Este texto es una actualización del artículo publicado en La Directa el pasado 20 de enero.
Más de dos semanas después de que la tierra se sacudiera con rabia bajo los pies del pueblo haitiano, dejando un desolador paisaje de muerte y destrucción, las imágenes e informaciones que nos llegan desde Haití siguen siendo desesperanzadoras. Lo que ya nadie duda en calificar como una de las peores crisis humanitarias de las últimas décadas, ha dejado no sólo ,ças de 150 mil muertos y cerca de 3 millones de personas afectadas por la falta de comida, agua potable, vivienda y otros servicios básicos, sino todo un país por reconstruir. A las dificultades para distribuir la ayuda y atender los heridos y damnificados de los primeros días, seguirán, sin tanta atención mediática, el reto de hacer posible el futuro del pueblo haitiano. Aunque es lógico que ahora la atención se centre en superar la descoordinación de los diferentes agentes de ayuda de emergencia sobre el terreno o revertir la carencia de recursos para asegurar la supervivencia y bienestar de los afectados, no nos podemos olvidar de lo que vendrá después. Las decisiones que se tomen en estas primeras semanas definirán en buena medida el futuro de los haitianos y, lo que es más importante, hasta qué punto se deja que los haitianos sean amos de su propio futuro.
Para poder hacer frente al futuro, es necesario entender que el grado de devastación que ha alcanzado el terremoto en Haití es fruto en buena medida de la situación de empobrecimiento que viene sufriendo el pueblo haitiano desde hace décadas, sino siglos. La vinculación entre los niveles pobreza de un país y el nivel de destrucción de un «desastre natural» no es ninguna novedad, y se repite en los análisis de buena parte de los medios de comunicación cada vez que un huracán, tsunami o terremoto asola un país del Sur. Pero seria un error quedarnos en esta evidente reflexión. Es necesario, para hacer frente con éxito a los retos del futuro, entender como se ha llegado a la situación de empobrecimiento en un primer momento.
Bajo el yugo de Occidente
Una de las cuestiones que han esgrimido diferentes instituciones y agencias de cooperación para explicar las dificultades de coordinación de las operaciones de rescate, reparto de comida y agua o seguridad, es la práctica desaparición del Estado haitiano. Pero en Haití, la debilitación del Estado no ha sido un fenómeno natural. El primero de los países de América Latina en conseguir la independencia, tras la revuelta de la población esclava de origen africano, ha sufrido una larga historia de invasiones e injerencias occidentales. Una historia que empezó con dos siglos de colonización española (1492-1697), durante los que se explotó, en las minas de oro y plata y en las plantaciones y hasta su práctica desaparición, al pueblo aborigen de los Taínos. Una historia que siguió con la colonización francesa (1697-1804), que extendió el trabajo esclavo de 450.000 africanos que llevaron por la fuerza a Haití para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar y café que se consumía a Europa. La revuelta de los esclavos de 1804 dio lugar al primer país libre de América Latina (y el segundo del continente americano, tras Estados Unidos), pero el coste de la independencia para los haitianos fue muy elevado. En 1825 Francia impuso una deuda de 150 millones de francos oro i como precio para reconocer la independencia, una carga que Haití ha tenido que soportar durante siglos. Poco más de un siglo después de su independencia, Haití era de nuevo ocupado, esta vez por las tropas de Estados Unidos (1915-1934). La ocupación de EEUU dejó más de 30.000 haitianos muertos y una economía totalmente dirigida a las necesidades del mercado estadounidense. Pocos años más tarde (1957) las dictaduras de François Duvalier y su hijo, Jean-Claude, gobernaron con mano de hierro el país hasta 1971 y 1986, respectivamente, dejando a más de 30.000 personas asesinadas. Estados Unidos, pero también Francia y otros Estados occidentales, apoyaron a la dictadura de Papa Doc y Baby Doc, como se conoce a los Duvalier, como contrapeso a la Cuba comunista en la región. En la década de los 90, también Estados Unidos estuvo detrás de la destitución, y posterior reposición, del presidente de Bertrand Aristide al frente del gobierno. Finalmente, y desde 2004, las tropas de Naciones Unidas ocupan el país bajo el mandato de la MINUSTAH (Misión de Naciones Unidas por la Estabilización de Haití) ii . Durante los últimos 6 años el pueblo haitiano ha vivido un creciente proceso de militarización, con fuerte represión de los movimientos estudiantil y campesino, así como a continuadas violaciones de los derechos humanos perpetuadas por las (mal)llamadas fuerzas de «pacificación».
