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Una mirada en el tiempo

Haití, desastre y geopolítica

Fuentes: Rebelión

1. El ritual de los medios. Haití, ese pequeño país tirado en medio del Caribe cumplió hace pocos días 206 años de su independencia, hecho éste que se produjo en 1804 cuando negros sublevados contra el oprobioso régimen colonial francés lograron instaurar la primera República Antiesclavista y Libre en el Mundo, venciendo contra todo pronóstico […]


1. El ritual de los medios.

Haití, ese pequeño país tirado en medio del Caribe cumplió hace pocos días 206 años de su independencia, hecho éste que se produjo en 1804 cuando negros sublevados contra el oprobioso régimen colonial francés lograron instaurar la primera República Antiesclavista y Libre en el Mundo, venciendo contra todo pronóstico a las huestes de Napoleón Bonaparte. Pocos días habían pasado de la conmemoración de dicha efemérides cuando un terremoto de grado 7 en la escala Richter acabó con la vida de miles de personas y también con gran parte de lo que encontró a su paso, sobre todo en Puerto Príncipe, su capital. Esta devastación demuestra una vez más que, hasta en las tragedias naturales pierden los desheredados de la tierra, pues en Japón esto mismo pasa y apenas hay muertos y destrucción. Esto mismo no lo puede decir Haití, convertido una vez más en un gran anfiteatro, en un espacio de dolor, de horror.

Ante los lamentables hechos los medios de todo el mundo acuden al lugar y en grandes titulares rotulan. Haití: una gran tragedia. Mi pregunta al respecto es ¿no era acaso antes de estos terribles hechos éste país una tragedia política, social y humanitaria? Pues claro que lo era ya que los miles de muertos que se apilan en las calles de Puerto Príncipe y que invaden las pantallas de los televisores de casi todo el mundo lo que han hecho es confirmar lo que ya se sabía, que en Haití no había ni Estado, ni agua, ni letrina. Si, en cambio, muchos pobres inasistidos, esos por los que ahora el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial bogan para rescatarlos de la pobreza sin percatarse que sus criminales medidas aplicadas sistemáticamente desde los años 80 han profundizado la miseria en un país en que lo único democrático que existe es ser pobre, excluido y violentado.

Sigo los informativos de diversos países y escucho la contumaz idea que pretende alojarme como dispositivo la creencia de que la pobreza en Haití es una cosa de hoy y propia de la devastación. No nos engañemos, la pobreza en Haití es persistente desde hace mucho tiempo, sólo que invisibilizada y apareciendo encarnada en listados de países con más bajo Índice de Desarrollo Humano, en donde Haití comparte desgracia con muchos otros países de África Subsahariana. Para lo demás, sin duda, Haití nunca ha existido, razón por la cual resulta obsceno que la CNN, la FOX, la BBC y otros grandes medios hoy hablen una y otra vez de este lugar y en donde ahora parecen descubrir que existe la pobreza, la violación a los derechos humanos y también la exclusión. ¿Dónde estaban antes estos medios que hoy se alarman de la pobreza en Haití?

Con los sucesos de de hoy hay razones suficientes para pensar que Haití se ha convertido en un gran producto de consumo televisivo mundial, razón por la cual los medios que cubren los trágicos hechos se disputan la primicia que trae consigo el último rescate, la última donación, la repartición de la ayuda, etc. La cuestión del consumo y el metabolismo informativo será asunto de días, pues muy pronto el frío y calculado olvido mediático aparecerá como lo dicta el canon publicitario de las tragedias, lo que dará paso a su desaparición súbita de los telediarios y, por tanto, del menú informativo que ofrecen las grandes emporios del Fast Food mediático. Y afirmo esto, pues así pasó en Sri Lanka, Nueva Orleans y así pasa con Irak y Afganistán, que saltan del silencio a la palabra y la imagen sólo cuando hay una gran masacre, lo que viene a confirmarnos de modo acertado lo que plantea el ilustre profesor Zygmunt Baumann, quien nos dice que: en la era de la modernidad líquida todo tiene un periodo de caducidad, de lo que no escapan por cierto las tragedias y con ellas sus víctimas.

