La abogada Sarodj Bertin representará a Haití en el concurso para escoger a la Miss Universo justo cuando el país atraviesa el momento más difícil de su historia y en medio de constantes reclamos por la demora de la ayuda internacional. Bertin, de 22 años de edad, se impuso en la ronda final a otras […]
La abogada Sarodj Bertin representará a Haití en el concurso para escoger a la Miss Universo justo cuando el país atraviesa el momento más difícil de su historia y en medio de constantes reclamos por la demora de la ayuda internacional.
Bertin, de 22 años de edad, se impuso en la ronda final a otras cinco concursantes, quienes emergieron de una propuesta inicial de 18, ninguna de ellas escogidas entre esas que sobreviven en condiciones infrahumanas en campamentos de refugiados.
La agraciada habla cinco idiomas y se convertirá en la primera representante de su país por la condición de Miss Universo en dos décadas, luego de exhibir sus dotes ante un jurado ocasional, primero con su vestimenta personal y luego en traje de baño.
Para muchos, resulta una paradoja organizar un concurso de belleza en el país más pobre del continente y a solo cuatro meses de que su capital y ciudades cercanas fuera arrasada por un terremoto.
El movimiento telúrico dejó más de 220 mil muertos, 300 mil heridos y casi un millón y medio de damnificados, la inmensa mayoría de los cuales vive en tiendas de campaña y aguarda por un empleo o un techo.
Uno de los organizadores aseguró que el propósito del concurso es mostrarle al mundo una embajadora, con la intención de que recuerde la desgracia que atraviesa el país, pero la historia parece poco creíble.
Por su título universitario, el dominio de tantos idiomas y la sola postulación como Miss Haití es fácil darse cuenta de que Bertin no pertenece a la misma clase social que los damnificados y resulta poco probable que su reclamo sea creíble, si alguna vez hace de embajadora.
Casi seguro vive en una de esas residencias de lujo de los alrededores de la destruida capital, en las cuales el sismo de 7,1 grados apenas dejó algún cristal roto, si acaso y no tiene la obligación de buscarse la vida cada día, como miles de sus compatriotas.
Tanto en Puerto Príncipe, como en el resto del país, millones de mujeres dejan sus casas al amanecer con la única ambición de conseguir un poco dinero para alimentar a su familia.
Unas tienen las manos llenas de callos, otras los pies cuarteados y la piel quemada por el sol. Ninguna de ellas podrá participar jamás en un concurso de belleza. Y la inmensa mayoría no sabe lo que es eso.
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=189221&Itemid=1