Bajo el peso del modelo neoliberal
La injerencia política y la presencia militar han ido acompañadas por la imposición del modelo neoliberal, bajo la tutela de las Instituciones Financieras Internacionales (IFI). Como denunciaba Eduardo Galeanoiii, en Haití «cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial tiene más poder que el presidente». Las políticas de ajuste estructural que han impuesto estas instituciones han ido debilitando el papel del Estado, hasta la raquítica expresión que tiene en la actualidad.
En 1985 FMI y Banco Mundial impusieron en Haití un Plan de Ajuste estructural que inició el proceso de desarticulación del sector campesino. Un ejemplo más actual ha sido la reciente reducción de deuda que recibió Haití en el marco de la iniciativa para los Países Empobrecidos Altamente Endeudados (HIPC por las siglas en inglés). La Iniciativa HIPC prevé reducciones de de la deuda de los países más empobrecidos y más endeudados, siempre y cuando estos sigan un Plan de Crecimiento y Reducción de la Pobreza, tutelado por el FMI. Es en este marco que, para conseguir una reducción de poco más de mil millones de dólares de su deuda, Haití privatizó la empresa pública de telecomunicaciones, que comportó el despido de más de 3.000 trabajadores, y se vio obligado a liberalizar los mercados públicos.
Así, el proceso de privatización de los servicios públicos, que han condenado a buena parte de la población al analfabetismo y la desatención sanitaria, ha ido acompañado por una apuesta ciega por el libre comercio y de un modelo agro-industrial dirigido a la exportación. El resultado: si en 1972 Haití tenía un 98% de autosuficiencia de cereales, el año pasado importaba el 82% de los cereales que consumía su población. La liberalización de los mercados permitió la masiva entrada de alimentos importados, al mismo tiempo que Haití se convertía en el 3r exportador de arroz a Estados Unidos. La reciente apuesta por la producción de agrocombustibles y el incremento mundial del precio de los alimentos, acabaron abonando el terreno a la crisis alimentaria que sufrió el país en 2008, y de la que todavía no se ha recuperado.
Esta apuesta por un modelo agrícola exportador, ha provocado también en los últimos años un importante éxodo del campo a la ciudad, y un crecimiento insostenible de la capital, Puerto Príncipe. Las débiles estructuras que se encontró el terremoto a los arrabales de Puerto Príncipe, son consecuencia directa del modelo neoliberal impuesto al pueblo haitiano durante décadas.
Bajo el peso de un endeudamiento ilegítimo
La supeditación de la política económica haitiana a los dictados de las IFI se explica no sólo por la presión de los países occidentales, sino por la imposición del mecanismo de la deuda externa. En Haití esta deuda se inicia, como decíamos antes, con el que imponen desde Francia como precio por el reconocimiento de la independencia del país. Y se agranda con el legado de las dictaduras de los Duvalier. Tal y como denuncia el CADTM «las violentas dictaduras, ampliamente soportadas por los países occidentales, estuvieron marcadas por un crecimiento exponencial de la deuda externa». Ésta fue multiplicada por 17,5 entre 1957 y 1986. En el momento de la caída de Jean Claude Duvalier, la deuda era de 750 millones de dólares, y la fortuna de la familia Duvalier depositada en bancos occidentales de 900 millones de dólaresiv. En cualquier caso, no podemos dudar de calificar la deuda de los Duvalier, o aquella que se deriva de la deuda colonial, como deudas ilegítimas. A éstos se han ido sumando nuevos préstamos otorgados por las IFI y otros Estados, así como la acumulación de los intereses, hasta llegar a los 1.884 millones de dólares de deuda en 2009 (previos a la reducción de deuda en el marco de la Iniciativa HIPC).