2. El arte de la invisibilización.

Haití hasta hace pocos días no aparecía en los medios, salvo en abril del año pasado cuando una conferencia de donantes se reunió en Washington y en donde participaron delegados del gobierno de Canadá, Francia, Japón y de los EEUU. Por este último país asistió Hilari Clinton en calidad de Secretaria de Estado, quien dio a conocer que, efectivamente, el gobierno de Obama tenía en mente un proyecto de reconstrucción para Haití. A dicha conferencia asistieron, además, Robert Zoellick, Presidente del Banco Mundial, Dominique Strauss Kahn, Gerente del FMI, Luis Alberto Moreno, Presidente del BID, Ban Ki Monn, Secretario General de Naciones Unidas, Bill Clinton en calidad de Presidente de la Fundación que desarrolla proyectos en Haití, y también José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA. Por el gobierno haitiano participó su Primer Ministro, Michél Diviviér Pierre. En realidad más que una conferencia de donantes fue una reunión de organismos y algunos estados para decirle al primer Ministro de Haití lo que debe hacer «su país» si quiere tener derecho a la ayuda y a la reconstrucción en ciernes.

Llama la atención que en esta Mesa de donante, Zoellick, Presidente del Banco Mundial y demás asistentes se enorgullecieran de los importantes progresos que estaba haciendo Haití en cuanto hace referencia a la implementación de políticas monetarias y fiscales, y también en lo que respecta al continuo fortalecimiento de la gestión financiera del sector público y la transparencia en materia de la administración. Por este cumplimiento disciplinado de medidas de corte fondo monetarista el gobierno Haitiano presidido por René Préval se había hecho merecedor a una donación adicional que no supera los 320 millones de dólares en los próximos dos años, una cifra irrisoria en comparación con los recursos que requiere el país para paliar la grave crisis en materia alimentaria, de servicios de salud, educación y de infraestructuras. Pero la cifra no sólo es irrisoria, es también inmoral si tenemos en cuenta que la población haitiana está sometida a graves restricciones por seguir el gobierno al pie de la letra estos postulados neoliberales que han mostrado su total e inapelable fracaso.

Un mes después de esta conferencia, es decir, en mayo, Haití nuevamente apareció en portada, justo cuando el Ex presidente Bill Clinton fue nombrado como enviado Especial para Haití por el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki- Monn, momento en que ésta organización empezó a hablar de un plan para reconstruir al país, lo que armoniza con los intereses de los EEUU en la zona.

3. Haití en cifras.

La cifra antes señalada resulta infame y poco congruente si lo que se pretende es resolver la situación de la población haitiana, la cual antes del terremoto ya estaba devastada por las medidas impuestas por los organismos internacionales que rigen la política monetaria y fiscal del país, es decir, esos mismos que ahora se configuran en sus salvadores. En este sentido no hay que olvidar que, Haití hasta antes del terremoto era el país ubicado en el puesto 148 – de 179-dentro del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas, y en donde el 76 % de su población vive con menos de dos dólares diarios y el 56 % lo hace con menos de un dólar por día. La situación podría ser peor si las remesas no ocuparan el 52.7% del producto interno bruto, lo que nos dice que este país depende en gran forma de las remesas, aminoradas en el contexto de la crisis. (Ver Informe del Banco Mundial sobre remesas: 2007)

A esto hay que sumarle que este país importa, producto de las medidas impuestas por el BM y el FMI, el 48 % del alimento que consumen sus habitantes y el resto lo obtiene de la producción interna y a través del Programa Mundial de Alimento y otras fuentes de Cooperación. En esta misma línea hay que decir que, un tercio de los bebés recién nacidos nacen con bajo peso. La desnutrición aguda entre los niños menores de 5 años es del 9 por ciento. La desnutrición crónica es del 24 por ciento y 50 por ciento de las mujeres embarazadas y dos tercios de los niños menores de 5 años están afectados por la anemia. Uno de cada cinco haitianos muere antes de los 40 años. Se estima que más de 2,4 millones de personas en Haití viven la inseguridad alimentaria.
En Haití, casi 30.000 niños sufren de deficiencias mentales, porque sus madres sufren de deficiencia de yodo durante el embarazo. (Ver World Food Programme. http://www.wfp.org/countries/haiti) [ A todo esto se le añade que la mortalidad materna es de 523 mujeres por cada 100.000 nacidos vivos].

