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Empieza la fase Brinkmanship

¿Fin de la diplomacia en la crisis nuclear iraní?

Fuentes: Rebelión

La expresión de Brinkmanship o «Cuesta resbaladiza» fue creada por John Foster Dulles, y posteriormente fue integrada en la Teoría de Juegos. Significa el arte de recurrir a jugadas arriesgadas en el transcurso de unas negociaciones delicadas y de consecuencias imprevisibles con el objetivo de forzar la rendición de la otra parte. En una palabra, […]

La expresión de Brinkmanship o «Cuesta resbaladiza» fue creada por John Foster Dulles, y posteriormente fue integrada en la Teoría de Juegos. Significa el arte de recurrir a jugadas arriesgadas en el transcurso de unas negociaciones delicadas y de consecuencias imprevisibles con el objetivo de forzar la rendición de la otra parte. En una palabra, es la amenaza de destrucción mutua, y justo es la fase que se encuentran por un lado Irán, y por otro EEUU y sus aliados.

La parte iraní recurrió a esta política con las declaraciones del presidente Ahamdinezhad en defensa de su programa nuclear y con sus posturas antijudías, que fueron acompañadas del gesto de retirar el precinto puesto por la Agencia Internacional de Energía Atómica a algunas de sus instalaciones nucleares, por amenazas de utilizar sus influencias en Irak, Afganistán y Palestina para aumentar la crisis de Oriente Medio, y responder a los posibles ataques con dureza y en todo el mundo. La guinda de este peligroso juego la acaba de poner el comandante Yafari, jefe de las Fuerzas de Mártires (Niruye Esteshhadi), el domingo pasado, al revelar que ha dado ordenes a sus militantes en todo el mundo a actuar en el momento que EEUU o Israel pretendan agredir Irán.

Sin embargo, ante la evidente desigualdad de fuerzas, e Irak como trasfondo, se pregunta ¿Por qué Teherán no demuestra signos de tener miedo, sino totalmente lo contrario? Pues porque los ayatolás calculan que, por ejemplo, un posible bloqueo económico aprobado por el Consejo de Seguridad tendría efectos limitados en la sociedad, ya que al firmar tratados comerciales de gran envergadura -como el llamado Contrato del Siglo con China para venderle petróleo y gas para los próximos 25 años – se han guardado la espalda. O que la experiencia del pantano iraquí disuadiría a EEUU de un ataque a su país. Intuyen que incluso una agresión «preventiva», no iría acompañada por un cambio del régimen, puesto que Bush aun no ha fabricado ninguna oposición en exilio, como lo hizo en los casos de Afganistán e Irak. Por lo tanto, su Brinkmanship consiste en las tres siguientes ofertas: o recibe la garantía de no ser atacados a cambio de paralizar su programa nuclear, o se le acepta como un país nuclear (como Pakistán), o se asegurará que en su caída al infierno le acompañen todos los implicados.

Por su parte, el Occidente, representado por EEUU, con su política inflexible está llevando la situación al límite. La propuesta Putin-Bush de enriquecer el uranio en Rusia para luego trasladado a Irán, como la ultima oferta del Occidente, se ha hecho a sabiendas que los iraníes no lo iban a aceptar. Bastaba con mirar la experiencia amarga de Ucrania hace unas semanas. A demás, si Washington realmente está preocupado por el programa nuclear iraní, ¿Por qué no le ofrece garantías de seguridad como contrapartida?

Una de las peculiaridades de este juego peligroso es que el presidente de uno de los equipos, Irán, está facilitando el trabajo del presidente de la otra banda, EEUU, en lo referente a la preparación de la opinión pública mundial contra su país. Si no fuera por Ahmadinezhad, Bush difícilmente hubiera podido hacer desaparecer los titulares de la prensa sobre su fracaso en Irak o los escándalos de corrupción que azotan a su partido, y poder reclutar la opinión pública en contra de Irán.

El presidente Ahaminezhad ha sido advertido por los reformistas del régimen que el hecho de haber convertido el programa nuclear en una cuestión de orgullo nacional de la población no es ninguna garantía de que en un posible enfrentamiento con el Occidente, los ciudadanos se pongan al lado del gobierno. Pues la situación de hoy en día es bien distinta del 1980 cuando Irak invadió Irán y la nueva república era recibida con ilusión. El paro de más de 12 millones de jóvenes -en parte por la masiva huida de capitales tras la presidencia de Ahmadinezhad-, la asfixiante inflación, y una sociedad que vive con la sensación de inestabilidad, frustración y el miedo, pintan un panorama de imposible pronóstico ante lo que se está getando.