Tal y como se ha explicado, el pasado junio de 2009, se acordó un alivio de la deuda de Haití. Este acuerdo debía reducir la deuda del país en unos 1.200 millones de dólares, pero a estas alturas Haití todavía tiene una deuda externa de 891 millones de dólares. La mitad de esta deuda es con el Banco Interamericano de Desarrollo-BID (429 millones $) y con el FMI (165 millones $), y la otra mitad es con gobiernos como el de Venezuela (167 millones $) y Taiwan (92 millones $). También el Estado español es acreedor de una deuda comercial de 28,57 millones de euros (según los últimos datos disponibles, de 31/12/08). Pese al compromiso del Estado español de cancelar parte de la deuda de Haití, en el marco de los acuerdos internacionales del pasado junio, esta cancelación está pendientev. Algunos acreedores ya han anunciado cancelaciones adicionales de deuda, como en los casos de Venezuela, Taiwan, Francia o Italia, así como, de forma más ambigua, el Banco Mundial, el BID y el FMIvi. Pero este no es el caso del Gobierno español. Pese a la movilización socialvii, y la demanda realizada incluso por diferentes partidos políticos, el Gobierno español todavía no ha anunciado ninguna acción respeto a la deuda de Haití de la que es acreedor.
¿Qué hacer ante la tragedia de Haití?
La respuesta de la comunidad internacional ante el terremoto en Haití ha sido inmediata y abrumadora. Más allá de las cantidades de ayuda anunciadas o de las toneladas de alimentos, medicamentos, combustible o recursos humanos enviados a la isla caribeña, es necesario analizar la letra pequeña tras esta respuesta.
Es importante que se actúe no sólo de forma suficiente, sino también de forma adecuada, para poner los fundamentos para que el pueblo de Haití pueda reconstruir su país y pueda forjar un futuro libre de la explotación y la dominación que ha sufrido hasta ahora. Como expresa la carta enviada por centenares de organizaciones de todas partes del mundo a los donantes reunidos a Montreal esta semana, es preocupante «que la respuesta internacional no sea coordinada en base al respeto por la soberanía y en pleno acuerdo con las necesidades y demandas del pueblo haitiano»viii. La reconstrucción de Haití no será si no es con el pueblo de Haití.
En este sentido es necesario que los países que quieran ayudar Haití lo hagan desde una profunda revisión de las políticas desplegadas al país caribeño hasta ahora. La primera de estas revisiones debería revertir la preocupante militarización de la ayuda que se está dando en Haití. Este desembarco de cuerpos militares se ha dado tanto por parte del ejército de Estados Unidos (con 16.000 militares desplegados o por desplegar a la zona), como, de forma no tan numerosa ni vistosa, de diferentes ejércitos de países de la Unión Europea (6.000 efectivos) y de otros países (a los que se han de añadir otros contingentes como los 2.000 soldados de Canadá, o los cerca de 2.000 de Brasil). Éstos se sumarán a los 9.000 cascos azules que forman parte de la Misión por la Estabilización de Haití, la MINUSTAH, y que Naciones Unidas ya ha pedido incrementar con 3.500 efectivos más. Cerca de 40.000 militares que se están desplegando de forma descoordinada, con decisiones tomadas de forma totalmente unilateral por cada una de las partes, y sin una misión definida o clara. Estados Unidos ha asumido, también de forma unilateral y totalmente ilegítima, un papel de liderazgo de la operación, así como el control de zonas estratégicas como el aeropuerto, a pesar de las críticas de otros países como los de la UE. Esta situación de militarización está entorpeciendo gravemente las tareas de ayuda de las ONG, poniendo el peligro la vida de los millones de afectados por el terremoto. Finalmente, la ocupación militar que de facto se está dando en Haití, no hará sino fragilizar todavía más el ya débil Estado haitiano. Ante esta situación, es necesario, tal y como pide la red Jubileo Sur, apoyar a las voces que se levantan en Haití y entre la sociedad civil internacional para pedir una respuesta no militarizada, formada por cuerpos civiles, y que cuente con el enorme potencial humano y de la sociedad civil organizada con que cuenta Haití.