4. La doble moral del BM y EL FMI.

Así y de este modo, resulta paradójico que el FMI y BM hoy estén llamando y movilizando la solidaridad de los Estados y de la opinión pública mundial y estén animando el discurso de la Reconstrucción, justo cuando de sobra es conocido que a éstos organismos le cabe una cuota importante de responsabilidad con el desastre social, económico y político que hoy se vive en Haití, agudizado esto por el drama de la catástrofe natural, que dicho sea de paso es natural en cuanto al hecho, pero no tanto por sus consecuencias porque la falta de agua potable, energía, sanidad y un buen manejo de excretas y basuras era algo que ya se había constituido en una gran ausencia en Puerto Príncipe y en gran parte del país.

Y si hablamos de responsables de la crisis, también habría que señalar al gobierno de los EEUU y su apoyo incondicional a gobiernos corruptos y violadores de los derechos humanos en la Isla, a los que siempre brindaron sus incondicionales apoyos. ¿Acaso no sostuvieron los EEUU durante 27 años a la familia Duvalier en el poder – en particular a Papa y Nené Doc- y a sus temibles paramilitares llamados Toton- Macoute, una auténtica máquina de muerte que asoló al país? ¿No fue acaso a esta misma familia a la que el BM y el FMI le hicieron llegar recursos en cantidades suficientes a través de la modalidad de empréstitos internacionales con el objeto de que engordaran sus cuentas personales, mientras el grueso de la población veía y ha visto como subía la inmoral deuda externa del país?

Y si los organismos financieros internacionales y el gobierno de los EEUU se han confabulado para que en Haití no haya un Estado diligente, respetuoso de la dignidad humana, garantista y mínimamente decente, tampoco en el país ha surgido una dirigencia que haya sido capaz de dejar de lado el patrimonialismo, el militarismo, la autocracia y la política del vientre a la hora de administrar los recursos del país. Dentro del cuadro de responsabilidades acerca de lo que acontece hoy en Haití, Francia tampoco está inmaculada pues no hay que olvidar que durante más de un siglo éste país tuvo a Haití por colonia, de donde sacó ingentes recursos derivado de la economía de la plantación y del trabajo esclavo. En este sentido no hay que olvidar que Haití fue denominada por Francia en el Siglo XVIII como la Perla Del Caribe.

5. El desastre de hoy, el desastre de ayer.

Hasta hoy y la espera de nuevos y definitivos datos la tragedia arroja el siguiente drama: 50 mil muertos confirmados de unos posibles 250 mil, 250 mil heridos, 1.5 millones de personas damnificadas y 1 millón de personas sin vivienda, o lo que sería mejor decir sin sus improvisadas y maltrechas casas. Si la tragedia social y económica se ha cebado contra Haití, también la natural ha dejado sus notorias huellas. Todo conforma un cóctel de dantesca pobreza y empobrecimiento. Está claro que a esta situación Haití no ha llegado por infortunio, lo ha hecho producto de un conjunto de situaciones que se han dado en el tiempo y el espacio.

En este sentido propio es decir que, la pobreza en Haití es el resultado del modo de cómo la economía haitiana fue incorporada a la economía mundo en calidad de colonia y productora especialmente de azúcar, particularmente para Francia, metrópolis ésta que gobernó el destino de la isla hasta que diversas revueltas en el tiempo y encabezadas por Macandal en 1757, Boukman en 1791, y más adelante por Toussaint Louvertoure, Dessaline, Christophe y Petión, decidieron poner fin al dominio colonial francés. De este modo y durante un periodo que duró más de un siglo, Francia drenó de Haití un número indeterminado de recursos los que le sirvieron para alimentar su prosperidad y su influencia en el emergente mundo moderno.

