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Haití: un inoportuno y recurrente Katrina

Fuentes: Global Research

Traducido del inglés por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

La respuesta del presidente Obama a la tragedia en Haití ha sido contundente en el despliegue militar y débil en lo que más necesitan los haitianos: alimentos, personal de primeros auxilios y equipos especializados, ingenieros, equipamiento, camiones. Tristemente, el presidente Obama está enviando a los ex presidentes Bush y Clinton y a miles de marines y soldados de EE.UU. Por el contrario, Cuba tiene unos 400 médicos sobre el terreno y está enviando más; cubanos, argentinos, islandeses, nicaragüenses, venezolanos y muchos otros ya están trabajando in situ, salvando vidas y tratando a los heridos. Senegal ha ofrecido tierras a los haitianos que quieran trasladarse a África.

Estados Unidos, al día siguiente de que la tragedia golpeara, confirmó que toda una fuerza expedicionaria de marines estaba siendo considerada «para ayudar a restaurar el orden,» cuando el «desorden» había sido causado por un terremoto que golpeó Haití; desde 1751, 1770, 1842, 1860 y 1887 Haití no había experimentado un terremoto. Pero recuerdo los falsos informes de caos y violencia que llevaron al despliegue de activos militares, incluyendo la Blackwater, en Nueva Orleáns después del huracán. Un superviviente del Katrina señaló que la gente necesitaba comida y refugio y el gobierno de EE.UU. envió hombres con pistolas. Para mi desasosiego, parece que volvemos a las andadas. Desde el principio, la asistencia estadounidense a Haití me ha parecido más una invasión que una operación de ayuda humanitaria.

El segundo día de la tragedia, un avión C-130 con un equipo militar de evaluación aterrizó en Haití, con el resto del equipo esperando aterrizar poco después. El propósito declarado de este equipo era determinar qué recursos militares eran necesarios.

Un equipo de operaciones especiales de la Fuerza Aérea también se esperaba que aterrizase para proporcionar el control del tráfico aéreo. Ahora los informes dicen que EE.UU. no permite la entrada de la ayuda; la sombra del huracán Katrina planea otra vez por todas partes.

Bajo las órdenes del presidente Obama, el avión militar «sobrevoló la isla haciendo una cartografía de la destrucción» Así, la primera contribución de EE.UU. a la ayuda humanitaria necesaria en Haití fueron aviones de reconocimiento cuyas dotaciones están más acostumbradas a buscar lugares de armas ocultas y baterías de misiles tierra-aire que infraestructuras destruidas. El alcance de la respuesta estadounidense pronto quedó claro: aeródromos, buques de transporte de la marina, cuatro aviones C-140 y evacuaciones a Guantánamo. Al final del segundo día, según informaciones de The Washington Post, Estados Unidos había evacuado a la bahía de Guantánamo a ocho (8) pacientes gravemente heridos, además de miembros del personal de la embajada de Estados Unidos que habían sido «designados como prioridades por el embajador estadounidense y su estado mayor.»

El tercer día supimos que otros buques estadounidenses, incluidos destructores, se dirigían hacia Haití. Curiosamente, The Washington Post informaba de que el destacamento fijo que coordina la respuesta de EE.UU. a los actos masivos de inmigración desde Cuba o Haití estaba supervisando los hechos pero que todavía no habían preparado sus operaciones. Este dato es interesante en sí mismo, que a estos dos países les fuera prestada atención por un destacamento fijo, pero el tratamiento de sus ciudadanos nacionales es inmensamente diferente, con los cubanos otorgándoles de inmediato la aceptación del gobierno de EE.UU. y, por el contrario, el internamiento para los ciudadanos haitianos.

El almirante de la guardia costera estadounidense, James Watson IV, tranquilizó a los estadounidenses, «Ahora mismo estamos centrados en impedirlo, y vamos a trabajar con el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado, la Agencia Federal de Dirección de Emergencias y todas las demás agencias del gobierno federal, para reducir al mínimo el riesgo de que los haitianos quieran huir de su país, dijo Watson. «Queremos suministrarles la ayuda necesaria de forma que puedan vivir en Haití.»

Al final del cuarto día, EE.UU. supuestamente había evacuado a unos 800 ciudadanos suyos.

Para aquellos de nosotros que habíamos seguido los hechos en Haití antes del trágico terremoto, es importante señalar varios asuntos que causaron una profunda preocupación:

1. El exilio continuado del hombre democráticamente elegido, muy querido y dos veces eliminado, el ex sacerdote y presidente Jean-Bertrand Aristide.

