Las fechas exactas de redacción y publicación del texto han sido motivo de controversia. La editorial Virus reeditó en 2016, con introducción del colectivo Etcétera, esta pieza considerada «fundacional» en la crítica antiautoritaria al poder. Tal vez lo sea porque el humanista y miembro de la aristocracia francesa, Étienne de La Boétie, magistrado a los 24 años en el Parlamento de Burdeos y amigo de Michel de Montaigne (a quien fascinó el manuscrito contra la tiranía), vertiera reflexiones como la siguiente: «(al igual que los emperadores romanos) los de hoy no lo hacen mucho mejor, pues, antes de cometer algún crimen, aun el más indignante, lo hacen preceder de algunas hermosas palabras sobre el bien público y el bienestar de todos».
Autor de un estudio de mil páginas sobre la prensa anarquista en España entre 1869 y 1930, el investigador anarquista Paco Madrid ha presentado el «Discurso» de La Boétie en el Espai de Lliure Aprenentatge El Punt de Valencia. Considera que el antropólogo Pierre Clastres, autor de «La Sociedad contra el Estado», fue uno de los autores que mejor comprendió el alcance del «Discurso de la servidumbre voluntaria», cuando escribió: «La Boétie es, en realidad, el fundador desconocido de la antropología del hombre moderno, del hombre de las sociedades divididas; con tres siglos de antelación, anuncia la empresa de un Nietzsche -más incluso que la de un Marx- de reflexionar sobre la degradación y la alienación». En España se publicaron en 2016 tres ediciones diferentes del ensayo y en Francia se continúa reeditando con mayor fuerza, resalta Paco Madrid, que calcula en un equivalente a 500 volúmenes de 400 páginas cada uno lo publicado sobre el libro y su autor. El humanista francés, que escribió el «Discurso» entre los 16 y los 18 años, pergeña un texto simple que gira todo el tiempo en torno a la primera frase de la pieza; son las palabras que, según Homero en el canto II de La Ilíada, pronunció Ulises una vez en público: «No hay cosa tan perniciosa como el mando de muchos; un solo caudillo debe existir, un solo rey».
La Boétie estudió Derecho en la Universidad de Orleans, también se adentró en los clásicos griegos -tradujo a Jenofonte y a Plutarco- y escribió «Memóire sur la Pacification des Troubles» tras participar en las negociaciones de paz por las «Guerras de Religión». Antes de fallecer en la comuna de Germignan, Étienne de La Boétie fue «servidor voluntario del orden público y podría ser considerado precursor intelectual del pensamiento libertario», según caracteriza al escritor francés el colectivo Virus reeditor del texto. «Es realmente sorprendente -y tan corriente que deberíamos deplorarlo más que sorprendernos- ver cómo millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y son juzgados, la cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque se vean obligados por una fuerza mayor, sino por el contrario porque están fascinados y, por decirlo así, embrujados por el nombre de ‘uno’ al que no deberían temer (puesto que está solo), ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje)», afirmaba el humanista en el texto de referencia.
Repleto de invocaciones a la antigüedad (Ulises, Homero, Mitrídates, Darío, Catón, Bruto el Viejo, Nerón, Claudio…), el «Discurso de la servidumbre voluntaria» repite en un puñado de páginas, con algunas variantes, cuál es la fuente de las ruinas y los desastres. Éstos no provienen de una miríada de enemigos sino de Uno, «aquel a quien vosotros habéis convertido en lo que es, por quien hacéis con tanto valor la guerra y por cuya grandeza os jugáis constantemente la vida»; sin embargo, aclara Étienne de La Boétie, el tirano no está hecho de un fuste extraordinario; posee dos manos, dos ojos y un cuerpo, «nada que no tenga el último de los hombres que habitan el ‘infinito número’ de nuestras ciudades». El entramado autoritario que el autor francés pretende desentrañar es por qué los hombres «que nacen bajo el yugo, educados y criados en la servidumbre, sin mirar más allá, se contentan en vivir como nacieron y, sin pensar otro bien ni otro derecho que el que encontraron, lo aceptan como algo natural». Una de las posibles respuestas reside en la costumbre, «que consigue hacernos tragar sin repugnancia su amargo veneno»
El «Discurso de la servidumbre voluntaria» casi se perdió sin dejar rastro. «Se hicieron algunas copias que se repartieron entre los amigos de La Boétie», resalta Paco Madrid. Algunos autores defienden que, por la fecha de su publicación -entre 1546 y 1549- el ensayo podría estar relacionado con las revueltas contra las gabelas (impuesto sobre la sal) de 1548 y la represión posterior ordenada por el rey Enrique II. Pero en el libro no se cita a ningún tirano en concreto. Otro hecho histórico que favoreció la difusión del texto fue la matanza de San Bartolomé (23-24 de agosto de 1572), en la que tres mil hugonotes (calvinistas franceses) fueron liquidados en París, a lo que siguió el asesinato de varios miles en otras ciudades en el contexto de las guerras de religión. Étienne de La Boétie falleció a causa de la disentería, una enfermedad mortal en la época. Pero antes le pidió a su amigo Montaigne que se hiciera cargo de la biblioteca y, ya en el lecho de muerte, le comunicó que no quería que se publicaran sus escritos. Pero Montaigne no le hizo caso, de manera que a partir de 1571 puso en circulación algunos de los trabajos de La Boétie, sobre todo traducciones de obras griegas.