 

Esta ruptura con el orden colonial, si bien en principio garantizó un régimen de inclusión y de ciudadanía para el conjunto de la población esclava, quien tuvo acceso a la tierra, al consumo, la educación y al mejoramiento de la calidad de vida, lo cierto fue que el decurso que siguió el desarrollo económico y político de Haití en lo sucesivo muy pronto arrojó como resultado que los pequeños productores se vieran expulsados de dichos beneficios y en su lugar una oligarquía criolla productora de café y madera se fuera afianzado como hegemonía y compartiendo poder con comerciantes extranjeros, quienes absorbiendo una gran parte de las riquezas producidas fueron configurando nuevas formas de exclusión y explotación contra el grueso de la población.

Durante este periodo, el cual podríamos ubicar entre 1804 y 1915, se incubó el imaginario político del personalismo y el militarismo que desde entonces ha conocido esta Isla. Así, Dessaline se autoproclama gobernador de la Isla el 1 de enero de 1804 y en septiembre de este mismo año como Emperador bajo el nombre de Jacques I, procediendo a la nacionalización de las tierras y creando una infraestructura administrativa para tales efectos. Con esta política Dessaline pretendió redimir a los otrora esclavos de su esclavitud. Los conflictos ideológicos y políticos que se suscitaron con mayor fuerza contra estas medidas terminarían propiciando el asesinato de Dessaline en octubre de 1806, y de paso dando origen a la división del naciente Estado haitiano en un Estado al sur y otro al norte. En este último Estado Henry Christophe – o Henry I– no duda en declararse Rey, en donde gobierna desde 1806 a 1820. En el sur, Alexander Petión amigo y protector de Simón Bolívar mantendrá un Estado liberal y republicano, y por cierto hasta donde llegó el «libertador» en busca de apoyo logístico, político y militar para su gesta de independencia.

Desaparecido el reinado de Christophe, Boyer proclama su dictadura (1820-1833) y procede a unificar el país. Así, un periodo de inestabilidad seguía a otro y en esta dinámica llega al poder Soulouque (1847-1867), quien además de declararse como dictador no esconde la febril y risible idea de construir un imperio. Los rasgos despóticos, autoritarios y hasta cómicamente imperiales que se formó en la élite haitiana crearon durante más de un siglo una cultura del reparto y de la patrimonialización del poder y la riqueza entre grupos de élites minoritarias, quienes pasaron a constituirse en el sustituto funcional de los antiguos colonos franceses y redefinir las fronteras y linderos de la nueva economía del poder y de los renovados dispositivos de cultivo y reproducción de la pobreza, lo que no eximía a la brutal violencia como salvaguarda de la conservación y mantenimiento de los actuales privilegios.

El final del siglo XIX y particularmente las dos primeras décadas del siglo XX van a ser de una dramática turbulencia en Haití. Esta inestabilidad pronto llamaría la atención de los EEUU, quien aprovechó este particular caos para imponer un dominio férreo en la región, pues no hay que olvidar que el coloso del norte ya le había arrebatado Cuba y Puerto Rico a España a finales del siglo XIX, y consecutivamente a través de nada refinados dispositivos se había apropiado de Panamá en 1903, una consecuencia de la guerra de los mil días para el caso colombiano, todo lo cual se inscribía en el viejo corolario de América para los Americanos que había planteado con mucha petulancia en 1823 James Monroe.

6. intervenciones norteamericanas y apoyo al oprobio.

El pretexto que tuvo el gobierno de los EEUU para intervenir en Haití fue el asesinato del Presidente Jean Guillaume Lam en 1915, hecho que fue utilizado para hacer desembarcar a los infantes de Marina americanos en Puerto Príncipe, eso que ahora mismo vuelve a hacer pero en el contexto de la emergencia y ayuda humanitaria. Esta intervención no es nueva, pues ya lo había hecho también en 1994 y 2004. En 1994, para devolver a Jean Bertrand Aristide al poder, quiero decir después del golpe propiciado por Raoul Cedrás y la élite que le apoyó, y, en 2004, para presionar y expulsar al mismo Aristide del gobierno y del país.

En esta última versión, desde luego, el gobierno de Obama no ha dudado un instante en enviar a los soldados americanos y quién sabe si no será para darle cumplimiento a eso que tanto le piden muchas voces en los EEUU, lo cual no es otra cosa de que aproveche la situación para refundar a Haití, algo parecido a lo que le sugirió en su día el moribundo Milton Friedman a George Bush con New Orleans después de la espantosa tragedia del Katrina. (ver Wall Street Journal: 13 de septiembre de 2005). La refundación de Nueva Orleans fue sacar de sus antiguas casas a la población afroamericana y quitarles todo tipo de subsidios, en clara disposición y de obediencia a lo que imponía el mercado y sus gurus: los Chicago Boys.