2. La inexplicada y continua ocupación del país por tropas de las Naciones Unidas que mataron a haitianos inocentes y todavía andan por allí por «seguridad» (personalmente los he visto en carreteras que únicamente conducen áreas escasamente pobladas repletas de bonitas playas).

3. La construcción de la embajada estadounidense (la quinta en tamaño de todo el mundo) en Puerto Príncipe, Haití.

4. Las licencias y contratos de minería, incluidas las aguas de fondeaderos de Haití, originados por ciertos acuerdos petrolíferos off shore y de transbordos entre buques que no eran posibles dentro de Estados Unidos por consideraciones medioambientales y de otra clase.

5. La amplia presencia de ONG extranjeras en Haití que podría ser innecesaria si, en su lugar, unas políticas apropiadas de Estados Unidos y otros gobiernos permitieran al pueblo haitiano una mínima autodeterminación política y económica.

Por consiguiente, señalamos aquí los escritos de Marguerite Laurent, a quién conocí en su función de abogada del deportado presidente de Haití Jean-Bertrand Aristide. Laurent nos recuerda el petróleo y otros ricos minerales en las aguas marítimas de Haití y la reciente reedición de una vieja idea de usar Haití y una refinería que se construyera allí como una terminal de transbordos para los superpetroleros estadounidenses. Marguerite Laurent, también conocida como Ezili Danto, de la Red del Liderazgo Haitiano de Juristas (HLLN), escribe:

«Está probado que Estados Unidos encontró petróleo en Haití hace decenios y debido a las circunstancias geopolíticas de aquella época tomó la decisión de mantener en reserva el petróleo haitiano para cuando se agotara el de Oriente Próximo. Esto está detallado por el Dr. Georges Michel en un artículo fechado el 27 de marzo de 2004, en el que resume la historia de las exploraciones y reservas petrolíferas de Haití, y en las investigaciones del Dr. Ginette y de Daniel Mathurin.

«También hay evidencias de que esas mismas grandes compañías petroleras estadounidenses y sus interrelacionados monopolios de ingeniería y subcontratistas de defensa hicieron planes, hace decenios, para las aguas de los fondeaderos de Haití, ya fuera para refinerías de petróleo o para desarrollar lugares de almacenamiento o depósitos donde el crudo pudiera ser almacenado y después transbordado a pequeños buques petroleros para suministrar a EE.UU. y a los puertos del Caribe. Esto está detallado en un documento sobre la Dunn Plantation en Fort Liberte de Haití.

«La HLLN de Ezili subraya estos dos documentos sobre los recursos petroleros de Haití y los trabajos del Dr. Ginette y Daniel Mathurin para proporcionar una visión que no se puede hallar en los medios de comunicación de la corriente principal ni en parte alguna, además de las razones políticas y estratégicas por las que EE.UU. ha construido su quinta mayor embajada del mundo -solamente superada por las embajadas estadounidenses en China, Iraq, Irán y Alemania- en el diminuto Haití, después de que en 2004 el régimen haitiano de Bush cambió».

Desgraciadamente, antes de que golpease la tragedia y a pesar de las súplicas de los activistas haitianos a la administración, el presidente Obama fracasó en detener la deportación de haitianos dentro de Estados Unidos y en conceder «TPS», estatuto temporal de protección, a los haitianos del interior de EE.UU. en peligro de ser deportados debido a la expiración del visado. Esto se corrigió al tercer día de la tragedia del terremoto en Haití con el anuncio, el 15 de enero de 2010, de que Haití se unía a Honduras, Nicaragua, Somalia, El Salvador y Sudán como un país al que se concedían TPS por el Secretario de Seguridad Nacional.

El nombramiento de Bush por el presidente Obama para los esfuerzos de ayuda para Haití es una bofetada, en mi opinión. Después de la actuación del presidente Bush tras el huracán Katrina y el hecho de que en la actualidad a los supervivientes del Katrina que quieren volver todavía no se les ha proporcionado un medio de regresar a sus casas, el nombramiento puede ser un buen augurio para las actividades recaudatorias, pero dudo de que presagie nada bueno para el pueblo haitiano. Después de todo, el golpe contra el presidente Aristide y su secuestro ocurrieron bajo la supervisión de la presidencia de Bush.