Lo importante es que dos años después de la matanza de San Bartolomé los hugonotes publicaron un libro de libelos contra quien consideraban autor de la escabechina, Enrique II. En la publicación incluyeron una parte de la obra de La Boétie -aunque sin título y sin autor- en latín, francés y holandés, explica Paco Madrid. En la siguiente edición el ensayo vio la luz de manera íntegra, en francés y titulado como el «Contra Uno». Se trata de un tortuoso periplo, lleno de azares, tergiversaciones, picos en la difusión y olvidos como el que se produjo hasta el siglo XVIII, cuando el editor ginebrino y hugonote Pierre Coste reeditó los ensayos de Montaigne, que incluían el «Discurso de la servidumbre voluntaria». Pero el aguijón definitivo a la divulgación masiva fue la publicación por primera vez como libro en 1835, con una amplia introducción de Lamennais.
En la presentación del texto reeditado por el colectivo Etcétera en 1978 y por Virus en 2016, Paco Madrid ha resaltado que la mayoría de escritos alumbrados por los movimientos antiautoritarios han desaparecido, «porque el poder siempre hace lo posible por sepultarlos». Así ocurrió con los escritos de los cínicos y los estoicos -muy refractarios ante la autoridad-, recuerda el filósofo Luis Andrés Bredlow. Según este profesor de la Universidad de Barcelona, el movimiento de los cínicos fue el primero que planteó la utopía de una sociedad mundial con hombres y mujeres libres e iguales. Un filósofo griego del siglo I, Dion Coceyo, consejero de Trajano entre otros emperadores, escribió en «Sobre la realeza y la tiranía»: «La mayoría de los que están instalados en el poder, como les está permitido recibirlo todo, lo desean todo; como la justicia reposa sobre ellos, por eso son injustos».
El teólogo, poeta y obispo de Alba (Piamonte) Girolamo Vida afirmaba en un ensayo publicado en latín en 1556 y no traducido hasta hoy, lo siguiente: «¿Para qué sirven las leyes? Para constituir la servidumbre, que los sabios califican de peor que la muerte; para obligarnos a vivir bajo el dominio ajeno; para darnos una naturaleza artificial y rebelarnos contra nosotros mismos» (en «Dialogi de rei publicae dignitate»). En el campo del anarquismo, Proudhon (1809-1865) identificaba con una ristra de participios el hecho de ser gobernado, que equivale a ser «observado, inspeccionado, espiado, dirigido, sometido a la ley, regulado, escriturado, adoctrinado, sermoneado (…)». El antropólogo Pierre Clastres imprimía un aliento contemporáneo a las anteriores reflexiones, pero sin perder la conexión con la servidumbre voluntaria: «La maquinaria, en todas las sociedades occidentales, va haciéndose cada vez más estatista, es decir, cada vez más autoritaria»; y lo será durante mucho tiempo con el refrendo de la mayoría, «que a menudo es calificada como la mayoría silenciosa; esta mayoría está igualmente repartida entre la izquierda y la derecha». Paco Madrid recuerda las palabras de la socióloga francesa, Andrée May, quien clasificó por categorías a los múltiples intérpretes de La Boétie: «Han pasado 450 años desde la revuelta de las gabelas y el ‘Discurso de la servidumbre’ no para de hablarnos».
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