La presencia de los EEUU en Haití se prolongaría hasta 1933. Durante el desarrollo no propiamente de este tour militar, el gobierno americano tratando de recomponer la situación ocasionada por la invasión impulsó un remedo de democracia representativa, la que pronto haría añico Francois Duvalier al llegar al poder en 1957, es decir, en pleno desarrollo de la Guerra Fría. Una vez en el poder éste consentido y protegido de los EEUU propicia un debilitamiento del ejército y organiza un cuerpo de tipo paramilitar denominado los Tonton -Macoute, el cual se convierte en un verdadero azote para la población. Violencia y empobrecimiento es lo que la familia Duvalier daba al conjunto de la población haitiana. Durante esta época las denuncias contra este arbitrario régimen no sólo son desestimadas por las autoridades americanas, sino que la ayuda militar y los empréstitos de los organismos financieros fluían hacia las arcas de dicha familia, bien recibida por entonces en la Casa Blanca.

A la desaparición de Papa Doc, en 1971, le sucede en el poder Jean Claude Duvalier, quien pretendió maquillar el régimen pocos años después, sobre todo en el periodo de Jimmy Carter, pues el gobierno de éste puso el acento en un tibio respeto a los derechos humanos, lo que movió a este desprestigiado régimen a pensar de modo instrumental en una Reconciliación Nacional como mecanismo relegitimador del mismo y, sobre todo, para no perder las fuentes de financiación que pusieran en aprieto la permanencia de las estructuras familiares y despóticas de gobierno.

El régimen, sin embargo, no las tenía todas consigo ya que había sectores de la iglesia y de la elite terrateniente y comercial de tinte mestiza y negra acomodada que no se sentía recogida en el reparto burocrático del poder. Esta fisura sería contestada con la represión bruta, especialmente en el periodo del surgimiento de la Segunda Guerra Fría que inaugura Ronald Reagan y que encuentra a una Revolución triunfante en Nicaragua y movimientos guerrilleros dinámicos en Salvador, Guatemala, Perú, Colombia y Ecuador. El régimen de Nene Doc se había hecho insoportable para el conjunto de la población, lo que obligó a los EEUU a pensar en recambios internos. Los 27 años en el poder de la familia Duvalier y las tensiones acumuladas durante este tiempo habían terminado por minarle todo poder de maniobra. Ya desgastado y sin posibilidad alguna, Nene Doc huye en enero de 1986 en dirección a Francia con el apoyo de los EEUU. La desesperanza de muchas familias por la mala situación económica, social y por la inexistencia de un vector de cambio, muy pronto propician un éxodo en la dirección de EEUU. Dicho esto, la crisis de los balseros haitianos se produjo y con cruel desenlace.

Entre 1986 y 1990 un fuerte periodo de inestabilidad política y social se vivió en el país de nuevo. Durante este periodo pasan por el poder: Leslie Manigat, Henri Namphy, Prosper Avril y Ertha Pascal-Truillot. Ninguna de dichas personas ofrece márgenes de confianza alguna. Frente a la crisis, la única esperanza se haya depositada en Jean Bertrand Aristide, quien desde sectores marginales de la iglesia se había granjeado la confianza de los sectores populares de Haití, en quienes veían una posible salida a la crisis. Con un mensaje de tolerancia, de reconciliación y de superación de la pobreza este sacerdote salesiano llega al poder en febrero de 1991. Su presencia en el poder crea resistencias y miedos entre los sectores de élites, lo que desemboca en un golpe de Estado contra su naciente gobierno. Después de una gran crisis, los militares golpistas son obligados a dejar el poder, lo que le permite a Jean Bertrand Aristide retornar al país de la mano de las tropas norteamericanas en septiembre de 1994, lo que le posibilitaría cumplir su mandato hasta 1996.