Finalmente, quienes sienten aprecio por la literatura francesa saben que entre los autores más queridos de Francia están Alejandro Dumas, hijo de un esclavo haitiano, y Víctor Hugo que escribió: «Haití est une Lumiere» (Haiti es una luz). Verdaderamente, Haití es una luz para millones: luz en la metodología y maldad del esclavismo, luz en el éxito de una rebelión de esclavos, luz en la independencia nacional y en las nociones de libertad, los derechos del hombre y la dignidad humana. Haití es una luz. Y un ejemplo que hace que los enemigos de la liberación negra tiemblen. Es precisamente por la luz de Haití la inclinación al mal de algunos individuos que esgrimen poder sobre los demás y la capacidad de los hombres mediante la unidad y la voluntad para vencer esa maldad, por lo que algunos sectores del mundo han estado en guerra contra Haití desde 1804, el año de la creación de Haití como república.

No me sorprendió el vitriolo racista del «reverendo» Pat Robertson. Sus comentarios reflejaban, exactamente, las declaraciones que hizo el gabinete de Napoleón cuando los haitianos le derrotaron. Pero en 2010, las declaraciones de Robertson revelan mucho más: los haitianos no son los únicos que saben de su importancia para la lucha contra el odio, el imperialismo y la dominación europea.

Este pueblo molesto, persistente, tercamente no occidental y orgullosamente africano de este pedazo de tierra que llamamos Haití conoce su historia y sabe que derrotó militarmente al imperio dominante de entonces, la Francia de Napoleón, y a la élite global que le apoyaba. Saben que derrotaron a los ejércitos de Inglaterra y España.

Los haitianos saben que emplearon su estatuto de Estado libre para ayudar a liberar a los latinoamericanos de España, financiando y luchando junto a Simón Bolívar; su ejemplo inspiró a sus hermanas y hermanos africanos todavía esclavos del continente americano que antes de que los haitianos fueran siquiera libres, lucharon contra los británicos dentro de Estados Unidos durante su guerra de independencia y ganaron una batalla decisiva en Savannah, Georgia, donde visité la estatua conmemorativa de aquella victoria.

Los haitianos saben que Francia les impuso reparaciones para ser libres, y Haití las pagó sin quitar nada, pero que el presidente Aristide exigió a Francia que devolviera ese dinero (21.000 millones de dólares de 2003).

Los haitianos saben que su «hermano», el entonces Secretario de Estado Collin Powell mintió al mundo sobre el secuestro y la segunda expulsión de su presidente (desgraciadamente no sería la última vez que el Secretario de Estado Colin Powell mintiera al mundo). Los haitianos saben perfectamente que los negros de alta graduación de Estados Unidos son capaces de ayudarles y también de traicionarles.

Los haitianos también saben que Estados Unidos ha instalado a sus representantes políticos e incluso a sus propios soldados en el suelo de Haití cuando le ha parecido necesario. Todo en un intento de controlar el indomable espíritu haitiano que arroja mucha de la necesaria luz al resto del mundo oprimido.

Mientras las lágrimas del pueblo de Haití inflaman mis propios ojos y recuerdo su tremenda capacidad de amar, mi corazón roto y mis ojos húmedos no nublan mi facultad de comprender el grave peligro al que ahora se enfrentan mis amigos en Haití.

Me estremezco al pensar que la «reversión» de las políticas de Obama, en las que han creído algunos asesores extranjeros, pueden aprovecharse para una prolongada presencia militar en Haití como un trampolín para reducir áreas de América Latina que se habían liberado de la dominación neocolonial de Estados Unidos. No me gustaría pensar que esto incluso se intentaría bajo la presidencia de Barack Obama. Todos debemos tener los ojos bien abiertos sobre Haití y otras partes del mundo que están ahora chorreando de sangre como resultado de la implacable marcha hacia delante de la maquinaría militar estadounidense.

Así, en esta conmemoración del nacimiento del Dr. Martin Luther King, Jr., advierto de la ilegal operación » Lantern Spike» del gobierno estadounidense, que arruinó la luz y la promesa del Dr. Martin Luther King, Jr. Cada avión de ayuda humanitaria que tuvo que dar la vuelta obligado por los militares estadounidenses (hasta ahora de CARICOM, la Comunidad del Caribe, Médicos Sin Fronteras, Brasil, Francia, Italia e incluso de la Cruz Roja de Estados Unidos) -como se hizo tras el huracán Katrina- y la llegada prevista, ese mismo día, de 10.000 soldados estadounidenses, son un claro recordatorio de la continua amenaza existencial que planea en la actualidad sobre el valiente y orgulloso pueblo y la República de Haití.

Cynthia McKinney es colaboradora habitual de Global Research

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=viewArticle&code=MCK20100119&articleId=17063