Más allá de desmilitarizar la ayuda, es importante que los recursos de emergencia y reconstrucción sean desligados de intereses comerciales de los donantes, y que no generen nuevo endeudamiento, es decir, en forma de donaciones y no de préstamos. El gobierno español debería renunciar, tanto en la ayuda de emergencia cono en la reconstrucción, al uso de instrumentos como los créditos FAD, fondos reembolsables y ligados a la compra de bienes y servicios españoles. Los créditos FAD han sido utilizados anteriormente en emergencias similares como las del Huracán Mitch en Centro-América o el Tsunami en el Sudeste asiático, a pesar las denuncias de la sociedad civil.
A la no generación de nueva deuda, se debe sumar la ya mencionada cancelación, inmediata e incondicional, de la deuda externa ilegítima de Haití. Esta cancelación debería ser el primer paso para un reconocimiento y restitución de las deudas históricas, ecológicas y sociales que los países del Norte tenemos con Haití. Como se ha visto, la larga historia de colonialismo y ocupaciones que ha sufrido Haití, empezando por la colonización española y francesa, y siguiendo por la ocupación e intervencionismo norteamericanos, así como las injustas relaciones económicas y comerciales con el país y la explotación de sus recursos naturales y de sus trabajadores por parte de empresas transnacionales, han derivado en una importante deuda histórica, ecológica y social que los países del Norte deberán reconocer y restituir al pueblo de Haití.
Y, finalmente, en el marco de la necesaria revisión de las relaciones con el gobierno y el pueblo haitianos, es también el momento de revertir las políticas económicas y acuerdos comerciales que se han impuesto y se siguen intentando imponer sobre Haití a lo largo de las últimas décadas. Los acuerdos de libre comercio que la Unión Europea está intentando imponer a los países ACP, entre ellos Haití, conocidos como EPAs (European Partnership Agreements), no harán más que incrementar los impactos que las injustas relaciones comerciales han tenido en el empobrecimiento y la crisis alimentaria que sufre el país.
Camille Chalmers, haitiano, compañero activista por la cancelación de la deuda externa desde hace décadas, nos escribía pocos días tras el terremoto: «es la hora de una gran oleada de brigadas de solidaridad con el Pueblo de Haití, un amplio movimiento de solidaridad de pueblo a pueblo que haga posible vencer el analfabetismo, la crisis ambiental y sanitaria, reconstruir una nueva ciudad y un nuevo medio rural, basado en la soberanía alimentaria, y destruir los lazos de dependencia y la militarización». Es la hora de garantizar un futuro para el pueblo haitiano, libre de la explotación y la dominación.