7. El regreso del guerrero.

Envuelto el país en una nueva crisis, Aristide decide volver a presentar su candidatura para las elecciones presidenciales correspondientes al periodo (2001-2004). Durante este periodo Aristide decidió reanudar relaciones con Cuba y acercarse al gobierno de Hugo Chávez, lo que en pleno gobierno de Bush hijo y en el marco de la guerra preventiva y lucha contra el terror, implicaría que el gobierno de los EEUU se inmiscuyera en los asuntos de Haití, al punto de propiciar la desestabilización y posterior salida de Aristide del poder, hecho que se produjo en febrero de 2004. Así,hoy está cada vez más claro que la salida de Aristide del poder no fue una simple renuncia como los EEUU y sectores políticos y económicos no afines al Presidente han propalado. El argumento de la renuncia se ha esgrimido con el propósito de ocultar la maniobra política y militar de la que fue víctima por parte del gobierno americano, el cual no dudó un minuto en secuestrarlo y sacarlo del gobierno, so pretexto de protegerle la vida de sectores sublevados que querían atentar contra su integridad, sectores en rebeldía que por cierto fueron instigados y apoyados por sectores del ejército haitiano, de la dirigencia política y por mismo gobierno de Bush. La supuesta renuncia de Aristide es un decir, pues ésta parece ser la modalidad que ahora usa el imperio –y sus áulicos– para justificar la salida de gobernantes que se niegan a seguir sus postulados, lo que se evidencia también en el trato dado en su día a Hugo Chávez y recientemente a Manuel Zelaya en Honduras.

Aristide, según él mismo lo comenta, fue metido en un avión y sacado fuera del país, terminando exiliado en Sudáfrica, hasta donde llegó por el apoyo proporcionado en su día por Tabo Mbeki, Presidente de este país Más allá del autoritarismo en que pudiera incurrir Arístides y en los desafueros contra la población, lo cierto es que el papel de los EEUU y de otras potencias europeas en su salida del poder fue repudiable, particularmente el caso de Francia. La salida de Aristide del gobierno ha dejado como huella otro gran periodo de inestabilidad. Así, ni Boniface Alexandre que sustituyó Aristide ni René Préval en la actualidad han podido conducir el país, tarea harto complicada. La situación es tan dramática que gran parte de la década del 90 y parte del 2000 Haití ha estado con una y otra misión de las Naciones Unidas: UNMISH (1993-1997), UNSMIH (1996-1997), UNTMIH (1997-2000) y MINUSTAH (Desde enero de 2004).

Mientras escribo estas líneas, 10 mil soldados del ejército de los EEUU se dirigen hacia Haití, 4. mil de los cuales pertenecen a los Marines, lo que evoca recuerdos nada felices para la población haitiana. La celeridad con la que el Gobierno de Barak Obama ha movilizado al ejército causa asombro en importantes gobiernos de Europa y recelo en algunos países de América Latina. Desde luego, no en el de Colombia, en donde se aplaude y acompaña todo tipo de aventura del gobierno americano. Por el momento, lo que es evidente, es que Obama no está dispuesto a compartir el liderazgo del gobierno americano con ningún país de Europa, pues entiende que Haití está en su área de influencia y en este momento los EEUU requieren con mucha urgencia redefinir su acción política y militar en el continente, en donde sabe que hay que ganar el terreno que se ha perdido.

Si bien los EEUU ya venían difundiendo el interés por reconstruir a Haití, poca duda cabe que el terremoto que hoy lo ha acabado todo se ha convertido en una gran oportunidad para el gobierno americano, pues tiene la posibilidad de convertir a este pequeño país en un laboratorio para todo tipo de acciones a futuro en el continente: políticas, militares, humanitarias, sociales, etc. Bajo el pretexto de garantizar la ayuda humanitaria, la seguridad y la reconstrucción, es evidente que el gobierno de EEUU se ha lanzado sobre Haití y sin pensarlo dos veces. Las intenciones de entrada causan recelo, pues hoy se sabe que la presencia de sus militares en este país ha empezado por controlar el aeropuerto, lo que ya ha provocado que el gobierno de Brasil y Francia sienten su voz de protesta sobre el particular, hecho que lo refleja el diario The GUARDIAN en su edición de hoy. Seguramente así pasará con la reconstrucción, en donde el gobierno americano procurará que haya donantes, desde luego, pero que sean las empresas norteamericanas preferencialmente las que se encarguen de dicha actividad, lo que ya nos anuncia que veremos a Halliburton y demás.

