La suspensión de los paquetes turísticos y los vuelos entre China y Corea del Norte evidencia la gravedad del momento que se vive en la península coreana. EEUU reiteró que pondera el uso de opciones militares en respuesta a los programas nucleares de Pyongyang. Las celebraciones del 105 aniversario del nacimiento del fundador del régimen […]
La suspensión de los paquetes turísticos y los vuelos entre China y Corea del Norte evidencia la gravedad del momento que se vive en la península coreana. EEUU reiteró que pondera el uso de opciones militares en respuesta a los programas nucleares de Pyongyang. Las celebraciones del 105 aniversario del nacimiento del fundador del régimen juche, Kim Il-sung, pudieran determinar nuevas medidas de corte belicista por parte de su nieto, Kim Jong-un, incluyendo una hipotética sexta prueba nuclear o el lanzamiento experimental de nuevos prototipos de misiles. Por su parte, el recién llegado Trump pronto se hartó de la «paciencia estratégica» de su antecesor y con su alocución de que «el problema de Corea del Norte será atendido», no duda en echar más leña al fuego de una situación que amenaza con desbordarse. La suma del carácter impredecible de uno y otro mantiene en vilo a toda la región y el mundo.
Pero más allá de las bravuconadas, es posible que en esta ocasión ninguna de las partes atraviese la línea roja. Los avisos de China a Corea del Norte han sido más serios que nunca (suspensión de importaciones de carbón, restricción de las exportaciones de petróleo). Por su parte, Trump no puede obviar que el sistema de defensa antimisiles THAAD que instala en Corea del Sur -pese a las duras protestas chinas y rusas- aún no está operativo y que, además, el país vive un momento de grave inestabilidad política tras la dimisión de su presidenta Park por corrupción y la convocatoria de comicios anticipados. Indudablemente, este clima influirá en los resultados electorales del 9 de mayo y quizá reflote las posibilidades de los conservadores en detrimento de los liberales, menos entusiastas del THAAD, evitando un giro a la filipina.
En tanto estos dos problemas no estén resueltos, se desaconsejaría una acción militar directa, lo cual no será óbice para que la presión militar aumente y la atmosfera subsiguiente desate una guerra de nervios y asfixie cualquier tentativa de reconducción diplomática.
Un hipotético ataque militar a Corea del Norte no podría eliminar de golpe las capacidades nucleares de Pyongyang y no quedaría sin respuesta. Una confrontación militar, conduzca o no a una guerra total, será una pesadilla para toda Asia oriental. Para desnuclearizar la península de Corea, las partes involucradas no tienen otra opción que negociar y hacer concesiones. La alternativa de la guerra solo puede agravar los problemas. ¿No bastan las lecciones de Irak, Siria, Afganistán, Libia, etc? Imaginar que un conflicto de estas características puede ayudar a resucitar o reafirmar cuestionadas hegemonías en la región o dar al traste con las pretensiones de los rivales estratégicos es jugar con fuego y el balance final podría resultar muy diferente al esperado.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China
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