REFERENCIAS DESTACADAS:
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PAPDA – Plateforme Haïtienne de Plaidoyer pour un Développement Alternatif – www.papda.org
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Jubileo Sur Américas – www.jubileosuramericas.org
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CADTM – Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo – www.cadtm.org
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Campaña ¿Quién debe a Quién? – www.quiendebeaquien.org
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Canal Solidario – Especial seguimiento de la crisis en Haití – http://www.canalsolidario.org/noticias/cooperacion/terremoto-en-haiti
iNOTAS AL PIE
El equivalente hoy en día, según los cálculos del CADTM, serian de 22.000 millones de dólares. Ver el artículo «La dette extérieure publico haïtienne: un caso typique de dette odieuse», de Sophie Perchellet (16/01/2010) http://www.cadtm.org/La-dette-exterieure-publique
ii Sobre el papel de la MINUSTAH en Haití durante los últimos años se puede consultar la página de la organización haitiana PAPDA http://www.papda.org/rubrique.php3?id_rubrique=24 o los artículos «Imperialismo y colonialismo: Haití, la historia del saqueo sin límites» http://www.jubileosuramericas.org/item-info.shtml?x=99329 y «Haití: Las tropas de ocupación denunciadas» http://www.jubileosuramericas.org/item-info.shtml?x=99194
iii «Los pecados de Haití» Eduardo Galeano (publicado originariamente el 26 de julio de 1996, aunque reproducido estas últimas semanas en numerosos blogs y páginas de Internet) http://www.cadtm.org/Los-pecados-de-Haiti
iv «Existe un proceso en curso ante la justicia Suiza para la restitución al Estado de los fondos y bienes mal adquiridos durante la dictadura de los Duvalier. Estos bienes están por el momento congelados por el banco suizo UBS, que impone unas condiciones intolerables en cuanto a la restitución de estos fondos». Extraído del artículo «Haití: ¿Donaciones para pagar una deuda odiosa?» Eric Toussaint y Sophie Perchellet (18/01/2010) http://www.cadtm.org/Haiti-Donaciones-para-pagar-una
v Pese al compromiso del Gobierno de cancelar la deuda de los países que llegaran al punto de culminación de la Iniciativa HIPC, esta cancelación resta pendiente hacia Haití. En cualquier caso, el compromiso del Gobierno es de cancelar el 60% de la deuda y realizar una conversión de deuda con el 40% restante, de forma que el país debería depositar los recursos correspondientes a este 40%, en moneda local, en un fondo fiduciario.
vi En el caso del Banco Mundial, el anuncio se produjo el 21 de enero, con un contundente «El Banco Mundial apoya decididamente el perdón de la deuda de Haití». Más adelante el comunicado anunciaba que «el Banco ha decidido exonerar Haití por un periodo de cinco años de cualquier pago relacionado con esta deuda. Al mismo tiempo estamos trabajando para encontrar una solución que permita la cancelación» (http://go.worldbank.org/QDKPGEXY40). El BID anunció también hace unos días, ante la presión de los movimientos sociales, que «está considerando un mecanismo para aliviar todavía más la deuda de 441 millones de dólares de Haití con el BID» http://www.iadb.org/Haiti/index.cfm?id=6470〈=es . Por otra parte, el director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, hizo unas declaraciones afirmando que «EL FMI estaba trabajando con todos los donantes para intentar borrar toda la deuda de Haití, incluyendo el nuevo préstamo del FMI». El nuevo crédito se refiere a un crédito de 100 millones de dólares que el FMI ofreció como «ayuda» de emergencia. Un crédito sin intereses ni condicionalidades, pero un crédito en definitiva. Una semana tras estas declaraciones, parece ser que la oferta del FMI se reduce a 2 años de moratoria sin cobrar la deuda y un periodo de carencia de 5 años para el nuevo crédito (http://www.imf.org/external/pubs/ft/survey/so/2010/NEW012010A.htm, http://jubileeusa.typepad.com/blog_the_debt/2010/01/haitis-new-debt-struggle-working-for-debt-cancellation-amidst-the-crisis.html#more)
vii « Organizaciones sociales piden al Gobierno que responda a la tragedia en Haití con suficientes recursos no reembolsables y cancelando la deuda externa del país caribeño cono el Estado español», ¿Quién debe a Quién? , 15/01/2010. http://www.quiendebeaquien.org/spip.php?article1699
viii «A los gobiernos y organizaciones reunidas en Montreal ante la situación en Haití» (25/01/2010) http://www.quiendebeaquien.org/IMG/pdf_Haiti_Montreal_Es.pdf
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.