Si los EEUU han movilizado a 10 mil militares como lo han hecho, es porque tienen perfectamente claro que no se van a ir en los próximos meses. En principio llegarán y para quedarse. Por esta vía Haití puede corre el riesgo de quedar convertido en un neo-protectorado. Con su arribo, sin duda, los EEUU tienen definidos objetivos a corto y largo plazo. En este sentido pienso que se proponen lo siguiente: primero, demostrar a la UE con este envío de tropa que en esta materia los EEUU serán los primeros, lo que a efectos prácticos termina por ser un golpe de autoridad del gobierno de Obama ante cualquier pretensión de la UE por liderar la crisis. Segundo, la idea es garantizar la protección para que la ayuda humanitaria pueda fluir, cosa que demanda el onegismo y algunos Estados para cumplir con este cometido, o en otros casos con la mala conciencia, lo que refuerza la idea de que las nuevas invasiones tienen un tinte humanitario, hecho aprovechado por los EEUU en este caso.

Tercero. Evitar a toda costa que la situación derive en un éxodo masivo hacia las Costas de EEUU, pues la proximidad y la experiencia previa así lo indican. De este modo, es racionalmente previsible que asistamos a un control de las fronteras haitianas sin parangón alguno. Cuarto. Controlar la ayuda y administrarla, o co-administrarla, dada la fragilidad institucional existente en el país. Quinto. Trabajar en la dirección de impulsar la construcción de un Estado que hoy es virtual. Sexto. Utilizar su presencia para presionar a Cuba y aquellos gobiernos de centro América algo hostiles. Séptimo. Controlar el tráfico de narcóticos, ello dado que Haití según ciertas narrativas se había convertido en espacio de operaciones de organizaciones mafiosas con incidencia en los EEUU. Finalmente, se trata de ir ganando espacio militar e incidencia política en todo el continente. Desde luego, nada está escrito y ya el exilio y la inmigración haitiana advierte que la presencia norteamericana generará más de un conflicto, no lo dudo, pues esta presencia norteamericana más que una intervención humanitaria tiene toda la pinta de una intervención militar que utiliza, eso sí, como coartada para imponerse el drama humanitario

A manera de epílogo, Haití esta devastado, aunque de modo previo ya lo estaba. Y lo estaba por la desarticulación estructural de la economía, lo que se expresa en la reducción de los aranceles a los productos importados, la eliminación de impuesto a las exportaciones, a la descomposición del agro, etc. Todo este tipo de medidas sumadas a la privatización de las pocas empresas del sector público en claro mandato de los postulados impuestos por el Consenso de Washington han hecho de Haití un completo erial. Además de lo anterior se añade el hecho que la producción del café está concentrado en pocas manos y los precios internacionales del mismo inciden en los bajos salarios de los trabajadores, lo que convive con un desempleo que supera el 30%. Igualmente hay que decir que la corrupción, las políticas patrimoniales y el apoyo a todo tipo de dictadura, bien por Estado Unidos o por otras potencias, han terminado por hacer de Haití un país inviable, agravado esto con la situación de hoy.

Pese a todo, lo que no se puede soslayar es la fascinante historia de Haití, primera república libre de esclavitud en el mundo en su día y bastión de la solidaridad de los pueblos de América que lucharon por la independencia. Así, no hay que olvidar que, en Haití encontró Bolívar, San Martín y Miranda apoyó a sus proyectos emancipadores, hecho que vale recordar ahora que se conmemora el II Centenario de las independencias en América. Asimismo, no es posible dejar pasar por alto que varias fueron las consecuencias que generó la revolución haitiana: en lo político, lo social, lo económico y lo cultural. Veo las imágenes y todo me parece triste, pero más triste es que se haya tenido que esperar que se murieran miles de personas para que Haití invadiera todo el espectro informativo, sin embargo, todo pasara, todo pasará (…) entonces el crudo olvido volverá y clamando venganza. Lamentable pero así será.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.